Capítulo 15

—¿Qué cosas dices? —Jessie y yo nos sobresaltamos cuando escuchamos que Marcus quería tener sexo conmigo.

—Es mi secreto más grande, : yo siempre he sido alguien muy dominante y Louis me complacía desde el inicio de nuestra amistad. Haciendo lo que yo le pedía que hiciera sin quejas y esas cosas —¿por qué la gente pensaba que sí era un chico muy complaciente? Tal vez sí lo era. Tal vez sí lo fui, hasta con Richard.

—Lo hacía porque tenía problemas de autoestima, Marcus. Y tú lo sabes —no me lo podía creer que lo que Marcus nos decía era en serio.

—Y apuesto a que así eres con Richard Vallaj, ¿verdad que sí, Louis? —Marcus soltó una carcajada enorme, haciéndome poner una mirada fría. A Jessie Jones y a mí nos pareció muy incómodo.

Al poco rato, tomamos la decisión de cambiar de tema, y cuando anocheció, decidimos separarnos e irnos a nuestras casas. «Tengo una plática pendiente, y muy seria, con mamá», pensé.

Y es que sí, mi mamá y yo teníamos una plática pendiente sobre por qué estaba besando a mi papá y por qué seguía viviendo en su casa. Quiero decir, eso me lo explicó cuando dijo algo que tenía razón: en esa casa se vive con dos salarios y no sólo con el salario de mi mamá (que nunca fue malo, pero tampoco fue un salario para llevar la vida de Jessie, Marcus o del mismísimo Richard Vallaj).

Esa parte sí la entendí a la perfección, sin embargo, ella no quería, se negaba, que yo le enviara unos cuantos billetes. Claro que lo entendía porque mi economía no era tan buena y tenían que ser muchos pesos para que pudiera enviarle diez mil dólares (o mucho más, tal vez pude haberle pedido prestado a Richard; pero me negué rotundamente a pedirle dinero prestado a mi novio).

Volví a casa de mamá y me dispuse a esperar un poco por si ella no estaba en casa, me comentó por un mensaje en WhatsApp que a veces salía a distraerse y relajarse un poco. Supuse que lo necesitaba después de ver a papá besando a otra mujer en su oficina. De verdad odiaba a mi papá, lo odiaba; odiaba su voz, sus preguntas tan imbéciles, odié cada cosa que hacía (fuera buena o fuera mala), no soporté estar en esa casa ni un solo segundo más, ¿la buena noticia? Gracias a Marcus nos fuimos al centro comercial, y a pesar de haber tenido una pelea sin resolver (seguía debiéndome muchísimas explicaciones), nos encontramos con Jessie Jones. La pasamos genial y todo fue gracias a ella.

La lluvia no me dejaba pensar con claridad, así que golpeé la puerta, esperando a que el ama de llaves me recibiera en la casa de mamá y papá.

—Hola, Louis Gerald —papá me abrió la puerta, me quise morir—. Pasa, creo que tenemos que platicar sobre un tema.

—No me dirijas la palabra —me encontraba lleno de ira-. De ser posible, nunca en tu vida lo vuelvas a hacer.

—Por favor —resopló—. Actúas como un niño chiquito y ya tienes 22 años. Compórtate como alguien acorde a tu edad, ¿quieres?

—Respóndeme esta pregunta, ¿soy tu único descendiente?, ¿cuántos hijos tienes? ¿Eres un marinero que tiene hijos en cada país que visita? ¿O eres árabe y tienes hasta 7 esposas con muchos hijos en el mismo país? —Me enojé muchísimo.

—Por el amor de Dios, ya cállate, ¿no pudiste aprender a callarte, cuando alguien te lo pide, en estos años mientras estuviste fuera? Creo que debimos darte más nalgadas cuando eras pequeño, así hubieras aprendido mejor lo que es respetar a tus mayores, niño —parecía que su propósito era hacerme enojar cada vez un poco más, ni él ni mamá me habían tocado un solo cabello cuando era un niño. Aunque ganas no les faltaron a ambos.

—Hay que callarnos los dos, creo que nunca vamos a estar de acuerdo en nada.

—Bien, ¿vas a pasar o te quedarás ahí de pie, como idiota, bajo la lluvia? —¿me había insultado?

