Capítulo 7
El universo ayudó para que pasara una semana sin ver a Cristhel. Aunque no puedo decir lo mismo sobre su padre, por obra del destino me vio en las escaleras, mientras descansaba del entrenamiento. Me aseguró que la propuesta de vivir en su casa sigue en pié, y aunque intenté oponerme, no salió como quería.
Observo por última vez la habitación del hermano de Alex. Esta semana fue muy divertida, entre los entrenamiento, las caminatas a la agencia, los paseos de Panda en el parque, la deliciosa comida de su mamá. Pero todo eso terminaba hoy, la familia se va a Argentina, y yo... ¿A dónde voy yo?
Salgo del cuarto con todo lo que traje de mi casa, bajo las escaleras con el pequeño perro caminando detrás de mi. La puerta principal está abierta, Panda corre hacia ella añorando su libertad, justo al mismo tiempo que Alex intenta entrar. El perro se escurre entre sus piernas, mi amigo no quiere aplastarlo y brinca en un solo pie perdiendo el equilibrio, se sostiene de la pared para no caer. Me río de él sin poder evitarlo.
—Sé que tu lo mandaste para que me cayera. Eres una mala influencia para mi hijo — me reclama.
—Alex, ¿ya llevaste todo? — pregunta su mamá entrando a la sala.
—Sip — contesta el chico sonriendo inocentemente.
—Todo listo — informa Luis cargando a Panda y metiéndolo en una jaula transportadora.
Salimos de la casa, guardo mi maleta en la cajuela y la cierro. Los cuatro subimos al auto, Alex, su mamá y yo vamos atrás, mientras que su padre va de copiloto cargando la transportadora. Uno de los choferes de la agencia nos lleva hasta el aeropuerto.
Ayudo a la familia a bajar las maletas e ingresamos al lugar. Muchas personas caminan de aquí para allá, entrando y saliendo de todas direcciones. Como quisiera subirme a un avión e ir al torneo con mis amigos, pero la pobreza me lo impide.
—Cuidate Ryan, y no hagas travesuras — dice Rebeca dándome un pequeño abrazo.
—Igualmente — contesto, pero luego reacciono — No por las travesuras, digo...
Ella comienza a reír, se despide nuevamente y se aleja hacia una de las sillas vacías.
—Bueno... — habla Luis — Cuidate chico. Fue un placer tenerte en nuestra casa, y lamento que te dejemos así, pero con Jorge estarás bien. El chofer te espera para llevarte a donde quieras, y gracias por ofrecerte para cuidar al peludo.
—No tiene mucho pelo — reclama Alex.
—Lo que sea — contesta su padre — Nos vemos — me palmea la espalda y va a sentarse con su esposa.
—¿Y que harás? — me pregunta Alex.
—Ir a casa. Aún no sé si debería vivir con Cris, ni siquiera la hablo — comento viéndolo fijamente.
—¿Te puedo pedir un favor? — vuelve a preguntar, puedo distinguir en sus ojos un deje de tristeza y no creo que sea por mí.
—Claro — contesto al instante, pero me arrepiento al recordar que Alex no es muy normal. ¿Haces cosas ilegales? Esas palabras aún rondan mi mente.
—Prometeme algo — Ya empezamos mal.
—¿Qué? — pregunto con miedo.
Él me observa por unos segundos, como intentando descifrar si de verdad puede confiar en mí.
—Prometo hacer lo que sea que pasa por tu mente. Así sea meterme a una escuela a la media noche, o robar los expedientes de alguien — suelto para ver si logro convencerlo.
Alex sonríe tímidamente.
—Pero no te obligué a infiltrarte en una escuela a media noche. Yo dije a las nueve, que ustedes sean impuntuales no es mi culpa — me reclama riendo.
—¿Me dirás o no? — exijo. El conductor ya debe de estar aburrido de esperarme, si no es que ya se fue.
—Dime que cuidaras a Cristhel — pide serio —. Ella es muy importante para mí, y no... La vida es impredecible. Así que dejen su jueguito de quien habla primero a quien, y acercate a ella. Sé que la quieres amigo, se te nota — De pronto siento un poco de calor en el rostro —, por eso te pido que la cuides. Si no es por mí, que sea por ti.
