003. homecoming
"LA PLANEACIÓN ESTRATÉGICA ES el proceso de determinar qué debe lograr una organización y cómo lo hará, a través de decisiones sobre los objetivos de largo plazo y los cursos de acción que permitan alcanzarlos. Este proceso incluye el análisis del entorno externo e interno, la formulación de estrategias, su implementación y la evaluación de resultados."
El sonido proveniente del celular de Kenzie la distrajo de su lectura. Con algo de pereza, cierra su libro y comienza a buscar su celular por las sábanas de su cama en la que se encontraba.
Al encontrarlo, lo primero que lee es el nombre de Elena. Acepta su llamada en el mismo instante.
—¿Qué hay? —contesta Kenzie, recostándose en su cómoda cama.
—¡Fiesta en el laberinto de maíz esta noche! —anunció Elena, su voz feliz vibraba desde el otro lado de la línea.
Kenzie frunció el ceño y dejó escapar un suspiro.
—¿Otra fiesta? Elena, acabo de llegar, ¿recuerdas? Y luego de la primera, no estoy realmente de humor para otra fiesta.
Elena soltó una risa suave, sin rendirse aún.
—Vamos. Será divertido mucho mejor que la fiesta del lago, lo prometo. Además, ¡necesitas distraerte un poco! Has estado encerrada demasiado tiempo en esos libros.
Kenzie se mordió el labio inferior, pensativa. La universidad la había absorbido por completo desde su regreso, y si bien no se sentía con ganas de socializar, Elena tenía razón en una cosa: necesitaba un respiro.
—No lo sé... —respondió, un tanto dudosa.
—Te prometo que si no te diviertes, nos vamos en cuanto lo digas —intervino Elena rápidamente, anticipando la excusa de Kenzie—. Además, estaré yo, y Caroline también irá.
Kenzie dejó escapar un suspiro resignado. Sabía que su hermana no la dejaría en paz hasta que aceptara.
—Está bien, está bien. Voy —aceptó al fin, a pesar de su desgano—. Pero me debes una por sacarme de mi cueva de estudio.
La Gilbert menor rió, triunfante.
—¡Sabía que dirías que sí! Te recojo en una hora, prepárate para divertirte.
Kenzie colgó el teléfono y suspiró. No estaba muy emocionada por la idea, pero al menos vería a Elena y Caroline, y tal vez sería bueno despejar su mente por unas horas.
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EN LA FIESTA DEL LABERINTO DE MAÍZ, UNAS HORAS MÁS tarde, Kenzie se encontraba caminando al lado de Elena, observando a la gente que se reía, bebía y bailaba bajo las luces que colgaban por todo el lugar. A pesar del ambiente animado, Kenzie seguía sintiéndose fuera de lugar.
—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Elena, mirándola con una sonrisa.
—Supongo —respondió Kenzie, aunque su mente estaba en otra parte.
Elena rió y le dio un leve empujón.
—Es mejor que estar estudiando estrategias empresariales, ¿verdad?
—Bueno, eso no lo puedo discutir —respondió Kenzie, sonriendo apenas—. Iré a buscar a Caroline —avisa antes de irse en dirección contraria.
Aunque Kenzie había buscado por casi todo el laberinto, no había rastro de su amiga rubia. Y, para su mala suerte, se había olvidado de su celular en el dormitorio compartido.
Con Elena ocupada con el chico con el que estaba teniendo alguna cosa, la chica no tuvo más remedio eu quedarse hablando con algunas personas conocidas.
Fue un grito rompió el aire y un fuerte impacto hizo que todo se volviera caos a su alrededor. Kenzie giró la cabeza, pero no podía ver nada. Ya estaba demasiado oscuro para poder visualizar alguna cosa que no sea la vaga luz de la fogata.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió el golpe en su cuerpo que la hizo gritar de dolor. Estaba tendida en el suelo, el sonido de la bulla comenzando a distanciarse.
