002. girls zone






KENZIE CAMINABA POR EL PASILLO DEL EDIFICIO DE dormitorios. Habían pasado unos días desde su regreso, y el volver a la universidad no era tan sencillo como había imaginado. Sobre todo porque, a pesar de las sonrisas y las promesas de "todo va a estar bien", algo seguía sin encajar. La incertidumbre la rondaba, como una niebla espesa que no lograba disiparse.

Entró en el dormitorio de Elena y Caroline, donde se encontraba la pequeña caja con sus pertenencias ya instalada en la esquina de la habitación. Elena aún no estaba, lo que significaba que tenía algo de espacio para pensar todo lo que estaba sucediendo en su mente.

Aún sentía el ardor del enojo hacia Stefan, y no había forma de que eso se desvaneciera pronto. Después de todo, Stefan era su amigo, y él la había dejado esa noche luego de decirle que la llevaría. Sin disculpas, sin llamadas, nada.

—¡Sabía que volverías algún día! —comentó Caroline con su típica energía al entrar a la habitación.

Kenzie levantó la mirada y sonrió, aunque no con la misma facilidad que antes.

—Este lugar está en un caos —respondió, señalando el pequeño caos en la habitación—. ¿A ti también te parece que esto está un poco... vacío?

Caroline rió y se sentó en su cama, mirándola con complicidad.

—No importa como se vea la habitación. Esto es nuestra zona de chicas. No lo necesitamos más complicado.

Kenzie se sentó junto a ella, haciendo una pausa antes de hablar. Estaba enojada con Stefan, claro que sí, pero sabía que Caroline también tenía unos problemas con Stefan también.

—¿Cómo estás tú? —preguntó Kenzie, mirando a Caroline con curiosidad—. Elena me dijo lo que pasó anoche con Stefan.

—¿Stefan? —repitió Caroline con indiferencia.

—Sí, Stefan —insistió Kenzie, sin apartar la mirada.

—No sé. No estoy muy feliz con él en este momento, eso es todo —respondió Caroline, cruzando los brazos y dejando escapar un suspiro.

La Gilbert la observó en silencio.

—Si te hace sentir mejor, yo tampoco estoy feliz con él. El idiota me dijo que me traería y nunca volvió —dijo indignada—. Ni una llamada para disculparse.

Caroline rodó los ojos.

—Sí, ese es el nuevo Stefan.

—¿Y tú qué vas a hacer ahora? —preguntó Kenzie con suavidad, tocando el brazo de Caroline en señal de apoyo.

La rubia levantó la mirada hacia ella, forzando una sonrisa que no convencía ni a ella misma.

—Voy a olvidarlo —respondió, aunque la castaña percibió la mentira—. Me rindo con él —Caroline sacude la cabeza y se levanta—. Cambiando de tema, ¿todo está bien contigo? —preguntó Caroline con una sonrisa más ligera y un toque de preocupación—. Estás muy pálida.

Kenzie asintió, aunque la sensación de malestar seguía estando presente. Mientras hablaban, un repentino mareo la hizo cerrar los ojos por un momento. Era leve, pero suficiente para hacerla sentirse incómoda.

—Claro, solo... —dijo Kenzie, tratando de restarle importancia—. Ya sabes, ser una humana tiene sus desventajas.

Caroline la miró con una ceja levantada, pero no insistió, solo sonrió de nuevo, aunque su mirada estaba cargada de preocupación.

—Sí, claro... —dijo Caroline, pero su tono no sonaba tan convencido—. Si necesitas algo, ya sabes que me tienes, ¿no?

Kenzie asintió, agradecida, pero con una sensación de incomodidad que no se desvanecía. No quería preocupar a Caroline por algo tan mundano.

Después de un rato de hablar sobre las clases y las noticias del campus, Caroline se levantó y fue hacia la pequeña mesa donde agarra su celular. Con una sonrisa traviesa, giró hacia Kenzie.

—Oye, ¿qué tal si pedimos pizza? —preguntó—. Como los viejos tiempos, ya sabes.

Kenzie la miró, momentáneamente distraída de sus pensamientos, y sonrió. A pesar de todo lo que estaba pasando, la idea de pasar una noche tranquila con Caroline le pareció el respiro que necesitaba.

—No me vendría mal —le respondió.

Caroline, feliz de ver a su amiga un poco más animada. La rubia hace una llamada rápida a la pizzería y luego deja el celular a un lado. Cuando Kenzie miró hacia ella, se dio cuenta de que Caroline estaba mirando algo en particular: una foto vieja que había en la mesa. Una foto de Elena y Kenzie, tomada en alguna fiesta.

—Mira esto —dijo Caroline con una pequeña risa, señalando la foto—. ¿Te acuerdas de esa noche?

Kenzie sonrió al recordar ese momento, aunque su risa fue un poco más apagada. A veces se olvidaba de lo simples que eran esas noches, cómo todo era tan... ligero.

