Capítulo 19: Final
NOTAS DEL AUTOR:
Al final de este capítulo hay una escena que se puede malinterpretar, debido a que va en contra de una minoría (de la cual soy parte). Esa no es mi forma de pensar, es solo que el final de este capítulo está basado en una historia muy personal de la que yo fui parte (pasó algo muy parecido a lo que van a leer al final de este episodio), decidí colocar las mismas palabras que me dijeron y fue un poco distorsionado, porque no me pasó algo así. Sin embargo, lo estoy contando como yo lo viví haciendo un disfemismo de lo que realmente pasó. No tengo más que decir, salvo que disfruten este episodio, así como yo disfruté mucho escribirlo. Gracias por su comprensión. :)
~Su escritor favorito: Dylan.
—¿Y sí confundiste nuestros nombres?
—A pesar de que mi nombre estaba en mi gafete, el cual estaba en mi camisa —Scott no se dirigió a nadie en particular, aunque yo sentí que fue más dirigido a Richard que hacia mí.
Me llegó un mensaje a mi teléfono celular, deseaba que no fuera de mi fan; descarté esa idea, porque ese misterio ya estaba resuelto (se llamaba Scott Robinson Hamilton; ¡vaya sorpresa!), sobre todo porque me encontraba con mi novio y con un chico con el que tuve algo hacía unos meses atrás. Pero no, al parecer me llegó otro depósito por los conciertos, los CD vendidos y los streams que me daban a través de Spotify. Al inicio, en un par de ocasiones, yo había tenido que poner de mi propio bolsillo para la producción de algunos videos musicales y la posproducción de mi disco debut. No me aguanté las ganas y se los conté a los dos chicos que estaban en mi departamento.
—Felicidades, Louis Gerald. Pero en serio ¡qué raro! ¿En serio hiciste eso de verdad, Louis? —Richard ignoró por completo que me sentía feliz porque estaba feliz de recibir tanto dinero por mi trabajo (lo que yo merecía; mi plan siempre fue que pudiera comprar una casa con mi propio dinero).
—Sí —admití con la cara roja de ira y vergüenza.
—¿Por qué?
—Pues…
—Marcus, Katherine y Marie estaban hablando de ti; porque ibas con ellas dos, entonces quise suponer que Marcus hablaba de ti, así como él siempre hacía cuando se enamoró de ti.
—Sí y tal vez le dije a Scott que el hijo de la tía Amy de Marcus se iba a llamar Richard.
—¿Marcus tiene una tía cuyo nombre es Amy?
—Amy, Patrick, Andrew, Leonard y Diane, tuve la fortuna de conocer a todas y todos sus tíos, también a sus primos.
—Sí que tiene una familia numerosa, ¿no?
—Bastante, también tiene dos primos segundos; Hayley y Logan. Para variar, se llama como mi exnovio —miré a Scott y a Richard; tan hermosos, tenía que admitir la belleza de Scott (a pesar de que estaba con Richard, eso no quería decir que no pudiera apreciar la belleza de otros hombres como él lo era)—. Richard, amor, necesitas arreglarte un poco para ir conmigo a una entrevista; voy a presentar mi nuevo disco, «Eclipse», en dicha entrevista y después iremos a una fiesta por mi desempeño como cantautor; patrocinada por el jefe de mi manager —Richard rápidamente se metió al baño a darse una ducha, yo entré a mi habitación a seleccionar nuestra ropa; un traje negro con corbata roja (para mí) y un traje negro con corbata azul marino (para Richard, mi buen amor).
—No le quieres contar a Richard acerca de lo que te acabo de contar, ¿verdad?
—No —lo miré un poquito avergonzado de nombrar a Richard como el amor de mi vida y ocultarle cosas—. ¿Me vi muy obvio?
—Bastante, ¿dónde tienes todas tus botanas y bebidas? Necesito saberlo si voy a estar aquí toda la noche, mientras ustedes dos están en una fiesta —Scott empezaba a prepararse para el momento en que Richard y yo nos fuéramos.
—En el almacén, sírvete lo que gustes, Scott. Estás en tu casa, recuérdalo —le respondí.
—¿Me prestas tu llave para abrir la puerta por si me dan ganas de comprarme algo en el Centro Comercial, un Walmart o un Oxxo?
—Tengo 3 juegos de llaves; el de Richard, el mío y uno extra por si se pierde alguno de los nuestros. Ya sabes que un hombre preparado vale por mucho, ¿no es cierto? —Le ofrecí el juego de llaves de emergencia—. ¿Algo más? ¿No quieres dinero también?
—Tengo dinero —sacó su billetera para mostrarme unos billetes verdes; no eran los de $200.⁰⁰ mexicanos, eran dólares estadounidenses—. Creo que me alcanza para subsistir aquí, ¿no? —solté una fuerte carcajada.
—No te ofendas si me río, es solo que nadie te va a aceptar dólares aquí; lo más común y corriente es que usemos billetes mexicanos.
—¿Te refieres a estos? —literalmente, debajo de la manga, escondió un fajo de billetes mexicanos. Scott se había preparado bien para poder ir a verme.
—¿Cuánto traes? —Lancé mi pregunta, impresionado por la cantidad de billetes que Scott traía consigo.
—¿Yo qué sé? —Sonó despectivo y le lancé una mirada de reproche—. Tal vez solo tengo diez mil pesos y un par de billetes de $200.⁰⁰ dólares, por si encuentro algún comercio que acepte dólares y no quiera gastar mi dinero que ahorré.
—Sigue siendo mucho.
—¿Cuánto tienes en tu cuenta de banco?
—Eso no te incumbe —me miró arqueando una ceja y preguntándome si de verdad creía que no le importaba—. O tal vez sí. Tengo quinientos mil pesos mexicanos, si te importa mucho —era lo que me habían depositado; tardaron bastante en depositarme (o tal vez era un regalo porque había regresado a México).
—Es una buena cantidad, muchísimo menos que la mía; aunque sí, es verdad que tienes cien veces más dinero de lo que yo tengo hoy.
—Dejemos de hablar de dinero, por favor.
—No soy pobre, tengo dinero mexicano y dinero estadounidense; ahorré bastante al estar en el puesto de Sushi y aún no me postulo para una universidad. Pero meteré mis papeles pronto —ay, Scott, tus planes, todos tus planes sonaban tan bien.
—Espero que puedas cumplirlos, Scott, yo sé que podrás hacerlo —en ese momento, Richard salió de la ducha y pasó solo en toalla (presumiendo su hermoso y bien trabajado cuerpo)—. Ya están tus cosas en mi habitación, Richard, las preparé para ti —le grité a través de la sala-; puedes ponerte lo que escogí para ti o puedes escoger otro tipo de ropa.
—Gracias, Louis Gerald —cerró la puerta de mi habitación tras agradecerme—. ¡Este conjunto es hermoso, gracias, te amo! —lo escuché gritar después de ver lo que preparé para él.
—Me tengo que duchar, Scott, ya sabes dónde está todo lo que necesitas —tomé mis toallas y las metí al baño, mi ropa estaba en mi habitación—. Recuerda que, como te dije con anterioridad, estás en tu casa —solo me agradeció y yo entré a la ducha.
Un par de minutos después de haber empezado a asearme, escuché cómo Richard y Scott platicaban entre sí de lo asombrosa que sería la noche. La ducha era fabulosa, me sentía emocionado y un poco nervioso por la entrevista que iba a dar, porque ese era mi sueño y se estaba haciendo realidad, como yo lo hubiera querido. Aunque mi gran sueño siempre fue ser actor, pero eso se podía arreglar. Salí del baño y los saludé, les pregunté si estaba todo bien, aun así, sentí el ambiente bastante tenso. ¿Qué le había dicho Richard a Scott? ¿O Scott a Richard?
Abrí un poco la puerta de mi habitación para escuchar lo que decían, y si hablaban de mí, lo que escuché me dejó anonadado y un poco intrigado. Pero al mismo tiempo me quedé encantado acerca de lo que Richard mencionó acerca de mí, por otro lado, sentí su comentario un poco como ataque hacia Scott.
—Tú no sabes nada de lo que estás hablando, no lo conoces como yo lo conozco y vaya que han sido años —Richard lo señalaba con su dedo índice—. Él es el mejor cantante y actor. He is one-of-a-kind! ¿Me oíste bien, Scott Robinson? No se te ocurra volver a denigrar su trabajo —pensé en salir y evitar una pelea, no lo hice.
—¿Buen actor? —Richard contestó que sí, que yo era un magnífico actor—. Tan bueno que no pasó la audición del papel en esa película en la que le consiguió el primo de Marcus, ya sabes que hablo de David. Una audición bastante fácil y no pudo, Richard —¡oh, no, no lo dijo!
—¿Eso qué tiene que ver? —Richard entrecerró el puño, un mal movimiento (o una mala palabra) y el puño de Richard hubiera terminado en la bella cara de Scott. Probablemente hubiera habido mucha sangre y un par de dientes tirados en el piso, lo difícil hubiera sido adivinar de quién habrían sido esos dientes y la sangre.
