Capítulo 1

Después de unos meses en París, regresé a México con mis abuelos, ahora ya no me dedicaba a grabar covers en Estados Unidos o en París, ahora me dedicaba a grabar covers en México; pero firmé contrato con una disquera independiente, que apenas iba empezando, y necesitaba artistas nuevos, para lanzar mi disco debut.

En el mes de noviembre de 2021 di un concierto de covers en el Auditorio Nacional en la Ciudad de México, viví con mis abuelos las primeras semanas (llegué a la Ciudad de México en agosto), pero no pasó mucho tiempo para que me fuera a vivir yo solo; me largué a vivir a una bella colonia que estaba casi en la zona oriente del país y fue la mejor decisión que pude haber tomado.

Me bajé del escenario del Auditorio Nacional en cuanto terminé de cantar más covers, pero esta vez en español y di por terminado mi show con la canción que llevaba por nombre una ciudad de una artista cuyo nombre artístico era un tanto peculiar y muy poco conocido (ese era su nombre de artista; poquito raro pero un tanto original).

Me separé de Lezley y Logan, no porque yo quisiera, sino porque yo estaba más concentrado en mi música y ellos estaban más ocupados en su escuela ya que tuvieron que descuidarla un poquito por mi culpa; pero sí los necesitaba, sí hablaba en serio cuándo dije que los necesitaba y eso era porque Logan; que aunque ya no era mi novio, era como un amigo para mí y Lezley siempre fue mi mejor amiga.

Y hablando de cosas que dejé atrás: tuve que dejar atrás a David porque era un hombre casado (con el cual tuve sexo como un maldito conejo; nunca supe que era casado hasta que Marcus Miller, mi mejor amigo, me lo confesó todo; pero en verdad todo), bueno, pues lo que hubo entre David y yo ya era historia. Estuve solo cuando volví a mi casa ese día, o sea que no había nadie esperándome para preguntarme cómo había estado mi concierto, cómo me la pasé y si me sentía mal, si estaba hambriento o si necesitaba algo; nada, nadie, solo yo con un gatito que adopté al cual le puse de nombre Hades por sus ojitos azules, que era muy blanco y sus «almohadillas» rosas; él me recordaba mucho a Hades; el dios del inframundo.

Así que solamente llegué a casa, le di de comer a Hades y me acosté en mi cama a descansar, me esperaba otro concierto al día siguiente, así que necesitaba energía para prepararme. Así de aburrida era mi vida: nada nuevo y estaba tan acostumbrado a hacer lo mismo; cuando llegué a pedir un contrato a dicha discográfica independiente no se creían que yo cantaba tan bien y que solo me dedicaba a cantar covers de canciones ya conocidas, lo dije en serio, creían que todo me lo estaba inventando y al parecer en México no me conocían, no los culpé; nunca fui tan famoso ni en Estados Unidos o en París, a pesar de que mi video musical por la «Justicia a All Too Well» fue #1 en tendencias de Suiza; ¡vaya país para ser tendencia!, y en Francia; hablando de eso: tuve que borrar el video porque Taylor Swift lanzó su versión de dicha canción y lanzó la versión de diez minutos, es por eso que Taylor Swift dijo que se sentía tan decepcionada de mí.

Bueno, mi vida no era tan aburrida porque cuando no estaba en concierto, estaba en el estudio grabando alguna canción nueva; pero eran tantos mis errores que la canción no podía estar lista. La gente iba a verme porque mi voz era sumamente espectacular y les gustaba verme cantar (incluso aunque no fuera música original).

Lo mejor de todo era que nunca tuve que asistir a clases de música o algo así, porque nací con ese talento de saber cantar y me atrevo a declarar que yo mismo fui mi propio maestro de música, sí, y no estoy siento despectivo ni rechazo a los que sí tomaron clases de música o canto. Pero al final, solo fuimos yo, yo mismo y el tiempo.

—Hades —llamé a mi gatito mientras me levantaba un poco de mi abdomen—. Me siento aburrido, ¿qué debería hacer ahora? —claro, me convertí en el loco que le hablaba a su gato, Hades solo maulló y me volví a acostar estando abrumado.

«Mañana tengo un concierto que dar, pero está programado para que sea en la noche, debe haber algún bar abierto, ¿cómo se les conoce? Ah, sí, antros». Pensé para mí mismo y decidí que sí iba a salir a un antro por la conocida zona de antros y reventón que estaba muy cerca de donde yo viví (en Insurgentes). Pensé, pensé, pensé y pensé en un antro, pero después reaccioné y me pude dar cuenta de que no conocía ningún antro, así que busqué recomendaciones en Google.

