Buscando al señor Mckeever
Hoy es otro de esos días donde Kilham vuelve a jugar a ser detective, él siempre me sorprende a decir verdad, me asombra el cómo no se le ha pasado por la cabeza volverse un cazador de demonios, ese oficio deja dinero como si te sacaras la lotería en cada encargo, pero bueno yo solo digo, en mi opinión personal si a él le encanta seguir pistas hasta encontrar a un supuesto responsable que luego resulta no ser el victimario haya él, pues créeme terminas por desesperarte cuando bien podrías estar disparándole a los tipos malos, de hecho así me ganaba la vida antes de conocerlo, pero bueno resulta que ahora no puedo ni usar unos "petardos" porque eso llamaría la atención de la gente en plena investigación.
Dios mío, Kilham necesita relajarse un rato.
No lo culpo, es divertido estar con él a veces puedo llevarme algunos "recuerdos" de los lugares que visitamos como el negocio de ayer, ya que encontré varios retratos que son muy bonitos para mi casa, como el retrato de una bella reina cuyo vestido blanco desearía tener, me llevé otro de un puerto donde había navíos enormes que me hacían sentir muy chiquita de solo verlos, en conclusión, me lleve unos pocos solo para hacer que mi casa no estuviera tan vacía pues vivir en un edificio abandonado no es muy placentero a veces.
Como sé que te encanta tener los detalles en la mesa te diré mi secretito, me los llevé usando los mismos portales que usamos las hadas para llegar al mundo humano, una vez que piensas en el lugar correcto solos abres la puerta y llegas a tu destino en un abrir y cerrar de ojos, y no, no estoy interesada en decirte como son los siguientes pasos para abrir el susodicho portal, pero mira el lado amable, ahora ya sabes como las hadas pueden estar en un lugar a otro sin que tú nos puedas alcanzar.
El día de hoy el buen Kilham llamó al teléfono una hora antes de su llegada, que cortés por avisar, eran por ahí de las 8:48 de la mañana, al parecer estaba desesperado, cuando llegó le invité a una taza de té, el té era de hierba buena creí que le habría de gustar, le encantó tanto su sabor a tal grado que llegó a tomar cuatro tazas.
Él y yo nos pusimos a discutir un rato por lo de las pinturas, desgraciadamente se dio cuenta de ello apenas entró, que pena por él de nunca llevarse un recuerdo, aunque me dijo que no hiciera nada como esto otra vez o lo metería en problemas, cosa que ahí si obedecí, el punto es que en medio de la conversación tocó el tema de un diario donde se mencionaban a dos tipos, el problema según él es que la única forma de conocer sus identidades era el acercarse al señor Mckeever, yo me opuse a eso, le mencioné que podríamos secuestrarlo e interrogarlo, pero como es bastante moralista me soltó un sermón del porque está mal el secuestrar a un tipo que apenas es un sospechoso.
—Bien Inmir, dime. ¿Qué otra cosa piensas que ayudaría con nuestra investigación? -Pregunté mientras puse un vinilo de una canción acerca de una reina asesina, una canción con un gran toque de sofisticación y elegancia para mi gusto, el cantante era lo mejor de aquella canción, su voz me encantaba, era de aquellas canciones que los humanos tanto escuchaban en la cúspide de su civilización, según decía mi abuela cada que me hablaba de sus aventuras.
—Sé que tienes algunos contactos en este mundo que nos ayudarían bastante en este momento, ¿sabes algo de tu amiga?
-Oh Inmir que preguntas más tontas. -Estuve buscando mi libreta de números telefónicos, no era buena memorizando cosas tan largas como estas estúpidas series de números puestos al azar.
—Aquí está ella, déjame adivinar, quieres los informes de la autopsia, ¿no es así? -Él no era para nada bueno ocultando sus intenciones, su joven cara de chico de 22 lo delataba bastante.
En una alegre y divertida charla entre Carla y yo pregunté por un favor y es que ella tiende a dar platicas muy extensas, ahora súmale su obsesión por saber por la cultura de las hadas y encontrarás curioso que ella y yo seamos amigas sabiendo que ella puede preguntar hasta el más mínimo detalle y llevarse horas en ello. Ante la impaciente mirada de Inmir decidí hacerme de valor y llamar a Carla.
—¿Annie? ¿Eres tú? -Preguntó Carla tan encandilada al escuchar mi voz.
—Si, la misma de siempre. -Respondí casi de inmediato.
—Genial. ¿Que necesitas? -Preguntó ella desesperadamente.
—Si, emm, me preguntaba si podrías darme los detalles de la autopsia de la hermana de la señorita Dulcinea Alcázar Ventri.
