16. El amigo invisible

Vamos a decir que la llegada de la navidad a Hogwarts es de mis cosas favoritas del año. No solo por la variedad de decoraciones que inundan el castillo en estas fechas, sino también por el buen ambiente que se genera. Aun así, me siento algo sola hoy. Fred y George se fueron a casa ayer. Kurt se ha ido después del desayuno, junto a los mellizos Brooke (mejor dicho, John, porque Noa sigue en el hospital). Y Lea... bueno, me he enterado algo tarde de que se fue ayer. Ni siquiera se despidió, y sigo sin entender su actitud distante hacia mí. El único que me queda por los alrededores del castillo es nariz torcida, pero no sé si la tregua de la "charla amistosa" (o como prefieras calificar eso, vocecita interior...) que tuvimos hace algunos días sigue en pie. Una guerra de bromas es una guerra de bromas. No se puede tomar así a la ligera.

Este año he decidido quedarme en el castillo. Remus está algo ocupado con la luna llena y no quiero causar molestias a nadie ni meterme en familias que no son mías, a pesar de que no lo haya dicho de tal forma a la hora de rechazar mil y una ofertas. Así que paso otra hoja del libro de pociones mientras dejo caer mi cabeza sobre mi puño. Es aburrido tener que hacer los deberes de pociones a primera hora de la mañana, pero no podía dormir y tampoco puedo entrenar con el catarro que tengo (me siento algo mal ya que le prometí a Oliver Wood que entrenaría hasta que las fuerzas me fallasen), así que es lo único provechoso que puedo hacer por ahora.

-Tus formas de diversión son increíbles.-Dice Luke sentándose frente a mí. No alzo la mirada del libro porque no merece la pena, ni gasto saliva con este...- Potter, no se ignora.

-Estoy. Haciendo. Los. Deberes. Déjame.-Paso otra hoja más y sigo leyendo. Ahora que lo tengo delante, debería ir pensando la siguiente broma... tal vez alguna de estás pociones pueda ayudarme.

-Vamos, no seas así.-Me quita el libro, forzándome a alzar la mirada. Lo miro mientras mis labios se tuercen en una mueca de rabia.- Uh uh, Potter se enfada.

-Trae el libro, Luke.-Le susurro enfadada. La bibliotecaria está riñendo a dos de cuarto que estaban besándose en una esquina, así que no se entera (no aun) de la pequeña disputa que estamos teniendo.

-Hmmmmmmm, vale. Toma.-Me tiende el libro. No puedo esconder el asombro, pero voy a cogerlo sin dudarlo, con la ira burbujeando dentro de mí. Entonces este lo retira rápidamente, haciendo que eche el cuerpo hacia delante por no encontrar nada que agarrar. Se echa a reír.- ¿De verdad creías que iba a ser tan fácil, Potter?

-Eres un idiota, hijo de babosas, trae ese libro aquí ya, tarántula asquerosa.

-Toma repertorio, no has repetido ni un insulto.-Suelta un silbido de asombro que atrae la atención de la señorita Prince. Aguanto el suspiro de rabia que quiere salir, notando mi cara arder más de lo normal. Luke entonces me mira, no sé si noto en su mirada algún tipo de preocupación, pero no tardo mucho en apartar la idea cuando se levanta de un salto y echa a correr. Suelto un gritito de desesperación. Meto todas mis cosas rápidamente en la bolsa y empiezo a correr tras él.- ¡A VER SI ERES TAN BUENA CORRIENDO COMO LO ERES CAYÉNDOTE DE LA ESCOBA, POTTER!

-¡VEN AQUÍ, SERPIENTE INMUNDA!-Creo que nuestros gritos se escuchan en todo el castillo, pero eso no es lo que más me importa en estos momentos. Llegamos a un cruce en el que lo pierdo de vista. Paro de correr, con la respiración agitada, apoyando las manos en mis rodillas y mirando alrededor. Suelto un pequeño quejido.- Estúpido idiota, ahora me va a costar milenios encontrarlo con lo enorme que es este castillo.

