Capítulo 18

Camino lo más rápido que puedo hacia la agencia, Ryan trota detrás de mí intentando seguirme el paso. Sé que pudimos tomar un taxi para llegar más rápido, pero la emoción no me dejó pensar bien después de lo que Rodolfo me dijo.

Si la noticia de las cajas negras es cierta, significa que nos acercamos cada vez más a descubrir que sucedió realmente en aquel vuelo. No quiero sacar conclusiones apresuradas, es por eso que he intentado no pensar tanto en ese accidente, pero ahora, podemos dar con la verdad.

Sonrío por inercia, pero luego recuerdo que esa información no traerá de vuelta a Alex. Suspiro acelerando el paso para atravesar más rápido el parque.

—Cristhel, ¿puedes ir más despacio? — jadea Ryan detrás de mí.

—No voy corriendo — contesto reduciendo la velocidad.

Él llega a mi lado.

—Creo que no estoy en forma — comenta sonriendo.

—El capitán del equipo no puede caminar rápido, que decepción — me burlo de él.

—Mis piernas ya caminaron lo suficiente paseando al perro — dice riendo levemente.

Camino a su ritmo, sintiendo como la adrenalina se desvanece de mi sistema nervioso. Unos mechones de cabello caen sobre mi hombro, y es cuando recuerdo que por salir corriendo olvidé atarme el pelo. Intento peinarlo con mis manos pero es inútil, el viento lo ha enredado.

—¿Por qué a mí? — me quejo en voz baja. Ryan me observa de soslayo pero lo ignoro.

Busco en los bolsillos mi sudadera alguna dona o liga que pueda usar para atarlo, pero lo único que encuentro es un papel arrugado. Lo observo, luego a la sudadera y me doy cuenta de que lo que traigo puesto no es mío.

Suspiro resignada. Estás cosas solo me pasan a mí. Desdoblo el papel para ver su contenido, es un dibujo de un gato medio raro con el nombre de Alex escrito debajo. Sonrío acariciando el papel, recordando a mi amigo, luego lo guardo nuevamente. Ryan me observa pero no dice nada.

Al fin llegamos a la agencia, la adrenalina vuelve a mi ser y subo corriendo las escaleras hasta el departamento de inteligencia. Camino rápidamente hasta la oficina de Rodolfo, la puerta está abierta, él se encuentra apoyado en su escritorio hablando por teléfono.

—Entiendo su punto, pero déjeme recordarle que los agentes en cuestión trabajaban para nosotros. Usted no puede...

El gesto en su rostro me hace pensar que la persona en la otra línea lo ha interrumpido. Se pasa una mano por el cabello, frustrado, logrando que su peinado se arruine. Siento una mano en el hombro que me hace dar un respingo.

Volteo encontrando a Ryan, quien me mira divertido. Lo ignoro y regreso mi atención al jefe de Inteligencia.

—Sé que está en su territorio, pero... Sí, pero... No... Usted... Infórmeme lo que descubran — finaliza la llamada volteando hacia la puerta.

Se sorprende por un momento, pero luego se recompone y nos invita a pasar.

—Gracias por llegar tan rápido — me dice — Y también te pido una disculpa, te he hecho venir en vano, la jefa de la agencia española no nos ha querido enviar las cajas.

—Al menos ahora sabemos que las han encontrado — intento animarlo — Ya nos dirán si descubren algo.

—Es su deber, son nuestros agentes de quienes hablamos.

—¿Qué pasó con la investigación en la bodega? — indago.

—Los elementos que envíe aún están en el lugar, cuando tenga noticias te lo haré saber — aclara.

—Perfecto. ¿Algo más que deba hacer aquí? — pregunto recordando que debo ir a un lugar.

—No, por ahora todo está tranquilo.

—Muy bien. Avíseme cualquier cosa que pase — pido saliendo de su oficina.

—Así lo haré.

Retomo mi camino para salir de la agencia.

—¿Por qué preguntas que debes hacer? — cuestiona Ryan — ¿Qué no eres la jefa?

—Tal vez, pero no estoy autorizada para eso, prefiero que él haga el trabajo — contesto sinceramente, bajando las escaleras.

—¿Y él si está autorizado? Cris, tu eres la hija del jefe — me recuerda. Saludamos de lejos a María y salimos de la agencia.

—Sí, pero ser hija del jefe no lo es todo. Debo al menos ser mayor de edad, recibir entrenamiento y... — No digo más

—¿Y? — pregunta con curiosidad.

—Y recordé que debo hacer unas compras — cambio la conversación.

—Entonces vamos — ofrece, sin insistir en la conversación pasada.

—Prefiero ir sola, si no te molesta. Tú ya caminaste mucho hoy, ¿no es así? Mejor ve a descansar.

—Estoy bien, puedo hacerte compañía.

