Capítulo 21
Vaya mañana la que estoy teniendo.
Cuando Cris se presentó anoche en mi habitación para pedirme un favor realmente pensé que me iba a decir que la acompañara hoy a la agencia, que quería tenerme a su lado; pero no fue así. En vez de eso me pidió vigilar a los decoradores. Y sí que necesitan ser vigilados.
Se pasean por la casa como si fuera suya. Han estado a punto de romper una esquinera, una fotografía, por un pelo y aplastan a Panda; además, estuvieron apunto de tirar el árbol. Pero lo peor no fue eso.
¡Lo más terrible es que iba a caer sobre mí!
No sé si lograré sobrevivir a estos sujetos. Y a simple vista parece que no matan ni una mosca.
Ahí están. El chico de cabellos rebeldes se encuentra sobre una escalera colocando las esferas en la parte más alta del árbol. La chica de dos coletas moradas está colocando estrellas en la parte inferior mientras tararea una melodía navideña.
Se ven tan tranquilos que empiezo a dudar si son los mismo que casi me liquidan.
—El árbol voy a adornar, con esferas a decorar. Mientras mi hermano está, sobre la escalera — canta la chica a todo pulmón.
—Esa canción ni siquiera existe — reclama el sujeto desde las alturas.
—¿Acaso no vez que es mi versión de dulce navidad? Adaptada a la situación, claro — contesta ella amenazándolo con una estrella.
—Ajá. El pobre chico tiene que cubrirse los oídos para no escuchar tus gritos.
Ella voltea hacia donde estoy sentado y me analiza seriamente. Es bajita y delgada, pero me mira con una intensidad que da miedo. Una carcajada logra que desvíe su atención de mí.
—¡No espantes al niño Dami! — grita el sujeto dando un pequeño salto en la escalera.
Pierde el equilibrio y se sostiene del árbol, haciendo que este se incline hacia un lado. Por suerte, ambos recuperan su posición original.
—Casi mueres amado hermano — ríe la chica volviendo a su tarea.
—Ni te alegres. La culpa de mi muerte iba a caer sobre tus hombros. Tu conciencia no te dejaría dormir por las noches de solo pensar que pudiste salvarme la vida — dramatiza haciendo movimientos raros sobre la escalera.
Después de unos segundos de silencio, ambos rompen en risas.
—Bueno, aquí arriba está listo — declara el chico bajando de la escalera.
—Abajo también — festeja su hermana colocando la última estrella.
Sonriendo, se colocan a mi lado para admirar su creación desde lejos. El árbol se ve muy bien, decorado con esferas y estrellas en tonos azules y platas. Es tan alto que casi toca el techo. No es un árbol natural, pero de lejos parece serlo.
—Que bonito nos quedó todo — comenta Dami paseando su mirada por la sala.
Han rodeado todo el espacio de luces que caen en forma de lluvia. En torno al marco de la ventana y la entrada de la habitación cuelgan guirnaldas decoradas con esferas, estrellas, flores y lazos que combinan con los tonos del árbol.
La parte exterior de la casa no fue decorada. La puerta principal solo tiene una corona, el recibidor y las escaleras también fueron adornadas con los mismos colores. Hasta el Panda tiene un moño azul en su collar.
—Esperen un momento — dice el chico alarmado.
—¿Qué pasa Tony? ¿Qué pasa? — exige saber su hermana sacudiendolo de la playera.
Él voltea lentamente hacia su hermana.
—¿Dónde está la zona roja? — pregunta lentamente.
La chica abre los ojos sorprendida y voltea hacia el árbol.
—¡No está! — pega un alarido.
Su hermano y yo saltamos del susto.
—Si serás tonta. Casi me da infarto. ¿Por qué gritas como si te estuvieran matando? — le reclama el chico mientras se lleva una mano al pecho.
—¡Porque sí nos van a matar! — grita ella y corre hacia el árbol.
—No exageres Dam. Ellos pueden hacer ajustes — recuerda Tony acercándose a su hermana, quien está dando saltos junto al árbol.
—Es nuestra misión que la zona roja siempre esté aquí — reza ella haciendo un saludo militar, para después ponerse a descolgar esferas.