«Rico, Baby, Blow, Locx, La Purísima, Crown, Soberbia y Pecado» eran solo unos antros LGBT que encontré en internet con críticas mixtas; pero el peor era uno que decía ser el mejor o el de mayor gusto por el público mexicano. A pesar de todo, tenía unas pésimas críticas por la seguridad y el costo, así que opté por no ir a ese.

Hubo uno que se veía como una excelente opción para ir un rato, se veía una muy buena y excelente opción para gastar mi dinero en cosas sin importancia que yo requería, con críticas positivas y negativas; muy mixto todo. Así que pedí un Uber que me envió directo al antro (ni siquiera mi chófer me reconoció; pobre de mí). Pude percatarme de que varios chicos (e incluso chicas) me veían atentamente y sin apartar la vista de mí, ¿les gusté o algo por el estilo? ¡Qué modesto me volví, por el amor de Dios

Hey! —el chico que iba adelante de mí me saludó (en inglés y ni siquiera supe el porqué), solo volteé hacia donde provenía ese sonido—. Excuse me, uh, welcome to Mexico City!, where are you from?, what's your name?

—Hola —se quedó estupefacto cuando le hablé en español, vi cómo abrió los ojos como platos—. Sí hablo español, soy Louis Gerald y llegué aquí hace un par de semanas —empecé a reírme en voz alta con una carcajada bastante sonora.

—Sí te conozco —de repente se puso nervioso—. Quiero decir que sí sabía quién eres —empezó a balbucear y me dio risa por ello—. No te rías, fue un error común.

—Me reí porque te pusiste nervioso, miraste a tu derecha y comenzaste a balbucear. Además de que me preguntaste mi nombre y ahora dices que ya me conocías —le expliqué mientras ahogaba una risa—. Mi ex me enseñó a saber cuándo la gente miente con base a sus expresiones corporales. Es fácil saberlo.

—Soy Diego —lo miré con cierto interés y sacó su teléfono para entrar a Google; lo noté por el brillo que emanaba de la pantalla de su celular y le pegaba directamente en su cara—. Tú eres Louis Gerald Train —cambió de repente su mirada a una más seria mezclada con un poquito de sorpresa. No me conocía y sus expresiones lo delataban en su mentira—. Fuiste el telonero de los mejores artistas del mundo; Taylor Swift, Selena Gomez, Miley Cyrus, Demi Lovato y cantas covers, pero estás buscando la oportunidad de grabar tu música original —«sí, mi vida personal ya no es tan personal», pensé—. También cantaste cinco covers en el Palacio de Buckingham, creo que te amo.

—¿Perdón? —volví a quedar intrigado, él me comentó que leyó mi biografía en Wikipedia. Pero no me comentó por qué había dicho que me amaba (supuse que era por haber sido telonero de sus artistas favoritas); aunque «amar», era una palabra tan bella y solo deseé que una persona me la dijera (no Diego): Richard Vallaj.

—¡Sí, lo que oíste! —soltó un pequeño grito de emoción—. Y aquí dice que eres cantante, actor, bailarín, escritor, guionista, productor y director por el video musical que le hiciste a All Too Well y que ese video ya no está en tu canal de YouTube; de hecho, es imposible conseguirlo, porque Taylor mencionó que…

—Está decepcionada por mí —lo interrumpí porque ya sabía esa historia y me avergonzaba muchísimo—. Tengo que admitir que no lo pensé, yo ni siquiera sabía que Taylor Swift lanzaría la versión de diez minutos de All Too Well.

—Ella lo anunció después de cambiar la fecha de su disco.

—Y es por ello que decidí apresurarme a borrarlo, ¿sabes? Creo que sí lo sabes —concluí, la fila no avanzaba y me empecé a preguntar si valía la pena seguir esperando a que avanzara—. Aunque, ¿te puedo confesar algo? —me atreví a lanzar la pregunta—. Me voy de aquí, ya encontraré otro lugar en dónde estar porque uno: hay muchísima gente y dos: sé que venía a un antro pero ya se me quitaron las ganas de seguir aquí.

—¡Qué sorpresa! —exclamó el pequeño Diego (porque sí, él era más bajo de estatura que yo)—. A mí también me da un poco de flojera seguir aquí —eso definitivamente sí era una sorpresa muy grande—. ¿Quieres estar solo o prefieres quedarte conmigo un ratito?

