Capítulo 1
Amaneció bastante rápido, en Isla Ballena las cosas estaban tan tranquilas que las aves cantaban. Los animales salvajes comenzaban su vida en los frondosos bosques y salían a recibir el sol, desde los pequeños hasta los más grandes.
Mito-san se había levantado desde hace rato. La abuela Abe ya no se encontraba en la familia, las fotografías mostraban la última vez que estuvo con vida.
Una dónde se encontraba en medio de un par de jóvenes adultos de cabello negro y blanco, cargando a un bebé entre sus brazos. La fémina admiró la foto al pasar al lado de ella, terminando de servir unos platos en la mesa donde solo se encontraban dos sillas, una frente a la otra.
—¿Hasta qué hora piensa dormir…? ¿No sé acuerda de qué día es hoy? —negó inmediatamente, caminando hacia la escaleras que estaba observando esperando a alguien.
Sus pasos llegaron hasta una habitación, justo la que su sobrino estuvo hasta que decidió partir de casa. Siempre que tocaba recordaba esos momentos, de alguna manera lo vivía de nuevo.
No recibió respuesta. Eso hizo que su poca paciencia durará poco.
Con un gesto de molestia giró la perilla, la luz se asomó inmediatamente por la ventana hasta dejarla algo encandilada. En la cama se encontraba un tumulto que apenas se movía, solo bajaba y subía por la respiración tranquila.
—¡Es hora de levantarse! —tomó la sábana de un extremo para apartarla. En eso se mostró a una niña que se incorpora en el colchón con un gesto cansado, los ojos entrecerrados avellana observan a su alrededor hasta dar con su tía. —Lukia, son las nueve de la mañana. Tienes el desayuno servido, ve a alistarte.
—Sí, sí, ya voy… —Mito-san la mira un momento. Su cabello negro con reflejos verdes le recuerdan tanto a Gon que en momentos lo confunde con el. Lleva una camisa con el cuello de tortuga blanca sin mangas, que se levanta por las horas que estuvo durmiendo. En esa parte donde no toca tanto el sol, delata su tono de piel blanco a comparación de sus brazos y piernas que están bronceados.
Camina con lentitud, su cara malhumorada es un reflejo de Killua a pesar de su parecido con el Freecss. Mientras escucha el agua correr en el baño, la peli naranja ayuda a ordenar ciertas prendas desordenadas en el suelo o en el escritorio.
En eso reconoce un pantalón negro que estaba doblado cuidadosamente. Al ver las franjas blancas a los costados, reconoce de quién es.
—¡Ah, sigues aquí! ¡Pensé que te habías ido! —salta de su lugar al ver a la mujer continuar en la habitación. Salió del baño casi desnuda para volver a entrar.
—¡¿Crees que es la primera vez que te veo así?! ¡Yo te cambié los pañales!
—¡Cállate, ya sal para que pueda cambiarme!
A veces no la entendía. Aunque estaba en pleno desarrollo por cumplir los trece años en relativamente poco tiempo.
Termina por llevarse la ropa sucia y cierra la puerta detrás de sí.
Empezaron a desayunar a los minutos, dónde le vio usar el mismo pantalón que le dio curiosidad. Comía con ansias y las mejillas llenas de alimento, ese entusiasmo tenía una razón.
"Era imposible que lo olvidara…"
Tomaba una taza de té hasta que los ojos de Lukia se posaron sobre ella.
—¿Cuándo va a llegar? —pregunta moviendo los pies en el aire. Esperaba la visita de su papá Gon, quien se había ido en una misión como cazador.
—Sabes cómo es él. Puede ser ahora o en un par de horas.
La azabache miró rápido hacia el reloj y siguió terminando su plato con apuro. Se le había prometido por primera vez salir de la isla, para ir a dónde su segundo padre estaba por su cumpleaños.
Aunque salió muchas veces siendo bebé, después de eso las paranoias de Killua de que resultaba peligroso. Tanto así que ya era un tema a discutir entre la pareja casada, el moreno quería dejar de explorar el mundo.