—¡Fíjate como me hablas, papá! —no me percaté que una vecina de mamá y papá había pasado cerca de donde nos encontrábamos y escuchó todo el escándalo.

—¿Todo en orden, David? —La señora Williams, una amable mujer con cabello negro azabache, piel blanca, un par de pecas en sus mejillas y vestida con un elegante vestido de noche, se acercó al pórtico; que es donde estábamos discutiendo papá y yo.

Papá se acercó a mí a darme un fuerte abrazo solo para susurrarme:

—Finge que estamos hablando de algún problema sin importancia, no quiero que Karen se entere de lo que pasa en nuestra vida. Ahora sigue fingiendo que somos una familia muy feliz —ni siquiera me dejó terminar de analizar lo que me estaba diciendo, ¿por qué?—. ¡Hola, Karen! —la saludó, yo no dije nada (la saludé con la mano), solo tomé mi teléfono, me alejé del pórtico para ir al patio trasero y decidí llamar a Richard. Pero seguí escuchando lo que él le dijo a Karen (ya que habló en voz sumamente alta). Richard respondió casi al instante de haberlo llamado—. No pasa nada, solo estamos hablando mi hijo y yo acerca de un problema que tuvimos, pero todo en orden…

—Hola, Louis Gerald —Richard me contestó, yo solo permanecí en silencio, con mucho dolor y sufrimiento por todo lo que conllevaba el haber ido a Itaville. No debí haber ido en primer lugar—. ¿Todo bien, pequeño?

—Lo odio, te juro que lo odio por lo que le está haciendo y ella no tiene la culpa —Richard no supo qué hacer o qué decir mientras yo seguía quejándome por lo que pasaba en mi vida. Él se comportó como todo un caballero, con muchísima educación, no me interrumpió en ningún momento, dejó que terminara de quejarme. Me sentí abrumado por ello—. Mi papá le fue infiel a mi mamá —ya había terminado mi batalla interna con él y llamarlo por su título de padre. Sentí que no se lo merecía, pero lo justo era llamarlo así.

—Lo siento mucho, Louis, ojalá estuviera ahí para abrazarte y consolarte un poco.

—Ahora el muy iluso está hablando con la señora Karen Williams, mi vecina, seguramente le está diciendo que hice algo malo y que estábamos discutiendo por ello, estoy que me muero por eso. No tienes idea.

—No deberías referirte así de tu papá, eso no está bien, ¿sabes? Pero entérate de una cosa: No me importa nada, en este momento voy a América a verte, papá lo entenderá. A propósito, él ya sabe de nosotros dos, ¿ya sabías?

—¿Que tu padre sabe qué cosa de quiénes? —¿De verdad no fue un sueño?—. No, no tenía ni idea de que le habías contado a tu padre acerca de nosotros dos. ¿Le contaste lo que pasaba entre nosotros dos?

—Mmm, ¿sí?

—¿Y bien? ¿Qué te dijeron al contarles? —quise saber todo, con lujo de detalle.

—¿Dijeron? —Richard repitió la última palabra que dije y lo hice porque supuse que le había contado también a su madre—. Solo se lo conté a mi padre, eventualmente creo que él se lo contará a mi madre. Todavía no sé nada y supongo que cuando lo haga, estará en negación por mucho tiempo —existen cinco etapas del duelo: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Cada persona vive el duelo de diferente manera. Incluso yo lo viví cuando Richard se fue a Suiza y me dejó solo en París.

—Como sea, ¿qué te dijo tu papá? —Le pedí al cielo el deseo de que no le haya dicho lo mismo que Richard me contó en mi sueño. Pero hubiera estado bien—. Pensé que tu papá era bastante homofóbico.

—Me dijo que el que yo fuera a Suiza no era opcional y al parecer no es homofóbico, ya que cambió para bien, me comentó que los gustos evolucionan. También me dijo que si no me gustaba Jessie, para estar con ella toda la vida, pues que estaba bien. Igualmente mencionó que él no tiene el poder o la autoridad para hacerme elegir a quién puedo o no puedo amar ni con quién yo quisiera estar por el resto de mi vida. «Eso ya es cosa del pasado», me explicó. Así que decidí contarle —«¡gracias, aleluya!», grité internamente porque me llenaba de emoción—. Aunque, sí me dijo que pudiste haber ido a verme cuando quisieras, si es que tú quisieras ir a verme, claro.