—Insisto en que es mejor que regreses a casa. ¿Y si Panda tiene hambre? No quieres que Alex se te aparezca a medianoche reclamandote por no alimentar a su hijo — Intento convencerlo.

—Dudo que eso pase, y puedo alimentarlo al regresar, seguro estará bien.

—Pero, ¿y si algo le pasó,? o no sé, hay alguna razón por la que debas volver... — balbuceo sin poder encontrar una buena excusa.

—¿A dónde vas, y por qué no quieres que te acompañe Cristhel? — cuestiona dándose cuenta de mis intenciones.

Me detengo frente a él, dándome cuenta de que hemos llegado al parque.

—Hay cosas que son confidenciales y no te las diré.

—Ya sabemos lo que pasó aquella vez que no contaste las cosas confidenciales — dice viéndome seriamente.

Volteo la mirada hacia otro lugar. No quiero volver a mentirle, pero debo hacerlo, él no debe saber nada sobre los papeles misteriosos.

—Cris, podemos ser un equipo — asegura tomando mi rostro para que lo vea — Confía en mí.

—Estas son las llaves de la casa — digo sacándolas del bolsillo de mi pantalón — Supongo que conoces el código del portón, si no es así, esta llave es la que lo abre, solo debes presionar el botón — explico entregándole el llavero.

Él lo toma, guardándolo en su bolsillo.

—Me sé el código. Nos vemos luego — menciona, y se aleja sin dirigirme la mirada.

Lo veo partir y me arrepiento de haberlo tratado así. Intento pensar que él realmente no debe saber a dónde me dirijo, pero, ¿es eso realmente cierto? Aparto esos pensamientos de mi mente, mientras atravieso el parque hacia mi nuevo destino.

El papel que encontré por aquí decía que debía ir al lugar que visito cada año con mi padre desde que era pequeña. Aquel sitio a donde llevamos flores, un espacio especial para él. Y sé exactamente cuál es ese sitio, no me fue muy difícil descifrarlo.

La nota especificaba que debía ir a la misma hora que lo hacía con mi padre. Veo el reloj en mi celular, falta poco más de una hora, tiempo suficiente para llegar caminando y, de paso, comprar algunas flores.

Entro a la florería más cercana y compro claveles rosas, los que según mi papá eran sus favoritos. Sonrió al ver las flores, son tan hermosas y delicadas. Le agradezco a la florista y continuo mi camino.

El aroma de los claveles me hace pensar en ella, aunque jamás la conocí, pero mi padre me ha contado lo poco que recuerda. Su nombre era Paloma, y era una mujer muy dulce, amorosa y alegre. Cuánto me hubiera encantado conocerla, pero la vida decidió que no fuera así.

Camino lentamente por las calles, el lugar al que me dirijo está muy lejos de mi casa, o del resto de la civilización. Sé que la peor opción para llegar allí es caminando, pero prefiero tomarme un tiempo, aunque termine con dolor de pies.

Mi padre me ha contado que cada año viene a visitarla, el mismo día, a la misma hora. No importa si llueve o hay mucho sol, él siempre está ahí, con un ramo de claveles y una sonrisa. Y yo estoy a su lado, para recordar a esa gran mujer.

Este año también venimos juntos, claro que en su auto, pasamos un día muy agradable, mientras él me contaba anécdotas de su padre y yo lo escuchaba atentamente. Esta vez es diferente, él no está aquí, y yo no voy precisamente a visitarla.

Después de un largo tiempo caminando, al fin veo el gran portón del cementerio, está abierto a todo aquel que quiera entrar. Me acerco hasta la caseta de vigilancia, pero el guardia no está ahí. Sin ninguna restricción me interno en el lugar.

Camino entre las lápidas, admirando a aquellas que cuentan con grandes diseños, algunas hasta parecen una casa. Es interesante como los familiares acomodan el lugar donde han de descansar por siempre sus seres queridos.

A lo lejos puedo distinguir a un grupo de personas, con flores y mariachis, el sonido de la música llega vagamente hasta donde estoy. Suspiro ante esa escena, la vida es tan corta. Que lastima que muchos creemos que la tenemos comprada, y no la valoramos lo suficiente, o aún peor, no entendemos cuán valiosa es esa persona hasta que ya no está entre nosotros.

Sigo mi camino hasta llegar a una tumba que fácilmente pasa desapercibida. Cubierta con mosaico colar crema, sobre ella un jarrón con flores ya marchitas. Me acerco despacio, pasando mi mano sobre el mosaico para asegurarme de que no tenga polvo.

Leo el epitafio sobre la lápida.

Paloma López de la Cruz.

21, abril, 1938 - 12, agosto, 1978

Una gran guerrera, madre y amiga.
Descanse en paz.

Sonrío, acariciando las letras de la inscripción. Me siento sobre la tumba, intentando ponerle un rostro a aquella mujer, aunque eso es imposible.