—Nada, supongo —siguieron discutiendo un rato, cambiaron de tema y de repente yo salí a estar con ellos un rato (obviamente me salí de mi habitación vestido con mi traje, mi camisa blanca y mi corbata azul marino, también me puse un poco de perfume de Giorgio Armani).
—¿Todo en orden, chicos? —Pregunté, con un poco de miedo de sus respuestas (porque Richard pudo haberme dicho que nada estaba bien debido a que Scott mencionó que no soy tan buen actor como yo alardeaba serlo y que estaba a punto de golpearlo por decirlo, yo decía que, simplement, había que seguir adelante y superarlo, es solo que no habría funcionado con exactitud)—. Y creo que ya podemos irnos, Richard —tuve que ingeniármelas para cambiar de tema rápidamente.
—Sí, ¿quieres que vaya al auto y lo enciendo o prefieres irte conmigo, directamente, Louis Gerald? —Richard planeó que me quedara yo solo con Scott (o eso creí porque, al parecer, llevaba mucha prisa por irse de mi departamento y dejarnos solos a él y a mí).
—Por favor, Richard, atrapa —le lancé mis llaves, las cuales yo llevaba en mi pantalón, él las atrapo con un rápido movimiento-. Buena atrapada, como siempre, cariño, gracias —lo adulé un poquito—. En seguida voy, adelántate, yo te alcanzo.
Richard se marchó, no sin antes despedirse del precioso Hades, dándole un tierno beso en su pancita y acariciándolo, lo que provocó que le mordiera tiernamente sus hermosos y suaves dedos. Todo en Richard era hermoso, porque Richard era perfecto. Richard solo se quejó y se despidió de Scott, dejándonos solos a nosotros dos.
—En cuanto a ti…
—¿Me darías un último beso? —Ni siquiera me dejó terminar de decir lo que planeaba decirle—. Solo uno, para terminar lo que nunca empezó.
—¿Ya no habrá más mensajes? —De nuevo, tuve miedo a su respuesta, sin embargo, fue poco el sentimiento debido a que, si recibía un mensaje, sabría de inmediato que se trataba de Scott Robinson Hamilton (such a surname!). Scott negó con la cabeza, y al mismo tiempo, negó con los ojos. Dándome a entender que me dejaría en paz por primera vez y para siempre—. ¿Ni uno solo? ¿Lo juras?
—Puedo jurarlo, claro, pero ya sabes el costo, solo quiero un beso tuyo —no estaba de acuerdo con lo que Scott me pedía a cambio de dejar de mandarme algunos mensajes. Sin embargo, esto era un gran chisme. Lezley, junto con Candy, Lindsay, Ryck y Logan tenían que saberlo, también pensé en confesárselo a Jessie Jones, ella fue la que empezó mi romance con Lemus. Aunque toda la escuela se enteró de mi romance con Richard y de mi fan anónimo que me envió cartas durante mi último año en la preparatoria allá en Apple White, ¿me hubiera pasado lo mismo si hubiera estudiado en su rival, la preparatoria Red Moon?—. Vamos, solo un beso
—Yo me largo —estuve a punto de caminar afuera e ir al estacionamiento, en donde estaba Richard Vallaj, esperándome para irnos. Me costaba trabajo creer que caí en la trampa de Scott, todo esto lo hizo solo para besarme. Él me atrapó en medio de la pared, incluso Hades se espantó y se echó a correr adentro de mi habitación (torpe pero hermoso gato, ¿por qué me abandonaste de repente cuando alguien está acosando a tu dueño el cual él te daba todo para vivir bien? ¡Torpe gato!)—. Déjame ir o le grito a Richard; él está afuera y puede entrar en cualquier momento, ¿entendiste? —me di cuenta de mi error, Richard estaba abajo esperándome, mas no estaba afuera.
—No te asustes —sí, estaba un poco paranoico, sin embargo, su comentario me hizo sentir seguro (y así es cómo me sentía cuando recibía las cartas y los mensajes que él mismo me enviaba)—. ¿Creíste que Christopher, Marie y Abraham te enviaron los mensajes? Estuve en la escuela cuando besaste a Graham y se puso a gritar, también cuando la exnovia de Richard te aventó un café americano en la cabeza y ese mismo día, Marie Wilson te devolvió el collar de tu bisabuela para decirte que no necesitaba tus baratijas y tú le dijiste que era porque con ella perdiste la virginidad, ¿no es cierto? —a Richard se le ocurrió tocar el claxon del auto para que me diera prisa. Aunque estaba en un quinto piso del edificio, el claxon de mi auto se alcanzó a escuchar hasta mi departamento. O quise suponer que era el claxon de mi auto el que sonaba.
—Tendremos esta conversación cuando vuelva, Richard me está esperando.
—¿De verdad la tendremos?
—Por supuesto que sí la tendremos, eso no lo dudes ni un segundo —y salí de mi departamento, preocupado por lo que Richard podría o no podría decirme. Me tardé un poco despidiéndome de Scott y me asustaba bastante que Richard se arrepintiera de haber ido hasta allá para perderse un par de días de su trabajo por mí… Todo sonaba tan mal, tan terriblemente mal.
Me encontré a Richard sentado en el asiento del piloto, aburrido y fumándose un cigarrillo. Su expresión cambió de pronto al verme, volvió a sonreír con esa sonrisa que le provocaba mi presencia. No estaba enojado, él simplemente estaba enamorado de mí. Le lancé un beso y estiró su brazo para que lo alcanzara y le tomara la mano. Hubiera sido algo muy romántico en una película de cliché estadounidense.
—Lamento la demora, estaba poniéndome un poco de blush en mis mejillas —¿me inventé una excusa? Sí, sí usaba rubor, es solo que no se lo decía a casi nadie por miedo a que me criticaran y él lo sabía—. ¿Cómo me quedó el rubor? ¿Qué tal luzco?
—Bien, supongo, pero ¿cuando dices «un poco» es porque, literalmente, usaste un poco de blush? No tienes mucho maquillaje en tu rostro o quizá no tengas nada —ok, quizá me descubrió en mi mentira—. Sí, no tienes tanto blush —me quedé perplejo—. Espero que no me estés mintiendo, Gerald. ¿Lo traes? Yo podría maquillarte un poco.
—¿Quién te enseñó a maquillar o dónde aprendiste? —Ya pensaba en la respuesta a dicha pregunta, era su hermana Cindy y su mamá—. ¿Tu hermana Cindy?
—Jessica, Cindy y mamá: tenía que maquillarlas cuando no tenían tiempo o algo pasaba, y no estaban Cindy, mamá o Jessica, para que se apoyaran la una a la otra, como sea, tuve que aprender a hacerlo. ¿Traes el blush?
—Puedo ir por él si es necesario…
—No, ya déjalo, alguien tiene que maquillarte antes de la entrevista, o eso supongo. ¿Ya viste qué tan tarde es? ¿Sabes la hora? —Miré mi reloj, eran las siete con cuarenta minutos y mi cita estaba programada a las ocho—. ¿Está muy lejos el estudio de donde estamos? —le puse la ruta en mi GPS, no estaba tan lejos, y según mi GPS, habríamos de estar ahí en veinte minutos—. ¡En marcha!
Arrancó el auto, pude imaginar a Scott en la ventana, cómo se estaba despidiendo de nosotros. Richard solo le dijo que adiós con la mano al edificio donde vivía y yo hice lo mismo. ¿Qué tal si Richard entraba a buscar el blush y veía a Scott, Richard se quedaba a platicar con él, a Scott se le salía decirle a Richard que él era mi más grande fan; entonces todo resultaba un desastre porque Richard hubiera golpeado a Scott, se hubiera hecho tarde para llegar al estudio, yo no habría llegado al estudio, me hubiera perdido mi entrevista, la presentación de mi disco, la fiesta y me hubieran despedido? Una película pasó por mi mente, me puse un poco nervioso y estaba sudando demasiado. Richard se dio cuenta de esto último y yo no quise decirle nada porque habría sido lo mismo que Logan dijo en un inicio: que dejaría todo y a todos por encontrar a mi fan. Solo que ya lo había encontrado, se trataba de Scott Robinson Hamilton.
—¿Estás muy nervioso, Gerald? —Afirmé con la cabeza—. No estés nervioso, todo va a salir bien y mucho mejor de lo que esperas, tranquilo, Louis Gerald.
—¿Y si lo arruino? ¿Qué tal si eso pasa? —Richard soltó una pequeña risa, hubiera dado todo porque ese momento se quedara y prevaleciera para siempre. Porque así me hacía sentir él, me provocaba que quisiera que cada momento juntos se congelara y fuera eterno.
—Lo harás bien —me miró y quedó embobado por mi «belleza», otra vez, tuve que decirle que mantuviera la vista al frente porque si no, nos podría pasar una desgracia y ese día no tenía la finta de ser pasar por una desgracia como un accidente de automóvil—. No puedo dejar de verte, discúlpame, en serio, Louis, eso es todo. Aunque, tienes razón, mejor miraré el camino para que no nos pase nada —no tardamos mucho en llegar al estudio, todo estuvo en orden. Estacionamos el auto en cuanto los vimos, nos colocamos nuestros respectivos cubrebocas y bajamos a saludarlos.
