9. Escarcha

Abro los ojos lentamente. Mi vista se acostumbra a la oscuridad en pocos instantes, y es entonces cuando reconozco dónde estoy. Doy varias vueltas para acostumbrarme, sin entender qué está pasando aquí; hace unos segundos estaba en el campo de quidditch, y ahora... aquí, en casa. Doy varios pasos, haciendo que la madera cruja bajo mis pies. Me dirijo al salón algo temblorosa, confusa y sobretodo, curiosa. Y cuando me asomo por la puerta, es cuando veo el largo pelo pelirrojo de mamá. Algo cruje, pero sé que ésta vez es mi corazón y no la madera. Doy más pasos inseguros hacia ella. Las lágrimas amenazan con salir de su cauce, haciendo que parpadee varias veces para pararlas. Me acerco un poco más, y es entonces cuando veo una pequeña niña de dos años, con el pelo parado a todos lados, mirando encima de la cuna a su hermano pequeño. Abro la boca sin llegar a decir nada, ya que no sé qué hacer, mucho menos qué decir. Saber que no tengo ni voz ni voto no tarda mucho, ya que mamá me traspasa y me doy cuenta de que es un mísero recuerdo, nada más. Me doy la vuelta para ver que a ido a donde un hombre joven, con el pelo azabache, gafas y los ojos los cuales heredé.

-Papá...-Susurro, como en trance. Miro a mi yo pasado y a Harry, sin entender nada de lo que está pasando aquí. Me llevo ambas manos a la cabeza cuando noto una vez más el dolor. Suelto un quejido, cerrando los ojos. Pero cuando los abro, todo a mi alrededor está desfigurándose, haciéndose borroso; siento mi cabeza irse una vez más fuera de mi alcance. No sé cuanto tiempo estoy inconsciente, solo que tras una eternidad puedo abrir mis ojos de nuevo. Entonces me encuentro con el familiar techo de la enfermería, pero yo aun sigo demasiado mareada para darme cuenta.- ¿Mamá?

Nadie responde, y sé en ese momento que no están vivos, que aun están lejos de mí. Cierro los ojos con fuerza, sintiendo el frío. De alguna manera me reconforta, pero sé que la enfermería no es buen lugar para empezar a congelar todo, aunque ahora mismo no puedo evitarlo. Alzo una mano para ver que se está llenando de escarcha. Cierro los ojos al notar las lágrimas de hielo resbalarse por mis mejillas. Trago saliva y intento pararlo, pero se me hace imposible. Me siento en la camilla, haciendo que la cabeza me de miles de punzadas de dolor, pero lo ignoro por completo. Entonces noto una mano en el hombro, pero sé que no es Madame Pomfrey.

-Annie, no pasa nada. Tranquila.-Susurra Tate. Noto su cálido abrazo y cierro los ojos, apoyándome en él. No tengo ni idea de cuántas veces me ha salvado o consolado, y eso, aunque no tenga mucho sentido, me hace sentir mal por él. Le devuelvo el abrazo lentamente, ahora llorando sobre él. Es entonces cuando noto que el cuerpo de Tate se empieza a enfriar.

Por favor, dime que no. DIME QUE NO, YO TE EMPAREJABA CON TATE, NO PUEDES MATARLO.

Ignorando que mi voz interior es una especie de fangirl, suelto a Tate con rapidez y lo miro; su pelo se está volviendo blanco y su piel está palideciendo. Empieza a tener temblores incontrolables y su reacción a mi toque me recuerda a los síntomas que me dijo Dumbledore sobre Remus.

-¡MADAME POMFREY!-Grito al ver que el rubio cae al suelo. Ignorando el dolor y que es poco recomendable moverme aun más, salto al suelo. Me agacho junto a Tate y lo miro, sin saber qué hacer. Estoy paralizada por completo. El suelo a mi alrededor empieza a congelarse, subiendo por las paredes y recubriendo todo a mi alrededor. Cierro los ojos y tras abrirlos, miro mis manos. Ambas están recubiertas de escarcha de arriba a abajo. Grito de nuevo al ver que nadie aparece.- ¡ALGUIEN, POR FAVOR!

Tate tiene peor aspecto a cada segundo que pasa. Noto más lágrimas resbalar y caer en el pijama que llevo puesto. Entonces noto como me levantan pero yo me suelto, no queriendo herir a nadie más. Veo como Pomfrey se agacha junto a Tate y al ver el vaho que sale de la boca de la enfermera, me doy cuenta del frío que hace. Del frío que yo he causado. De nuevo noto a la misma persona intentando calmarme, pero me aparto de ella. Lo miro y veo que es Albus, algo que medio me calma medio me intranquiliza. ¿Y si al ver el monstruo del que estoy hecho, me echa de aquí?

-Annie, tranquila.-Me dice con su habitual apacibilidad. Niego con la cabeza, mirándolo mientras más lágrimas caen. Entonces entra la profesora McGonagall, pero retrocedo para no herirles.

-Que nadie se acerque a mí.-Digo con la voz temblorosa. Esto tenía que ser solo una prueba de quidditch, no mi fase de villana de poca monta a monstruo.