—Hola mamá — menciono al aire, sabiendo que no me escucha — Hoy no vine a visitarte como tal, más bien, creo que es una fachada — confieso meneando las flores.

Volteo hacia los lados. El cementerio está casi vacío, las únicas personas que andan por aquí están muy lejos de mí como para poder oírme. No hay ningún movimiento sospechoso en las tumbas cercanas, ni nada que parezca fuera de lugar.

—Traje tus flores favoritas — digo, regresando mi atención a la tumba donde estoy — Las que tienes aquí ya están muy feas, y como venía para acá, se me hizo fácil traerte otras. Son claveles rosas, papá dice que te gustaban.

Levanto el jarrón de su lugar para poder colocar las flores nuevas, un pequeño sobre queda expuesto ante mí. Lo deslizo debajo de mi cuerpo mientras quitó las flores marchitas y acomodo las que aún están vivas, dejando el jarrón de nuevo en su lugar.

—Gracias por guardar este paquete — comento analizando nuevamente mi alrededor — ¿De casualidad no viste quién lo dejó?

Sé que nadie contestará esa pregunta, y si alguien lo hiciera, de seguro no me quedaría para averiguar quién es.

—Algun día sabré quien es el autor de estas notas — aseguro — Sólo espero que papá aún no esté contigo, tengo la esperanza de que está vivo, en alguna parte.

Siento que los ojos me arden, parpadeo varias veces para no llorar.

—Papá dice que un buen agente debe actuar rápido cuando está en peligro, nada de distracciones, al menos que estás te salven la vida. No sé si estoy arriesgando la mía al estar aquí, o solo mantengo una buena cuartada.

Doy una mirada rápida a mi entorno. Las personas del sepelio comienzan a dispersarse.

—Otra cosa que él siempre dice es que los papeles confidenciales deben leerse en un lugar seguro, donde nadie pueda verte, escucharte o interrumpirte. No sé si es más segura mi casa o aquí. Igual puedo usar el refugio — completo riendo al recordar esta última opción — Bueno, debo irme. También pasar por una tienda, si no Ryan no sé creerá mi mentira sobre las compras, aunque sé que no lo creyó, pero debo hacer el intento. Hasta luego abuela, cuida a mi padre por mí.

Me coloco de pie tomando las flores marchitas y analizo por última vez la tumba, antes de dar la vuelta para salir de ese lugar, guardando aquella nota en el bolsillo de la sudadera de Alex.

Alex.

Volteo hacia el cielo, aún es temprano. La navidad se acerca, y con ella, la planeación de una fiesta anual que nunca se ha suspendido. ¿Debería ser este año la excepción?

—Si algún día no estoy, este adorno debes ponerlo tú.

Las palabras de mi mejor amigo se repiten en mi mente al salir del cementerio. Un aire frío recorre mi cuerpo recordándome que ya es invierno.

—Si algún día no estás, ese adorno no lo pondrá nadie porque yo estaré contigo — fueron las palabras que le dije a Alex.

—Tal vez nos separemos en alguna ocasión, y si eso pasa debes ponerlo, yo tengo que estar aquí todos los años — dijo él colocando el adorno en el árbol.

—¿Harías lo mismo con mi adorno? — pregunté viéndolo con esperanza.

—Pero claro que sí. Lo colocaría junto al mío para tenerte cerca aunque sea en un árbol de navidad.

—Entonces yo también haré eso — contesté colocando mi adorno junto al de él.

—¿Prometes no olvidarlo? ¿Sin importar lo que pase, colocarás nuestros adornos juntos? — cuestionó viéndome fijamente.

—Lo prometo — dije con convicción.

—Lo prometo — repitió él sonriendo

— Y lo haré Alex. Lo prometí, y lo haré — digo viendo al cielo.

Deposito las flores marchitas en el bote de basura, mientras le doy una última mirada al cementerio antes de volver a casa.

🌲 ¡Feliz Navidad a todos, feliz Navidad a todos, feliz Navidad a todos y perdón por no publicar! 🌲

(¿Lo leyeron cantando? ¿No?)

Hola a todos. ¿Cómo pasaron las fiestas? ¿Hubo mucha comida?

Espero que se la pasaran muy bien, aunque estamos viviendo tiempos difíciles, pero estas fechas son para convivir con la familia y recordar el amor que nos tenemos.

Hay momentos en la vida en que uno hace planes y simplemente el destino decide que no es posible realizarlos.
Cómo esta nochebuena, yo había decidido publicar un capítulo y que Santa les regalara otro el día de navidad, y resulta que dónde vivo se fue la luz. Fue una oscura navidad (ok no)

El regalo navideño ha llegado muy tarde, pero la intención es lo que cuenta, ¿no?

✨ Feliz última semana del año. Disfrutenla mucho, diviértanse, no olviden cuidarse. ✨

¡Nos leemos pronto!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top