Su hermano se le une, y entre los dos comienzan a desbaratar el árbol, lanzando las esferas sin piedad hacia una caja de cartón. Que suerte que sean de plástico.
—¿Qué es esa zona de la que hablan? — pregunto sin entender.
—Es una zona especial donde cuelgan los adornos de la familia — explica Tony.
—¿No eres de la familia? — pregunta Dami.
—No, soy amigo de Cristhel — comento distraídamente.
—¿Alex? — cuestiona la chica viéndome con curiosidad.
—Ryan — contesto dudoso — ¿Cris no les dijo mi nombre?
—No. Solo dijo que estaría alguien aquí para dejarnos entrar y ayudarnos en lo que necesitáramos — aclara ella volviendo a su tarea.
Al parecer no soy tan importante como para que Cristhel les diga quién soy.
—Muy bien, iniciemos de nuevo.
Han dejado una parte del centro del árbol libre. Dami saca de su pantalón un pedazo de hoja arrugado y lo coloca sobre las ramas.
—¿Luce bien? — pregunta viendo a su hermano.
—Perfecto — dice él, elevando el pulgar.
Entre los dos vuelven a colocar las esferas. Ella sostiene el papel mientras su hermano coloca los adornos a su alrededor. Al final distribuyen las sobrantes por el resto del árbol
—Ahora sí, terminamos — exclama Tony, dejándose caer en el sillón.
—Ni tanto, debemos regresar todo lo que movimos.
Dami levanta a su hermano y juntos empiezan a acomodar los muebles en su lugar. Los ayudo en su tarea, asegurándome de que no rompan nada.
Después de eso recogen sus cosas, se despiden de mí y los acompaño hasta la entrada. Suspiro al verlos alejarse. Reviso mi celular. Son las diez de la mañana y no tengo ninguna notificación de Cristhel, o de alguien más.
Entro de nuevo a la casa, subo por mi mochila y salgo nuevamente, asegurándome de cerrar bien. Emprendo el camino hacia la agencia, ir por mi ropa puede esperar unas horas más.
Camino distraído hasta llegar a mi destino. Al entrar lo primero que llama mi atención es la chica que baja las escaleras. Cristhel lleva puesta una blusa morada de mangas cortas que le queda perfecta, unos jeans negros y tenis del mismo color.
Me fijo en su cabello, que cae suelto sobre sus hombros. Creo que nunca me había puesto a analizarla, es una chica realmente hermosa. La veo sonreír y siento que mi corazón se acelera, aunque no me sonríe a mí.
Sacudo la cabeza, llevo mucho tiempo mirándola.
Cris voltea hacia mí y sonríe acercándose. La idea de salir corriendo me parece muy tentadora, pero es demasiado tarde, ella ya está frente a mí.
—¿Qué haces aquí?, creí que estarías en tu casa — me saluda sonriendo.
—Preferí venir primero a la agencia — comento llevándome una mano al cuello, nervioso.
—¿Si llegaron los decoradores? — pregunta a la vez que saluda a un sujeto.
—Si te refieres a dos tipos medio locos, pues sí, si llegaron — contesto distraídamente, siguiendo el recorrido del hombre al que saludó.
—Dami y Tony no están tan locos — contesta riendo.
—Casi me dejan caer el árbol encima, y liquidan a tu sobrino perro — confieso regresando mi atención a ella.
Vuelve a reír, negando lentamente.
—Eso debes contarmelo — pide, señalando con la cabeza hacia algún lugar.
Cris comienza a caminar hacia una puerta al fondo de recepción. La sigo caminado detrás de ella.
—¿Por qué vienes atrás? — cuestiona volteando a verme.
—Soy tu guardaespaldas — menciono encogiendo los hombros.
Ella niega sonriendo. Me toma del brazo y me arrastra a su lado.
—Yo no tengo guardaespaldas — dice entrelazando su brazo con el mío.
Trago saliva. Siento como el calor invade mi cuerpo llegando hasta mi rostro. ¡Madre mía! ¿Qué está pasando hoy?
—Por cierto, ¿ellos no preguntaron sobre una caja? — inquiere mientras empuja la puerta con su mano libre.