—¿O sea que pudiste haberle dicho acerca de nosotros y pude haberme ahorrado todas las lágrimas que derramé por ti? —Casi le grité a través del teléfono—. Aunque estuvo bien que no le dijeras nada, no habrían salido todas las obras de arte que escribí y sabía que tenía en mi cabeza.

—Básicamente. Sí, es cierto, pude haberle dicho —soltó una ligera risa—. Pero yo no sabía que lo iba a tomar tan bien, en especial por todo el asunto de Jessie.

—Justamente en eso estaba pensando, Richard —se lo comenté—. Por favor no vengas, ¿quieres? —esto fue porque no quería preocuparlo, que le pasara algo en el vuelo como: que no lo disfrute por estar preocupado pensando en mí y mi bienestar, que el avión se estrelle o alguna de esas cosas.

—Por favor, no me digas qué puedo y qué no puedo hacer, ¿quieres? Esa etapa ya pasó con Jessie Jones y no me gustaría regresar a ella; tanto a la etapa como con la persona, ¿de acuerdo?

—Y hablando de eso… Apenas vi a Jessie hace un rato —le cambié el tema—. Ella y Marcus están bien, por si te lo preguntabas.

—No me lo preguntaba, aunque, gracias por decírmelo de todos modos —puntualizó, de forma condescendiente y portándose muy soberbio. Richard podía pasar de ser todo un caballero a ser un soberbio pretencioso en solo un segundo.

—¿Las cosas entre Jessie, Marcus y tú están tan mal?

—No tan bien como me gustaría.

—¿Por qué? ¿Todo en orden?

—Pues, digamos que no he perdonado a Marcus por hacernos pensar que estaba muerto y simplemente no he hablado con Jessica.

—Ah, ¿no? —Pregunté, me parecía muy raro que no haya hablado con Jessie después de lo que pasó en Itaville, dentro de su mansión. Salvo vernos y preguntarnos cómo habíamos estado después de años sin vernos.

—No, no lo he hecho —ya empezaba a tranquilizarme por todo lo que estaba viviendo. Me olvidé por completo de papá, salí a buscarlo y me lo encontré hablando con Karen adentro de la casa de mi mamá, mientras degustaban un delicioso pollo frito (cortesía de la señora Karen Williams).

—Sé que no tiene nada que ver, pero ahora mi papá está adentro de la casa de mi mamá y está comiendo pollo frito con mi vecina; una señora chismosa y con el cabello negro azabache, piel blanca y un par de pecas en su rostro. ¿Crees que debería preocuparme? —ambos resoplamos.

—¡Gracias a Dios no lo insultaste! Estoy orgulloso de ti, y al mismo tiempo, estoy muy seguro de que sí necesitas que vaya a verte. Ya para, iré y no vas a hacer o decir nada para que cambie de opinión.

—¿Tú crees? —Él me respondió que sí era necesario que fuera a verme—. ¿No pasa nada con tu trabajo?

—¡Ya te dije que no! Ya sabes que soy el titular encargado, Louis, tal vez me pierda de un par de cosas; pero eso puedo arreglarlo, aquí lo importante eres tú, ahorita hablo con mi piloto y chófer. Además de que ya te comenté que mi papá sabe de nosotros dos, así que tranquilo, cariño —sonreí para mis adentros.

—O sea que eres el jefe de jefes, ¿no es cierto? —Ya me imaginaba a Richard conmigo, apoyándome y dándome de esos abrazos que tanto me gustaban.

—Sí, si así lo quieres ver, sí lo soy. Solo en esta sede, mi papá es el bueno —mandó un pequeño beso que esperara que traspasara la pantalla del teléfono y fuera directo a mi mejilla—. Porque él sigue siendo el jefe de jefes, yo solo soy su empleado y su hijo, al mismo tiempo, lo cual es muy raro.

—Ya te quiero ver, Richard, en serio —Richard me enseñó lo bueno de la vida, así como: amar y ser correspondido, me enseñó a amar, a confiar en mí mismo y en los demás, con él aprendí lo que es el amor verdadero y un millón de cosas más que no puedo ni siquiera describir por lo maravillosas que son todas esas emociones—. Nunca te vayas de mi vida ni me falles, por favor, ¿quieres?