—Richard, él es Jair —el ambiente de pronto se tensó bastante, a pesar de que Richard no sabía nada acerca del encuentro sexual que tuvimos ni del olor a carne podrida que se desprendía de su departamento ni supo que casi hice un alboroto en el edificio donde Jair vivía por irse de vacaciones. Todo mal—. Jair, me gustaría presentarte a mi novio, él es Richard Vallaj —a mi novio se le ocurrió saludarlo en francés y preguntarle cómo es que estaba, Jair le contestó en el mismo idioma.
—Entonces ¿ambos saben hablar francés con fluidez? —Se lo preguntó en francés, pero ¿Jair también sabía francés? Wow! Definitivamente, cada día que pasaba, me sorprendía más y más.
—Sí, los dos sabemos francés, ahora puedes empezar a decirnos, dime ¿dónde tendrá lugar la entrevista con Louis Gérald? —Richard lo miró malhumorado (y claro que Richard tenía la razón de haber estado molesto), Jair solo me envió la ubicación por WhatsApp, era en Periférico Sur. En una televisora mexicana muy conocida y se suponía que esa televisora me iba a patrocinar mientras estuviera en México.
Llegamos, Jair con su equipo en su automóvil y Richard conmigo en mi automóvil. Al llegar, nos pusieron gel antibacterial, nos desinfectaron y nos tomaron la temperatura; además de sanitizarnos, porque aún hasta ese momento, seguíamos estando en Pandemia por el COVID-19. Rápidamente, decidí buscar a alguien que me maquillara porque sentía que de verdad me veía muy desarreglado para ir a una entrevista, y afortunadamente, me llevaron con el maquillista profesional.
—Buenas noches, chicos —nos saludó, con una voz muy aguda, maquillista—. Mi nombre es Guillermo ¡y voy a hacer que luzcas fabuloso, Louis!
—Louis dice que se puso un poquito de blush, pero, honestamente, no se le nota ni un poco. Parece que no se puso nada, ¿verdad? —¿Richard se enteró que estaba mintiéndole o por qué su insistencia en saber si me puse o no rubor? Solo miré al maquillista con una mirada piadosa, para que me cubriera, él captó la indirecta y me guiñó un ojo para seguir cubriendo mi engaño y la razón por la que me tardé demasiado en despedirme de Scott.
—Sí, tiene un poquito de blush, en serio es muy poco, no te preocupes que esto lo arreglamos mis manos y yo. Vamos a empezar —Guillermo agarró sus brochas y empezó a maquillarme, no fue mucho; solo un poco de base del color de mi piel y un poco de rubor, estuvo un poquito más de media hora maquillándome para lucir sensacional en mi entrevista. También me vi en el espejo durante todo el proceso del maquillaje—. Y listo, primor, ¡quedaste divino!
—Cinco minutos, Guillermo, ¿Louis ya está listo para poder salir? —Un agente de producción llegó y le pidió a Guillermo que se diera prisa.
—Todo listo, Manuel, quedó bastante bien, ¿no crees que sí se ve bien? —Manuel solo respondió con un típico «sí, está bien».
—Te ves bastante bien, Louis Gerald, en serio —y ahí estaba otra vez, Richard Vallaj adulándome por lo bien que lucía; sí lucí bastante bien, me encantó cómo me veía y al parecer a Richard también le gustaba cómo me veía. Lo cual me encantaba.
—Gracias, Richard —me lanzó un beso con su mano, yo hice ademán de atraparlo—. Yo creo que ya voy a salir, ¿o no?
—Checa la televisión que hay aquí, apenas darán la introducción a la entrevista, puedes estar tranquilo mientras tanto. Siguen dando noticias —Guillermo nos señaló la televisión que, curiosamente, no vi en el camerino.
—Es cantante, es director, escritor, productor, actor y un bailarín asombroso, tiene canciones tanto en inglés como en español y cantó un par de covers en coreano y francés. Es una persona casi políglota, ¿no lo creen? —Se escuchaba en todo el camerino; eso fue lo que dijeron de mí al presentarme, me comentaron que en cuanto mencionaran la frase «denle un fuerte aplauso a Louis Geral Train» yo tenía que acercarme al set para que mi entrevista comenzara. Sentí que mi corazón palpitaba al mil por hora—. Denle un fuerte aplauso a Louis Gerald Train y háganlo sentir como en cada, por favor, mi gente —esa era mi señal, así que decidí despedirme y entré al escenario, saludando a la cámara, Guillermo me recordó que el entrevistador tenía por nombre Gerardo.
—¡Hola a todas las personas que me están viendo en este momento en este programa el día de hoy! ¿Qué tal? —Saludé en cuanto me senté en el sillón que estaba frente a las cámaras—. ¿Cómo estás, Gerardo?
—¡Qué alegría y qué gusto tenerte aquí, por fin, Louis Gerald! —Volteó a ver a la cámara y guiñó un ojo hacia mí. ¿Coqueteo o una señal de que todo salía bien?—. Cuéntame, ¿sabes que tu nombre en español es el mismo que el mío?
—Hmmm —me dio comezón en la cabeza, así que me rasqué, frunciendo los labios—, sí, sé que nuestros nombres son similares; incluso el nombre de mi novio tiene su variable en español.
—Ah, ¿tienes novio? —¿Debí decirlo? Tal vez no, él solo hizo una expresión de sorpresa y yo tuve que asentir con un poco de vergüenza en mi voz. Pensé que ya estaba estropeado—. ¿Cómo se llama tu novio y cuál es la variable en español?
—Se llama Richard y la variable en español es Ricardo —miré a Richard, quien se dio una head palm por mencionar nuestra relación; aunque ya era oficial (o al menos ya la habíamos hecho oficial en Facebook; desde mi perfil privado, y tuvo muchas reacciones de sorpresa por parte de mis amistades)—. Pero cuéntame, ¿qué es lo que de verdad te interesa?
—¿Estás insinuando que tu vida amorosa no me interesa en absoluto, Louis? —Dejé de ver a Richard para concentrarme en lo que le iba a responder a Gerardo.
—No —me aclaré un poco la garganta—. Es solo que prefiero que sea un poco más privada, ¿sabes?
—Te entiendo, es muy feo cuando la gente se mete en relaciones ajenas y la verdad está del asco, así que no te preocupes.
—Gracias por entender, Gerardo. En verdad, muchas gracias —Richard levantó los pulgares; sin embargo, Jair era quien se estaba dando una head palm a sí mismo, ¿no podía tener a nadie contento?
—Hablemos de ti —Gerardo me sonrió, él no podía ser gay; me resultaba bastante extraño que pertenecieran a la comunidad LGBT todas las personas que conocí a lo largo de mi vida. Exceptuando, claro, a Lezley, Lindsay, Jessie y Candy (aunque de ella tenía mis dudas). O por lo menos hasta ese momento—. Cuéntanos, ¿hay algo que tengas que decirnos aquí y ahora? —esa era mi señal para anunciar mi nuevo disco.
—Estoy muy contento de decirles que mi nuevo disco de estudio ya está en camino, mi equipo y yo lo estamos produciendo y tendrá por nombre Eclipse —sonreí a la cámara—. ¡La primera canción la podrán escuchar a partir del diecisiete de noviembre, disfrútenla mucho!
—¿La puedo preguardar en Spotify y en Apple Music?
—¡Claro! —Miré a Jair, al otro lado del estudio y ahora no estaba dándose una head palm, si no que me estaba levantando los pulgares, al igual que Richard, cuando decidí dejar de hablar de nosotros dos como novios oficialmente—. El disco sale en febrero, no diré el día, porque ni yo mismo lo sé —risas—. Pero solo espero que lo disfruten y que les guste mucho.
—¿Cuántos años llevas trabajando en la industria?
—Empecé en la industria a hacer covers en inicios del año dos mil diecinueve y grabé mi primer disco de estudio con música cien por ciento original mía apenas este año; se tituló Gerald Train y solo obtuvo dos sencillos: Sunshine y Extrañarte —le conté lo que había vivido apenas ese año.
—¿Por qué lanzaste un nuevo disco tan pronto? Es que este mismo año que lanzaste tu disco, apenas lanzaste dos videos musicales, saliste de tour por casi todo el mundo; ¡debes estar agotado! Y por eso te pregunto, ¿por qué tan pronto?
—¿Y por qué no hacerlo? —Lancé una mirada rápida a Jair, quien desapareció misteriosamente de donde estaba—. Hay artistas que lo hacen; Taylor Swift nos regaló folklore y evermore en pleno dos mil veinte con todo y pandemia. Solo por mencionar un ejemplo.
—¿Sabes quién más también lo hizo, Louis Gerald? —Él me preguntó y no pude pensar en alguien más que no hubiera podido hacer lo mismo que Taylor Swift.
—No sé —rendirme parecía una opción viable, me dio pena admitirlo, tuve que rendirme—, ¿quién más lo hizo? —me dijo el nombre de un artista latino de género urbano que lanzó tres discos en un mismo año. Supe de quién me hablaba y al confirmarle que conocía a dicho artista decidió preguntarme si lo había escuchado antes de ese momento.
