Capítulo 2
«Una guitarra y mi niñez
La escuela y mi primera vez
Amigos que no he vuelto a ver
Se van quedando tras de mí
Un cigarrillo
Una canción
Las fotos del primer amor
Recuerdos en mi habitación
Se van quedando tras de mi
Una guitarra y mi niñez; boom!».
Y con eso acabé otro concierto. Este concierto en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, fue un tributo a RBD; el cual estuvo casi lleno, y fue un buen concierto, un día después de encontrarme con Diego y besarnos; no hablaré de lo que pasó ese día un par de horas después, solo diré que al final le pagué un Uber a su casa en Polanco y ambos terminamos la noche bien: aprendimos uno del otro. Sin embargo no le pasé mi número de teléfono; aunque el mundo entero conociera el resto de mis redes sociales, quizás solo estábamos destinados a encontrarnos ese día y besarnos ese mismo día, entonces tuve que aprender a vivir con eso; fue un buen chico, un gran momento y fue un excelente beso, además de que compartimos cosas no tan personales.
Me comentó que si yo hubiera sido mexicano tal vez habría sido uno de los chicos más guapos y populares de la escuela en la que estudiara; me dijo que yo seguramente estaría estudiando en La Salle, La Anáhuac o en el Colegio Simón Bolívar, también me comentó que yo estaría viviendo en Santa Fe (que es donde vivían mis abuelos, pero no se lo dije). Lo más importante: me dijo que yo sería el chico que saliera con la más guapa de la escuela (apuesto a que creyó que sería una porrista), pero que aun así me besaría con cualquier otra chica guapa que encontrara o que incluso le sería infiel con algún chico; de preferencia con el chico nerd, con lentes de «fondo de botella (gruesos)» y que sería gay de clóset.
Tuve que decirle que veía mucha televisión y que no se preocupara por eso porque durante mi estadía en Apple White fui la sombra de mi mejor amigo; Marcus Miller, ya que él era más popular y guapo que yo. Le conté sobre el misterioso fan que tuve en mi último año de preparatoria… Hablando de eso: ¡Lezley Anderson tiró a la basura mi carta con la identidad de mi fan anónimo (también se lo comenté)! ¿Hubiera sido lo correcto mandar a Lezley Anderson al basurero de París a buscar mi carta entre toda la basura? ¡No! Y por eso fue que no lo hice, ella estaba haciéndome un favor al limpiar mi automóvil y yo nunca le dije que no tirara mi carta ni le dije que mi fan me envió una carta y que por fin tuve su identidad entre mis manos; aunque fue mi culpa por no decírselo a nadie. Lo tuve tan cerca, su identidad estaba en mis manos y se fue de mi vida como la nieve cuando llega la primavera.
Lo hizo ella, lo confesó todo y me pidió mil disculpas llorando por «ser tan inútil y no poder hacer nada bien»; tuve que callarle la boca y exigirle que dejara de decir estupideces de esa magnitud. ¡Ay, Lezley! Sí, lo estropeaste, aunque ya no importaba porque estando en México y «siendo tan guapo como solo yo podía serlo» (dicho por Diego antes de besarme) podía conseguirme algún chico guapo de aquí.
De hecho, Diego me confesó que yo podría ser un "Whitexican"; por ser blanco, privilegiado, adinerado, vivir en el lugar donde vivía y no conocer «los barrios más bajos de México». Le pregunté si era bueno o malo y me dijo que era malo, porque básicamente los Whitexicans eran unos inútiles hijos de papi que jamás conocieron lo que eran las carencias y que tenían toda la vida resuelta, además de ser hijos de dueños de grandes empresas y que sí, para ser Whitexican era necesario ser blanco. Pero lo que Diego no notó fue que se estaba describiendo a sí mismo, tal vez él no me comentó que era hijo de un dueño de alguna gran empresa; pero él era un chico blanco que vivía en Santa Fe y que también estudiaba en la mejor universidad a nivel nacional y una de las mejores a nivel mundial (mami y papi estaban muy orgullosos de él), era hijo único y básicamente se describió a él mismo cuando describió lo que la palabra Whitexican significaba.
