Capítulo 04|| incomodidades y falsas esperanzas

Roger se sentó en su pupitre como siempre hacía, y sacó su celular para entretenerse. Se puso sus audífonos y colocó a Greta Van Fleet. Con eso estaría bien, aún no llegaba nadie de los que lo molestaban.

Moviendo sus dedos y pies al ritmo de Edge of Darkness, comenzó a dibujar un simple gato negro sobre su croquera de dibujo. Se propuso sacar la canción en batería a penas llegase a su casa.

Estaba concentrado en eso, cuando llegó su único amigo, y como siempre, puso sus cosas en el pupitre de al lado, que estaba pegado al del rubio. Luego se puso tras Roger para poder mirar desde su hombro el dibujo.

— ¡Wow, Rog, está genial! —exclamó. Roger se asustó y casi cayó del pupitre, logrando salírsele un audífono en medio del solo de guitarra de Safari Song.

— ¡Mierda, me asustaste! —exclamó.

— Lo siento —se sentó a su lado—. ¿El gato es tuyo?

— No, soy alérgico... —respondió—. Lo vi ayer en la calle y lo encontré bonito. Me gusta dibujar cualquier cosa.

— Lo sé —dijo Syd—. A propósito, el esqueleto que subiste ayer está increíble.

— ¿Tú crees? —sonrió levemente mientras difuminaba las sombras del dibujo con los dedos.

— ¡Por supuesto! Yo también dibujo, pero soy mejor pintando.

— Me encantaría ver una pintura tuya —dijo Roger.

— Claro —sonrió Syd.

Siguieron conversando durante ese rato, y el castaño tuvo el valor de hacer una pregunta que tenía de hacía ya bastante tiempo. Esperaba no incomodar a su amigo.

— ¿Cómo supieron los demás de...? Ya sabes —dijo.

— Oh —dijo, no le había molestado, incluso pensó que Syd ya había tardado en preguntar aquello. Simplemente se encogió de hombros—. Verás... cuando era más pequeño, tenía un mejor amigo. Habíamos sido amigos desde los cuatro años, y a los doce, me sentí en confianza suficiente de contarle mi patología.

— No me digas que... —dijo Syd, que comenzaba a sospechar el punto al que iba Roger.

— Justamente —dijo entendiendo—. Le contó a todo el mundo y luego dejó de juntarse conmigo. Me dijo que no quería anormales cerca de él y que mi lado mujer iba a enamorarse de él y todo eso. Por un tiempo solo fue un rumor, la gente me preguntaba si era verdad y yo decía que no, que él lo había inventado. Pero... bueno, cuando cumplí los trece años, un día estaba en clases y... digamos que mi lado mujer se hizo adulta. Así que... uno de mis compañeros me dijo "Roger, estás sangrando."

— Oh mierda...

— Y bueno, me asusté, me puse de pie, y en efecto, tenía la silla, mi ropa y mi entrepierna chorreando en sangre —dijo con voz irónica y a la vez avergonzada—. Claramente eso confirmó el rumor, y por un tiempo decían que yo en realidad era niña, que era trans, bla bla bla, de hecho algunos siguen pensando que soy trans. El punto, es que mi mamá tuvo que ir a hablar con el maestro y explicarle mi patología.

— Oh... yo... lo siento mucho —dijo Syd, algo avergonzado de haber preguntado.

— Tranquilo, no fue culpa tuya —dijo—. Ni siquiera me conocías aún.

— Igual... yo... te prometo no ser como ese idiota —aseguró Syd.

— Tampoco fue su culpa totalmente. Solo me hirió, pero ya lo superé —aseguró—. Igual iba a llegarme el periodo...

— ¿Aún te llega? —preguntó Syd.

— Uf... cada mes, de forma desordenada y con hemorragia —dijo Roger con cansancio—. Esas mierdas de toallas son jodidamente incómodas... se pegan en el bello púbico...

— Uy, eso debe doler... —dijo Syd.

— Más duele el útero, créeme —dijo Roger riendo sin gracia.

— Siento eso, Rog —dijo Syd con una mano en su espalda.

En eso, llegó el maestro. Milagrosamente no lo habían molestado antes de iniciar las clases. Así que se acomodó mejor en su puesto y sacó sus útiles necesarios. Syd hizo lo mismo.

La clase siguió con normalidad, por suerte ni el maestro, ni los alumnos fueron groseros, y al terminar, Syd y él tomaron sus cosas, dispuestos a irse.