—Tiene buena música, sí sé de quién me hablas; sin embargo, no sé nada acerca de sus discos o el orden de estos —me preguntó por mi canción favorita de este dichoso artista que lanzó tres discos un mismo año. Al hacerme dos preguntas, me vi obligado a responder. La respuesta fue que sí, sí había escuchado su música antes de esa entrevista. Así que le nombré las tres canciones que más me gustaban de todo su repertorio musical; recién había lanzado una canción que me encantaba en ritmo, porque tal vez en letra no era tan buena. Aunque las otras dos canciones que mencioné, las prefería, por mucho, gracias a su letra—. ¿Y qué opinas de mi música? —sentí que era momento de que el entrevistador fuera entrevistado; pero se puso nervioso y el rubor en su cara lo delataba. Estábamos hablando de una artista y un artista que casi no tenían nada que ver conmigo (aunque Taylor Swift sí estaba muy presente en mi vida)—. Supongo que has escuchado mi música, ¿no?
—Sí —si la había escuchado, ¿por qué se había puesto tan nervioso de repente cuando le pregunté su opinión?—. Me gustan mucho las canciones Sunshine, Extrañarte y me sentí identificado con la canción que lleva por título “Richard”.
—Creo que también viste mi presentación con él, donde cantamos con nuestros brazos entrelazados, ¿no?
—¿Esa presentación? Sí, es de mis favoritas y creo que debería ser merecedora de un premio Emmy, sin embargo, dime si ya has sido contemplado para premios prestigiosos como los Grammy o los Emmy.
—Pues… —debió ser una maldita broma, nadie me contempló ni para un maldito Kid Choice Award y ni siquiera para un premio TV y Novelas o un premio Lo Nuestro; premios mexicanos—. Yo sé que ganaré muchos premios Grammy al igual que mi artista favorita, la cual es Taylor Swift.
—Y hablando de Taylor Swift, ¿sabes algo del siguiente disco regrabado?
—¿Es prudente hablar sobre otros artistas en una entrevista donde el tema principal se supone que debo de ser yo, Gerardo? —Jair, Richard, un productor, un ejecutivo e incluso el camarógrafo abrieron la boca y los ojos como platos por mi pregunta de tipo pasiva-agresiva, también se pusieron bastante nerviosos por lo que dije. Gerardo abrió los ojos y empezó a sudar bastante (sudó por nervios, to be honest).
—Hablaremos de esto luego de que vayamos a un corte comercial —ya estábamos ansiosos porque acabara ese momento tan incómodo para nosotros dos—. ¿Qué te pasa, Louis Gerald? —y ya no estábamos al aire.
—Pensé que la entrevista era sobre mí y mi nuevo álbum de estudio, dime ahora ¿por qué mencionar a ese artista que lanzó tres discos en un año y a Taylor Swift? ¿Qué tienen que ver? —Me defendí.
—No sé —hice una mirada de confusión, Gerardo seguía sudando—. Tal vez perderé mi empleo y todo será gracias a ti.
—Repito: pensé que hablaríamos de mí, sigo sin entender por qué…
—Louis Gerald, ¿quieres, por favor, callarte ya y seguir con la entrevista?
—¿Una entrevista sobre mí donde ni siquiera hablamos del tema principal y me obligan a hablar de otros artistas?
—Es que ni siquiera tienes tantos logros como otros artistas, porque vas empezando con tu carrera.
—Taylor Swift fue mi telonera; yo también fui su telonero en el Lover Fest y nos ofreció un concierto privado a mi ex y a mí.
—Esos son logros cosechados a través de otra artista, en este caso, es Taylor Swift.
—Entonces ¿no tengo logros?
—No sé, a menos que tú sepas de algún premio que ganaste o algo.
—De hecho sí hay algo —decidí contarle acerca de mis entradas en el Billboard Hot 100—. Y, de hecho, también la canción con el nombre de mi novio tuvo gran recibimiento en iTunes USA, México, París, Suiza, Inglaterra, China y Japón.
—Pero no fue número uno en el Billboard Hot 100, gran decepción —Richard apareció de repente por atrás de mí; en ningún momento pude haberlo visto llegar, solo le pedí que, por favor, se fuera a tras bambalinas porque en cualquier momento podríamos volver al aire.
—¡Un minuto! —Llegaba el momento en el que volveríamos a continuar con la entrevista.
—Volvemos al aire en 3…2…1.
—Regresamos con nuestra Nueva Promesa Musical, Louis Gerald Train, cuéntanos: ¿fue fácil para ti aprender español? —Al parecer, habíamos vuelto a la entrevista original.
—Sí, lo aprendí en el Colegio Apple White; me encantaba el plan educativo porque, literalmente, nos enseñaron español, inglés y francés; pero solo una embarradita, de toda la comunidad estudiantil dependía si queríamos seguir aprendiendo el idioma.
—Pero tú ya hablabas inglés, ¿cómo es que te enseñaron inglés otra vez, Louis Gerald? —Supuse que no sabían sobre cómo eran las clases en Estados Unidos de América.
—Sí —respondí un poco molesto—. A lo que me refiero es como aquí enseñan el español.
—¡Lo sé, estoy bromeando y caíste! —En el momento en el que Gerardo se empezó a reír, tuve que reírme yo también; pero solo lo hice porque tuve que quedar bien con Gerardo, Richard, Jair y con los dueños de la televisora en la que me estaban entrevistando—. Toda la gente aquí sabe qué es lo que estudia la gente allá en Estados Unidos —volví a soltar una risita nerviosa.
—Supongo —y reí de nuevo, nunca me pasó por la mente que el resto de mi equipo se hubieran dado cuenta de que yo solo estaba riéndome por quedar bien.
—¿Crees que nos puedas decir algo en francés, mi estimado? —Le respondí que sí, solo que me dijera qué frase quería escuchar—. A ver, di en francés algo simple como «el entrevistador es muy guapo» —Gerardo, de nuevo, me guiñó un ojo.
—¿Incluso aunque no lo seas o hay otro entrevistador aquí, en la entrevista, que no estoy viendo? —Toda la gente reunida comenzó a gritar con fuerza una exclamación con la letra o; buena estrategia, Gerardo se empezó a reír con cierta incomodidad—. Solo bromeo, claro que sí lo puedo decir.
—Deléitanos, por favor —soltó una fuerte carcajada antes y después de haberme dicho la oración, yo me preparé (aclarando mi garganta) para decirle la frase que quería que dijera (a pesar de que a mí, en lo personal, no me parecía muy atractivo).
—L'intervieweur est très beau —toda la gente volvió a hacer una exclamación de sorpresa y asombro por mi francés.
—Muy bien, ¿eh?, te luciste bastante con lo que nos dijiste, Louis —le agradecí por su comentario y de inmediato me guiñó un ojo; ¿lo hizo porque de verdad estaba muy agradecido o por qué rayos lo hizo? Poco me importó saber la razón por la que lo hizo, supuse que no importaba. ¿Estaba coqueteando conmigo o solo era muy amable en la entrevista? Debió ser lo segundo, le dije que tenía novio ¡y que incluso estaba presente!—. Y hablando de gente bella, como tu servidor presente —volvieron las risas y esta vez me reí de verdad, porque él no me parecía atractivo para nada o tal vez sí lo era y mucho—. ¿Te importaría comentarnos un poco acerca de tus logros en el mercado internacional?
—Claro —me preparé mentalmente para hablar, ya que no quería decirle nada vergonzoso u olvidar lo que hacía rato les había mencionado. Él pidió que les comentara, a toda la gente que nos veía, mis logros musicales en el mercado internacional—. Pues verás que mi canción de título “Richard”, tuvo un gran recibimiento en iTunes de diferentes países como lo son: Estados Unidos; mi país natal, México, París, Suiza, Inglaterra, China y Japón, asimismo tuve canciones que lograron entrar al Top Ten del Billboard Hot 100 y lo curioso de todo esto es que la canción “Richard” solo menciona el nombre en el título, algo aún más curioso es que dicha canción no alcanzó a entrar al Billboard Hot 100; llegó al Bubble Under Hot 100, en el número 122. Me dolió muchísimo que la canción en la que más me esforcé; tanto escribiendo como componiéndola, no fuera ni siquiera top cincuenta en el Billboard Hot 100, me dolió bastante —di una respuesta bastante larga, eso pareció no agradarle a Jair ni a Gerardo o a Richard. ¿No podían contentarse con nada?
—No me equivoco al decir que eres la Nueva Promesa Musical y apuesto a que deben decirte muy seguido acerca del talento que tienes y no dudo ni un segundo que es verdad, Louis.
—Ni siquiera me has escuchado cantar en vivo y a todo color, Gerardo. Creo que no comentaste que fuiste a alguno de mis shows que di por casi todo el mundo —ese era yo, cumpliendo mi sueño.
—Buena observación —se acomodó un mechón de cabello rebelde que le comenzaba a cubrir los ojos y la frente, para cubrirle solo la frente—. ¿Por qué no nos cantas algo aquí y ahora? —tuve que preguntarle si era cien por ciento necesario que lo hiciera, no solo él me dijo que sí, también Richard y Jair lo hicieron—. Mi gente que nos ve en casa, pueden pedir hasta tres canciones, las más pedidas, Louis Gerald las cantará; pueden pedirlas a través de Twitter, arroba Gerardo Caballero, empiecen a pedirlas y nos vamos a un corte comercial, ¡ya volvemos!
