17. Cuando mucho, cuando nada.
En estos momentos, estamos al borde del veintitrés de Septiembre. Mi quinto año y creo que no puede ir a peor. Severus está raro, aunque no le culpo. ¿Quién no estaría raro si fuese, como decirlo, objeto de burla de James Potter y Sirius Black? Son dos idiotas, tal vez a causa de las Blugder que les han golpeado en la cabeza durante los cuatro años que llevan en el equipo. Pero tan súbitamente como decido defender a Sev, él se va y me deja con la palabra en la boca y sola delante de esos dos. Sé que Remus se compadece de mí. Estoy rozando los extremos de la locura y del estrés solo por esos tres. Marlene sigue insistiendo en que Severus le da mala vibra, pero creo que exagera. Aunque algunas veces se me hace imposible defenderlo; no porque lo odie, sino porque algunos de sus actos son simplemente injustificables... Estoy encerrada entre tres abusones que se insultan y se hieren entre sí.
Bajo el diario de mamá sin querer leer más por ahora. Me he despertado hace media hora en la habitación, abrazada al libro y al jersey, y a pesar de la pereza que me llenaba en esos momentos he conseguido moverme y subir las escaleras hasta la torre de Gryffindor. Ahora son las ocho y media, pero como no hay ni un alma en el castillo, tampoco es que me haya cruzado con nadie. Me he cambiado al pijama, he doblado con cuidado el jersey de papá y me he acostado para leer el diario, con intenciones de saber más acerca de la adolescencia de mi madre. Bien, digamos que no era exactamente esto lo que me esperaba al imaginarme los años de mamá en Hogwarts. Uno, si Severus es de verdad Severus Snape, acabo de tener una rayada mental que me va a durar todas las clases de pociones que tenemos en lo que resta de curso. ¿Snape, amigo de mamá? ¿Qué es lo siguiente, Remus como cachorrito y no un hombre lobo?
También estoy algo desilusionada con papá y Sirius. Tal como los describe mamá sí que parecen unos tremendos idiotas... tendré que hablar con Remus de esto larga y tendidamente. Necesito explicaciones y no encuentro a nadie mejor para que me las pueda dar. Apunto, en mi mente, el nombre de Marlene. No sé quién es, pero supongo que será una amiga cercana de mi madre, pues si no no habría sido mencionada como alguien que le da consejos a Lily en temas tan delicados como estos. Frunzo el ceño, decidida a encontrar algo en los viejos álbumes de la biblioteca. O si no, le preguntaré a Minnie. Le tengo que entregar mi trabajo de buena conducta en todo caso.
Cuando oigo mis tripas rugir con fuerza, suelto un suspiro y me obligo a mí misma a levantarme y vestirme algo. Unos pantalones negros, alguna camiseta vieja y una sudadera que antes pertenecía a Fred pero me la dio porque se lo había llenado de perfume de rosas sin querer durante una broma. No le gustan los olores fuertes. Silbando, y con un decente humor para ser yo a las nueve y media de una mañana festiva, me encamino por los pasillos hasta bajar al Gran Comedor. Hay pocas personas desayunando; aun no ha vuelto casi nadie (normal, pues estamos a 26 de Diciembre), aunque noto bastante ajetreo en la mesa de Slytherin. Al parecer el equipo de quidditch sí que ha vuelto, y por las túnicas que llevan, solo han vuelto para entrenar.
Mientras me meto un trozo de pan a la boca, frunzo el ceño pensando en la temporada de quidditch y en lo poco que hemos entrenado los Gryffindor desde nuestra derrota. Eso tendría que impulsarnos y hacer que nos esforzásemos más, pero no ha sido el caso. Nos han dejado abatidos, y con mis problemas privados, apenas le he prestado tiempo al deporte. Me reprocho en silencio mi falta de atención. Me guste o no, soy cazadora, es mi primer año, y si no sirvo de nada... me van a echar tan rápido como he entrado. Nota mental: Tengo que ir a entrenar un día de estos. Observo a las serpientes discutir tácticas mientras se zampan como bestias su desayuno. De todo el equipo, solo se me hacen conocidas cuatro personas: Tate Walker, que me está dando la espalda, lo mismo que Marcus Flint. Lea y Luke sí que están de cara a mí, aunque no me prestan atención.
Espera, ¿Cuándo ha vuelto Lea? Frunzo levemente el ceño. Ya no entiendo que pasa entre nosotras dos. Primero se acercaba a mí aterrada y llena de secretos y ahora simplemente no existo para ella. Y no sé cual de las dos opciones me duele más. Aparto la mirada con suavidad, como para esconder el reciente agujerito que se ha reabierto en mi pecho. Suelto un suspiro y le doy el último trago al té para terminarlo de una vez y salir de allá. Me levanto sin hacer ruido y desaparezco tan rápidamente como he aparecido. La fecha del siguiente partido está fijada: Sábado, 16 de febrero de 1991. Aun estamos a finales de 1990 pero en fin, los Slytherin no pierden tiempo.