—Jamás —susurró, y casi pude sentir a Richard susurrándome eso al oído—. Dime, ¿te he fallado alguna vez? No me respondas.

—Nunca en la vida lo has hecho —le respondí, para que pensara que, de hecho, sí lo hizo. ¡Qué manipulador de mi parte en ese momento!

—Yo sé que sí, pero si tú lo dices… estoy muy seguro de que nunca va a ser así, cariño, de eso puedes estar seguro, créeme -sentí un millón de pequeñas mariposas en mi estómago, como si fueran mil campanas de iglesia sobando y escuchara a los ángeles cantarme al oído cuando él me llamaba por mi nombre—. ¿Siempre juntos?

—Es una frase con bastante fuerza, ¿no lo crees? —Él rio un poco, arruinando el momento por completo.

—Un poco, tienes razón —sentí su decepción.

—Pero sí, en lo que a mí concierne, siempre juntos, Richard.

—Siempre juntos, sí, pero siempre y cuando nadie lo arruine, ¿está bien? —Lo amaba y siempre sería así, aunque yo mismo le haya dicho que «siempre» era una palabra con bastante fuerza—. Te dejo, tengo que hacer unas cosas si voy a ir a verte, por favor, ya no pelees con tu padre y trátalo con respeto, aunque no te guste. ¿Puedes hacerlo?

—Ok. Lo haré —se lo dejé bien en claro—. Solo porque tú me lo pides. Por nadie más.

—¡No lo hagas por mí! Hazlo por ti y porque quieres que las cosas estén bien en tu hogar.

—De acuerdo, lo haré por mí mismo.

—Ese es el Louis del que una vez me enamoré y sigo cien por ciento enamorado.

—Menos mal que no piensas como Ryck y crees que te dejaría por alguien más —metí la para, solo un poquitín.

—¿Hablas de tu fan? —Richard ya sabía que era así.

—Del mismo, nunca te dejaré y menos por él —eso era verdad, antes me muero.

—Espero que sepas que te amo —supe que Richard estaba sonriendo: eran cosas que sabíamos el uno del otro por todo lo que pasamos juntos (y sin ser pareja oficialmente; aunque, ya lo éramos para ese momento en el que hablamos por llamada telefónica)—. Apuesto a que estás sonriendo, ¿verdad?

—Sí, adivinaste y creo que alguien se ganó un beso —y tal vez ese alguien era yo. ¡Cuánto cariño, y amor, sentíamos el uno por el otro! Dios, eso era abrumador y me aburría, solo un poquito.

—¡Discúlpame por arruinar el momento! Pero voy a cambiar de tema, ¿te conté que Marcus me confesó que siempre ha querido tener sexo conmigo? —Le cambié el tema porque la conversación se tornaba aburrida, decir que nos amábamos era pura monotonía.

—¿Que Marcus Miller dijo que quería hacer contigo qué cosa? —Richard casi lo gritó, pero pudo contener su ira.

—Sí, recién nos lo comentó tanto a Jessie como a mí.

—¿Jessie también está ahí en Itaville?

—Sí, juro que te lo acabo de comentar. No sé si no me escuchas o no me estás poniendo atención. Me la encontré en el centro comercial después de ver a Scott y discutir un par de asuntos pendientes.

—¿Quién rayos es Scott?

—En resumen: era un estudiante de Apple White; un año mayor que nosotros, Marcus le arruinó la vida porque estaba enamorado de ti, fue quien te regaló un osito de felpa. Él quiere una disculpa pública y que Marcus no vuelva a dirigirse hacia Scott.

—No me suena; pero estamos de acuerdo en que Marcus no se va a disculpar, ¿verdad?

—Sí y también quiso besarme.

—¿¡Qué!? —Gritó y oops! Tal vez no debí mencionar lo del beso—. Voy a investigar quién es y yo mismo le arruinaré la vida.

—No lo hice porque te tengo a ti.

—Responde con sinceridad: ¿ya lo has besado antes? -ay, no.

—Voy para allá, papá —me inventé una orden imaginaria que mi papá «decidió darme»—. Me tengo que ir, amor, hablamos luego.