—¿Cómo lo hice? —Pregunté con voz temblorosa y un poco cabizbajo.
—Bastante bien, Louis Gerald —Gerardo volvió a lanzarme una mirada coqueta; pero me miró bien, de arriba abajo, y solo negó con la cabeza mientras se aguantaba una risa curiosa—. Ya casi terminamos, terminaremos después de tu sorpresa que nos vas a brindar. Tu presentación.
—Sí es bastante sorpresa porque ni yo mismo lo sabía —miré a Jair, quien estaba con Richard, estos dos solo me lanzaron un saludo y Richard un beso; tan lindo él, como siempre
Pedí permiso para ir al baño, fui al baño, hice mis necesidades y casi podía sentir a Richard abrazarme por atrás mientras me lavaba las manos. Te odio, Richard Vallaj, ¿por qué tenías que ser tan perfecto en, básicamente, todo lo que hacías? Pasados unos minutos, salí del baño y regresé al set de grabación.
—Regresamos en 3…2…1.
—Estamos de vuelta con Louis y ya sabemos qué canciones vas a tener que cantarnos, Louis, ¿no importa el resultado que la gente arrojó en Twitter? —su cara denotaba preocupación por mí.
—Para nada, puedo cantar lo que el público me pide. Me gusta complacer a mis fans y a mi público —sonreí, tiernamente, a la cámara, a pesar de que Richard estaba tras bambalinas y él casi no pudo verme sonriendo—. Estoy muy emocionado por cantarles.
—¿Cantarás lo que sea? —De nuevo asentí, teniendo un mal presentimiento—. ¿No importa qué canciones sean? —me preocupé un poco, tuve un mal presentimiento. Pero asentí sin importar nada—. ¿Aunque no sea ninguna canción de tu disco debut?
—Sí, no importa —pero el problema fue que sí me importaba, y mucho. El show debía continuar, sin embargo—. Supongo que siempre seré «el chico que canta covers»; incluso aunque tenga música original —bajé la mirada y me sentí bastante decepcionado porque no podía cantar mi música, salvo en mis conciertos; que ni siquiera eran en estadios, solo en auditorios muy pequeños, pero en una gira mundial gracias a que me di a conocer por el hecho de que Taylor Swift fue mi telonera y yo fui su telonero.
—No te sientas mal, ya brillarás por ti mismo y por tu música; ya lo has hecho antes, te lo aseguro, Louis —me tomó de los brazos—. Sin embargo, the show must go on, cantarás: una canción de reggaetón, una canción regional mexicana y una canción de una artista muy reconocida en el género musical de Pop en Español; ¿está bien?
—Sí, está bien, ¿podrías mostrarme las estadísticas de las canciones más pedidas en Twitter? —Mientras Gerardo me mencionaba que sí, y mandaba a pedir las estadísticas, tuve un nudo en el estómago; resultado de que la gente me seguía percibiendo como el chico que cantaba covers de cualquier artista que sacara una canción y se hiciera exitosa; como el caso de las dos artistas y la banda reggaetonera de la que tenía que cantar el cover que me estaban pidiendo.
La gráfica de las estadísticas de repente se vio en pantalla y, efectivamente, tenían razón; Gerardo no me mintió ya que hubo muchísimos (demasiados, en verdad) tweets que votaban por la canción de reggaetón, otros más eran por la la canción regional mexicana y eran muy pocos pero suficientes para la última canción. Hubo muy pocos tweets que me pedían cantar algún otro cover (solo hubo como 3 o 4) y el resto (menos de 3) eran para cantar “Richard”. Gerardo no mentía para nada y yo no le creí.
Así que me levanté, me dirigí al área asignada para cantar, donde había un micrófono, y empecé a cantar las tres canciones que me pidieron. No las canté completas por falta de tiempo, así que solo di lo mejor de mí mismo. Como siempre, sin nervios y con toda la actitud que fuera posible para poder tener más público mexicano.
—Cuéntanos, ¿tienes alguna idea de alguna canción ya escrita en mente?
—Sí, hay una —pensé en Scott y su poema, él me había dado el permiso de cantarla y hacerla mía; aunque tuviera que darle regalías por ello, yo no lo sentí tan convencido de querer regalarme su poema y convertirlo en canción—. No, quise decir que no hay ninguna canción escrita aún.
—¿Qué pasa? ¡Vamos, no seas tímido! —Él me animó, y de la nada, pude sentir que Scott me daba permiso de hacer mía esa canción; mi teléfono vibró por un mensaje, nada más y nada menos que Scott Robinson Hamilton (o eso fue lo que pude presentir) diciéndome que sí podía usarla. Fue un momento superescalofriante, porque leyó mi mente sin darse cuenta. No revisé mi teléfono celular, porque eso hubiera sido de muy mala educación y yo no era irrespetuoso, nunca lo fui y nunca lo sería, ni en ese momento ni después.
—Sí, hay una —Gerardo hizo redoble de tambores con sus pies—, se llama: One More of One Hundred —él aplaudió, lanzó vítores y vi la mirada de Jair, confundido porque no tenían planeado que yo anunciara algo que no fuera mi disco y la canción principal.
Gerardo se despidió de mí, y de la audiencia que nos acompañaba, para seguir con el noticiero, ya que en ese momento estábamos en la sección de farándula, también les mencionó que no olvidaran comprar mi nuevo disco y escuchar mi nuevo sencillo, el cual tenía planeado estrenarse el diecisiete de noviembre de ese año; dos mil veintidós. Nos quedamos un rato para hablar con el jefe del programa (un magnate de negocios, aproximadamente 40 años). Tenían planeado para mí que tuviera más presentaciones en el canal y adoptar mi imagen en el territorio mexicano. Me encantaba la idea. Pero no me sentía listo para firmar un contrato de exclusividad de esa magnitud, yo era del pueblo y para el pueblo. Aunque alguien me tuviera que patrocinar. Preferiría que lo hiciera Coca*Cola.
Después de eso, nos despedimos y salimos del recinto, el equipo de Jair fue a la camioneta de donde llegaron, Richard y yo nos decidimos ir a mi auto para, de esta forma, seguir la misma dinámica: íbamos a seguirlos hasta la casa del dueño de la disquera para celebrar el lanzamiento de mi segundo disco de estudio y lo bien que me fue en mi segunda entrevista.
—¿Qué tal lo hice? —Le pregunté a Richard, en cuanto entramos al auto y nos quitamos nuestros cubrebocas rojos. Tengo que admitir que tuve miedo de su respuesta. Sobre todo si era mala—. Por favor, no me digas que estuvo muy mal y no me mientas diciéndome que lo hice muy bien, ¿quieres? —ambos estábamos un poquito confundidos por lo que dije—. Olvídalo, solo dime cómo lo hice.
—Al inicio te mostraste bastante nervioso y toda la gente que estaba ahí y yo nos sorprendimos porque no quisiste hablar de Taylor Swift y el otro artista que mencionó; fue raro si consideramos que Taylor Swift es tu artista favorita y puedes hablar horas y horas de ella, si tú lo deseas, ¿me equivoco? —supo plantear bien la situación.
—No —le admití mi error—. Es solo que creí que la entrevista iba a enfocarse más en mí, y de la nada, ya estábamos hablando de otra artista, de un cantante de trap y entré en pánico, ¿se notó mucho? —Le di muchísimas vueltas al asunto después de que Richard me preguntara por qué me porté tan egoísta por no querer hablar de Taylor Swift y el otro artista de música urbana.
—Estuvo bien al final, no conocía ninguna de las canciones que cantaste, y aun así, me encantó tu actuación —ese era el hombre del que me enamoré alguna vez—. Entonces, ¿escribiste una canción llamada “One More of One Hundred”? —Tuve que mentirle, no tenía opción, y decirle que sí, fue una obra mía; esperaba que Richard no se enteraría jamás de que la canción no la escribí yo en su totalidad, tal vez pude pensar en qué melodía tenía la canción—. Hit seguro, y espero que llegue al número uno de iTunes en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Canadá, Australia, Suiza, Japón y cualquier país de habla inglesa.
Le sonreí y le comenté que yo también esperaba lo mismo; ay, Richard, ¿por qué tenías que ser tan, sumamente, perfecto en todo lo que hacías?
Pero al pasar el rato, decidimos poner algo de música, aunque tuve que pedirle a Richard que la pausara porque entré a mi Instagram a hacer un en vivo para preguntarles a mis seguidores por qué quisieron que cantara esas canciones; una canción pop en español, una canción de reggaetón y una canción regional mexicana. La duda me estaba comiendo por completo, así que rápidamente abrí mi Instagram en mi teléfono y empecé a hacer una transmisión en vivo.