—Ay, Dios —murmura, su voz saliendo débil.
Parpadeó varias veces, tratando de orientarse. Lo primero que notó fue el dolor del corte profundo en su estómago... y el desastre de sangre por su cuerpo.
Se tocó el abdomen, esperando sentir algún tipo de herida, sin embargo su piel estaba completamente sana. Su mente tardó un momento en procesar lo que acababa de pasar. Había sido atropellada y había sentido la herida. Pudo haberla matado, pero no veía ningún daño.
Su corazón se aceleró e intentó controlar el pánico. Sabía que no había bebido sangre de vampiro, y aún así... no tenía ningún rasguño.
Antes de que pudiera seguir pensando en ello, escuchó los pasos apresurados de su hermana corriendo hacia ella.
—¡Kenzie! —gritó Elena, aterrada, arrodillándose a su lado—. ¿Estás bien? Demonios, te daré mi sangre.
Antes de que Elena se mordiera la muñeca, su hermana la detuvo con su mano, ganándose una mirada confusa. Kenzie, por otro lado, se sentó lentamente, fingiendo estar adolorida pero no tanto como para preocuparla.
—Sí, sí, estoy bien —dijo, su voz algo ronca por la confusión—. Solo... estoy un poco aturdida.
Elena la miró fijamente, preocupada.
—¿Segura? Si es porque no quieres beber mi sangre, puedo llevarte al hospital.
Kenzie negó rápidamente, levantando una mano.
—No, no es necesario. Estoy bien, de verdad. Solo fue un golpe leve —intentó sonreír, aunque en su interior no podía dejar de preguntarse qué le estaba pasando.
Elena frunció el ceño, pero no insistió. Sin embargo, Kenzie sabía que algo estaba muy mal. Aunque no dio tiempo para pensar la razón, puesto que el celular de Elena sonó.
—¿Tyler? —atiende Elena, mientras ayudaba a Kenzie a levantarse del suelo—. ¿Qué? —la hermana mayor frunce el ceño, preguntándose qué estaba sucediendo—. Tyler, no entiendes. Te estrellaste en el laberinto. Hay gente herida en todos lados... Escucha, resiste, ¿sí? Manténlo despierto. Controla sus heridas. Buscaré a Jo y Alaric.
Cuando cuelga, Kenzie la mira preocupada.
—¿Qué sucede con Tyler?
—Se estrelló en el laberinto porque chocó con alguien —suspira mientras explica la situación—. Busca a Alaric y yo busco a Jo, ¿sí?
Aún algo confusa sin saber quién era Jo, Kenzie asiente y ambas hermanas se separan.
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KENZIE CAMINABA LENTAMENTE POR EL pasillo del edificio de dormitorios, agotada por la confusión de la noche. Después del caos en el laberinto de maíz, su mente no dejaba de dar vueltas, tratando de encontrar una explicación lógica a su curación.
¿Será que había tomado la sangre de algún vampiro sin haberse dado cuenta? Tal vez Elena le puso unas gotas de su sangre a su desayuno, pero se lo hubiera dicho en el accidente. Y no había visto a Alaric en más de 24 horas...
Entró en su dormitorio y cerró la puerta con un suspiro, deseando una noche tranquila.
Se dejó caer sobre la cama, sintiendo su peso contra el colchón. No quería pensar más. Estaba cansada y exhausta. Pensar sobre su mala suerte en fiestas la pondrían de malhumor.
De repente, alguien tocó la puerta, sacándola de sus pensamientos. Kenzie rodó los ojos, molesta por la interrupción.
—Si no eres Elena o Caroline, mejor vete —murmuró con fastidio, sin intención de levantarse.
El golpe se repitió, más insistente esta vez. Bufó, levantándose de la cama con rapidez. Se acercó a la puerta y la abrió bruscamente, lista para gritar a quien fuera que la molestaba.