—¿Eh? — murmuro sin comprender muy bien.
Ella frunce el seño, luego sonríe y se aleja de mí, dejando que el frío se cuele en mi ser.
—Me refiero a los decoradores. ¿No preguntaron o buscaron algo?
—No que yo recuerde. ¿Por qué? — pregunto con curiosidad.
—No, por nada. Es que ayer tomé una caja que se supone debía estar con las decoraciones, y pensé que ellos lo habían notado, pero al parecer no fue así — concluye sonriendo.
Doblamos a la derecha para ingresar a otro pasillo, al final de este se nota la luz del sol.
—¿Exactamente a dónde vamos?
—Al campo de entrenamiento — contesta ella corriendo hacia la luz.
La veo acercarse a los casilleros que están a un lado de la entrada al campo, por donde el aire del exterior y las voces de varias personas llegan hasta nosotros.
La falta de puerta me da una perfecta visión de lo que sucede afuera. Distingo a algunas personas corriendo o haciendo flexiones, casi frente a la entrada hay un pequeño grupo que hace lagartijas mientras un hombre los observa.
—¿Quieres usar el de Alex? — menciona Cris, ganado mi atención.
Volteo hacia ella, sostiene una llave casi frente a mis ojos. La tomo sin saber muy bien que está pasando. Es una pequeña llavecita que cuelga de un cordón azúl.
—Es este — me indica Cris señalando el casillero junto al suyo.
La veo guardar su mochila en el compartimiento, para después cerrarlo y colgarse la llave al cuello.
—Cuídala con tu vida — me advierte señalando la llave en mi mano — Y si ves cosas raras ahí adentro, ignoralas. Te veo afuera.
Dicho eso sale al campo. Suspiro insertando la llave en la cerradura para abrir el casillero de Alex. Cuenta con dos divisiones. En la parte inferior puedo ver una muda de ropa perfectamente doblada, en la superior hay una mochila negra. Coloco la mía junto a ella.
No puedo evitar ver las fotografías que decoran el interior. Muchas de Alex y Cristhel solos, en algunas aparecen con los chicos. Mi vista recae en una imagen donde Cristhel está sola, viendo hacia un punto indefinido. Se ve tan bonita y serena, con una leve sonrisa que ilumina sus rostro. Sonrío al verla así.
Cierto el casillero antes de seguir curioseando las cosas que no me pertenecen y me cuelgo la llave para al fin salir al campo. Afuera el viento frío es contrarrestado por los rayos del sol.
Cristhel está conversando con el entrenador del grupo que antes hacía lagartijas, cuyos integrantes ahora están tumbados en el suelo. Me acerco a ellos sintiendo el pasto bajo mis tenis.
—Ryan, te presento a Eduardo — dice Cristhel al verme llegar — Es uno de los entrenadores de la agencia.
Sonrío apretando la mano del mencionado. Eduardo me devuelve la sonrisa. Lleva puesto un pantalón deportivo y una playera sin mangas que deja al descubierto los músculos de sus brazos. Tiene toda la pinta de ser un profesor de educación física, aunque dudo que sea el caso.
—Gusto en conocerte Ryan — saluda — Y como dijo Cristhel, mi trabajo aquí es entrenar a los chicos de los distintos niveles. Te presento a mi equipo. Grupo B, nivel 2 — informa señalando a los sujetos que yacen en el suelo.
Son seis individuos: dos chicas y cuatro chicos. Todos con ropa deportiva, sudados y al parecer durmiendo.
—Parece que tuvieron un buen entrenamiento — menciona Cris al verlos en ese estado.
—Terminó el descanso señores, pónganse en pie — ordena Eduardo dando un par de palmadas.
Al instante todos se paran y se colocan en una línea.
—¿Quieren alguna demostración de sus habilidades? — pregunta el hombre dirigiéndose a mi amiga.
Sus alumnos niegan discretamente, con cara de cansancio. Cristhel sonríe con maldad viendo a cada uno de ellos.
—Creo que están muy cansados para eso — digo, atrayendo la mirada de todos.
—Tienen aguante. El grupo B es el mejor, ¿o no? — cuestiona el entrenador, desviando la vista a su equipo.