—Claro, solo con una condición. -De repente escuché un estruendo en su laboratorio, casi como si ella intentará no caer de la desesperación por un trabajo duro y complicado como el que ella solamente puede llegar a tener a diario.
—¿Cual condición? -Pregunté antes de saber el infierno que estaría desatando.
—Mi condición es que me respondas las siguientes preguntas. -Tras ser bombardeada por una oleada de preguntas, cada vez más específicas, sentí en cada segundo una sensación de mareo repentino.
—¿Como le haces para medir 180 centímetros considerando que tu especie las retratan de 80 centímetros o menos en algunos medios? ¿Como puedo acceder al reino de las hadas? ¿Conoces a Oberón? ¿Las hadas son más propensas a usar magia blanca o negra? ¿Existen los ...? -Terminé por interrumpirla y contesté todas sus preguntas para así saber si me daría dichos resultados?
—Primero que todo, es magia básicamente, puedo alterar mi forma por ciertos hechizos, segundo no te lo diría por mucho que te quiera, tercero, si y a veces tomaba el té con él, cuarta y es la última pregunta, no hacemos distinción de magias, las usamos como sea nuestra necesidad. -Respirando profundamente hice la pregunta del millón antes de que ella volviera con sus interminables preguntas.
—Ahora que contesté tus preguntas. ¿Podrías darnos los detalles de la autopsia, de ser posible por? Emm, dame un minuto. -Entonces pregunté a Inmir la hora que iríamos por dichos papeles de la autopsia.
—Dile que a las ocho de la noche. -Contestó Inmir mientras se servía otra taza de té, vaya que le encantó.
—Iríamos por ahí de las ocho de la noche, ¿Qué opinas?
—Claro no hay problema déjame redacto una copia, la copia estaría lista por ahí de las 6:00 de la tarde. ¿Puedo hacerte una pregunta más? -Siento que se la debía por alguna razón.
—Adelante. -Respondí de mala gana.
—¿Eres castaña natural o también puedes modificar el color de cabello al igual que tu altura? -Preguntó tan desesperada que casi podía sentir que ya mero iba a salir del teléfono.
—Por las barbas de Odín, ya te he dicho que soy castaña natural, ¿Por qué sigues preguntando la mismo al final? -Créeme que son demasiadas las veces que me pregunta si soy castaña, son tantas las veces que lo pregunta que estoy por gritar del enojo.
—Pregunto por si algún día te equivocas y me compartes algo de información valiosa. -Respondió con una voz temblorosa que admito que me da algo de risa.
—Como sea te veo en la noche, bueno. -Ahora terminada la pequeña charla era hora de beber un poco de té para relajar los nervios.
Volviendo a sentarme en la mesa del comedor me di cuenta que Inmir se había acabado todo el té de hierba buena.
—Inmir. ¡¿Te tomaste todo el té tú solo?! -Pregunté al ver que estaba haciendo más té.
—Es que estaba muy delicioso y sentí que no podía dejarlo, su sensación tan dulce y suave, dime cual es el secreto de que esté exquisito el té de tan magnifica hierba conocida por el humano. -Dijo Kilham abrazando y acariciando dicha caja de té mientras con una reacción exagerada y mientras decía esa sarta de estupideces que no me molesté en escuchar, yo solo pensaba en darle un golpe para calmarlo, pero me resistí en hacerlo simplemente me daba risa verlo reaccionar como un loquito.
—Mira si no tienes otra cosa que hacer que actuar como estúpido mejor haz tus idioteces en tu casa, o mínimo no lo hagas frente a mi, por cierto deja esa caja de té donde la agarraste no quiero que se te caiga al suelo y sea yo quien limpie todo al final. -Los ojos de gato enojado de Kilham se calmaron y pasaron a sus tiernos ojos almendrados de siempre, solo que ahora él se comportaba muy oligofrénico.
—¡Mejor vamos de una vez a ver al señor Mckeever, ha de estarnos esperando! -Su emoción y alegría me hacían reír internamente, ver su cara de seriedad todos los días ya me había hartado así que ver este Kilham me ayudaba a hacer mejor mi trabajo.
Como siempre el tomó el volante de la carroza de carbón, era divertido ver la ciudad y sobre todo a estas horas con un cielo azul y viendo a los niños jugar por ser una hermosa mañana de sábado fresca como solo uno podría presenciar en aquellas pinturas que me robé, incluso era agradable ver a la gente caminar por las calles de aquí y ver los diferentes edificios tan grandes y tan y con gente tan variopinta adentro.