—Pensé que venías con tus amigas y amigos —le planteé, él me comentó que «esa gente» estarían bien sin su presencia en ese momento—. Pues ¿sabes qué? Sí, vámonos, pero ¿a dónde?

—¿Quieres ir a Parque Hundido?

-¿«Parque Hundido»? —se lo pregunté.

—Es un parque cerca de aquí, eso creo, es en la colonia Nochebuena —y enseguida me respondió, lo vi tan emocionado de querer estar conmigo que no pude decirle que no.

—Vamos —tomamos el Metrobús en Insurgentes; dirección La Joya y nos bajamos en la estación Parque Hundido, sé que estuvo mal, pero él quiso pagar mis pasajes y lo dejé; aunque pude haber pedido un Uber para nosotros y llegar más rápido.

Ya una vez en el parque, con las luces de los postes (porque ya estaba oscuro) nos dirigimos a encontrar un lugar para sentarnos y seguir conociéndonos más el uno al otro.

—Entonces ¿eres Diego? —le pregunté en cuanto tomamos asiento uno junto al otro.

—Diego Iván Salazar Adame; para servirle a usted, a Dios y al mundo —me dijo su nombre completo a pesar de que no se lo pregunté—. Tú eres Louis Gerald Train y desde ahora te veo como un Dios porque cantaste junto a Taylor Swift, además de ser su telonero —eso ya era demasiado.

—Sí, también fue mi telonera y nos brindó un concierto privado completo a mi exnovio y a mí —ahogué una pequeña risita al ver su cara y ojos abiertos como platos de par en par; o eso quise suponer porque teníamos el cubrebocas puesto—. Procura cerrar la boca por si la tienes abierta, hay muchos insectos por aquí —empezó a balbucear (sí, otra vez) y a decir que cómo era posible que alguien como yo (¿cómo se suponía que debía tomar eso?) pudo haber estado con Taylor Swift en tantas formas.

—Debe ser porque eres un blanco americano y privilegiado sin ningún tipo de carencia —concluyo en un susurro casi inaudible para sí mismo, pero lo escuché de todos modos.

—Sí, soy americano; but so are you, Diego.

—¿Perdón? —comenzó a enojarse—. Sí quisiera ser americano; siempre quise haber sido, pero soy mexicano.

—Ah, sí, claro —hablé con voz un poco resignada—. ¿Dónde está México, perdón?

—En América… —habló con voz apagada, dándose cuenta de su ligero error.

—¡En América, Diego Iván! —exclamé con voz un poquito arrogante e irritante—. Sé que Estados Unidos se proclama como el único país de América, por ser una potencia mundial y ser un país primermundista, pero realmente todo el continente es América y por lo tanto todos somos americanos. ¿Entiendes?

—Cierto, tienes razón, disculpa mi ignorancia —con las manos en la cara, y mucha vergüenza en su voz, se disculpó por algo que no tenía que disculparse.

—No te disculpes, es común equivocarse; y es de sabios errar —yo cometí millones de errores en el pasado y aprendí de ellos—. Créeme, sé muy bien de ello. También en la escuela nos enseñaron que América se divide en tres continentes, por ejemplo: ¿sabías que a los norteamericanos nos enseñan que Norte América es desde Estados Unidos hasta Canadá, América del Sur es desde México hasta Chile y Argentina?

—Al parecer tienes razón. Te haré caso —él confiaba en mí (o eso fue lo que creí en primera instancia; me hizo creerle lo que me decía)—. Sí sabes que confío mucho en ti, ¿verdad, Louis? —no me equivoqué, él confíaba en mí

Después de un rato de reírnos sin parar de varios chistes, Diego decidió colocar su cabeza en mi hombro y su brazo izquierdo en mi espalda, no me sentí incómodo, pero ya hacía mucho tiempo que alguien hacía algo así. De hecho, creo que nunca pasó algo parecido. Decidimos quitarnos el cubrebocas porque 1. Me empezaba a sofocar y 2. No había mucha gente en el parque y no podían decirnos algo.

—¿Quieres un cigarro? —preguntó y sí que ya había pasado un tiempo desde la última vez que me había fumado un cigarro, en esa ocasión se me antojaba mucho.

—Si tienes alguno —le planteé—. Porque ahorita no creo que haya algún lugar abierto para conseguir cigarrillos, algún snack o unos drinks —negué con la cabeza y encogí un poco los hombros.