—Hola, mis Trainers, ¿cómo están? ¿Todo bien? Espero que se encuentren de lo mejor en dondequiera que estén y gracias por estar aquí —saludé a mis fans y decidí hacerles las preguntas, con una sonrisa pícara. Además de lanzarles un beso—. Oigan, fíjense que estaba recordando la entrevista que tuve hace un par de minutos aquí en México y mi novio me preguntaba ¿por qué eligieron esas canciones?, espero no incomodarlos. A mí me encantaron las canciones que eligieron ustedes para mí, a mi novio le encantó la presentación y todo salió bien. Si hay algo que me llena de mucha curiosidad, y me interesa saber, es ¿por qué fue que las escogieron para que yo las interpretara?
Esperé los comentarios, mientras les seguía platicando cómo me había ido en la entrevista, en total habían solamente seis mil personas en mi en vivo (lo más probable es que eran de todo el mundo), había de todo tipo de comentarios: «quisimos ver qué se sentía que cantaras reggaetón; no te imaginaba cantando banda; era la canción favorita de mi mamá, ella te admira mucho y fue un regalo sorpresa de cumpleaños para ella verte cantar su canción favorita; queríamos que cantaras algo más movido; ¿las versiones de estudio de los covers que cantaste en el noticiero saldrán o nos tendremos que quedar con las versiones grabadas en vivo?; sorprendiste a Gerardo con tu actuación; Gerardo y tú son mis amores platónicos; había cierta química entre él y tú, nueva pareja favorita desbloqueada…», y tan solo esos comentarios fueron los que alcancé a leer. Hubo un comentario de un tal Freddy Rummage, confesándome que él fue una de las 4 personas que habían votado para cantar la canción que llevaba por título el nombre de mi novio. No le tomé mayor importancia ni se lo respondí. Lo dejé pasar. Aunque sí, ¿quién se creía que era para que cantara la canción que llevaba por título el nombre de mi novio?
—Felicita a tu mami de mi parte, dile que le mando un beso, gracias por responderme mi duda y sí, sí tendrán las versiones de estudio en la edición De Lujo de Eclipse; mi nuevo álbum, pueden preordenarla ya y espérense, porque el sencillo líder sale este diecisiete de noviembre —les sonreí y mandé un beso—. Llegó la hora de irme porque ya estamos a punto de llegar a mi fiesta, ya que vamos a celebrar el lanzamiento de mi nuevo disco de estudio; además de que celebraremos que mi entrevista salió bien, recuerden que pueden conseguir mis discos en su tienda favorita y no olviden comprar mi nuevo sencillo de mi disco «Eclipse», les amo a todas las personas que me ven, gracias por hacer esto realidad. Mi más grande sueño en la vida —y así cerré el en vivo—. En realidad, mi sueño más grande es ser un actor muy famoso y reconocido. Pero ya sabemos qué fue lo que pasó cuando lo intenté, ahora solo tengo que ser un poquito más mediático y más famoso para que los productores y guionistas me quieran en sus películas.
—Sí, tal vez sería lo mejor, pero estoy muy seguro de que lo lograrás. Ya llegarás, Louis Gerald.
Al llegar a la locación, junto con Jair, su equipo y Richard Vallaj, entramos al estacionamiento; el cual era enorme ya que era una gran mansión (lo raro fue que era bastante parecida a la mansión de Richard, pero un poquito más pequeña, fuera de eso, eran muy parecidas; demasiado parecidas; casi como una réplica).
Estábamos hablando, tomando un poco de tequila y bailando canciones de género «salsa y cumbia»; en su mayoría, Richard y yo no sabíamos bailar. Gracias a Dios, alguien nos enseñó. Esa persona fue Jair (a mí). Richard solo observó cómo se movía Jair, y así fue como aprendió a bailar salsa y cumbia. Ninguno de los dos sabíamos bailar reggaetón. Intentaron enseñarnos, pero nunca supimos cómo hacerlo. Entonces, al no poder, optamos por no hacerlo cuando llegó la hora de poner reguetón y bailarlo.
—Louis —Jair me hablaba—. Se acabaron las cervezas, ¿crees que tú y tu novio puedan ir a conseguirnos un poco más de cervezas al Oxxo que está aquí a la vuelta de la esquina, por favor, guapo? —Richard estaba dentro de la mansión, nos separamos después de bailar hasta cansarnos y cuando pusieron reggaetón (la fiesta se dividía en el jardín con la piscina; aunque nadie estaba dentro de la piscina, para bailar y adentro de la mansión, donde estaban degustando diferentes platillos de comida). Entré en la mansión y divisé a Richard hablando de mí con alguien a quien nunca conocí. La fiesta era sobre mí, así que, lo más lógico era que, toda la gente ahí reunida, hablara sobre mí.
La mansión estaba decorada con fotos mías que me sacaron de un photoshoot de una entrevista que le ofrecí a Vogue, fotografías del photoshoot de mi disco debut y fotografías de mi cuenta de Instagram. Al fin estaba siendo valorado por mi trabajo y eso era algo a lo que me podría acostumbrar.
—Richard —lo interrumpí (aunque ya estaba ebrio; solo un poquitín)—. ¿Me acompañas al Oxxo a comprar un par de cervezas? —sí estaba muy ebrio, porque caminó con un poco de dificultad. Miré a Jair—. ¿De verdad quieres que me acompañe, Jair? Ni siquiera puede mantenerse en pie por su propia cuenta.
—Yo te acompaño, Louis Gerald, porque ni siquiera estoy tan ebrio como tú dices y no quiero que nada malo te pase ni hoy ni nunca, ¿sí, mi hermoso príncipe encantador? ¿O prefieres que te acompañe este niño bonito? —Señaló a Jair. Richard arrastraba las palabras; pero accedí a que me hiciera un poco de compañía, porque me daba miedo salir tan tarde (ya era media noche).
—No les van a vender alcohol, Jair, por Dios, piénsalo un poco —Esteban, quien estaba en no-sé-dónde, se metió de repente en la conversación—. Ya es más de media noche y la hora límite para que te vendan alcohol es a las once con cincuenta y nueve minutos.
—Richard, no vamos a ningún lado, puedes volver a beber; no bebas tanto, por favor y diviértete mucho, solo que no demasiado —pero vi cómo el dueño de la disquera venía directo hacia nosotros.
—¿Qué pasa? —Yo me preguntaba lo mismo que él se preguntaba—. ¿Puedes ir a la tienda de doña Leticia a conseguirnos más cervezas? Pero, oigan, ¿por qué mandan a Louis Gerald a comprar alcohol si él es la razón por la que estamos aquí? No tiene sentido. Piénsenlo un poco, no podemos arriesgarnos a qué le pase algo a la estrella principal.
—No se preocupe, yo voy con mi novio. Acepto ir con mucho gusto, no es nada, ¿qué es lo peor que nos puede pasar? Se ve que es un barrio seguro —por fin accedí a ir por las cervezas, ¿por qué no las pidieron por internet y ya? Problema resuelto—. Richard, al final sí vamos a ir a la tienda por un par de botellas de alcohol, deja de beber, por favor.
—Ya que sí vas a ir, ¿podrías traernos más alcohol? Tanto como puedan cargar, ¿quieren? Ten, toma un poco de dinero —me extendió la mano con un pequeño fajo de billetes—. ¿Estás seguro que pueden ir? No queremos que les pase algo —asentí con la cabeza—. Bien, solo tengan cuidado por aquí. La gente suele estar un poco safada de vez en cuando.
—Bien, vámonos —salimos de la casa del dueño de la disquera, dejando nuestros dispositivos móviles en el auto, parecía un barrio tranquilo, estaba bastante desértico, nunca vimos una tienda cerca y el sentimiento de preocupación llegaba a nosotros por cómo es que estábamos en un país que apenas y conocíamos, con gente que apenas conocimos ese día (por más extraño que sonaba, no conocí al dueño de la disquera en primera instancia, ese fue el primer día que lo conocí).
—¿Crees que podamos darnos un beso, Louis Gerald? —Vi a ambos lados de la calle, también vi hacia adelante y hacia atrás; no había nadie, o eso fue lo que llegué a pensar, y besé a Richard—. Eres lo mejor que me ha pasado por mucho y en toda mi vida —susurró apenas nos separamos unos centímetros.
—Hay que seguir buscando la tienda de doña Leticia, ¿sí, guapo? —Le di un último beso en los labios a Richard y seguimos caminando, uno al lado del otro, viendo en cada casa que hubiera, con la esperanza de encontrar la tienda de doña Leticia-. Solo hay un Oxxo, supongo que es el Oxxo del que hablaba Jair.
—Creo que vamos por mal camino, debimos pasar la tienda hace un par de calles atrás. Llevamos mucho tiempo caminando, pasamos varias cuadras y nunca vimos la tienda.
—¿Cuadras? —Repitió—. No, pasamos muchísimas manzanas y ya estoy harto de este sufrimiento llamado «estar borracho, con ganas de un cigarrillo y sin encontrar la maldita tienda de doña Leticia».
—Cálmate, vamos al Oxxo y veamos si podemos hacer algo al respecto para conseguir un poco de alcohol —debí callarme la boca y no sugerir eso.