Describió a los hijos de dueños de grandes empresas tan despectivamente que creí que en serio los odiaba, no me contó mucho de su historia, y tal vez él y sus padres tuvieron que empezar desde abajo para alcanzar toda la riqueza que seguro tenían. Tal vez era por eso que Diego Iván odiaba a los Whitexicans porque él empezó desde abajo; aunque tuviera demasiados privilegios, y ellos claramente no lo hicieron. Ese debía ser el motivo de su odio hacia ellos. O quizá se relacionó con uno de ellos, lo trató mal, le rompió el corazón y un millón de cosas más; pobre Diego cuyo nombre rima con miedo y es un hombre que no pierde el tiempo en conseguir su objetivo el cual es tan serio que lo encuentras en el cementerio sin llorar porque le gusta jugar ya que es valiente sin importarle lo que diga la gente... un minuto, ¿empecé el inicio de una canción? Wow! Sí podía escribir algo si me sentía inspirado.
Mis noches de viernes terminaban conmigo yéndome a un antro, emborracharme y besar a alguien (no siempre daba conciertos o tributos, a veces solo me tenían en el estudio escribiendo alguna canción o intentando grabarla; a pesar de que mi voz era buena, no me concentraba lo suficiente y no hallaba el ritmo de la canción). Hice muchas, y muy buenas, amistades; muchas personas sí me reconocían, aunque otras no, todavía no me volvía tan famoso en el mundo de la música estando en ese lado del continente.
Di un respingo cuando mi teléfono sonó y me di cuenta de que se trataba de una de mis amigas que recién hice en un antro muy cerca de la zona de antros más famosa de la capital del país; me refería a Fátima Zamora (Fay); una niña blanca, muy hermosa, cabello largo, color negro azabache; liso y sensual, muy delgada y muy hermosa (lo repetí porque era en serio que Fátima era una de las niñas más hermosas que alguna vez hubiera tenido el gusto de conocer).
—¡Hola, Fay! —la saludé con mucha alegría en mi voz, pude ver a mi productor siendo él mismo y le dije que no tardaría nada en colgar el teléfono—. ¿Qué pasa? ¿Necesitas algo? ¿Cómo estás? —a Fátima la conocí junto a su amigo Leonardo en un viaje a la zona de antros más famosa de la Ciudad; me cayeron bien y nos volvimos amigos (a Leonardo lo besé; era lindo y besaba muy bien).
—Nada —sentí que se venía algo importante ese día—. ¿Qué harás esta noche? ¿Tienes algún plan para hoy? —excelente; le respondí que no tenía planes, mi productor me echó una mirada de pocos amigos—. ¿Quieres ir a casa de mi amiga Miroslava?
—¡Me encantaría! —de nuevo el productor puso los ojos en blanco—. Te llamo en cuanto salga del estudio, ¿vale?
—Sí —accedió—. Será algo así como una pre posada, pero sin cantar las posadas.
—¿Una fiesta con alcohol y tabaco? —alcé una ceja.
—Sí, te paso a Leonardo, él te explicará mejor —mi productor señaló su reloj indicándome que ya estuve mucho tiempo en el teléfono.
—Gerald, al parecer será una fiesta explosiva y a reventar porque eso de las posadas es cosa de niños.
—Ok, hablamos después, Leonardo, estoy un poquito ocupado con mi productor musical —me despedí de él y colgué el teléfono antes de que Leonardo dijera palabra alguna—. Lo siento —le susurré a mi productor, me volví a colocar los audífonos, dispuesto a cantar nuevamente.
—Terminamos por hoy —habló en un tono bastante serio, ni siquiera me dejó preguntarle por qué ya había terminado la sesión—. Excediste el límite de paciencia que tengo y, a pesar de tener una excelente voz, balbuceas mucho o pierdes el ritmo de la canción. Si no fuera por tu voz, ya te hubieras ido de aquí incluso desde antes de llegar.