Me apoyo en la pared, soltando un resoplido. Dejo caer la cabeza, agotada. Otra noche sin dormir bien, otra noche llena de pesadillas que me ha dejado agotada y asustada. No recuerdo haber tenido noches así nunca, ni siquiera en los primeros años en los que fui consciente del asesinato de mis padres. Meto la mano en la bolsa para sacar mi bufanda, pues me decido por ir a dar una vuelta por los jardines. Pero mis dedos rozan un pergamino muy conocido y muy útil en estos momentos. Notando como una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en mi cara, saco el mapa del merodeador y me escondo en una esquina, extrayendo mi varita del bolsillo de la túnica.

-Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.-Susurro, con la punta apoyada en el pergamino. La tinta empieza a formar lo que ha sido mi compañero de travesuras desde tiempos inmemorables.- Y tanto que no lo son.

***

Miro la poción burbujear en el caldero. Después me fijo en el reloj de bolsillo que me ha prestado Minnie para que no llegue tarde a clase nunca más. Ha sido un regalo de navidad adelantado que nos ha sacado una risa, aunque sea pequeña, a las dos. Alzo la vista del reloj, y miro el mejunje amarillento. Unos cinco minutos más y esto debe estar terminado. Meto el pequeño reloj en el bolsillo de los pantalones y observo el mapa, abierto al lado mío, para asegurarme de que nadie se acerca a los baños de Myrtle. No sé por qué lo hago porque ningún profesor se para a pensar que en la madrugada de nochebuena una alumna está haciendo una poción en los baños de un fantasma llorón, pero es lo que hay. Aunque se me hace extraño no haber oído a Myrtle una sola vez en las cuatro horas que llevo aquí dentro. Saco el frasco que he tomado prestado del armario de Snape y lo vierto, lentamente, en el. Lo cierro con el tapón, limpio el caldero y lo meto en un pequeño agujero que hay tras una baldosa al fondo del todo. Me levanto, sin hacer ruido, y salgo del baño, asegurándome de que no hay nadie merodeando por aquí. En un ir y venir voy a los vestuarios de quidditch de Slytherin.

-Alohomora.-Murmuro con la varita en alto, apuntando a la taquilla de Luke. Le lleno el bote de champú con la pócima, que le dejará el pelo de un color amarillo-verde horrible y lleno de rizos indomables (literal porque cobran vida, como pequeñas serpientes). He encontrado en el último momento la poción, y a pesar de que me han faltado algunos ingredientes para que fuese MUY duradera he podido reemplazarlos por otros que más o menos funcionarán. Cierro todo de nuevo y vuelvo al castillo rápidamente. Voy con calma, el mapa escondido de nuevo en el bolsillo interior de la túnica y la varita a su lado. Es entonces, alrededor del sexto piso, cuando oigo los pasos, como no, de Snape. Su forma de andar es inconfundible incluso al oído. Echo a correr por los pasillos, sin poder ver muy bien en la oscuridad. Me sé todo los pasadizos de memoria, pero creo que me ha dado un lapsus porque no me acuerdo de ninguno. Corro hasta el séptimo piso y paso de largo el corredor, pero decido volver al ver que el otro camino no lleva a ninguna parte. Es entonces cuando, de repente, veo una puerta en la pared, que creo que antes he pasado de largo. Entro rápidamente, en silencio. Cierro la puerta, me apoyo en la madera con los ojos cerrados y me concentro en regular mi respiración. Oigo los pasos de Snape alejarse por el pasillo, aunque aun no es prudente salir, lo sé. Abro los ojos y observo la habitación; es pequeña, acogedora, con una alfombra roja y unos sofás pequeños alrededor de una chimenea, la cual, por las pequeñas crepitaciones de la leña, está encendida. Me acerco lentamente y puedo divisar algunos paquetes en el suelo. Me siento fatal al instante, pensando que me he metido en una habitación de algún profesor y le estoy arruinando toda la privacidad al curiosear en su pequeño salón. Pero mi malestar se convierte pronto en confusión al ver una carta con mi nombre en ella. Me agacho y la cojo para leerlo mejor. La tinta verde esmeralda brilla con la luz del fuego, y la caligrafía es tan bonita que podría observarla durante horas. Pero mi curiosidad es más grande aun que mi admiración, así que le doy la vuelta, lo abro, y saco el primer pergamino de tres que está dentro. Lo desdoblo y leo con calma.