En cuanto nos acercamos a la puerta principal del Oxxo, pudimos darnos cuenta de que el empleado (con todo y cubrebocas) estaba discutiendo con un tipo borracho; tuve que pedirle a Richard (en voz baja) que actuara lo más sobrio que pudiera. El sujeto estaba rogándole al pobre chico de veintitantos años que por favor le vendiera alcohol; el trabajador simplemente no podía hacerlo, porque eran las reglas, podía perder su trabajo y lo necesitaba para pagarse la escuela.
—Por favor, solo una bebida, es todo lo que te pido, me conoces bien —se escuchaba cómo el señor le rogaba un trago, no tenía buen aspecto y su boca debía apestar a hocico de dragón, porque el empleado se hacía hacia atrás cada vez que el señor abría la boca para hablar .
—No puedo hacerlo y le pido que por favor se retire o tendré que llamar a la policía —el señor no tuvo más remedio que ponerse su cubrebocas y finalmente irse por donde llegó—. Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarlos?
—Yo hablaré, Richard —le susurré a Richard—. Cliente difícil, ¿eh? —el chico solo asintió con la cabeza, comentó que ya era la tercera vez que iba a comprar alcohol en el día y volvió a preguntarnos en qué podía ayudarnos—. Queremos dos six de cervezas, un vodka, un whisky, unos cigarrillos de sabores exóticos; lo más exóticos que se puedan, por favor y una cajetilla de cigarrillos que son los más comunes y los que todo el mundo fuma.
—Claro, se los entrego por aquí, solo tengo que tapar la cámara, no se preocupen; lo que sí les voy a cobrar aquí van a ser los cigarros.
—Un segundo, ¿por qué al pobre señor no quisiste venderle lo que quería de alcohol y a nosotros dos sí nos vas a vender lo que te pedimos? —Sentí compasión por el pobre señor, lo busqué con la mirada; ya no volví a saber nada de él porque no se veía nada debido a la oscuridad y que la calle estaba muy poco iluminada.
—Porque son ustedes dos, eres Louis Gerald Train y él debe ser tu novio, Richard Vallaj —señaló a Richard tras decir esto último—. Soy tu fan y por ustedes vale la pena perder mi empleo.
—Juraría que le dijiste al señor que valorabas tu empleo por la escuela —fruncí mi ceño—. Espero que no nos esté escuchando o podría volver a venir para acá y hacerte algo a ti, e incluso a nosotros mismos —miré cómo el chico entraba en la tienda, tomaba los cigarrillos y los pasaba a través del escáner de código de barras. Le pagué por los cigarrillos y me pidió que esperara un poco mientras cubría la cámara, iba por el alcohol y nos lo daba.
—Aquí está todo lo que me pediste —todo el alcohol que le pedí al chico estaba en una bolsa negra, quise pagárselo pero él no me dejó pagarle nada; era de extrañarse—. Creo que ya me vieron tomar el alcohol y traérselos hasta aquí, así que ya no me pueden hacer nada más que echarme a la calle.
—Sí, sí pueden, pueden demandarte por ello; es un robo a propiedad privada —le recordé—. Es mejor aceptar el dinero de una vez —y tomó el dinero de mi mano, le pedí que conservara el cambio por su grandioso pero amable, gesto—. Además de que seguro hacen inventario y les faltarán botellas de alcohol. Déjanos pagarte, ¿quieres?
—Sí —le pagamos—. Gracias a ustedes y una cosa más, ¿pueden encender un cigarro y pasarse el humo de boca en boca?
—Sí podemos, pero oye ¿por qué quieres ver qué hagamos eso? —Richard se interpuso entre el chico que era trabajador del Oxxo y yo—. ¿Qué ganas y qué ganamos nosotros al exhibirnos de esa manera?
—Me lo deben por venderles todo el alcohol que les estoy vendiendo y porque seguramente perderé mi empleo en un rato si se enteran que les he vendido alcohol —encogió los hombros e hizo una mirada de mosca muerta.
—Richard —le llamaba, pero él estaba como enojado o en otro planeta, volví a hablarle, y por fin, volteó a verme con una mirada furiosa; se calmó en cuanto me vio—. Démosle lo que quiere y ya —tras decir esto, encendí un cigarrillo con un sabor exótico, y le di un par de caladas. Después de todo el ritual, acerqué a Richard muy cerca de mis labios y le pasé el humo que salía de ahí, terminamos besándonos y no había nada que nadie pudiera hacer para que nos arruinara nuestro momento tan feliz—. Y a todo esto, ¿sabes dónde está la tienda de doña Leticia?
—Sí, doña Leticia es mi madre y la tienda está como veinte manzanas atrás.
—¿Pasamos por la tienda y no nos dimos cuenta de ello? Además de eso, ¿no nos dijeron que el Oxxo más cercano estaba a la vuelta de la esquina? —Los dos; Richard y el chico que trabajaba en el Oxxo, me respondieron que sí, aparentemente, la pasamos y nunca nos dimos cuenta de ello; ¿por qué me tuve que distraer? El empleado de la tienda de autoservicio mencionó que había aproximadamente cuatro tiendas de la misma franquicia y ya estábamos en la más lejana de nuestro spot principal. Dios mío—. Da igual, llegó la hora de irnos y volver a la fiesta, ¡hasta luego! —apenas nos despedimos del chico trabajador del Oxxo, Richard tomó mi mano y nos fuimos directo a la casa del dueño de la disquera donde yo trabajaba.
El camino, por alguna u otra razón, se hacía más y más feo con cada paso que dábamos, no me sentí seguro, a diferencia de Richard; él iba con una actitud bastante jovial y despreocupada. No le daba miedo la calle en un país que no conocíamos. Él solo se dejaba llevar por la emoción. O eso supuse. Justo cuando Richard y yo nos fuimos de vuelta a la fiesta en casa del dueño de la disquera, un auto empezó a tocar el claxon y a regañar a Mateo (el chico que nos vendió el alcohol) por habernos vendido tanto alcohol.
—Entonces ¿a ustedes les vendió alcohol y a mí no quiso venderme nada? —Escuchamos la voz del señor que estaba discutiendo con el chico del Oxxo cuando llegamos.
—Richard, no te detengas, camina rápido y suéltame la mano, ¿quieres? —Elegí soltarlo porque uno: estaban sudando nuestras manos y dos: el señor se escuchaba de la vieja escuela, pude sentir la homofobia en su voz.
—¡No tan rápido! —Nos cerró el paso, puso su auto en medio de la acera—. Pero ¿a dónde van con tanta prisa, señores? ¿O debería llamarlos «señoritas»? —no supimos cómo, pero se bajó del auto sin que lo viéramos y ya estaba frente a nosotros dos; bastante molesto—. Ustedes, los homosexuales, no son más que una aberración a la humanidad; son un error, una miseria, ¿qué ejemplo les dan a los niños que los ven en la calle? ¿Que lo de ustedes es normal?
—¿El amor es incorrecto o anormal? —Le pedí a Richard que por favor no contestara a la pregunta que hice o nos podía hacer algo grave—. ¿Que no dice Danna Paola que amor es amor y que nadie se meta; amor es amor? —nunca me apuntaron con un arma antes, esa fue la primera y la última vez que alguien lo hizo.
—¿Quién es el hombre y quién es la mujer? ¿Pueden reproducirse entre ustedes? No entiendo cómo es que a mí, que soy un hombre normal, no me quisieron vender algo de alcohol; ¿ustedes saben?
—¿Quieres todo el alcohol que tenemos en la bolsa? ¿Eso quieres? —Señalé la bolsa mientras gritaba, esperando despertar a algún vecino y que saliera en nuestro rescate; pero no fue así, no tuve tanta suerte—. Tómalo, es tuyo, solo déjanos volver.
—No quiero su asqueroso alcohol, no se me vaya a pegar su enfermedad; ¡quiero venganza!
—Estoy harto —Richard se aproximó hacia él con la ira corriendo por sus venas.
—¡Quieto ahí! —Pero el tipo sacó un arma de fuego, como ya dije: fue la primera y última vez que alguien me apuntaba con una—. No des un paso más o le disparó a tu novio, güerito —me señalaba con el arma.
—Baja el arma, por favor, no le hagas daño; dispárame a mí, ¿quieres? —Grité que no lo hiciera cuando Richard mencionó esto.
—Si tú quieres, ponte de rodillas; pero rapidito y de buena gana, maricón… —le supliqué al señor que no hiciera nada y a Richard le susurré que era un idiota por ofrecerse a que le dispararan—. Apuesto a que debes estar acostumbrado a que te digan la misma frase, ¿no? —soltó una risa enorme mientras lo apuntaba a la cabeza.
El hombre colocó el arma en la cabeza de Richard y tiró del gatillo…
No pasó nada, el arma no estaba cargada, me quise acercar; pero apenas di un par de pasos y me apuntó con el arma, nuevamente.
—Ni se te ocurra moverte ni un solo paso más, ¿me oíste? Esta arma solo tiene una bala. ¿Les gusta jugar juegos? ¿Quieren jugar uno? —Ninguno de los dos respondió su pregunta—. No me gusta hacer una pregunta y que no me respondan, será la última vez que yo haga una pregunta y no obtenga respuesta, ¿me oyeron bien? —asentimos con pánico en la mirada—. ¿Pueden seguirme el paso o voy demasiado rápido para ustedes dos? —respondimos que sí al unísono—. Eso me gusta, vuelvo a preguntar, ¿les gusta jugar juegos?