—Lo siento si estoy un poquito distraído, no es mi intención y créeme cuando te digo que lo haré mejor.
—Sí, me he dado cuenta de que has mejorado bastante en este aspecto —y sí que mejoré, entonces ¿cuál era el problema?—. La puerta está por allá; puedes irte -señaló a la puerta por donde entré—. Cuídate, te veo después.
—Adiós —y me fui, no sin antes colocarme el cubrebocas y, una vez en el angosto pasillo que me llevaba a la salida, volví a llamar a Fátima, no demoró mucho en responderme mi llamada—. Hola, Fay, ¿dónde voy a verlos a Leonardo y a ti?
—Hola, Louis, saliste rápido —Fatty era tan linda, de verdad—. ¿Podemos verte en el metro?
—Voy a llegar en un Uber.
—Sí es cierto —Fay se rio y Leonardo le dijo que me hiciera llegar el recado de que pase por ellos—. Creo que ya escuchaste a Leonardo.
—¿A dónde quieren que pase por ustedes dos? Lo digo en serio —ella me dijo que no era cierto y que «no hacía falta», pero that was bullshit y volví a insistir.
—¿Puedes pasar al metro Mixcoac?
—Los veré allá —me puse en marcha, pedí el Uber y fui directo hacia donde estaban ellos.
Los saludé en cuanto mi taxi pasó a recogerlos en Avenida Revolución, después le volví a indicar a mi chófer que iríamos a otra estación del metro.
—Nos deja en… —le pedí a Fátima terminara la frase por mí.
—Bosques de Aragón, por favor —y sí terminó la frase por mí.
—¿En dónde dijiste, Fátima? —lo cual me molestó un poco porque yo no tenía ni idea de que iríamos tan lejos.
—Did it bother you? —su amigo, Leonardo, me volteó a ver con una mirada de decepción al igual que una sonrisa un poco burlona, lo cual me molestó bastante y no sabía por qué—. Podemos irnos en metro si no te parece, ¿verdad, Fátima?
—No digas tonterías —levanté mi mano para callarlo—. Da igual porque de todos modos tengo que llegar allá, Fátima me invitó y no me ha desinvitado, así que sí iré —hablé con tono triunfal—. Por favor, llevemos a Bosques de Aragón.
Íbamos los tres juntos en la parte de atrás de su auto; no podíamos ir en el asiento copiloto por la pandemia, estábamos platicando acerca de lo que nos esperaba ahí en casa de su amiga Miroslava.
—¿Y de dónde la conoces? —volteé a verla al realizar la pregunta, porque era cierto que no tenía ni idea de lo que me esperaba al llegar a casa de la amiga desconocida de Fay.
—Somos fans de un grupo femenino de música coreana que es muy popular —se empezó a reír un poco—, ¿por qué tu pregunta?
—Una vez canté un cover de ese grupo, si es el mismo que estoy pensando —sonreí al recordarlo—. Y también uno de un grupo coreano de música, pero masculino; canté las canciones que llevan Love en su título; y en caso de que se lo pregunten, sí me gustó.
—Guau, Gerald; realmente me impresionas y mucho. Solo espero que lo sepas —Leonardo me vio con una mirada de un sentimiento que no pude descifrar; tal vez se trataba de ¿celos?, ¿envidia?, ¿ira?
—Gracias, Leo.
Y después de un rato por fin llegamos al metro Bosques de Aragón, el viaje era para pagarse con mi tarjeta de crédito; a veces me hubiera encantado que no me vieran la cara de tonto y así me sentí cuando estuve con Fátima y Leonardo porque yo pagué el taxi y encima les compré unas bebidas para pasar la noche en casa de su amiga Miroslava.
—Llamaré a Miroslava, esperen… —le indicó que ya habíamos llegado, Miroslava no sabía quién era yo y tuvieron que decirle que era una larga historia porque apenas me avisaron y yo tampoco conocía a Miroslava—. Listo, vendrá por nosotros en su auto.
—¿Hay alguien más que deba conocer además de Miroslava? ¿O algo que deba saber sobre ella?
