Capítulo 11|| cuestionamientos respondidos de forma ambigua

El rubio se encontraba sobre su cama mirando a la pared, mientras pensaba en el rumbo que tomaba su vida y en las decisiones que tomaba, cuestionándose si eran las correctas.

Su madre tocó la muralla, puesto que la puerta estaba abierta, y pronunció un "toc toc" a forma de saludo. Roger le dijo que pasara y ella obedeció, sentándose a su lado.

— ¿Te pasa algo, Roggie? —preguntó acariciándole el cabello.

— Nada, solo... papá me avisó... de la operación —respondió.

— Oh —entendió—. Yo... lo siento, hijo.

— De verdad... de verdad creí que podría hacérmela... —suspiró.

— Todo a su debido tiempo, Roggie...

— Pero me cansé de esperar... —dijo desilusionado—. Me cansé de ser el anormal... d-de que todos me miren raro, de verme todos los días, de saber... que nadie va a amarme solo por mi condición.

— Roggie... si alguien no es capaz de amarte o respetarte por como eres... ellos son los que deben cambiar. No tú.

— No se trata de cambiar por el resto, mamá, yo... se trata de cambiar por mí.

— Lo sé —suspiró—. Pero muchas veces tenemos que aprender a amarnos como nacimos. Ser diferentes no nos hace ser menos.

— Creo... —suspiró.

— Y si es por todos los que te han traicionado...

— Yo...

— Los amigos van y vienen, Roger... entiendo que duela, pero siempre encontrarás alguien mejor. ¿Tuviste algún problema con Syd?

— No, Syd y yo estamos bien —aseguró—. Es...

— Dime, hijo. Sabes que yo nunca te juzgaré.

— ¿Crees que haya sido mejor que haya elegido ser chica? —soltó. La mujer suspiró, sabía que en algún momento su hijo iba a preguntar eso.

— La verdad, creo que no —admitió—. ¿Y sabes por qué, Roggie? Porque no serías tú. Tú eres un chico, tú te sientes un chico. Tus características físicas o biológicas no tienen que ver con eso.

— No sé... no me siento... no sé, femenino —admitió—. Digo, a veces me pongo collares y esas cosas, pero... no sé.

— ¿Por qué la ropa tiene que tener género, Roggie? —preguntó Winifred acariciando la espalda de su hijo—. Tú eres tú. Y nadie o nada va a cambiar eso. Además, seas chico, chica, mono, dinosaurio... —Roger rió ante sus comentarios—. Seas como seas te voy a querer.

— Gracias, mamá —sonrió de forma genuina mirándola—. Por todo.

— Sabes que no tienes que agradecérmelo, cariño —dijo.

— Aún así —sonrió—. Y... eh... no sé qué pienses ante esto, pero...

— ¿Qué cosa? —preguntó.

— A mí... eh... —suspiró—. A mí me gustan los chicos —dijo mirándola, con nerviosismo—. Yo... tuve... algo, o... lo que sea con Brian y... por eso nos alejamos.

— Oh, Roggie no tienes que preocuparte —sonrió Winifred comprensiva—. Que te guste alguien no es pecado.

— Gracias... yo...

— Roggie... soy tu madre, ¿de verdad crees que te juzgaría por algo así? —le sonrió y lo abrazó—. Sabes cuánto te amo.

— Yo también te amo, mamá... —sonrió más tranquilo—. Gracias por todo.

—. No es nada, cielo

(...)

— ¿Tú no crees que soy muy antipático? —preguntó Roger mientras él y Syd caminaban por el patio de la escuela.

— Por supuesto que no, ¿por qué lo dices? —preguntó el chico mientras ambos seguían caminando. Roger se encogió de hombros.

— Normalmente siento que lo soy —dijo.

— Si es por Brian...

— No, no es por Brian —interrumpió—. Bueno, sí lo es, pero... ya no sé.

— Es por Brian —repuso Syd—. Se nota que te sigue gustando.

— Él no... bueno... yo... la verdad no sé —admitió—. Pero él no sabe lo que quiere tampoco.

— Pero quieres que lo sepa.

— Eh... o sea... sí, pero...

— Rog...

— Bien, sí, me gusta el maldito poste con pelo —dijo frustrado—. Y llevo un año intentando que deje de gustarme, pero no puedo.

— Es más difícil olvidar a quien te mostró afecto a quien simplemente te ignoró —dijo Syd.

— ¿Eh?

— Que te es difícil olvidarlo por todo lo que vivieron.

— Pero todo lo que me hizo... —suspiró—. Apostó por enamorarme, ¿qué clase de novela cliché para adolescentes es mi vida? Después yo le hablaba y me ignoraba, me dejaba solo, me dejaba pagando, fingía que yo no existía, me llamó anormal varias veces delante de todos, y... cuando me humilló...

— ¿Con qué lo hizo? —preguntó Syd—. Nunca me contaste...

— Me "rechazó" frente a toda la clase y enumeró las veinte razones por las cuales jamás saldría conmigo —respondió en un suspiro—. Y pese a todo eso, ¿sigo sin olvidar a ese tóxico? Podría viajar a Chernobyl y tendría menos radiación.

— Bueno, Brian es... influenciable —comentó Syd—. Digo, empezó a correrse desde que se juntó con Freddie, ¿no?