—Sí lo besaste, ¿no es cierto? Háblame con la verdad. De lo contrario, esto no funcionará si no nos hablamos con la verdad.

—Es algo que no quiero responder —respondí tajante, porque sí lo hice (también tuvimos sexo), solo que Richard y yo no éramos novios de manera oficial y él no tenía derecho a saberlo. Por lo menos eso pensé—. ¿Eso qué importa?

—Pues, si no me quieres contestar, me estás diciendo de una forma que sí lo hiciste.

—Está bien, lo hice —me sinceré con él, porque tenía razón, lo hice—. ¿Algo más?

—Sí, ¿cuándo? —¿Richard no se podía quedar callado y quedarse con la información que le había dado? ¿Intentaría volver a mentirle?

—Fue hace mucho, mucho tiempo —fingí una tos, y carraspeando, dije las palabras «un par de meses».

Te escuché, genio —genial, creí que había estropeado que Richard fuera a Itaville a verme.

—¿Todavía vendrás a verme? —Pregunté con la garganta bastante irritada debido al frío y por fingir la tos para confesar que sí había besado a Scott hacía un par de meses.

—No lo sé, ¿no tenías que irte con tu padre para que te dijera algo? —Eso me lo merecía, pero auch.

—Ok, pero eso me dolió de verdad —puse los ojos en blanco.

—Mejor pídele a Scott que vaya a verte, está cerca allá en el pueblo, ¿no? —Después de que dijo esto, le colgué la llamada, Richard se comportaba como un niño chiquito y ya estábamos bastante grandes para seguir tomando ese tipo de acciones. Debo admitir que yo empecé a comportarme como niño chiquito cuando le hablé mientras carraspeaba con la tos fingida.

Me levanté del columpio (no lo desecharon una vez que me fui), y casi al llegar al pórtico, Richard volvió a llamarme. Tomé el teléfono y lo pegué a mi oído para oírlo mejor.

—¿Me colgaste la llamada? —Él sonaba casi tan molesto como yo lo estaba—. ¿Qué te pasa? ¿Quién eres o quién te crees? ¿Un neandertal o un cavernícola?

—¿Acaso estás loco o algo por el estilo, Richard? —Empecé a reclamarle—. ¿Acaso crees que preferiría estar con él antes que contigo?

—¿Pensaste alguna vez en mí y que me haría daño enterarme de esta forma que me fuiste infiel? —él me atacó, pero quería enterarse ¿y quién era yo para negarle su deseo de saber información?

—No te fui infiel, porque aún no éramos novios oficialmente —me defendí.

—Sin ser nada, nosotros lo teníamos y lo éramos todo, ¿no es cierto? —Me reí por lo bajo—. No te rías, sabes que es verdad.

—Sí, lo es y me río porque esa carta no la habías jugado conmigo jamás —volví a defenderme como pude.

—Lo sé, Louis Gerald, créeme que lo sé muy bien —soltó una pequeña risa.

—Ya no estás enojado, ¿verdad? ¿O todavía lo estás por eso? ¿No podemos simplemente olvidarlo y ya? ¿Pasar página?

—No, me gusta mucho ser dramático y creo que lo sabes, ¿no es cierto? Me hubiera dedicado cien por ciento al mundo de las Bellas Artes, pero no me dieron elección en casa —me dio un poco de lástima, yo estaba viviendo el sueño que él siempre había querido vivir y eso me hacía sentir pésimo. Yo lo amaba mucho y siempre sería así. De acuerdo, tal vez exagero un poco, pero no importaba porque eso era lo que estaba sintiendo en ese momento.

—Lo sé, sé que te hubiera encantado dedicarte a las artes, pero eres un bobo, no sabes cuán grande es el sentimiento que siento por ti —se lo confesé porque sí era verdad.

—Te veo en un par de horas, Gerald —y volvió a colgar el teléfono. Me reclamó por haber colgado la llamada y ahora él me colgó la llamada. ¿Acaso eres un cavernícola, Richard Vallaj?

Y volví a la que, por mucho tiempo, fue mi casa. Mi hogar, mejor dicho. Papá seguía hablando con Karen y ni rastros de mi mamá. Golpeé la puerta para que alguien fuera a abrir la puerta de entrada. Él no tardó ni dos minutos en abrir la puerta.