—Llámala Lava —Leonardo sacó un cigarrillo y comenzó a fumarlo.
Me tardé en procesarlo un poco,
—¿No le gusta su nombre? —hice demasiado tarde mi pregunta porque Lava llegó al punto donde estábamos en ese preciso momento.
—¡Hola, Fay; hola, Leo! —olvidó saludarme, en su lugar solo preguntó quién era ese güey (refiriéndose a mí), Fátima le explicó que soy un amigo de ambos que conocieron en un antro.
—¿Así que cantas? —mi cabeza se movió de arriba abajo indicando un sí como respuesta hacia su pregunta—. Excelente, ya tenemos entretenimiento para esta noche.
—¿Querías que viniera solo para ser el entretenimiento de su «preposada»? —me decepcioné un poco (admito que solía ser muy people pleaser)—. No canto canciones originales pero sí, con gusto cantaré para ustedes.
—Excelente y no culpes a Fátima, yo suelo ser así; siempre hablo en tono de broma pero si quieren no es broma, ya saben, ¿no?; JA, JA, JA —de nuevo malinterpreté todo y ella hizo referencia a un meme—. No estás obligado a cantar, solo únete a nosotros y ya.
—¡Compró mucho alcohol y tabaco; yo me voy a poner muy mal a consecuencia del alcohol y a fumar como una maldita chimenea! —Leonardo me recordaba un poco a Marcus por su temperamento, el tono de voz y el comentario que hizo; viejos tiempos—. Te tengo que dar las gracias por comprar todo este alcohol y cigarros: muchas gracias, Louis —le pedí que no me agradeciera, nos subimos al auto y el conductor nos llevo hasta su casa (ubicada en no-sé-dónde).
Nos recibieron con mucho gusto al llegar a su casa, nos pidieron que nos preparemos para la «mega fiesta» que se venía, Leo era el más emocionado por ello (Fátima y Lava no tanto como Leo; pero solo le seguían la corriente y pretendían que estaban tan emocionadas como él por la «mega fiesta».
—¿Y quién es el güero tan guapo? —¿habló de mí la mamá de Lava?
—Es Louis Gerald, mamá, es cantante y amigo de Fátima y Leonardo —sí, ella hablaba de mí.
—Órale, ¡qué padre! —su mamá se emocionó—. Ya tenemos quién nos cante, ¿apoco no? —apreté los labios y al mismo tiempo volví a mirar a Fátima con una mirada que mostraba que irradiaba desaprobación para cantarles (y no porque de verdad yo no quisiera, sino porque me encontraba cansado y un poco harto de cantar; solo ese día me sentí así).
—¡No es cierto; ja, ja, ja, ja! —la mamá de Lava nos jugó una pequeña broma—. Quita esa cara, no te vamos a obligar a hacer algo que no quieres hacer si tú no quieres hacerlo.
—Lo sé, solo que me dio una pequeña molestia en el estómago; pero estoy y estaré bien.
—Está bien, Luis Gerardo —¿cómo me había llamado la mamá de Miroslava?; hizo caso omiso cuando intenté corregirle la pronunciación de mi nombre—. Solo no te enojes con nosotros, aquí te vas a sentir como en casa.
—Fátima —la llamé—. ¿Me regalas un segundo de tu tiempo, por favor? —y me la llevé a un lugar para que pudiéramos estar solos; también sentí cómo es que Leo le decía algo a Lava al respecto de que me llevé a Fátima.
—¿Qué pasa, Louis?
—¿Me llamaron Luis Gerardo y esperan que cante algo?
—They didn't mean it —Fátima intentó defender a Lava y a su mamá—. Les gusta jugar este tipo de bromas, pero dime si te molesta y les digo que no te molesten con eso —y puso los ojos en blanco; bravo, Louis Gerald.
—Es que me siento cansado, eso es todo, en realidad —calmé las cosas entre Fátima y yo, tal vez dije una mentira piadosa—. ¿Podemos ir a beber y fumar ya?