Ahora pasamos de ver lo bonito de las calles a los más extraños callejones que se han olvidado de todo tipo de modales, tuvimos que desviarnos por estas calles pues era un atajo más rápido y créeme que andábamos con mucha prisa pues teníamos que interrogar al sospechoso.
En este sitio casi arrollamos a un tipo y su forma rara de ser nos intrigó mucho, el tipo era calvo y cojeaba mucho de un pie su barba gris estaba muy descuidada y parecía cargar algo en un paquete algo maltratado.
Salí de la carroza para acercarme a él y para ello corrí lo más parido que pude, aquel matusalén intentó correr pero no llegó muy lejos con su pierna coja.
Lo tiré al suelo y me puse a inspeccionar dicho paquete, Kilham estacionándose me empezó a regañar por mi proceder, ese regaño me dio igual pues quería ver que es lo que ocultaba el anciano en esta caja.
—Muy bien vetusto, dime que hay en la caja o pinto el suelo de rosa con tu sesos. -Dije despreocupadamente mientras le apuntaba con un revolver Praetorian similar al Colt Diamondback, el cañón contaba con ciertos con relieves que eran cada uno una runa que me daba buena suerte.
—Te juro que lo que hay ahí no es asunto tuyo. -Respondió el viejito sin miedo a que le apuntara directo a la frente.
—No lo parece, actuaste como si escaparas de nosotros, así que mas te vale que en esta caja haya dinero o tendré que jugar al tiro al blanco. -En eso llegó Inmir, al cual le dí la caja para que abriera antes que me diera su sermón.
—¡Annie este comportamiento de tu parte es inaceptable para esto de una vez, ese tipo se ve raro pero no es su culpa el verse así! -Empezó Kilham con su típico sermón barato y moral y llegó un momento en donde dejé de escucharlo.
—Tu solo cállate y ocúpate de ver que es lo que hay dentro, tengo una corazonada de que no es nada bueno. -Me acomodé mi sombrero bucket solo para darme tiempo para recalcarle a Kilham una sola cosa.
—Kilham, mis vestidos y faldas son rojos por una sola razón, y la razón es que no me gusta manchar mi ropa con sangre, así que para disimular uso este color, así que si no abres esa maldita caja te mataré a ti y a este matusalén y me iré con lo que tenga dentro, y más te vale no hacerme perder mi tiempo. -Creo que me oí un poco sádica pero Kilham solo entiende así.
Kilham empezó a abrir la caja y de ella sacó un objeto extraño, era como un pergamino todo viejo y polvoriento que para más colmo olía a humedad, no olía a cañería sino que olía como que estuvo guardado en un lugar muy viejo aunque no sé como describir exactamente el olor que emanaba más allá que a humedad.
—Kilham, léelo por favor. -Dije con una voz agradable y educada, ya sabes los modales primero.
—De acuerdo, aquí dice. -Kilham procedió a limpiar su garganta con un ligero tosido.
"La carne para la diosa ha sido lo que nos ha hecho fracasar, ella sabe mucho, debemos de volver atrás, me temo que ellos vean el acto final sin saber su importancia. Si deseas saber que hacer busca en el antiguo pabellón cercano del puente norte del parque natural, de ser listo sabrás que hacer ahí una vez caiga la tarde".
—Muy bien, me dirás que hay ahí, anciano, y de ser posible. ¿En cual parque natural irás? -Tras de ello vimos que el viejito este se mató por recitar un conjuro mágico, bastante patético a mi forma de ver, mientras que Kilham veía esto como una tragedia yo veía esto como un martes cualquiera. Estúpido elfo sentimental, le hace falta salir más y ver que hay demasiados tipos sueltos que bien podrían ser sospechosos de cualquier crimen.
Esta vez yo conduje y mientras el elfo estaba regañándome por conducir rápido yo solamente disfrutaba ver como todos en la ciudad se volvían locos al ver como una chica como yo disfrutaba de conducir tan salvaje para llegar al marchante de arte, oh estos martes cada vez son más entretenidos. Casi me hacen olvidarme de mi vieja vida como hada guardiana, como sea cualquier cosa aquí es más divertido que ser una guardiana, incluso Elana lo sabía.
Después de unos cuantos derrapes llegamos sanos y salvos para hacer unas preguntas a la secretaria de la casa de subastas que visitamos anoche, me quedé cerca de Kilham como niña pequeña aunque no por gusto sino para que él no sospechara cuando me llevara algo como regalo.
Es algo curioso como la señorita tan amable atendió en pocos minutos la cosa es que Kilham es muy metódico y se puso a hacer su presentación digna de detective de aquellos libros muy divertidos, creo que se llama Sherlock aquella saga de libros.