Voy a mi habitación, de ahí al baño, me lavo los dientes, la cara y tras arreglar con un simple oculus reparo mis gafas, que se habían roto de forma inesperada ayer al sentarme encima sin querer, me las pongo, cojo el trabajo de buena conducta para McGonagall y bajo de nuevo al tercer piso para ir a la biblioteca a terminarlo.
-Annie.-La voz de Luke hace que pare, suspire, ruede los ojos y me de la vuelta, volcando toda mi atención (que no es mucha) en él.- No pongas esa cara, ni que te hubiese lanzado un traga babosas.
-No me gustaría vomitar a los de tu misma especie delante de ti. Vaya forma de faltarte al respeto.-Le sonrío de forma burlona, pero él aprieta la mandíbula e ignora mi ataque, sacando un pergamino de su bolsillo para ponérmelo en frente. Al principio no lo reconozco, pero pronto me doy cuenta de que esa es mi caligrafía. Trago saliva al darme cuenta de lo que es.
-¿Cómo pensabas ir a Godric's Hollow?-Alza una ceja, agitando el papel. Me abalanzo sobre él dispuesta a quitárselo, pero, tanto por la altura, que le da ventaja sobre mi increíble baja estatura, y sus reflejos, dignos de cualquier guardián de quidditch que se precie, no alcanzo ni a tocar el pergamino antes de que lo alce por encima de su cabeza.- No, en serio, me arde la curiosidad casi tanto como te arden las mejillas del enfado que estás aguantando.
-No eres quién para hurgar en mis cosas, ni mucho menos para meterte en mis asuntos.-Le suelto con calma forzada.- Devuélveme el pergamino, Luke.-Me ignora, se agacha hasta quedar a mi altura y agita el arrugado pergamino.
-Se te ha caído en el Gran Comedor. Lo he visto e iba a dártelo, pero de repente he leído Godric's Hollow y me ha picado la curiosidad. No sabes la suerte que tienes de que haya sido yo quien haya encontrado tu plan.
-Muchas gracias, oh, maestro Luke. ¿No te has planteado nunca dejar de ser guardián para ser buscador?-Le suelto con evidente sarcasmo. Intento apropiarme de nuevo del pergamino pero este lo aparta. Me mira como si estuviese mal de la cabeza.
-¿Te están amenazando de muerte y decides ir tú sola, fuera de Hogwarts, sin ayuda de nadie que te pueda proteger de tus propios poderes que se desatan con cualquier emoción fuerte, al sitio donde asesinaron a tus padres? Si hubiese un premio por ideas horribles, Potter, te juro que te lo concedían sin pensárselo dos veces.
-Un poco de respeto, serpiente de las mazmorras. Ni siquiera sé si las amenazas son de verd...-Interrumpo mi propio discurso de defensa. Lo miro con los ojos entrecerrados, enfadada de verdad.- ¿Cómo narices sabes tú lo de las amenazas, Brake?
-Lo intuía, no lo sabía con certeza. Pero me lo acabas de confirmar.-Me da el pergamino, enfadado. Nunca he visto a Luke tan serio. Aprieto la mandíbula e intento decir algo, pero tengo las palabras atascadas en la garganta.- No vas a ir a Godric's Hollow.
-¡No eres mi padre!-Me lanza una mirada que me calla antes de que pueda seguir hablando.
-No sola.-Y me corta otra vez antes de que pueda empezar a quejarme.- Vamos, Annie, no seas orgullosa. Las personas que saben que tienes magia blanca están fuera, y ni estando en el castillo te pueden ayudar. Yo sí, porque, no sé si tu cabecita de león engreído te deja verlo, pero te he salvado el culo un par de veces.
-Ya lo sé.-Mascullo enfadada.
-Bien. Y si no te sirve eso, alguien te está intentando matar. No tienes cómo llegar a Godric's Hollow, ni mucho menos tienes idea de cómo guiarte por la ciudad.-Alza un dedo.- Sí, yo conozco a gente que sí. Así que te voy a decir una última cosa. Tú te vas a encargar de llevarnos a los dos a hogsmeade y luego ya me encargo yo. ¿Entendido?
-¿Por qué estás tan seguro de que pienso aceptar tu ayuda?-Le pregunto, no enfadada, más bien curiosa. Está tan seguro que casi parece que vaya a desafiar al Ministerio de Magia si se lo propone. Este aprieta los labios, haciendo una delgada línea con ellos.
-Porque me necesitas. Aunque quieras, ahora mismo no puedes hacerlo tú sola. Y necesitar ayuda no te hace menos fuerte.-Suelta un suspiro, como si las palabras que acaba de soltar tuviesen un peso demasiado grande. En parte, es verdad.- Enviaré a Hermes con una nota para quedar mañana a la mañana.
-¿Te llevas bien con Hermes?-Suelto un bufido. Este hace una reverencia y me mira con una sonrisa amable y encantadora, digna de cualquier estafador de primera clase.