— ¡Rog, Syd! —llamó John a sus espaldas, acercándose a velocidad hacia ellos. Brian iba tras suyo, con una expresión de hastío en el rostro, y Freddie iba también más atrás, con expresión de desagrado.

— Eh... hola —dijo Roger algo confundido al notar como le hablaba alguien que no fuera Syd y que por lo visto no iba a molestarlo.

— ¿Quieren pasar a comer algo con nosotros? Podríamos conversar y...

— No creo que tus amigos quieran —dijo Roger mirando levemente a Brian, quien desvió la mirada al instante.

— No, no queremos, pero John te tiene compasión por ser bicho raro —dijo Freddie.

— ¡Fred, cállate! —lo regañó John molesto con notoriedad—. No es verdad, Rog.

— Como sea, siempre es igual —masculló el rubio. Syd miró al persa con notoria molestia. Brian estaba tan indiferente como siempre respecto a la mera existencia de Roger.

— Solo quiero hablar —repuso John—. Antes siempre me defendías y... quería agradecértelo.

— No me gusta quedarme indiferente cuando molestan a alguien —dijo Roger, lanzándole una indirecta a Brian, Freddie, y John.

— Por... por eso —dijo Deacon algo avergonzado de su cobardía—. Bueno... ya conoces a Bri y a Fred...

— Bastante, a decir verdad —sonrió el rubio bastante cínico mientras se cruzaba de brazos. Syd miró algo confundido a ambos, maldiciéndose por nunca entender nada.

— Ya supéralo —masculló Brian. Roger soltó un bufido.

— Sí, pero quizás podemos conocernos mejor —dijo John rápidamente—. Digo, los cinco.

— Si ellos quieren —dijo Roger en referencia a Brian y Freddie—. Yo no tengo ningún problema, pero sé nota a kilómetros que ellos sí y no quiero compañía por lástima u obligación. No estoy tan desesperado.

John volvió a mirar mal a Brian y a Freddie. El rizado le articuló un "fue tu idea" con la boca, que Roger pudo entender bien, mejor que John.

— Sí quieren —dijo John al instante, pisándolos a ambos. Estos soltaron un quejido—. Solo son tímidos.

— Claro, John... —suspiró Roger. Esta vez era él quien desviaba la mirada.

— Solo... vamos a comer algo y podemos conversar —dijo John.

— Claro —repitió Roger en voz baja y tomó su mochila. Los cinco se fueron a la cafetería.

— ¿Entonces ustedes ya se conocían? —preguntó Syd. Roger no miraba a nadie, mantenía la vista fija en la mesa.

— Algo así —murmuró el rubio.

— Oh.

— Y... ¿qué música les gusta? —preguntó John.

— Greta Van Fleet —respondió Roger con voz apagada mientras jugaba con el postre que acababa de comprar.

— ¿En serio te gustan? —preguntó Freddie—. Son la copia barata de Led Zeppelin.

— No me acuerdo cuándo te pregunté qué opinabas —dijo Roger sin mirarlo, en tono frío. El azabache hizo un bufido.

— Te siguen gustando —dijo Brian en voz baja. Roger lo miró por un segundo y volvió a bajar su mirada, asintiendo.

— ¿Y a ti, Syd? —preguntó John.

— Variado... pero me gustan mucho los Beatles —respondió.

— Son muy buenos —coincidió Brian.

Siguieron conversando bastante rato. Roger habló poco, más bien dicho casi nada, y luego volvieron a su salón. Por suerte —y desgracia— les tocaba educación física, por lo que fueron a cambiarse al camerín y luego siguieron charlando mientras trotaban.

— ¿Todo bien, Rog? —preguntó Syd comenzando a trotar. Roger iba a su lado, haciéndose una cola de caballo baja y acomodándose un poco el flequillo.

— Sí, claro —respondió—. ¿Por qué preguntas?

— No sé, te noté tenso —dijo Barrett, ya cansado, pese a la poca distancia que habían recorrido.

— Tranquilo, todo bien —aseguró Roger jadeando por el esfuerzo físico que realizaba.

— Eh... bueno —dijo Syd.

— ¡Barrett, Taylor, están trotando, no paseando por el parque! —les gritó el maestro de educación física. Estos suspiraron y aceleraron el paso.

— Hey, una duda —dijo Syd—. ¿Qué pasó entre Brian, Freddie y tú?

Roger lo miró y luego miró al frente.

— Nada, solo estupideces —respondió y aceleró más el paso. Syd suspiró y le siguió, pero no volvió a preguntar nada más.

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