— Sí. Esa maldita víbora no vive ni deja vivir —bufó Roger—. Desde que dejamos de ser amigos que logra alejar a cada persona con la que me he llegado a juntar. ¿No le bastó simplemente con traicionarme y divulgar todo?

— La gente es... no sé, cruel —suspiró Syd—. Escucha, solo el que sea noble podrá obtener tu premio doble.

— ¿Qué mierda se supone que significa eso? —preguntó Roger comenzando a reír.

— ¡Eso! —rió también.

— Eres raro, Barrett —siguió riendo Roger.

— Y tú también, Taylor —Syd también reía.

— Por eso somos amigos —le dio un codazo en las costillas y salió corriendo.

— ¡Ay, heriste el hígado de la pulga! —se lanzó al suelo de forma dramática, Roger volvió mientras reía y lo ayudó a levantarse.

— Emo.

— Furby.

— ¡Oye! —rió.

— Lo siento —rió Syd—. Pero insisto, si Brian sigue gustándote es por eso, por lo que vivieron.

— A veces me gustaría que Brian de verdad hubiese gustado de mí —suspiró Roger nostálgico—. Que jamás se hubiese alejado, que hubiéramos llegado a ser novios aunque fuera... o... o que simplemente no me hubiera hecho lo que me hizo.

— Entiendo que te sientas frustrado por eso, pero piensa algo bueno, Brian es uno de quizás cuántos chicos que conozcas en tu vida. Solo será uno más. Aún eres joven.

— Y aún soy anormal —repuso Roger—. Y eso no va a cambiar.

— Quien realmente te ame, te amará pese a todo —le dijo Syd—. Y eso incluye tu condición.

— No sé, Syd, alejo a todos los que quiero o me quieren.

— ¿Y qué soy yo entonces? ¿Un perro? —bromeó Syd. Roger solo pudo hacer una pequeña sonrisa.

— No me refería a ti.

— Lo sé, solo bromeaba para intentar animarte —respondió—. Mira, Rog, la vida es larga, llena de oportunidades. Solo tienes dieciséis años. Aún eres joven.

— Sí... creo —dijo—. Pero no tanto si en dos años más me atropella un camión y muero.

— ¡Roger! Me refiero a que eres joven aún en la vida general —dijo.

— Eso espero, porque mi hermana me contó de una historia de one direction donde se muere el protagonista atropellado por un camión y tenía mi edad.

— Dile a tu hermana que no lea tanto Wattpad —dijo Syd—. Y no creas eso ¡todo saldrá bien!

— Si tú lo dices...

— Ten fe, Rog, además si no tienes pareja, tienes al mejor amigo del universo.

— ¿Tú? —rió un poco.

— Por supuesto, idiota, ¿quién más? Ahora vamos a comer, muero de hambre.

— Syd, comes todo el día. Acabas de comerte una barra de chocolate entera —repuso Roger.

— Es mi don. Mi metabolismo es rápido y tengo que llenarlo con algo. En fin, ¡vamos!

— Come algo tú, yo no tengo hambre.

— Ow, vamos Rog, come algo —repuso Syd preocupado—. No te he visto comer en días.

— Sí lo hago —repuso—. Solo que no soy muy fan de comer.

— Sí, seguro, por eso el otro día comías tanto —dijo Syd—. No me digas que estás haciendo dieta para que no se te marquen las curvas.

— No...

— Roger... —suspiró Syd—. De verdad tienes que aprender a amarte a ti mismo como eres.

— ¿Cómo se supone que voy a amarme si soy un fenómeno? —repuso—. Al menos siendo extremadamente delgado no se notará que tengo cuerpo de chica.

— Roger, tienes espalda de chico también —repuso Syd—. Y te está creciendo barba.

— ¿En serio? —preguntó emocionado y empezó a palparse la cara.

— Bueno, no, pero pronto lo hará —repuso Syd, Roger lo miró mal—. ¡Solo intento animarte!

— Lo siento, tienes razón —suspiró Roger.

— Mira, lamentablemente puede que no cambie tu cuerpo —dijo Syd—. Entonces lo que tienes que cambiar es tu forma de verlo. Velo como algo único, especial, bonito. Así te sentirás mejor.

— Solo puedo verlo como algo extraño, anormal y horrible —repuso Roger—. Si soy delgado, se notan menos las curvas y es más normal.

— Si eres delgado, se te marcan las costillas y pareces anoréxico —repuso Syd—. Haz un equilibrio. Estás bien de peso.

— No quiero bajar de peso, quiero no tener curvas —repuso—. Cuando he estado más gordo, se notan más.

— Mira, comas o no, las tendrás —dijo Syd—. Tienes que aprender a vivir con ellas. No te hacen menos humano.

— Pero sí menos hombre —repuso.

— Rog...

— Lo siento, ya estoy hablando estupideces de nuevo —suspiró cansado—. ¿Sabes? No he almorzado en una semana, dame por favor una barra de chocolate.

— Con gusto. Y deja esas dietas extremas.

— ¡Pero sí he cenado! —exclamó. Syd arqueó una ceja—. Bueno, en parte...

— Roger Meddows Taylor, vas a comer ahora mismo la barra de chocolate más grande que exista en esta institución te guste o no. ¿Entendido?

— Entendido...

— Bien, y no quiero reproches —dijo Syd y como si fuera su madre, lo agarró de la muñeca y lo llevó a la cafetería.

Quizás tenía que empezar amándose a sí mismo.

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