-Yo me llevo bien con todo el mundo.-Se endereza, se coloca bien la mochila al hombro y se dirige al final del pasillo.- Ahora mismo le plantearé a Flint esa idea tuya de convertirme en buscador.-Me dice con burla. Suelto una risa sin poder evitarlo.
-Y yo que pensaba que no podría haber nadie peor que el buscador actual.-Sonrío de lado, y aunque no lo haya visto con mis ojos, noto como Luke pone los ojos en blanco y baja las escaleras con esa sonrisa burlona suya pegada a la cara.
De repente me siento como si un gran peso se hubiese disipado de mi interior. Tal vez sea eso de no tener que esconder delante de alguien todos mis secretos por primera vez en meses. Luke es un caradura, pero es, aunque me cueste admitirlo, el único que sabe qué es perder a un familiar cercano y vivir con unos poderes que te pueden cortar la cabeza.
Eso sí, sigue siendo un insoportable de narices.
Me doy media vuelta, dispuesta a entrar en la librería como bien era mi plan inicial y terminar mi castigo en forma de redacción. Pero me choco con un cuerpo conocido, y no me hace falta alzar la vista para saber quién es. Su olor es inconfundible y su voz es más que conocida.
-Annie. Hace tiempo que... no hablamos.-La voz de Tate no suena del todo convencida tras formular esas dos últimas palabras. Noto como frunce las cejas, como retractándose.- Mejor dicho, llevas tiempo evitándome.
-¿Yo? ¿Evitarte?
Pues claro que lo evito. Desde que lo pillé con aquella chica con risa estridente de mapache en celo, lo único que he hecho es evitarlo. Lo que tampoco se me ha hecho del todo difícil, pues al ser mayor, no coincidimos en clases, y al ser de casas diferentes, no coincidimos en nuestro tiempo libre.
-Sí. Parece que hasta hablarle a una columna es mejor que saludarme.-Alza una ceja.
-Me di contra esa columna y estaba maldiciendo, ¿vale?-Otro bochornoso día que prefiero no recordar en estos instantes. Me encojo de hombros, en un gesto muy ensayado de inocencia ante bromas o acusaciones de profesores.- He estado ocupada. Y hablando de estar ocupada, lo siento mucho, pero tengo que terminar un trabajo de conducta lo antes posible y me estás robando un preciado tiempo que no puedo malgastar en estos momentos.
-Annie, mírame a la cara y por favor, para de rehusar contacto visual. Me pone incómodo hablar con tu coleta de tantas veces que giras la cabeza para mirar cosas inexistentes en el pasillo.
Siento como toda la sangre se me sube de golpe a las mejillas.
-¿Sabes por qué no deberías quemarle el culo a Marcus Flint? Porque después te ponen un castigo de dos meses limpiando pasillos y una redacción más aburrida que una clase oyendo a Snape hablar. Y ojo, eso que me gustan las pociones.-Mi penoso intento para cambiar de tema e ignorar su anterior comentario no da fruto.
-Annie... ¿Quieres dejar de mirar el suelo y mirarme a mí, por favor?
-No.-Admito, con total sinceridad. Es que no me apetece, y a él le sorprende, lo noto, que haya sido tan cruelmente sincera tan de repente. Abro la boca para disculparme pero no creo que merezca mis disculpas. Así que cierro la boca y conservo algo de dignidad.
-No me gusta estar así contigo. Y es que, ni siquiera sé qué he hecho mal, yo...-Se revuelve el pelo, lo oigo. Cierro los ojos y me encojo de hombros.
-Nada. Como digo, vivo ocupada. Adiós, Tate.
Me siento obligada a abandonar mi trabajo otro día más y volver a la torre de mi casa, donde me paso el resto de la tarde leyendo el diario de mi madre en un vago intento de escaparme de la realidad que me rodea. Hacia las ocho, justo cuando decido bajar a cenar, oigo unos picoteos en la puerta que me hacen girar la cabeza. Veo a Hermes con una nota atada en su pata y frunzo el ceño hasta que me acuerdo de Luke. Bajo de un salto de la cama y abro la ventana, dejándolo entrar.
-Pequeñajo.-Acaricio su plumaje con suavidad y le suelto la nota con cuidado. La desdoblo mientras este cierra los ojos, apoyado ahora en el alfeizar de la ventana.
Mañana a las 7.00 a.m. en el pasillo de las cocinas.
No te hagas la sorprendida, porque sé que sabes de qué pasillo hablo.
Luke.
P.d. La venganza a las serpientes de mi pelo vendrá pronto, maldita Potter.
P.d. 2. Tienes suerte de que haya podido deshacerlo fácilmente.
P.d. 3. Mañana no, pero te voy a matar.
Dejo escapar una risa pequeña al imaginarlo con el pelo lleno de serpientes y la cara de horror digna de una película de terror muggle. Niego con la cabeza y escondo la nota en el cajón de la mesilla de noche, junto a las amenazas de "Él se la llevó". Al fin y al cabo, la P.D.3 Se podía tomar como amenaza, ¿verdad?
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