—Follow me! —la acompañé por un angosto pasillo sin paredes (ni pintura, solo tenían los tabiques de concreto; pero no importaba porque fui a beber y no a juzgar la casa por cómo se veía). Llegamos al patio de Lava donde Leonardo ya estaba bebiendo como loco; por mi parte no me emborracharía porque tenía que cuidar mi imagen. Solo pasaron unas horas antes de que Leo me hablara (inundado en alcohol) y tuve que pedirle que repitiera varías veces lo que me estaba diciendo.
—Dude, es que neta; te juro que estás hermoso y perdóname por lo que te voy a decir —nuevamente me preparé para lo peor del mundo—. Cualquier niño torpe que tenga la fortuna de ser tu novio y que esté junto a ti, en ese aspecto, tiene una suerte que no te imaginas por el simple hecho de ser tú mismo.
—Gracias, Leo; pero estás muy ebrio y seguramente se lo dices a todos los chicos con los que sales a emborracharte.
—No, mira: ¡Fátima! —Fátima se movía al ritmo de la música con un chico (el cual no sabía si era su novio, su amigo, novio de Lava, amigo de la misma o solo se coló); ella llegó un poco después de que Leo le hablara—. ¿Verdad que no me pongo a coquetear con todos los chicos con los que salgo a ponerme borracho? —ella puso los ojos en blanco y se enojó con él por interrumpir su baile.
—¿Solo para esto me llamaste? —Leo asintió y le dio una bocanada a su cigarrillo—. Creí que era algo más urgente o importante, Leo.
—Discúlpalo —hablé por él—. Está un poquito ebrio.
—Sí, eso lo puedo notar —tomó un trago de su cerveza—. La respuesta es que no, no lo hace.
—Gracias —volteé a ver a Leo—. Y en cuanto a ti…
—Bésame —no me dejó terminar, interrumpiéndome abruptamente—. Por favor, solo un beso de peda; no significará nada para ambos.
—Pero…
—Solo hazlo —me tomó por los hombros y comenzó a sacudirme de forma un poco violenta—. Sé que quieres besarme.
—Come closer —lo acerqué a mí y lo besé con mucha pasión, era raro besar a Leo después de un tiempo (no mucho porque salí con él hacía unas semanas; pero tampoco decía que «de no besar a alguien» porque tan solo un día antes había besado a Diego).
Pusieron música regional mexicana pasadas unas horas, al final sí les canté algunas canciones de Jenni Rivera, me denominaron como «malinchista» porque no me gustaban otros artistas que no fueran Jenni Rivera (del mismo género que Jenni). Tengo que admitir que sí se me pasaron un poco los tragos y empecé a cantarles estando borracho y mi voz no sonaba tan mal como yo creía; pero escuché una canción cuya letra era muy triste.
—Stop! —tomé a Fátima y la llevé a un lugar alejado del escándalo—. ¿De quién es esa canción y cómo se llama?
—Se llama «Las Piedras Rodantes» y el grupo musical es el Tri —le pregunté si era una canción muy conocida en el país—. Sí, sí lo es —a lo que ella me respondió—. La letra es inspiracional.
—Y la voz del cantante es muy rasposa, ¿no les parece que lo es? —Fátima movió su cabeza de arriba abajo para asistir; humildemente di mi punto de vista—. Pero el coro no es difícil, querían que les cantara, ¿no? Pues ahora les canto.
—Supongo que…
—Miroslava —no dejé que Fátima terminara de decirme lo que suponía; casi no hable con ella en toda la noche en la que estábamos—. Micrófono, voy a cantar ahora.
—Sí, espera solo un poco, no tardo; ya mismo voy por él. ¡Qué emoción! —fue por mi micrófono y me lo entregó en mis manos—. ¡Atención, familia, Louis Gerald volverá a cantarnos!
Canté el coro de la canción, porque era una canción que me brindaba inspiración y me recordaba a alguien en particular; sí, ese alguien se trataba de Richard Vallaj. Sé que estuvo mal y que probablemente ya lloré mucho a lo largo de mi vida (en especial durante el segundo acto más importante de mi vida entera; cuando estuve cantando en París en el L'Olympia y algunas lágrimas se derramaron cuando estuve en Apple White), pero sí me puse a llorar cuando terminé de cantar el coro de la canción.