—Sí, claro. Elena recién se había convertido en vampiro —respondió, tratando de mantener la conversación liviana—. Decidí que necesitábamos una noche solo entre hermanas y...

Caroline la observó de nuevo, notando que su su voz se había apagado y una mueca aparecía en su rostro.

—¿Sabes qué? No hablemos de eso —dijo Caroline, suavizando su tono—. Hablemos de cómo estás sobrellevando la muerte de Damon, me preocupa que sigas cargando con todo esto sola.

Kenzie suspiró, sabiendo que Caroline tenía razón. Pero no estaba lista para hablar de todo lo que sentía. No ahora, no con todo lo que estaba sucediendo con Stefan, y mucho menos con los recuerdos de levantarse en una cama con Kol hace meses.

—Ya lo resolveré —respondió, tratando de evadir más la conversación.

Caroline, aunque no convencida, decidió no presionar más. En su lugar, se enfocó en algo más.

Kenzie se recostó de nuevo en la cama, mirando al techo y dejando que el ruido suave de la conversación de su amiga la distrajera. Había mucho en su mente, pero al menos por ahora, estaba rodeada de alguien más.

La pizza llegó rápidamente, y ambas chicas se acomodaron en la cama para disfrutar de la comida, compartiendo historias y riendo como si el mundo a su alrededor fuera un lugar sencillo, sin complicaciones.

Pero a medida que los minutos avanzaban, Kenzie no podía dejar de sentir algo raro en su estomago. Caroline, que parecía ajena a todo lo que Kenzie estaba sintiendo, miraba su teléfono con una sonrisa satisfecha.

—Oye, Kenzie... ¿quieres ver una película? —preguntó Caroline después de un rato, mirando con atención a Kenzie.

Kenzie sonrió y asintió.

—Sí, eso suena bien.

Sin embargo, antes de poder decir otra cosa, sintió ese sentimiento tan familiar. No tardó en ir corriendo al baño de la habitación, abriendo la puerta y arrodillarse frente al inodoro mientras vomitaba todo lo que había comido recientemente.

Caroline la siguió rápidamente al baño, sus pasos apresurados resonando en el suelo. Se detuvo en la puerta, su expresión transformándose de preocupación a sorpresa.

—¡Kenzie! ¿Estás bien? —preguntó, inclinándose hacia ella pero manteniendo cierta distancia mientras Kenzie seguía inclinada sobre el inodoro.

Kenzie se levantó con las piernas temblorosas y se enjuagó la boca rápidamente. Respiró hondo, intentando recomponerse.

—Estoy bien —respondió, con una sonrisa débil—. Seguro fue la pizza o algo así.

Caroline la miró con sus ojos entrecerrados como si intentara adivinar qué estaba pasando realmente.

—¿Segura? —preguntó, cruzándose de brazos mientras apoyaba el hombro contra el marco de la puerta—. Porque ya estabas rara antes de la pizza.

Kenzie suspiró, sintiendo el peso del regaño de su amiga. Se secó las manos con una toalla, evitando los ojos de Caroline.

—Ya te dije, ser humana tiene sus desventajas. ¿Qué esperabas? —intentó bromear, aunque su tono no tenía la misma ligereza de antes.

Caroline no respondió inmediatamente. La observó detenidamente, como si intentara juntar las piezas de un rompecabezas.

—Humana o no, esto no es normal —respondió finalmente, su voz ahora suave, pero firme—. Si algo está pasando, Kenzie, necesito saberlo. No puedo ayudarte si no me dices la verdad.

El silencio entre ellas se alargó por unos momentos. Kenzie sentía el nudo en su estómago, no solo por el malestar físico, sino por las palabras no dichas, los secretos que guardaba. Pero no estaba lista para abrirse, no aún.

—Caroline, de verdad... estoy bien —dijo finalmente, sin mirarla directamente—. Lo prometo.

Caroline suspiró, aunque no pareció convencida.

—Está bien, pero si esto sigue pasando, vas a tener que decírselo a alguien. A quien sea. No estoy bromeando, Kenzie.

Kenzie asintió lentamente. Era un alivio saber que Caroline estaba allí, pero al mismo tiempo, la idea de contarle la verdad la aterraba. ¿Cómo le explicaba a alguien todo lo que sentía sin decirle toda la verdad?

—Lo sé —dijo en voz baja, intentando ofrecerle a Caroline una respuesta que la calmara.

Caroline, al menos por esa noche, decidió dejarlo pasar.

—Bueno, volvamos a la película —dijo, tratando de sonreír de nuevo, a pesar de la preocupación que seguía en su rostro.

Kenzie asintió, agradecida por el cambio de tema.

Ambas regresaron a la habitación, aunque la atmósfera no era la misma de antes. Kenzie se acomodó en la cama y, aunque trató de distraerse con la película, no podía dejar de pensar en lo que acababa de suceder.

En momentos como estos, odiaba ser una humana que podía tener intoxicación alimentaria.

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