2. Ganar contra una morsa, por Annie Potter

Después de apagar el fuego y cambiar las sabanas, me siento en la cama. Ahora lo difícil será convencer a Tío Vernon, porque vamos, a Tia Petunia no le hablo desde que abandonó a mi madre, bastante antes de mi nacimiento... ¿cómo sé estas cosas? Trucos de una Potter, por decirlo de alguna forma. No sé si abandonar sea el término mas adecuado, pero bueno, no voy a romperme la cabeza pensando cualquier otro término. Guardo la carta y suspiro. Vamos a hacer una lista mental.

1. Tengo Hambre.
2. Me acabo de enterar de que soy maga, y hacer todas las cosas extrañas que hago no es tan extraño.
3. Voy a ir a un colegio de magia.
4. No tengo dinero.
5. No sé donde comprar todo el material.
6. No sé como llegar allí.

Paramos de hacer lista mental, porque ahora que lo pienso, la llevo clara. ¿No deberían dar una explicación para los que no tenemos ni idea? Por una noticia buena en mi vida, va a ser la mar de difícil conseguirla. Guardo la carta y salgo de la alacena. Debería preparar esto de contárselo a Tío Vernon, para que me deje... ¿Pero cómo se preparan estas cosas? Sí, vale, estoy lo suficientemente loca como para hacer monólogos sin sentido, pero no para hablarle a una pared pretendiendo que es tío Vernon. Suspiro de nuevo y cierro los ojos; pero algo hace que los abra de golpe. Oigo un ruido en el salón, y gracias a eso me da un sobresalto y me pego con el borde de la escalera. Noto como un chinchón crece en mi cabeza; gracias querido desconocido ruido del salón. Sin protección ni nada, voy hacia el salón, preparada para lo que haya. Me paro unos centimetros antes que la puerta. Tal vez debería coger un pan congelado o una sartén. Bah, no merece la pena. Cuando asomo la cabeza por la puerta, veo a un hombre (un poco viejo, la verdad) con una túnica roja, cubierta de estrellas; Tiene un sombrero a juego con la túnica. Tiene una gran barba blanca, al igual que su pelo. Sus ojos son azules, y tiene unas gafas de media luna encima de una nariz torcida. Al ver que no parece nada peligroso, entro al salón y lo miro, algo cohibida. ¿Un chiflado?

-Señor, no se ofenda pero ¿que hace aquí?-Pregunto un poco asombrada. Creo que nadie se espera encontrar a un hombre con túnica en su salón. Esperaba encontrarme con un asesino o un ladrón (¿acaba de rimar?).

-Ah, usted debe de ser Annie.-Dice él sonriendo- Yo soy Albus, Albus Dumbledore.

-Me suena de algo ese nombre...-Entonces me acuerdo de qué.- ¡Usted es el director!

Genial Annie, ya la has fastidiado.

-Director ¿Qué hace usted aquí?-Pregunto, con un poco de esperanza de que viniese a ayudar, y de que no sepa leer la mente. Sonrío, algo nerviosa.

-Bueno, alguien le deberá de explicar que tiene que hacer ¿Verdad?-Dice él, sonriendo tranquilo.-Esperemos la llegada de sus tíos, por favor.

Asiento, mientras miro de reojo la puerta. A decir verdad, no tardan mucho. Llegan 5 minutos después de haber terminado la conversación con Albus Dumbledore. Y no es que sea la reacción mas buena cuando se encuentran al director en su salón. Harry no ha llegado todavía, menos mal, porque esto parece el matadero.

-¡ESTO ES ALLANAMIENTO DE MORADA! ¡PETUNIA, LLAMA A LA POLICIA!-Grita Tío Vernon un tanto fuerte.

-Ya le dije que no se lo tomarían bien, director.-Tenía la cara roja por la vergüenza ¿Que iba a pensar de mí? Por Merlin... Deja a Merlin en paz, An. El director sonríe y saca una varita (creo que es una varita, ya que es un palo de madera y el supuestamente es un mago y todo eso, ¿sabéis?) de su túnica; con un toque de la varita, hace callar a Tío Vernon, colgar el teléfono y sentar a todos en el sofá. Ahora no tengo dudas de que es una varita y él un mago.

Ah, y ya de paso, quiero aprender a hacer eso. Inmediatamente.

-Bueno, creo que no hemos empezado con muy buen pie.-Dice la mar de tranquilo- Soy Albus, Albus Dumbledore, director de Hogwarts. Su sobrina Annie tiene una plaza en dicho colegio, y venía a explicar en que consiste.

Tío Vernon suelta un bufido.

-¿De verdad cree que vamos a dejar que se lleve a Annie? No no, no se va a ninguna parte. Prometimos sacarla de esa vida de fenómenos.

-Señor Dursley, acepto su ignorancia, pero no voy a dejar que una chica tan brillante no vaya a Hogwarts.-¿Brillante? No me describiría como tal... Hay muchos mas adjetivos que me describen mejor: Loca, psicópata, sarcástica... Vale, acepto el adjetivo brillante. Suena un poco mejor que los anteriores.- Mañana, un amigo mío, llamado Hagrid, vendrá a recogerte para llevarte al callejón Diagon. Que no te asuste su tamaño, es muy amigable. Bueno, si no te importa, Annie, me gustaría hablar con tus tíos. A solas.

Yo asiento y salgo del salón. Me siento en las escaleras y saco la carta, que contiene un billete adentro. Lo miro con curiosidad.

Plataforma 9 3/4
Salida a las 11.00
Destino: Estación de Hogsmeade.

¿Plataforma 9 3/4? Esa plataforma no existe ¿Verdad?

Oh, claro Annie. Piensa que el billete te va a responder.

Maldita voz de conciencia interna, cállate ya.

Entonces oigo como alguien sale del salón. Miro y veo que es Dumbledore. Guardo el billete y me levanto.

-¿Puedo ir?-Pregunto esperanzada. No puedo sonreír por los nervios.

-Sí, con una condición, no podrás volver a Privet Drive hasta que termines el colegio, o al menos hasta dentro de dos años.-Dice Tío Vernon, disfrutando de mi horror. ¡¿No podré ver a Harry hasta dentro de 7 años?! Miro a Dumbledore, pero él me guiña el ojo. Creo que tiene un as en la manga... que por ahora, nadie a descubierto. Bueno, exactamente, yo he descubierto que tiene un as en la manga, pero no se qué es... Bah, mejor dejo de liarme a mí misma. Se que me voy de Privet Drive, y me alegro, pero no acepto la idea de dejar a Harry solo. Pero miremos la parte importante, acabo de ganar a la morsa.

-Espero que no este restringido enviar cartas.-Digo con una sonrisa en la cara, dejando a Tío Vernon callado. Luego pienso un poco en lo que he dicho. No tiene sentido enviarle a Harry una carta con una sarta de mentiras. Me doy una bofetada mental. Tío Vernon aun sigue callado por mi respuesta, así que me guardo el comentario para mis adentros. Y esto, amigos, es como ganar a una morsa, por Annie Potter.

O bueno, cómo descubrir que eres una maga y salir con un chichón en la cabeza.


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