—¿Es común que llores cuando cantas algo tan inspirador, Lou? —tal vez Fátima ya sospechaba que no era la primera vez que lloré mientras cantaba algo; le respondí que todo estaba bien, era solo que me sentía un poquito triste por alguien de quien me despedí por un tiempo; pero no di nombres, y que esa canción en específico me recordaba a él.
Sin embargo, mi público me aplaudió y me pidieron que cante otra canción, pero la verdad es que yo solo quería seguir fumando y tomando como loco; mala idea porque me puse bastante mal y lo único bueno era que la casa de Miroslava era bastante grande y tenía baños por doquier, así como tenía un baño en el patio y entré ahí un rato porque Fátima estaba muy ebria; por ende, fue a vomitar, yo la acompañé para sostener su cabello y que no se manchara de su propio vómito. Ella vomitaba sin parar.
—Siento que te amo —Fátima habló una vez que terminó de vomitar; tuve que decirle que estaba muy ebria y que apestaba a bonito—. ¿No quieres besarme ni nada?
—No creo que sea ni el momento ni el lugar adecuado para besarte, Fay; te aprecio mucho como para faltarte al respeto de esa manera. No quiero arruinar nuestra relación y lo siento —intenté alejarme de ella.
—Bien —lavó sus manos, acomodó y se peinó su cabello con los dedos después de aclararse la garganta—. Respeto que no quieras besarme, no te voy a rogar ni nada, solo hazme un favor y llama a Leo, necesito a mi mejor amigo para contarle cómo es que me siento.
—Un segundo, por favor, no tardo. Voy por él —salí del baño y llamé a Leo, quien estaba muy ocupado bebiendo de una botella de un tequila bastante caro y todas las personas presentes lo animaban a qué siguiera bebiendo más y más alcohol; pero fue a verme en cuanto escuchó que mencioné el nombre de Fátima—. Fátima está ebria y me pidió que fueras al baño del patio a verla para platicar, ella dijo «necesito a mi mejor amigo para contarle cómo es que me siento» —se aproximó hacia ella y empezaron a hablar entre sí acerca de lo mucho que se amaban y que la vida del otro no estaría completa si uno de los dos llegara a faltar; y así es como yo me sentía con Lezley Anderson (y un poco con Marcus Miller ya que se deconstruyó y quedó fabuloso porque definitivamente él ahora era un Better Man; como la canción).
Desperté junto a Leo en una litera dentro de lo que parecía ser la casa donde habitaba Miroslava. Me encontraba casi desnudo, solo tenía puestos mis bóxers; me daba mucha pena que me vieran así, en ropa interior.
—¿Qué carajos pasó? ¿Dónde estoy y qué carajos hice con Leonardo?
—Estás en la cama de Lava, te besaste con Leonardo y le vomitaste encima su ropa y la tuya; por eso es que ambos están en ropa interior —me explicó Fátima con mucho cansancio en su voz, supuse que era por haber estado cantando y gritando en la fiesta—. ¿Crees que Leonardo ya haya despertado? —volteé a verlo y lo primero que vi fue su erección. Afortunadamente, Fátima y Miroslava estaban debajo de la cama, de donde Leonardo y yo estábamos (en una litera), así que no vieron que Leo estaba más o menos despierto, por lo menos una parte de su cuerpo sí.
—Está más o menos despierto —me apresuré a bajarme de la cama para que no lo vieran, pero me olvidé de un pequeño detalle, algo insignificante; cosa de nada. Algo insignificante.
—Puedo suponer que está igual que tú, ¿no es cierto, Louis Gerald? —bajé mi mirada y cubrí, vergonzoso, mi entrepierna diciéndole que me disculpara y que se trataba de un pequeño accidente—. JA, JA, JA —se rio muy fuerte al tiempo que yo moría de vergüenza—. No pasa nada, lo importante es que ambos están bien y que no les pasó nada, ¿sabes? Me preocupé bastante por ustedes dos, chicos, menos mal está todo en orden —Fay era tan linda y amable, sentí como que la amaba (casi tanto como a Lezley; pero no, Lezley era insuperable y nunca podré llegar a querer a alguien como la quise a ella).