Querida Annie.

No sé si estos regalos terminarán en algún punto perdido del castillo, en tu sala común o en tu habitación. Intentaré que te lleguen de todas formas, pues creo que te mereces un regalo bastante más cercano de los que sueles tener. Algo más íntimo, por decirlo de alguna forma. Sé que estás pasando por duros momentos, pero de verdad espero que estos dos objetos te puedan ayudar a sobrepasarlos. Los otros dos pergaminos, son, respectivamente, de los dos regalos. Primero abres un regalo, y después lees la carta que le corresponde. Si lo haces al revés, se pierde la gracia. Feliz navidad,

Un Desconocido Que Te Desea Lo Mejor.

Bajo la carta con suavidad, sin poder adivinar qué es lo que esconden los paquetes. Dejo el papel a un lado y cojo el paquete más grande. Es mullido, como si fuese una pieza de ropa. Rasgo con suavidad el papel y saco, lo que a primera vista, parece un jersey de lana. Lo observo detalladamente y es entonces cuando me doy cuenta de que es el jersey del equipo de quidditch de Gryffindor, el que usamos para entrenar. Solo que más grande y más viejo. Cojo el pergamino que tiene puesto el jersey, y lo desdoblo con intención de leerlo.

Este jersey, como bien habrás podido observar como jugadora de quidditch que eres, es el jersey reglamentario del equipo, el que te dan cuando te conviertes en un jugador. La única diferencia entre tu jersey y este es que este es más grande y más viejo.

Sonrío sin darme cuenta, pues parece que este desconocido me puede leer la mente.

Hay también otra diferencia. Su dueño. Este fue el jersey que tu padre llevó puesto los cuatro últimos años en los cuales lideró el equipo. Espero que te ayude en vuestro siguiente partido, a pesar de que te quede enorme.

Siento los ojos aguados. Bajo el pergamino, dejándolo encima del otro, y abrazo la prenda con fuerza. No, no tenía nada de mi padre al contrario de mi madre. No encontré ni su ropa, ni sus objetos, nada. Tener, por fin, un objeto suyo entre manos, en mis brazos, me llena de un calor y de una felicidad melancólica. Antes de empezar a llorar a mares, me pongo el jersey. Me seco las lágrimas que han podido escapar de mis ojos y cojo el segundo paquete, este ya con pinta de libro. Lo abro con suavidad y me encuentro con un cuaderno de color negro, pintado por encima con un montón de flores en pintura blanca. Lo acaricio, notando el óleo seco bajo mis dedos. Esto está hecho a mano. Lo abro con suavidad, encontrándome con un montón (todo el cuaderno junto con unas hojas sueltas) de cosas escritas a mano, dibujos y incluso algunas pequeñas fotos. Abro un poco la boca. Rápidamente cojo el pergamino, que tiene escrito encima el diario.

Este diario pertenecía a tu madre. Lo empezó a escribir en tercer año, justo cuando las riñas entre ella y tu padre empezaron a florecer. Está lleno de recuerdos suyos que he decidido compartir contigo, porque creo que eres digna de tener entre manos lo que ellos no han podido contarte por si mismos.

Dejo caer el pergamino y vuelvo a coger el diario. Suelto una risa entremezclada con un sollozo. No sé cómo agradecer a la persona que me ha traído esto, que ha podido encontrarlo y ha decido, en vez de quedárselo, dármelo.

Me acurruco en el sofá, con los ojos cerrados, hecha una bolita en el jersey de mi padre y abrazada al diario de mamá. Por un momento, siento que ellos están aquí conmigo, como si me pudiesen abrazar y susurrar al oído una feliz navidad. Tal vez por eso, y por primera vez en mucho tiempo, haya sido capaz de dormir sin sufrir una sola pesadilla. Porque los tengo, tal vez no físicamente, pero al menos en el corazón... por primera vez en mucho tiempo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top