—Gracias a Dios llegas, te juro que ya no la aguanto —se veía aliviado de que, por fin, me decidiera a entrar a la casa en la que alguna vez me crié, lloré y había discutido con mamá y papá—. ¿Sabes algo de tu madre? Por favor dime que la llamaste y que viene para acá.

—¿Ya te hartó Karen Williams? ¿La amable vecina con la que no querías tener ni un solo problema o que inventara algún chisme acerca de nuestra preciosa vida que tenemos, David?

—Fíjate cómo me estás hablando, te guste o no, eres mi hijo y sigo siendo tu padre.

—¿Me vas a castigar como cuando era un niño? ¿No me vas a dar mesada o no voy a salir por cuánto tiempo? ¿Un mes o dos? —Le hablé con una voz bastante soberbia; molesta, y eso le molestó muchísimo.

—Por favor, cállate.

—¿Qué le haces a mi hijo, David? —Por fin, mamá llegó a casa, él solo se acercó a ella y comenzó a abrazarla y a agradecerle porque, finalmente, llegó a casa. Le explicó por qué se portaba tan romántico después de haber sido un patán—. ¿Quién está en mi casa? ¿Qué es lo que mis oídos acaban de escuchar de tu boca?

—¿Karen Williams? —respondí por él.

—Esa bruja se larga de aquí —y entró hecha una furia a su casa, fue directamente a la mesa y comenzó a gritarle que se fuera de ahí—. ¡Adiós, Karen, quédate en tu maldita casa y no vuelvas a la mía jamás! —Karen se pudo comportar bien, como una dama, y salió de la casa sin pelear.

—Pero espera, Theresa, ¿ya les dijiste a tu esposo y a tu hijo que quizá Louis Gerald no es hijo suyo? —mamá, papá y yo nos quedamos en un estado de estupefacción. Abriendo la boca y los ojos de par en par debido a lo que nos mencionó la señora Karen—. Cierren la boca, por favor, no me gusta que se vean tan vulgares así con sus bocas y ojos abiertos de par en par. Y hay moscas.

—¿Qué rayos está diciendo la señora Karen? —no, no me lo podía creer, entonces ¿esto significaría que yo era hijo adoptado o que quizás mi padre ni siquiera era mi padre? ¿Lo odié por nada?—. Ella está mintiendo, ¿verdad que sí?

—Claro que está mintiendo —mamá me calmó un poquito—. Y tú solo quieres arruinarme la vida —se dirigió a la señora Williams—. ¿O no, Betsy?

—Cállate, Emily Theresa Brown —mamá odiaba que la llamaran “Emily, de verdad: no le gustaba y a la señora Williams le molestaba que la llamaran Betsy (lo supe porque, cuando era más pequeño, me gustaba jugarle bromas y gritar una vieja canción que Marcus Miller y yo inventamos; fue divertido). Todavía recuerdo el poema de Betsy:

"Betsy the witch, with freckles and height,
Gossiping all day, gives everyone a fright!"

(Betsy la bruja, con pecas y altura,
Chismea todo el día, ¡a todos nos asusta!)

—Dile a tu amado esposo que quizá Louis Gerald ni siquiera es su hijo.

—¿De verdad, Theresa? —La miró de arriba abajo, ¿cómo se atrevió a hacerlo? Él no tenía derecho siquiera de pensar en hacerle eso a mi mamá. Cerré mis puños, en señal de que iba a lanzarme contra él, solo esperé el momento perfecto para llevar a cabo mi plan.

—Louis Gerald, no —mamá me atrapó viendo con odio a papá, así como también vio mis puños—. Y tú, ¿de verdad crees que yo hubiera sido siquiera capaz de ser infiel a este matrimonio de casi treinta años? —él solo le respondió que estaba bien, pero de una forma asquerosamente despectiva.

—Por favor, mamá, déjame decirle algo a papá —le supliqué a mamá.

—Podrás hacerlo, cuando esta bruja se vaya de mi casa y no vuelva —volvió a referirse a la señora Williams.

—¿Hay problemas en el paraíso, Theresa?

y bajarás al maldito infierno si no te callas y te vas, ¿me oíste? —Jamás había visto a mamá amenazar a alguien, la señora Karen solo palideció y decidió irse porque en verdad le tenía miedo a mamá.