—¿Cómo está Miroslava? —de repente me dieron flashbacks de todo lo que hice, Fátima me comentó que Miroslava estaba hablando con su madre; soportando una regañiza por todo lo que hice y lo que no hice y sin querer le pedí una disculpa a Fátima.
—No te disculpes conmigo, mejor ve con Miroslava y discúlpate con ella y su mamá, pero primero vístete —Fátima me pasó mi ropa; lavada, sin aparente vómito, y rápidamente me vestí para bajar al comedor y pedirle una disculpa a Miroslava y a su mamá.
—Ahora vengo —y bajé corriendo; al llegar al comedor vi que la mamá de Miroslava (quien luego descubrí que se llamaba Ericka) estaba hablando con ella diciéndole que ya no quería que yo volviera (me vetaba de su casa a pesar de ser un gran cantante)—. Hola, señora; hola, Lava, espero no interrumpirlas —me saludaron y se quedaron petrificadas en cuanto me vieron—. Les quiero pedir una disculpa por cómo me comporté anoche, se supone que no iba a beber mucho y creo que me descontrolé un poquito después de escuchar aquella canción.
—Acepto tus disculpas —aceptó mis disculpas; gracias a Dios y menos mal, señora Ericka—. Pero sí te portaste muy mal, si no sabes tomar, no lo hagas y punto. No es un consejo que sea tan difícil de seguir.
—¿Puedo preguntar qué pasó? —pregunté con miedo de saber su respuesta—. Por favor, a pesar de que tengo tanto miedo de lo que me puedan responder, porque ya sé que sí fue un maldito desastre todo lo que pasó.
—Lloraste, vomitaste todo el baño; y fue muy hilarante porque vomitaste como la niña poseída al inicio de una película de comedia, JA, JA, JA; me refiero a que vomitaste el techo —Miroslava y su mamá comenzaron a reírse muy fuerte por todo el «desmadre» que hice—. Amigo, te juro que el techo de mi baño está asqueroso después del chistesito.
—Yo lo limpio —rápidamente, tomé la decisión de limpiarlo.
—Ya lo limpiamos Fátima, Leo, mi mamá y yo; aunque gracias —Dios mío bendito de mi vida—. No te preocupes.
—Como dice Justin Bieber; is it too late now to say sorry?
—Por eso no quiero que vuelvas —su mamá tenía la boca llena de razón—. Ni siquiera te conozco y mínimo a Leo y a Fátima sí los conozco; no te conocemos y tuvimos que limpiar todo tu desmadre —les pregunté qué quisieron decir con eso último, ya que no lo entendí.
—Un desastre total y muy grande —se apresuró Miroslava a explicarme, se lo agradecí—. Se me olvida que no eres de aquí y seguramente no conoces la mayoría de términos chilangos.
—Gracias, señora, por permitirme estar un rato en compañía de ustedes, en serio que no sé qué hubiera hecho ayer; también quiero agradecerles por todo, Miroslava.
—Por favor, llámame Ericka —ignoró mis disculpas; las cuales fueron sinceras y sacadas del fondo de mi corazón.
—¿Incluso aunque yo ya no sea bienvenido aquí? ¿O sigo siendo bienvenido? —esperaba que me dijeran que todavía era bienvenido en su casa o algo por el estilo.
—Sí, estás en lo correcto, incluso aunque ya no seas bienvenido aquí —fallé; apenas conocí a Miroslava, Ericka, el resto de su familia y ya me habían vetado de su casa—. Me vomitaste el techo.
—Lo siento mucho —subí por mis cosas, pero Miroslava me detuvo para preguntarme por quién lloré durante la fiesta a la que ella denominó como «preposada»—. Richard, su nombre es Richard Vallaj.
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