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7. Robby

Por la tarde, de camino al dojo, nuevamente me fui en bicicleta. Está vez no avisé a donde iría ya que papá había ido al trabajo junto con Amanda y nadie se dió cuenta que salí.
Al llegar al centro comercial, por la parte de atrás, aumenté un poco la velocidad para saltar el escalón de la banqueta, sin embargo un chico salió de la nada en patineta, atravesandose.
Los frenos de esta cosa no sirvieron y no iba a estamparme contra el vidrio.

—¡Cuidado! —él me miró con miedo cuando notó que iba a toda velocidad, y de pronto el freno de adelante funcionó haciendo que la bici se quedara atrás y yo volara hacia el.
Cerré mis ojos cuando impactamos y caímos al suelo— diablos.
—Deberías ir más despacio —dijo el chico a mi lado.
—Yo no salí de pronto —miré mi codo y este tenía un raspón.
—Soy un peatón.
—Te ví en la patineta —no por nada soy buena observando.
—Bien, si, debí fijarme cuando aparecí, lo siento —él rodó los ojos- pero también tienes la culpa.
—Si, como sea —el chico se puso de pie sacudiendo su ropa y después me tendió la mano.
—Vamos, no muerdo —negué y tomé su mano. El tiró de mí y quedamos frente a frente.
—Bien, fue un gusto caer contigo —fui hacia mi bicicleta y la levanté. Ahora me doy cuenta que también me raspé una rodilla.
—Lo mismo digo. Soy Robby, por cierto.
—Annie.
—Muy bien. Oh, toma —me extendió mi celular, ahora roto— también siento eso.
—Descuida, ya estaba así. Pero gracias, debo seguir mi camino.
—Claro, también yo.
—Adios Robby, ya no te le atravieses a ciclistas.
—Claro, y tú no atropelles a los skaters —ambos sonreímos y segundos después cada quien siguió su camino.

—Bienvenida Annie —dijo el sensei cuando entré— ¿qué diablos te pasó?
—Choque con un skater.
—Deberías tener más cuidado —asentí— hay un botiquín en el baño.
—Gracias.

El asintió y fui a limpiar los raspones que tengo. Después regresé a la colchoneta para empezar con el calentamiento.

—Bien, empecemos.
—Oye —le susurré a Miguel— gran pelea la de hoy.
—Gracias.

Por los siguientes minutos continuamos calentando, y de hecho ya teníamos puesto nuestro uniforme oficial de Cobra Kai.
Una media hora después, aproximadamente, nos dimos cuenta que afuera había un bullicio.
El Sensei salió y después volvió con muchos chicos que se unirían a la clase.

—Que bueno verlos, chicos —saludé a Eli y a Demetri.
—¿También tú? —dijo el más alto— creí que te mantendrías cuerda, Annie. Te lavaron el cerebro —rodé los ojos por la negatividad de mi amigo, pero igual me dio risa.

Bien, comencemos —el sensei salió de su oficina, pero nadie le hizo caso—¡Silencio!


Él caminó entre todos mirándolos de arriba a abajo.

—Bonita camisa —le dijo a Demetri.
—Gracias.
—¿Bromas? Es horrenda. Un consejo: —le dijo a un chico de cabello largo— si tienes dientes feos, no sonrías. Dios mío —le dijo a otro chico— me siento como una virgen cuando te veo. Cuando miro este dojo, no veo material para Cobra Kai. Veo perdedores, veo nerds. Veo a un niño gordo con senos saliéndose, pero en mi tiempo como Sensei también he visto milagros —él dirigió la mirada hacia nosotros— y tal vez hay esperanza en ustedes. Pero necesito saber cómo están, así que formense —nadie entendió— significa alinearse.

Todos se formaron detrás de nosotros.

—No, alinearse no significa hacer una línea. Alinearse, formarse.
—¿Significa hacer filas?
—Si —el sensei tapó su cara con ambas manos— formen filas. Posición de combate —todos colocamos los puños a la altura de nuestra barbilla— ¡Ya! —tiramos un golpe— ¡Ya!

Observó a todos los nuevos y les aconsejó, a su manera, a como golpear. Hasta que se topó con Eli.

—Oye Labio. Si, tu, el del labio raro. ¿Con quién crees que hablo?
—Disculpe señor Lawrence...
—Sensei Lawrence —corrigió Aisha.
—Bien. No debería burlarse de la apariencia física —dijo Demetri.
—¿Enserio?¿Se supone que no mencione su labio?
—Pues si.
—Quizas sea lo que les enseñan en la escuela, pero en el mundo real, no pueden esperar a que la gente haga lo correcto. ¿Si? ¿Oíste, Labio? Si no soportas que alguien se burle de ti ¿cómo lidiaras con un codo en los dientes?
—¿Llamando a la policía?
—Cierra la boca, Demetri —le dije.
—No, deja que continúe.

Cómo era de esperarse, mi amigo no cerró la boca y el sensei le dió su merecido humillandolo frente a todos.
Cuando Demetri abre la boca, no hay quien lo detenga, y eso es malo para él.

Al día siguiente, papá me dijo que fuera al negocio, el concesionario, para que lo conociera. Sam me llevó, porque no tenía idea de dónde estaba, además de que me dolían los raspones con mi jeans como para pedalear.
Me sorprendió lo enorme que es.

Ahí me explicó todo el trabajo que hacía, incluído el regalo que le hacía a los clientes: los bonsáis.
Dijo que podía ir cuando quisiera.

Le está llendo bien con su papel de padre.
Aunque aún no olvido lo que escuche la otra noche.

—Vaya, vaya —dije viendo al chico que estaba acomodando las cajas de palomitas— miren a quien tenemos aquí.
—Hola —me sonrió.
—¿Cómo estás Robby? No sabía que trabajabas aquí.
—Empecé el lunes. ¿Y tu?
—Es la primera vez que vengo.
—¿Trabajarás aquí?
—No, en realidad vine porque mi papá me invitó.
—¿Eres hija de LaRusso? —asentí— pero no te vi en las fotos de su escritorio.
—Larga historia —hice énfasis a "Larga"— y para otro día.
—Annie —papá me llamó.
—Debo dejarte. Fue bueno verte, Robby.
—Lo mismo digo.

Seguí a papá y a dónde unos clientes estaban, pero de reojo noté como el primo de Daniel, Louie, le daba las llaves a Robby de un Porsche. Cuando el chico se acercó al auto, Louie se burló desde lejos.
Algo no andaba bien.
El rugido del motor me hizo sobresaltar y papá corrió hacia el.

—¿Qué diablos haces?¿Arrancar un auto en un salón lleno? —Robby se bajó del auto— ¿Estás loco? ¿En qué pensabas?
—Al diablo —Robby se marchó muy molesto.
—Papá —Daniel me miró sorprendido.
—Me llamaste papá.
—Oh —sentí un poco de vergüenza.
—No, está bien. Esperaba oír eso con ansias.
—Creo que tienes que hablar con él. Le pusieron una trampa —con la mirada señala los dos tipos que se burlaban de él.
—Si —papá corrió hacia fuera para hablar con el chico.

Ayy el amor
Jajaja

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