-Annie, tranquila.-Dice Albus una vez más. Me arrastro al suelo, sin poder aguantar más el peso de mis piernas. Noto una sacudida que dice claramente que el sollozo está a punto de salir.

-Por favor.-Susurro, mirándolos.- Mirad lo que le he hecho a Tate. No quiero herir a nadie más.

Ambos se miran y yo cierro los ojos, soltando un sollozo. De la nada, noto una ráfaga fría y abro los ojos, temerosa de haber hecho algo aun peor. Pero al observar la enfermería, veo que todo el hielo ha desaparecido, pero Tate sigue en el suelo, igual de mal. Trago saliva y miro a Albus y a la profesora, que me miran con cara de ''oh no''. Con algo de miedo, bajo mi mirada a mi cuerpo.

Está todo cubierto de escarcha.

Ahora eres un copito de nieve.

Cállate, Holden.

Alzo la mirada, sin entender nada de lo que está pasando aquí. Noto ese dolor de cabeza terrible de nuevo, los ojos pesar y poco a poco, mi cabeza volar a otro sitio. Entonces me acuerdo de una persona que también me tocó en mi estado de hielo.

-Noa.-Digo antes de desmayarme.

***

POV DESCONOCIDO

La varita jugaba entre sus dedos. Lo miraba, expectante de lo que fuese a decirme ésta vez. Oí como la silla crujía cuando de nuevo se erguía en ella. Se levantó y rodeó el escritorio lentamente. Se sentó encima de la mesa, sus piernas se cruzaron y su mirada de ojos blancos como la nieve se posó en mí. Parpadeé varias veces y con algo de duda, pregunté:

-¿Qué querías decirme?

Su mirada bajó a mis manos, cubiertas de escarcha. Me bajé todo lo que pude las mangas, intentando evitar que viese lo que había sucedido. Pero con un movimiento algo brusco, me cogió la muñeca y bajó la manga izquierda de la túnica. La alzó en el aire, como para que lo viese (como si ya no lo hubiese hecho).

-Está mostrando indicios de un fuerte poder.-Soltó mi muñeca, dejando caer mi brazo. Se acercó a mi cara, dejando ver su pelo blanco.- ¿Qué has descubierto?

-Nada. No hay indicios de que ningún familiar suyo se entrelace con el tuyo.-Dije, algo molesto por el brusco tirón de mi muñeca. Oí cómo chasqueaba su lengua y volvía a esconderse en la oscuridad. Su pelo se tornó pelirrojo; supuse que estaba furiosa.

-¿Y las notas, cual es su reacción?-Preguntó, saliendo de nuevo desde la oscuridad. Ver aquellos ojos naranjas me recordaron a la mirada transformada de Annie. Ladeé un poco la cabeza y alcé una ceja, sin comprender.- ¿Se lo toma en serio o no?

-Por su expresión cuando las lee diría que sí, pero no ha pedido ayuda a nadie aun.-Apenas terminar de hablar, se levantó de la mesa y empezó a andar de un lado a otro. La observaba en silencio, sin comprender por qué estaba tan alterada. Él aun no se había acercado a ella...

-Quiero que la vigiles.-Me miró.

-Eso ya lo hago, no sé si te das cuenta.-Le respondí de mala manera. Ella se acercó a mí a zancadas, mientras su pelo se volvía más rojo a cada paso que daba.

-Mi misión es protegerla. Y la tuya, ayudarme.-Se sentó de nuevo en su sitio, mientras su pelo cambiaba a azul. Suspiré y musité un perdón, lo cual hizo que su pelo cambiase de nuevo a su autentico color; el blanco.- Su poder aumenta cada día. Si alguien no la ayuda a esconderlo, sabes que él se va a aprovechar de ella. Sabes que la usará para fines no muy pacíficos.

-Y sé que ella no soportará hacerse cargo de tantas muertes.-Bajé la mirada.- Sé que él después la matará.

Salió por completo de la oscuridad. Una de sus pálidas manos se posó en mi hombro. Alcé la vista y entonces vi la cicatriz que cruzaba sus labios. A pesar de verla tantas veces, aun se me hacía imposible no sorprenderme. Me dio un apretón y sus ojos blancos-azules claros cogieron un color más oscuro.

-Annie Potter es demasiado importante para morir. Protégela.-Dejó caer su mano y miró mis brazos. Suspiró y las cogió. Apretó con fuerza, y a los pocos segundos, ya ningún frío recorría mis venas. Sonreí un poco, agradeciéndola con la mirada. Ésta esbozó una ligera sonrisa, haciendo que sus labios se viesen algo más normales. Nos despedimos con un ligero asentimiento y tras ponerme la capucha de la túnica, salí del aula. Después de unos pasillos vacíos recorridos, me quité la capucha, desordenando mi pelo. Me deshice de la túnica, le di la vuelta y me la puse de nuevo. Fui al baño solo para comprobar que todo estaba en orden. Miré el escudo de mi casa.

-Un Slytherin protegiendo a una Gryffindor. Quién lo diría.-Murmuré para después salir de allí.

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