—Claro que sí — contesta un chico estirando los brazos.
—Somos los mejores — secunda una de las señoritas, sonríe do con orgullo.
—¿Creí que el grupo A era el mejor? — suelta Cris, viéndolos con inocencia.
—¿Demostramos que no es así? — reta otro chico.
Ambos comparte una pequeña guerra de miradas. Pero al final Cris sonríe y dice:
—No es necesario. Mejor vayan a descansar.
—Ya oyeron a la jefa chicos. Nos vemos mañana — apoya Eduardo.
Ellos se despiden de su entrenador y se van arrastrando los pies hacia la salida.
—Un placer saludarte Cris, y también conocerte Ryan, tal vez algún día pueda ser tu instructor. Nos vemos luego.
Eduardo se aleja dejándonos solos. Cris suspira, observando algún punto del campo.
—¿Te gustaría recorrer la pista de obstáculos conmigo? — pregunta volteando hacia mí.
No lo pienso dos veces antes de aceptar. Ella sonríe y me muestra el recorrido que hay que hacer. Me arrepiento al instante.
—Pensándolo bien, mejor vamos por unos tacos — sugiero, dando unos pasos hacia atrás.
—Por favor, el recorrido es sencillo — insiste ella jalándome del brazo hacia la línea de salida.
—Moriré en el intento — aseguro viendo la altura del primer obstáculo.
—Me aseguraré de darte un entierro digno — contesta, mientras estira las piernas.
La miro indignado. Ella solo sonríe.
—Que buena amiga eres — murmuro, mientras analizo el resto de los obstáculos.
—Vamos, no es tan difícil. Solo debes correr, subir esa escalera, bajar del otro lado, saltar esos cables, arrastrarte bajo la red...
Sigo con la vista cada uno de los elementos que ella describe, me imagino realizando todas las pruebas y llego a una conclusión:
—No voy a hacer eso.
Ella bufa ante mi declaración.
—Bien, pero yo sí lo haré — declara y continúa haciendo estiramientos — Lo único que quería era que estuvieras preparado para cuándo te tocara enfrentarte a la pista, además de pasar un rato juntos. Pero bueno, no voy a obligarte a hacer algo que no quieras.
Dicho eso, se pone en posición para comenzar a correr, con la mirada clavada en la pista que tiene por delante.
—¡Espera! — grito cuando da el primer paso.
Cristhel trastabilla, y por un instante creo que va a caer, pero al final recupera el equilibrio y voltea hacia mí furiosa.
—Cambié de opinión — digo en un susurro, dudoso, temiendo que esté planeando asesinarme.
Ella se acerca, y yo trago saliva. Me observa con seriedad, le devuelvo la mirada, un poco intimidado. Cristhel sonríe tiernamente y luego se coloca junto a mí.
—Muy bien. A la cuenta de tres. Uno... Dos...
—Uno momento — la interrumpo.
—¿Ahora qué?
—Siento que saldrás corriendo antes de decir tres — comento para retrasar el asunto.
—Bien, cuenta tú — concede.
—Bien — murmuro colocando en posición — A la cuenta de uno... Dos...
Me tomo un pequeño momento para analizar el camino que debo seguir.
—¡Tres! — escucho que grita Cristhel, para después salir corriendo.
—¡Eso es trampa! — acuso corriendo detrás de ella.
Cris ríe mientras sube las escaleras. La imito intentando llegar a su altura.
—Estas cosas se mueven mucho — me quejo, intentando no girar.
—Claro que se mueve, son escaleras de cuerdas, y no están fijadas al suelo — explica desde algún punto superior.
Cuando al fin llego a la cima, me doy cuenta de que mi amiga va descendiendo por el otro lado. La veo saltar cuando está cerca del suelo, luego voltea a verme sonriendo con malicia.
—¡Brinca desde ahí! — grita, mientras ata su cabello en una coleta.
—No estoy tan loco.
Me doy la vuelta y bajo lentamente hasta llegar al suelo. Cristhel bosteza apoyada en uno de los postes que sostienen la estructura de la escalera.
—Los malos ya se escaparon y Ryan no termina de bajar — dice para sí misma.