Asimilo sus palabras buscando que contestar. Él me mira expectante, como queriendo leer mis pensamientos.
—No te preocupes Alex, sé que ella puede cuidarse sola, pero lo haré — accedo aunque no sé de que deba cuidarla.
—Puede cuidarse sola — afirma —. Solo quiero asegurar que estarás con ella si algo me pasa.
Lo veo sin poder creer lo que dice.
—¡No te pasará nada Alex!. ¿Qué te puede pasar en un aburrido vuelo a Argentina? Estarás bien y volverás a salvo — digo negándome a creer lo que dice.
—Claro, soy inmortal — bromea fingiendo sonreír — Debes irte, nos vemos luego amigo.
—Cuidate — me despido —. Y deja de pensar cosas raras.
Escucho como ríe mientras se aleja hacia sus padres. Salgo del aeropuerto y me subo al auto que aún sigue ahí, le doy la dirección de mi casa, debo buscar más ropa si quiero irme a vivir a la casa de Jorge.
—Llegamos — anuncia el chofer estacionando frente a mi hogar.
—Muchas gracias — digo saliendo del auto — Disculpe, me preguntaba si ¿podría venir por mi más tarde?
—Claro chico, ¿a qué hora? — accede amablemente.
—¿Podría ser cuando Jorge llegue a la agencia? Es que necesito hablar con él.
—No te preocupes, nada más y lo veo vengo por ti.
—Gracias nuevamente — le digo sonriendo.
Bajo mi mochila, y él me ayuda a bajar la transportadora donde viene Panda.
—Lo demás puede quedar en el auto. Nos vemos más tarde — se despide y se va.
Subo las escalinatas hasta la puerta de mi casa para dejar mi mochila en la entrada. Camino hasta el patio trasero cargando la transportadora, al abrir la pequeña puerta, Panda sale corriendo y comienza a saltar por el patio. Me aseguro de que no pueda escapar y voy a empacar más cosas.
Estoy parado frente a la oficina del jefe de la agencia, dudando, ¿debería tocar la puerta o volver a casa? Como si mis pensamientos lo invocaran, la puerta se abre antes de que yo pueda salir corriendo. Jorge me observa confundido, luego sonríe.
—Agente Ramírez, ¿que hace ahí parado? — pregunta sin dejar de sonreír.
—Venía a buscarlo señor — contesto intentando que no note mi nerviosismo — Acepto la oferta, de vivir en su casa.
Veo como su sonrisa crece, asiente con la cabeza.
—Bien. Pero no puedo llevarte, debo ir a una junta ahora. No te preocupes Ryan, ordenaré que alguien te lleve.
Entra a su oficina haciéndome una seña para que lo siga.
—No es necesario, tengo a alguien que puede llevarme a su casa — explico caminando detrás de él.
Él asiente como respuesta mientras escribe algo en un papel y luego me lo tiende.
—Le avisaré a mi hija que vas en camino, pero aún así te doy la clave del portón — tomo el papel que me ofrece —. La puerta debe estar abierta, Cris ya está en casa.
Trago saliva al escuchar su nombre.
—Gracias y no se preocupe — suelto — Y algo más. El agente Luis me pidió que cuidara a su perro, ¿puedo tenerlo en su casa? Me dieron todas sus cosas.
—Solo no lo dejes entrar a la casa. Y Ryan... cualquier cosa que haga el perro será tu responsabilidad.
—Si señor.
—Bueno, nos vemos luego. Puede que hoy llegue tarde, así que cuida a mi hija — me dice saliendo de su oficina.
—No se preocupe, nos vemos más tarde.
Comienzo a alejarme del pasillo, pero me detengo junto a las escaleras al escuchar mi nombre.
—Hay cámaras en la casa, así que no hagan cosas raras — menciona volviendo a entrar a su oficina.
Siento que el calor sube a mis mejillas. ¿Pero en qué cosas estaba pensando?, definitivamente no debí aceptar esta oferta.