—Sí —sacó un paquete de cigarrillos de su chaqueta de cuero negra—. Mira: supongo que en Estados Unidos o en París no tienen esta variedad de cigarros y por «variedad» me refiero a los sabores.

—Pensé que los cigarrillos tenían un solo sabor y era a tabaco, ¿no es cierto? —vi que empezó a reírse—. Creo que no.

—Ja, ja; sí, es solo que estos cigarros son de pepino y menta.

—¿Cómo dices? ¿Pepino y menta? —me quedé perplejo, ya que sí creí que solo existían cigarrillos con sabor a tabaco; aunque siempre quise un puro cubano—. Necesito probarlos, dame un cigarrillo, por favor —me ofreció su paquete de cigarrillos y tomé uno—. ¿Tienes de casualidad un…

—Aquí —ni siquiera me dejó terminar mi oración ya que en cuanto pregunté me lo ofreció y lo encendió para que yo pudiera encender mi cigarrillo—. Disfrútalo, dime qué opinas y el sabor te durará y tendrá más sabor si pasas el encendedor debajo de la cápsula de sabor a pepino y lo mismo con la de menta —al encenderlo me dio un sabor de tabaco, pero recordé lo que me dijo Diego y decidí calentar un poquito la cápsula de pepino.

—Pero tienes que tronar la cápsula primero, amigo —me quitó el cigarrillo de las manos, presionó la colilla, escuché un click y luego volvió a darme el cigarrillo—. Listo, ahora puedes fumar —hice lo que me pidió e inmediatamente tuve una sensación de que realmente me estaba comiendo un pepino, era el cigarrillo más asombroso del mundo y quería seguir y seguir fumando—. Tranquilo, fuma despacio o perderá el buen sabor.

Volví a hacer lo que me pidió y empecé a fumar con mayor tranquilidad, ¡qué relajante y placentera situación! El sabor sí era de pepino y me encantó.

—Creo que no hay sabores así de cigarros en Estados Unidos, ¿verdad? —él también estaba fumando.

—Tienes razón, Diego, no existen en Estados Unidos; o tal vez nunca los vi —le guiñé un ojo, pero recordé el porqué no vendían cigarrillos de sabores en todo el país—. Ya recordé que, desde 2009, no venden cigarrillos con filtros de sabor como lo son los clic, light, ultra clic, bi-mentol; pero luego te contaré más sobre ello. ¡Estos cigarrillos saben deliciosos!, ¿existen de más sabores?

—Sí; hubo de plátano, hay de durazno, manzana, sandía, menta, uva, hierbabuena y así muchos; solo que todos tienen una cápsula adicional de menta.

—¿En serio? —no me lo creí.

—Sí y saben deliciosos —lanzó una bocanada de humo tras decir esto último y me cayó el humo en la cara, no supe qué interpretación darle y por ende no le tomé mucha importancia—. ¡Oh, carajo! Disculpa si te molestó.

—No me molestó —contó un chiste acerca de lo que mencioné y de lo que me hizo, lo cual hizo que ambos nos riéramos a carcajadas, ambos levantamos la mirada a mitad de la misma y nuestros ojos se encontraron, nos pusimos nerviosos y me sonrojé un poquito; luego nos besamos.

—Fue un buen beso, besas muy bien —lo reconoció—. Ya te quería besar, pero no tuve la oportunidad y no reaccionaste ante mí indirecta.

—¿Echarme el humo en la cara? —pensé que; aunque le dije a David que me molestaba bastante eso y de hecho que lo odiaba, en esa ocasión, y con Diego a mi lado, iba a permitirlo y fue diferente—. Fue una buena indirecta y no lo capté al momento de que lo hiciste.

—Te tardaste en besarme —le di una fumada a mi cigarrillo, ya estaba a punto de terminarse—. ¿Yo te gusto?

—Pues —añadió muchísima entonación en la letra «e» a esa palabra; lo hizo para confirmar que sí sentía atracción por mí—. Me pareciste muy lindo, y eso jamás lo voy a negar; pero sí me gustaste mucho.

—Apenas nos conocemos… —hablé con cierto tipo de recelo en mi voz.

So what? —se separó un poco más de mí, quedando frente a frente—. ¿No te gustó el beso que te di? ¿No te gusté?

—Nunca dije eso —me acerqué a él y comencé a susurrar con una voz muy erótica:—. ¿Nos damos otro beso o qué? ¿No quieres besarme? Sé que quieres besarme.

Fuckboy —dijo para sí mismo—. Sí, quiero otro beso.

Come closer —lo acerqué a mí y lo besé.

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