La ignoro y comienzo a correr hacia el siguiente obstáculo.
—¡¿Quién se queda atrás ahora?! — me burlo comenzando a saltar las cuerdas que están elevadas del suelo.
La escucho reír a mis espaldas, pero no volteo a verla. Importandome poco mi ropa, me tiro al suelo y comienzo a arrastrarme pecho tierra bajo la red.
—Veo que estás decidido — comenta aún detrás de mí.
Sigo ignorandola. Me coloco en pie finalizando el obstáculo y corro un poco más hasta llegar a los troncos sobre los que debo saltar de manera intercalada. Me tambaleo un poco, pero logro superarlo.
Subo a la tabla de equilibrio. Distingo a Cristhel a mi lado sonriendo con suficiencia sobre la otra tabla. Decido ignorarla nuevamente.
Escalamos juntos la pared inclinada, apoyándonos de las cuerdas. Al estar arriba dudo un poco, se supone que debo saltar, pero está muy alto. Siento el corazón en la garganta de tanto correr. Jadeo admirando las pruebas restantes.
—¿No que estabas muy decido? — pregunta burlona, dándome unos golpecitos en la espalda.
Cristhel da uno paso hacia atrás para tomar impulso, luego salta, cayendo sobre la línea marcada en el suelo. Me observa desde abajo esperando a que haga lo mismo. Y sin pensarlo mucho imito su movimiento. Caigo fuera de la marca, sintiendo dolor en las piernas. Cris me sonríe y continúa corriendo, la sigo para no quedarme atrás.
El resto de obstáculos no me parecen tan complicados. Al final, saltamos tres muros consecutivos, uno más grande que el otro; y corremos hacia la línea de meta.
Cristhel cruza primero alzando las manos y dando salititos. Por mi parte termino tirado en el suelo, sintiendo como si el corazón se quisiera salir de mi pecho; intentando que mi respiración vuelva a su ritmo normal.
La cara de Cris aparece en mi campo de visión. Está despeinada, sudada, con la cara roja, y la respiración agitada; pero aún así sonríe.
—Nada mal novato — suelta, para después acostarse a mi lado.
—No vuelvo a hacer esto en mi vida — sentencio de manera entrecortada.
—Que mal. Yo iba a decir que debemos repetir esto algún día — confiesa riendo.
Estoy por contestar, cuando una voz femenina interrumpe el momento.
—¿Cristhel?
Mi amiga se sienta en el pasto para poder identificar a la dueña de esa voz, yo simplemente levanto la cabeza. Es una mujer de cabello negro rizado, de unos cuarenta años aproximadamente. Nos observa con el ceño fruncido.
—Azucena, al fin te veo. ¿Cómo supiste que estaba aquí? — pregunta Cris colocándose en pie y sacudiendo su ropa.
—María me comentó que llevas toda la mañana buscándome. Justo pasaba Eduardo y dijo que estabas aquí, así que vine para acá — explica Azucena, sin apartar su mirada de mí.
—Sí, necesito hablar contigo. ¿Tienes tiempo ahora?
—Claro que sí, te veo en mi oficina.
Cristhel asiente enérgicamente y la mujer se retira. Me levanto del suelo y sacudo mis pantalones.
—Debo resolver un asunto — comenta señalando la entrada — Y tú tienes que ir por tu ropa, así que... Nos vemos más tarde.
Termina de hablar y me mira, como esperando que diga algo, pero no sé que decir.
—Gracias por hacer esto conmigo — completa, un poco cohibida — Me divertí mucho.
—Yo también — balbuceo sin saber que agregar.
—Hasta luego — finaliza y corre hacia el interior de la agencia.
—Adiós — murmuro, sabiendo que no puede oírme.
¡Hola a todos! ¿Cómo ha estado? ¡Feliz último día de febrero!
Este es el capítulo más largo que he escrito en mi existencia. Un poquito más de tres mil palabras. Me pase tantito.
Gracias a todos por leer esta historia, por sus votos y comentarios. Gracias por apoyarme aunque no publique seguido.
¡Heladitos fantasmales para todos! 🍦🍨🍦🍧🍦
Nos leemos pronto...
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