El chofer me ayuda a bajar mis cosas y las del perro cuando llegamos a la casa de Jorge. Una gran construcción, con una barda de piedra rodeándola, la puerta principal, de madera labrada está abierta, o mejor dicho, se abrió cuando el auto estacionó frente a la casa.
—Cerraré el portón al salir, nos vemos chico — me avisa el hombre antes de subir al auto.
—Nos vemos — me despido de él.
Sin ganas de entrar a la casa, me quedo a ver como el auto sale de la propiedad. El chofer se baja, cierra el portón, me hace una seña indicándome que se activó el sistema de seguridad, y lo veo alejarse por la calle. Un sonidito proveniente del perro me hace consciente de que sigo parado de espalda a la puerta, suspiro y volteo hacia esta. Lo primero que veo es la escalera, nada más.
—Buenas — llamo temiendo entrar.
Por un segundo me imagino que es la casa de los sustos. Las ganas de salir corriendo llegan más rápido que alguna respuesta.
—¡Está abierto! — escucho un grito desde adentro de la casa.
Tomo mi maleta e ingreso lentamente. Volteo hacia la derecha, parece ser la sala de estar, Cristhel se encuentra sentada en el sofá viendo la televisión.
—Hola — saludo tímidamente, intentando llamar su atención.
—Hola — contesta sin voltear a verme.
Esto va a ser más difícil de lo que creí. Mejor me regreso a casa.
—Perdón Ryan — suelta de pronto volteando a verme — Sé que dijiste que actuáramos como dos desconocidos, pero no puedo dejar que alguien a quien no conozco entre en mi casa. Principios básicos de seguridad — finaliza sonriendo.
—Perdoname tu a mí. Fui un tonto al decir eso, pero estaba un poco molesto. ¿Podemos volver a ser amigos? — pregunto viéndola arrepentido.
Cristhel sonríe y con ese simple acto la sala se ilumina.
—¿Entonces me perdonas por mentirte e intentar engañarte? — pregunta colocándose en pié.
—Si tu me perdonas por ignorarte todo este tiempo — comento sonriendo.
—Ya con el asunto arreglado, y supo siendo que no eres un total desconocido. Ven, te voy a enseñar tu habitación — me indica subiendo las escaleras.
—Antes de eso — menciono antes de que termine de subir, ella se detiene y voltea a verme —. Traje compañía.
Cris baja los escalones que había subido, me mira confundida. La guió hasta donde dejé al pobre Panda encerrado en su transportadora.
—Mi sobrino — ríe Cristhel al ver el animalito.
—Alex me lo encargó mientras pasea en Argentina, soy algo así como su niñera — explico.
—¿Y te van a pagar? Por que si no es así, ¿para que te molestas en cuidarlo?
—No todo en la vida es dinero Cris.
Ella ríe y me guía al patio trasero. Montamos la casa del perro y lo dejamos correr libremente por el jardín. Luego de eso Cristhel me lleva hasta la que será mi habitación.
Es un amplio cuarto color crema, cuenta con una ventana que da hacia la entrada de la propiedad, y otra puerta cuyo uso desconozco. Una cama matrimonial, un escritorio, una silla y un ropero son el resto de los accesorios que la integran.
—Te dejo para que puedas acomodar tus cosas — dice Cris cerrando la puerta al salir.
Suspiro dejándome caer en la cama. Mis padres están en África, mi hermana de campamento, mis amigos en un torneo al que no pude ir y Alex está en un viaje a Argentina. Al menos algo bueno salió de mi enfermedad, puedo estar con Cristhel haciéndole compañía.
Un capítulo nuevo después de mucho tiempo, jajaja. Lo siento.
Heladito fantasmal para todos... 🍦👻🍨👻🍧👻. Y en todas las presentaciones para que escojan. 😂😂.
Gracias por su paciencia chicos. Ahora con la cuarentena gracias al coronavirus creí que tendría más tiempo para escribir. Pero resulta que solo pasaran las clases presenciales, a clases en línea. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
En fin... Disfruten la semana, gocen la cuarentena, tomen las medidas de precaución, ¡cuidense muucho! Y... Nos leemos pronto.
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