—¿Qué haces para que toda la gente te tenga tanto…

—Ni una palabra, Louis Gerald —ni siquiera me dejó terminar de decir lo que pensé decirle: de verdad estaba muy molesta—. Y ahora tengo una pregunta para ustedes dos, ¿quién rayos dejó entrar a Karen Bocafloja Williams a mi casa? —ah, así que era eso lo que tenía a mamá tan molesta.

—Yo te digo con gusto —hablé en tono imperativo y un poco despectivo—. Fue papá.

—¿Por qué la dejaste entrar?

—También comieron pollo frito —seguí lanzando mi veneno hacia papá porque, me debía tanto, como tal vez mi empleo y quizá me boletinen para que no vuelva a conseguir un trabajo en alguna otra discográfica en México o en el mundo.

—¿Te atreviste a comer pollo frito con Karen «Bocafloja» Williams? —Mamá puso sus brazos en sus caderas como jarras y eso era señal de que en serio estaba muy molesta. Eso hacía cuando nos regañaba a Marcus y a mí por hacer alguna travesura-. Primero me eres infiel y ahora invitas a la vecina más chismosa de Itaville a comer pollo frito en mi casa.

—Lo siento, Theresa, me vio regañándolo a él —me señaló y yo hice cara de no romper ni un plato al mismo tiempo que encogí los hombros—. Y quiso saber si todo estaba bien, después se quedó platicando conmigo, así que se me hizo fácil invitarla a cenar pollo frito.

—Ahora va a ir por todo el pueblo diciendo que Louis Gerald ni siquiera es hijo tuyo y va a criticar mi casa, así como todo lo que hay en ella: los muebles, tapetes, cortinas, las malditas fotos familiares que hay encima de la chimenea, Dios, esa mujer no sabe callarse.

—Además de ser chismosa, ¿le gusta criticar?

—Sí, cariño, critica por todo lo que hay y no hay en donde ella se pare —me respondió haciendo mala cara.

—Lo arruinaste, papá —me miró con mala cara—. Aunque me veas así, créeme que no me interesa, ¿oíste?

—Te voy a romper la cara, veamos si eso te gusta —me amenazó.

—Sobre mi cadáver —mamá se colocó entre papá y yo, con la finalidad de no permitir que él siquiera me tocara ni un solo cabello.

Él solo me miró con frustración y se metió a la casa echando humo por las orejas, y por la nariz, dejándonos a mamá y a mí de pie en el umbral de su casa.

—Mamá —llamé su atención—. Creo que hay algo que tienes que saber acerca de mí y es muy importante —me preparé para que ella dejara que papá me rompiera la cara, no debió meterse en la discusión—. Tal vez dejarás que tu exesposo me rompa la cara.

Ella se quedó congelada, como en estado de shock.

—¿Disculpa? ¿Acaso crees que yo dejaría que él te tocara un solo cabello? —Me preparé para responderle—. Si no lo permití cuando eras un niño, créeme que mucho menos ahora.

—Es que… —pensé en comentarle acerca de Louchard; Richard Vallaj y yo—. Es algo fuerte y necesitas estar un poco más calmada.

—Estoy calmada, ¿no lo puedes ver?

—¿Estás segura que estás tranquila?

—Sí, Louis Gerald, por el amor de Dios, ¿por qué es tan difícil creerme?

—Es que no te ves tranquila —le respondí con franqueza.

—Escucha —sacó un cigarrillo de su bolsa de mano y lo encendió con el encendedor que también tenía en su bolsa de mano, un segundo, ¿mamá fumando?—. Perdón si el humo te cae en la cara, hijo —se disculpó conmigo, pero ella no sabía que yo también fumaba como chimenea; así lo describió Richard, incluso aunque él también fumaba muchísimo—. Estaba muy molesta porque ese imbécil quiso golpearte y yo no iba a permitir eso, necesitaba un cigarrillo. También hablar contigo, para calmarme un poquito.

—No te preocupes —me preparé para decirle las dos malas noticias: la primera era que yo también fumaba y la segunda, lo que pasaba con Richard y yo—. Escucha, yo también fumo.

—¿Que haces qué cosa? —Miré su cara de frustración hacia mí por lo que pude llegar a hacer.