Como sea tuve que intervenir e hice que la chica no se viera nerviosa ante tanta palabrería inútil de Inmir:
—Disculpe señorita, es que este elfo llorón de aquí es mi compañero Inmir Kilham y yo soy Anie Shiningedge, como puede ver estamos aquí para hacer unas preguntas a su jefe para una entrevista la cual será para una revista de arte que escribimos. -La chica se puso a reír después de que terminé de hablar.
Con su cara jovial y rebosante de una belleza tan pura, con una sonrisa radiante y ojos tan bellamente delineados nos dijo con sumo cariño y respeto un"Váyanse al diablo" digno de escuchar de una chica tan pretenciosa como ella sola, pero digamos que soy una hada que no acepta un no como respuesta así que saqué mi arma como una pequeña disuasión. De nuevo ella solo empezó a reírse con una sonrisa relajada que a Kilham lo hiso poner una cara de menso, pobre elfo creo que se enamoró.
La gente al rededor creyó que estábamos asaltando pero ella levantándose de su escritorio intentó calmar a la gente:
—Estimados clientes no teman, esta tipa no va a robar, solo está histérica, como creen que ella pueda disparar un arma cuando la sostiene con la mano izquierda por las prisas. -Seguido esto ella sacó una glock 43 de su escritorio y me apuntó directo a la cara, ambas nos estábamos viendo con furia, pero ninguna de las dos íbamos a presionar el gatillo aún.
—Dime donde está tu jefe, solo queremos hablar con él. -Los minutos pasaban y los presentes solo presenciaban asustados como dos chicas enojadas se apuntaban con armas, estaban esperando que una baje la guardia para disparar y seguir con sus negocios.
—¿Que puede necesitar una ladrona de un hombre tan integro como lo es el señor Mckeever?¿Acaso es esto un ajuste de cuentas o creyeron que la secretaria iba a tragarse el cuentito ese de que vienen por negocios?
—Tienes cara de no saber cuando tu arma no va a disparar, y si me das tiempo y me enojas más te tragaras mis tacones.
—No llevas tacones oí tus pasos al entrar, obviamente alguien como tú no tendría dinero para su calzado pero si para malgastarlo en vicios como el alcohol muy seguramente. -Nuestras manos estaban firmes solo Kilham y los clientes estaban nerviosos, de hecho Kilham no paraba de sudar y parecía haber corrido una maratón por tan húmedo que estaba su traje entero.
De la nada entró un señor gordito y alegre con un peinado patético que solo a los niños y a algunas personas muy alegres encontrarían adorable. Su traje era de color purpura y su corbata era de gatitos. Al vernos el viejito se sorprendió tanto que por su peso yo deduzco que casi le dio un infarto al creer que estaban robando su negocio.
—¿Elizabeth que pasa aquí? ¿Que hacen estas dos lacras acá y porque ella te apunta con un arma? -Creo que era idiota el señor por hacer tantas preguntas obvias que con un poco de intuición ya la podría haber respondido.
—Señor Nolan estos dos energúmenos desean "hablar" con usted, aunque no tiene que preocuparse al respecto, ya mismo estoy por programar una cita con la morgue después de que los llene de agujeros. -Dijo aquella niñata presumida con su tonito dulce.
—Solo si yo te permito que jales ese gatillo, güerita pomposa.
Kilham hastiado se acercó con el señor Nolan y le intentó explicar lo que estaba pasando e intentando al mismo tiempo calmar al ya mencionado vejete. Después de una charla rápida llegaron a un acuerdo para interrogarlo pero me pidieron que me quedara fuera del edificio como condición. Vaya suerte la mía. Después de salir me encontré a dicha secretaria burlándose de mí por no poder entrar al edificio.
—¿Oh que pasó, no que ibas a matarme?
—¿No tienes a unos riquillos que atender?
—Todavía tienen que calmarse, ya sabes, después de tal espectáculo ellos serían pésimos en las subastas, casi tan pésimos como tú en tu labor de detective.
—Mira quien lo dice, tenía que ser la niña que usa una glock porque seguramente no puede con el retroceso de un arma de verdad.
Entonces así es como termina mi parte de la historia, incluso me siento un poco mal de casi haber echado el plan a perder, pero de todos modos salió todo bien, Kilham está interrogando al vejete, yo solo tengo tengo que escuchar lo quejidos de una niñita mimada.
Ahora solo queda esperar a que Kilham consiga algo de valor con ese vejestorio, a ver si el viejales aún tiene memoria como para acordarse de lo que hizo hace ocho minutos.
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