—¡Te dije que...! —comenzó, pero sus palabras murieron en su garganta al encontrarse cara a cara con alguien que nunca esperó volver a ver.
Damon Salvatore.
Kenzie se quedó helada, incapaz de procesar lo que estaba viendo. Él estaba muerto. Lo había llorado, lo había extrañado, había sentido su ausencia durante meses. Pero ahora, parado frente a ella, parecía tan real como siempre.
—¿Me extrañaste, Gilbert? —dijo Damon, con esa voz despreocupada que tanto le había irritado y reconfortado en el pasado.
Kenzie sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Dio un paso hacia atrás, aturdida.
—¿D-Damon? —balbuceó, sin poder creerlo—. Tú... tú estás muerto. Yo... ¿Estoy alucinando?
Damon sonrió con esa expresión que siempre parecía tener una respuesta para todo.
—Sí, bueno, la muerte y yo tenemos una relación complicada. Pero ya ves, estoy de vuelta. Aunque no me sorprendería que alucinaras conmigo, pero, ya sabes, estoy con tu hermana.
Kenzie seguía en estado de shock, mirándolo sin saber si debía abrazarlo o gritarle. El alivio de verlo vivo se mezclaba con una oleada de emociones que no podía controlar.
Kenzie sintió cómo las lágrimas nublaban su vista y, sin pensarlo dos veces, dio un paso hacia adelante y rodeó a Damon con sus brazos, abrazándolo con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.
—Te extrañé tanto —susurró, su voz temblorosa mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas—. No sabes cuánto te extrañé.
Damon, por un momento, pareció sorprendido, pero rápidamente devolvió el abrazo. Había algo en la sinceridad de Kenzie, en la vulnerabilidad que ella siempre había intentado ocultar, que lo conmovía. La rodeó con sus brazos, permitiéndole apoyarse en él mientras sollozaba suavemente contra su pecho.
—No llores, Kenzie. Estoy aquí ahora —murmuró Damon en su oído, su tono más suave de lo habitual—. Y mira, todavía soy tan molesto como siempre.
Kenzie dejó escapar una pequeña risa entre lágrimas, aunque el dolor seguía presente en su pecho. Demonios. Ella estaba tan aliviada en ese momento.
Después de lo que parecieron minutos eternos, Kenzie se apartó ligeramente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. Miró a Damon, sabiendo que había algo importante que tenía que decirle.
—Damon... —comenzó, con la voz temblorosa—. Sé que probablemente viniste para ver a Elena, pero tienes que saber algo antes de realmente verla... —al ver la expresión de su amigo, ella continuó—. Elena hizo que Alaric borrara todos sus recuerdos de ti.
Damon frunció el ceño, su expresión cambió a una de confusión.
—¿Qué? —preguntó, su voz baja, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.
Kenzie asintió lentamente, sintiendo una punzada en su corazón al ser ella quien le tendría que decir aquello.
—Cuando... cuando te fuiste, cuando todo parecía perdido —continuó, tragando con dificultad—, Elena pensó que sería mejor si te olvidaba. Que seguir adelante sin ti sería más fácil si no recordaba cuánto dolía haberte perdido.
Los ojos de Damon se oscurecieron por un momento, su mandíbula apretándose.
—Por supuesto que lo hizo... —murmuró, más para sí mismo que para ella.
—Lo siento, Damon —dijo la chica en voz baja—. Será mejor que te vayas antes de que ella vuelva y esperes un mejor momento para hablar. Si Elena te ve... todo se complicará.
Damon suspiró profundamente y se pasó una mano por el cabello, como si intentara deshacerse del peso de la situación.
—Bien —dijo al fin—. Pero no creas que no me di cuenta de lo extraña que estás. Tienes mucho que decirme.
—Lo sé —dijo suavemente, mirándolo—. Y te prometo que hablaremos mañana, ¿sí?
El momento en que Damon se fue, Kenzie pude respirar tranquilamente.
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