Pero aún seguía la familia Zoldyck teniéndolos en la mira y era el peor miedo del albino. Más ahora que había un descendiente de su parte.
—Me pregunto si ahora podrá contarme sobre cómo llegó a hacer el exámen de cazador dos veces y luego se retiró. —le evitaba contar muchas cosas y que en eso se daba cuenta.
Mito-san tomó su mano y limpió sus mejillas sucias logrando que riera.
—Tendrá sus razones… No es para hacerte daño. —conocía muy bien esa manera de ser, ella ocultó bastante durante años.
—¡No lo entiendo! Ni siquiera me dejó hacer la prueba, quería hacer lo mismo que ellos.
—Podrás hacer muchas otras, ya verás. El mundo no es solo lo divertido que te han enseñado, está lo malo también.
—Puedo defenderme sola. —aunque desarrolló parte de su Nen apenas, logrando esconder su presencia, todavía le faltaba.
La mujer se acomoda. Riendo por la actitud terca e inocente de su sobrina.
—Sin duda eres hija de Gon. Tuvimos muchas conversaciones así cuando tenía tu edad, después se fue y es justo lo que va a pasar contigo.
—Tuve que insistir durante cuatro años. —se cruza los brazos, los ojos azules que siempre le respondieron fríamente cada ocasión de manera negativa. —Mi papá a veces da miedo… —le provoca escalofríos que le ponen la piel de gallina.
—Te salvaste porque Gon lo convenció. Si fuera por él, no te dejaría ni acercarte a lo más lejos de la isla. —se burla un poco, después de todo puede ver esa preocupación que le carcome durante bastante tiempo.
—¡No es gracioso! —se quedó sola en la mesa.
—Cuando tengas hijos me vas a entender.
—Iugh. No gracias. —le sacó la lengua al dejar los platos, su estatura supera a la promedio. Cosa que Mito-san mencionó:
—Este año creciste bastante. Pronto serás de tu altura.
—¡¿De verdad?! ¡Pues te vas a quedar ena…! —fue interrumpida bajo una sonrisa de la de ojos claros que vio a una figura conocida entrar silenciosamente y buscó distraerla para evitar que se diera cuenta. —¡¿A-ah?!
—¡Perdiste! —el azabache interrumpió justo a tiempo. Había crecido notablemente con el pasar de los años y ahora llevaba una chaqueta verde oscuro más acordé a su edad, junto a unos pantalones marrones y unas botas negras.
Lukia se giró dónde estaba. —¡Papá! —lo abrazó y dieron varias vueltas. El adulto la alzó sin problemas para admirarla.
—Apenas me fui unas semanas y mírate, parece que vas a ser más alta que yo. —la dejó en el suelo, siempre tenían esos juegos de tomar al otro desprevenido. Pero la menor no poseía tanta ventaja. —Oh, ¿lo conservaste? Te queda muy bien.
El pantalón de Killua que llevaba le quedaba casi a la medida.
—Tenía guardado como cinco iguales. Así que quería llevarlo.
Gon saludó a Mito-san, aunque habían conversado varias veces a escondidas por teléfono. Lukia fue inmediatamente a su habitación para tomar sus cosas y casi salir volando por la puerta.
—¡¿Ya nos vamos?!
—Espera, déjame hablar un momento con tu tía. —Gon ríe por la emoción de su hija, que parece que está lista para correr hasta el puerto.
Deja su mochila cuando la conversación sigue. Decide salir a despedirse de sus amigos de la naturaleza. Entre ellos Konta que apenas la vio, le recibió con un abrazo y se quedó en su estómago por unos minutos.
El olor de los árboles y la tierra invadía sus sentidos. Los sonidos del animal como si buscará comunicarse le provoca sonreír.
—Volveré pronto. Si consigo algo para traerte vas a tener que esperar hasta que regrese. —las grandes garras no lastiman su piel, aunque las observe entre sus manos y se afinquen en ellas.
Otro gruñido, Konta le avisa que Gon la está esperando.
Dibujito de la nena, por el momento el único de esta edad JSHJSJS
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