—Sí —yo respondí.
—No —Richard respondió, ¡qué error cometiste, mi amor!
—¿No te gusta jugar? Entonces ¿estaría bien si decido dispararte hasta que salga la maldita bala de verdad? ¿Eso quieres que haga? —Le grité que por favor no lo hiciera y, tras gritarle, apuntó el arma hacia mí con toda la intención de dispararme—. Vas a despertar a los vecinos, ¿ellos qué maldita culpa tienen? Y a mí no me gusta que me griten; mi madre lo sabe muy bien, no pueden preguntarle porque la maté y lo volvería a hacer —solté un respingo; ¿todo eso era el precio de ser famoso? ¿O ese era el precio por ser gay? Volteó a ver a Richard y se dirigió a él—. Volveré a preguntarte, güerito, ¿te gusta jugar?
—Sí, me encanta jugar, ¿qué estaba pensando? ¡Adoro jugar!
—¿Quieres jugar a algo? —Eso fue lo que le pregunté, con los nervios comiéndome vivo.
—¡Qué bueno que me lo preguntaste, güerito! ¡Enhorabuena! Sí, quiero jugar —levantó ambas manos hacia el cielo, mientras yo abría los ojos e hice mi cabeza hacia atrás, indicando un susto porque pensé que en cualquier momento su arma se dispararía después de hacer ese movimiento tan brusco—. Es que a mí me encanta jugar.
—Jugaremos lo que quieras —le comenté y Richard solo asintió conmigo, él estaba igual de nervioso que yo.
—¿Conocen la ruleta Rusa?
—Sí —fue mi respuesta.
—¡Ay, no! —y esa fue la respuesta de Richard.
—¿No sabes jugar o por qué niegas? ¿Te enseño a golpes o quieres ser el primero en jugarlo, güerito? —Yo no quise ser, nunca, ni el primero ni el último en jugarlo por el miedo que me provocaba—. ¡Vamos a jugar a la maldita ruleta rusa, les guste o no! —gritó, agitando el arma, de nuevo, me espanté—. ¿Quién quiere ir primero?
Ninguno se ofreció (porque era obvio que ninguno de nosotros dos quería jugar a la ruleta rusa) y eso molestó mucho a nuestro compañero que quería matar a uno de los dos; antes de que pudiera asestarle un golpe a Richard, tuve que saltar en su defensa.
—Yo, yo quiero ser el primero —tuve que ofrecerme, ya que Richard no lo hizo; esa fue la forma en la que salté en su defensa para que no pasara nada—. Voy a ser el primero en jugar y espero ganar.
—Esa actitud me gusta mucho, güerito —me colocó el revólver en la sien, y con cuidado, tiró del gatillo: nada—. Al parecer, la suerte está de tu lado —me felicitó, no supe por qué si el juego iba a continuar—. Tu turno, güero.
Richard se aproximó a donde estaba él, no lo obligó a ponerse de rodillas; lo dejó que permaneciera de pie, puso el arma en la sien de Richard y yo cerré los ojos, por miedo a lo que fuera a pasarle, tiró del gatillo y no pasó nada.
—¿Cuántas veces más vamos a jugar, amigo? —Richard también tenía miedo de lo que pudiera pasarnos, y parecía que el corazón me palpitaba a mil por hora, pero sonrió para que nuestro amigo no se sintiera mal.
—Díganme un número del cinco al doce, güero.
Richard y yo respondimos al mismo tiempo; él dijo seis, mientras que yo dije siete, nuestro amigo empezó a hacer cuentas; solo usó sus dedos, en ningún momento sacó una calculadora.
—Jugaremos veintiséis veces, ¿están de acuerdo o no? No sé para qué pregunto, si el que pone las reglas soy yo y lo saben —Richard y yo nos miramos de reojo sin saber qué hacer o decir—. Aunque no lo estén, vamos a jugar veintiséis veces de todos modos, güeros —el sadismo y la sed de venganza y odio estaban presentes en esos ojos, inyectados en sangre, maquiavélicos; Richard y yo entramos en pánico desde hacía ya un rato—. ¿Quieren decirse unas últimas palabras de despedida antes de que uno de los dos muera por jugar ruleta rusa?
—Sí —yo hablaba con voz temblorosa y con mucho pánico en mi voz—. Por favor, amigo, solo queremos despedirnos —le rogué mi último deseo.
—Adelante —fui tras Richard y nos alejamos un poco de él, pero lo suficiente para que no pensara que íbamos a escapar de ahí
—¿Cómo nos vamos a librar de esto, Louis Gerald?
—Si supiera, ya te lo habría dicho, ¿no crees? —no supe si le molestaba mi actitud o no—. No tengo idea de qué podemos hacer.
—Estoy aterrado y casi no me asusto con nada, soy muy valiente pero nadie me había apuntado antes con un arma de fuego —el hacerse el valiente no le funcionaba a Richard en esa ocasión. No siempre pudo haberle funcionado.
—¿Planeamos una emboscada? ¿Qué tal si corremos en zig Zag? —Le planteé a Richard qué es lo que teníamos que hacer; correr hacia su dirección, hacia él, si corríamos por donde habíamos llegado, lo más probable era que disparara a uno de los dos—. ¿Qué opinas?
—Puede dispararnos si vamos hacia él.
—Sí, pero es menos probable que nos dé un disparo, él revólver solo tiene una bala y no estoy seguro de cuántos disparos falten para que un disparo nos dé.
—O tengo una idea —se acercó el hombre, ¿cuánto tiempo llevaba escuchándonos? Escuché a Richard balbucear.
—Silencio, Richard, deja que termine de hablar.
—Un tiro y ya, serán libres de todo, si fallo, ustedes podrán irse a su destino original.
—¿Y si no fallas? ¿Si matas a alguno de nosotros dos? Entonces ¿qué pasará? —Richard pensaba lo mismo que yo pensaba.
—Me entrego, me hago responsable de todo e iré a prisión por un largo rato —nuestro amigo iba a tomar la responsabilidad de cualquier cosa; pero la prisión era muy poco para él—. Y para que me crean, yo también jugaré en esto; me daré un tiro, así que ustedes no tienen nada qué perder.
—Acepto —la mirada de Richard me atrapó y supe que había cometido un error—. Pero primero usted, por favor.
—¿Están seguros de eso, mis estimados colegas y buenos compañeros? —preguntaba con un tono de voz bastante raro.
—Insisto, primero usted, después iré yo y al final irá Richard —aceptó, Richard me miró con poco convencimiento.
—¿Qué estás haciendo? —Richard me susurró, seguía confundido—. Are you sure of this?
—Dudo mucho que algo malo pueda pasar, hay solo una bala y le puede tocar a él —susurré.
—Sí, ya lo oíste, güero: me puede tocar a mí, me muero y no va a pasar nada; ustedes pueden deshacerse de mi cuerpo de todas las formas que se puedan imaginar.
—Entonces empieza —Richard sonaba muy soberbio con cada palabra que dijo.
—Yo empiezo —el hombre tomó el arma, la apuntó a su frente y tiró del gatillo pero no pasó nada de nada—. ¿Otro intento? —acepté, pero no me vio—. ¿Sí o no, malditos niños blancos malcriados que creen que…
—Sí, hazlo —me apresuré a hablar, volvió a tomar el arma, la colocó en el pecho; a la altura del corazón, y tiró del gatillo.
—Nada —una gota de sudor frío me resbaló por la frente, pasó por mis mejillas, siguió resbalando por mi cuello y terminó en el piso—. ¿Un último intento o ya te puedo dar el tiro que te va a matar a ti? —miré a Richard, él solo me susurró que no hiciera nada estúpido.
—Supongo que el tiro que me puede matar es buena idea ahora —Richard me pidió que por favor no lo hiciera, el hombre se acercó a mí, me puso el arma en la cabeza y, lentamente, acercó su dedo al gatillo—. Si algo me pasa, Richard, te amo mucho y jamás pensé que encontraría a alguien como tú; fuiste, eres y serás el amor de mi vida por siempre, gracias por buscarme en París. Estoy agradecido con la vida por ese momento en que comenzó esta historia de amor.
—No te despidas, estoy seguro de que el tiro que matará a alguien será para mí o para nadie, volveremos a la fiesta, lanzarás tu segundo disco de estudio y serás un excelente actor. Ya lo verás —Richard empezaba a llorar—. Te amo, te amé y te amaré por siempre. Si algo nos pasa a alguno de los dos, quiero que sepas que…
Se escuchó un disparo, hubo gritos y muchísimas lágrimas por parte de Richard. Ahora saben que la historia no fue como muchos noticieros la hicieron saber. La siguiente persona que continuará con mi historia será Richard. Mientras que yo, yo estaré siempre en sus corazones. En cada canción que escuchen, en el viento que alborota su cabello cuando están caminando.
Ese fui yo y esa fue mi historia.
Solo recuérdenme como la mayoría me reconoció algún día.
Porque ese fui yo, al que ustedes conocieron como la Nueva Promesa Musical.
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