—No te atrevas a decirme nada, porque tú también lo haces; lo estás haciendo justo en frente de mí, y no sé desde cuándo —de esa forma impedí que me regañara o algo peor.

—De acuerdo —aceptó—. Tú ganas, ¿era eso lo que pensabas decirme, Louis Gerald? —volvió a darle una bocanada a su cigarrillo.

—No, mamá, para nada —volví a hacer cara de «mosca muerta».

—¿Qué pasa, entonces?

—¿Prometes que no me vas a golpear?

—Ya dímelo, por el amor de Dios.

—Promételo.

—Lo prometo —se colocó su mano libre a la altura de su corazón y levantó la mano donde tenía su cigarrillo—. Mejor meteré el cigarrillo en mi boca y así podrás ver que no estoy cruzando los dedos —sí lo hizo, tal cual como lo dijo.

—Ahí te va —resoplé y me preparé para decirle lo que necesitaba decirle; aunque tal vez ella ya lo sabía—. Mamá, soy gay y tengo novio —me encogí y puse mis manos cerca de mi cara para evitar un golpe suyo o algo peor: que me apagara el cigarrillo en mi mejilla.

—Hijo, por Dios, tranquilo —mamá soltó una muy fuerte carcajada—. Ya lo sé, ¿crees que no?

—Nunca salí del clóset, oficialmente, contigo y creí que no lo sabías.

—¿Perdón? —Me hizo una mirada de pocos amigos—. Compré tu álbum y vi las letras de las canciones, tal vez no sé español; pero tuve que usar un traductor para que pudiera ver todas las cosas que escribiste ahí —¿que mamá hizo qué?

—¿Qué?

—Ah, también vi tu concierto con tu novio; muy guapo. Por cierto, apenas me di cuenta de que es el hijo de Zachary y Alexandra Vallaj —sonrió levemente y lanzó una bocanada de humo—. Ese no es el punto, vi que cantaron la canción que lleva por título el nombre del chico y leí en internet que te inspiraste en All Too Well de tu cantante favorita, Taylor Swift. También leí en internet que tu #JusticiaHaciaAllTooWell es en realidad una indirecta hacia él.

—¿Sabes de Richard y de mí? ¿No estás decepcionada? Pensé que querías nietos o algo así.

, quiero nietos, ustedes pueden rentar un vientre o adoptar a una niña o a un niño; si es que duran.

—Él me hace muy feliz, mamá.

—Lo sé, tesoro, se nota que tanto él te hace feliz como tú lo haces feliz a él y lo único que una madre quiere es que sus hijos sean felices —me acerqué a abrazarla muy fuerte, mi mamá era mi lugar seguro—. ¿Cuándo voy a tener el placer de conocer a tu amado, mi niño? —preguntó en cuanto nos separamos del abrazo.

—Llega mañana —tal vez era mejor no involucrar a las familias en esto; pero sabía que tanto Richard como yo queríamos conocer a nuestras familias, lo nuestro ya era bastante en serio.

—¡Conoceré a mi yerno! —lo gritó bastante fuerte y yo me alegré por ello—. ¿Oyeron, pueblo de Itaville? ¡Conoceré a mi yerno oficialmente! —me empecé a preocupar porque papá podría escucharla.

—¿Él también sabe?

—Por Dios, él lo descubrió antes de que yo misma lo supiera, ¿sabes? —Volvió a reír—. No es tan tonto como dices que lo es, ¿verdad?

—Nunca dije que…

—Sabemos que se lo dijiste a Richard y a Lezley. Y hablando de ella: ¿ella nunca fue tu novia?

—Nunca lo fue, solo nos preocupamos de lo que pudieras pensar acerca de mí porque sí, ese día de la fiesta de Sean, estaba besando a un chico; a mi exnovio de hecho, se llama Abraham Adams. Nunca quise que lo conocieras —encogí los hombros con una sonrisa pícara.

—Eres un pillo, Louis Gerald —mamá volvió a reír.

Nos adentramos a la casa y cada quién se fue a dormir, pasé ante el cuarto de mamá y papá, pude ver que tenían camas separadas. Me alegré mucho por ello. Entré en la que era mi habitación y se encontraba igual a como la dejé hacia unos cuantos años atrás.

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