CAPITULO 92
Manuel
El frío de las épocas de invierno más bonitas para el mundo entero cada vez estaban más a la vuelta de la esquina. La temperatura lo único que le provocaba a media población estadounidense es estar encerrado en su casa viendo películas, o ir a alguna cafetería a perder el tiempo solo viendo por la ventana con un café en mano pensando en como su vida podría ser más dramática.
¿A mí? A mí tantas ideas juntas no me dejaron dormir, incluso cuando pude. Había sacado una nueva carpeta para adjuntar ahí toda la información encontrada sobre Phillippe y sus mierdas.
La misma que llevaba está mañana a plena luz del día, lanzandola en la mesa de metal que estaba en la sala de interrogación. La carpeta color beige hacia brillo en el centro del color plateado de la superficie que nos separaba al pelinegro y a mi.
Me miraba con un humor de perros por haberlo hecho salir de la celda tan temprano.
—¿Que tenia Anet de especial?
El ya sabía que lo sabía, no se molestó en negarlo.
—Sinceramente no mucho.
—Parece buena chica,—me encogí de hombros—: ¿No te importó eso?
Casi se rió,—: Green, a estas alturas ya sabes el porqué de Anet estaba en mi lista de favoritos.
Me dió asco, pero la expresión de mi rostro sólo le debió dar la afirmación que buscaba.
—Te gustaba decirle Annie una y otra vez.
La expresión de burla desapareció.
—Era una forma de darme tranquilidad
—¿Tranquilidad? ¿De pensar en una niña que no sabías ni siquiera si seguía viva o no después de estar bajo tu techo?
Se tenso.
—Me hubiera enterado si hubiera muerto.
—No lo sabes...—comenté—: ¿Y si hubiera sido diferente? —ni yo quería imaginarlo—: ¿Si te dijera justo ahora que estás incriminado por alojar a una víctima en tu apartamento, que poco después perdió la vida? Ahora tendríamos un cadáver.
—¡Pero no lo está!—ladró
Di un golpe en la mesa.
—Por qué ella es fuerte y aguanto lo suficiente para escapar. Y creeme que sino hubiera sido por Andrew ahora mismo si tuviéramos un cadáver.—ni siquiera quería pensar de la forma en la que nos hubiéramos enterado de lo sucedido con Annie. Literalmente sin la ayuda del rubio, nunca habríamos sabido de la existencia de Annie.
Sus ojos podían ser oscuros, pero se podía presenciar claramente como en su mente estaba volviendo algún caos.
—Volvamos a Anet
—¡No me importa Anet!
—Oh, ya lo sé. —sonrei sin mostrar los dientes—: Quiero saber que hacías con ella que te hacía revivir alguna escena morbosa con Annie.
El ruido de las esposas en sus manos sonó. Haciendo eco en la habitación.
—No había morbo...
Rei, —Si claro, —dije con sarcasmo. Abrí el expediente —: Ella dijo que una vez que lloró frente a ti, enloqueciste.
Sino fuera por la capa delgada de sorpresa que lo cubrió, hubiera dicho que ya sabía que habíamos hablado directamente con Anet mucho antes de venir con él. En su mente, capaz había supuesto que nosotros sociabamos Anet con Annie no solo por nombre, sino también por cualidades físicas. Ahora, Phillippe se encuentra acorralado intentando adivinar que fué todo lo que nos soltó la señorita Rhod.
—No me gustan los llantos.
Se me escapó una sonrisa ladeada,—¿Por qué?
—Es ruido.
—Algunas veces, las cosas que no nos gustan o nos desagradan a una magnitud excesiva, es porque vienen de algún trauma. —el pelinegro miró la foto de Anet en la carpeta—: Sabemos que tus traumas vienen de aquellas mil veces que Annie solo lloraba y pedía a gritos que la soltaran.
—Green...—advirtió, el ruido de las esposas volvió.
—Anet pensaba que te preocupabas por ella, ¿Sabes?—comenté de lo más casual—: Anet juraba que era que estabas empezando a sentir algo por ella, lo suficiente para enloquecer si ella soltaba una lágrima.
—Basta.
Ahí estaba aquel tintineo de cadenas mucho más fuerte.
—Cuando en realidad el verla llorar solo te llevaban a tus recuerdos de Annie.
—¡Basta Green!
—Por la que sí sientes algo.
Fué suficiente para que Phillippe hiciera uso de toda su fuerza retenida para empujar la silla hacia atrás. Yo, sin moverme observé como el pelinegro perdía el sentido mientras se sacudía intentando soltar las esposas de sus manos y pies. El estruendo de la silla estampada en la pared, más los gruñidos de Phillippe, fue lo justo y necesario para que dos oficiales más entrarán armados, logrando sujetar al esposado contra la mesa. El gruñido animal que se escapó de su garganta mientras su cabeza era estampada con el frío del metal fue espantoso.
—¿Sientes algo?—pregunté, él sabía que no me referia a su incomodidad de ahora.
—Callate
—Phillippe te hice una pregunta
—No se que mierda tiene que ver eso con Annie y tu miserable caso.
—Puede ayudar solo por el hecho de que sí sientes algo, en el fondo de ti debe haber algún sentimiento de venganza para quien de verdad hizo sufrir a Annie.
La psicología inversa, la manipulación y el habla deberían ser hasta los momentos la última arma que me quedaba. Su silencio hizo que el corazón hiciera golpes en mis costillas.
«Lo está pensando»
—Tu no tocaste a Annie,—no estaba tan seguro de eso, pero hacerle creer que le creo debería bastar—: Alguien más lo hizo, alguien no tuvo temor ni misericordia contra una niña. La golpearon, —se removió contra la mesa, uno de los oficiales le hundió más el agarre en su cuello—: La maltrataron, y no estamos totalmente seguros de si la violaron o no.—ese fue el primer examen que le hicieron a Annie, no había maltrato en su zona íntima, pero dudo que Phillippe supiera de eso.
Los gruñidos buscando escapar cada vez se hacían mas presentes.
—Si sientes algo por Annie, necesito tu ayuda.
Por primera vez desde que él está aquí, pude sentir como el aire de la sala cambio. No quería ilusionarme pensando que iba a cambiar, que iba a colaborar por completo. Pero ésto ya era un gran avance, y mucho más cuando el ruido de las esposas se detuvo.
Lo tomé como una respuesta silenciosa.
—Sueltenlo.
Los oficiales rápidamente lo soltaron, dejando que Phillippe se acomodara sólo de nuevo en su silla. La mirada oscura en su rostro no parecía ser solo rencor por lo que lo estaba haciendo pasar, sino también culpa, venganza.
Después de segundos que me parecieron años, el pelinegro se enderezó.
—Nunca estuvo solo,—el frío en mi sistema aumentó —: Si dieron con Anet, dieron con mi habitación y si dieron con mi habitación, dieron con mi computadora. —sus hombros se tensaron—: Así que saben que yo lo traje a la cuidad.
Nunca dije que el desquiciado fuera estúpido, el sabe, y mucho. Todos en este comando sabemos lo inteligente que es.
—Una vez, después de que Annie llevaba poco más de dos semanas en mi piso. —su mandíbula se apretó —: lo escuché en una llamada, dijo que estaba en New York y que sabía que yo no lo iba a ayudar mucho tiempo. —cuando sus ojos se alzaron hacia los míos sólo había odio en ellos—: Dijo que necesitaba al grupo completo.
Un grupo, en ese momento había más de uno.
—¿Grupo? Hemos captado solo a uno
Phillippe rio de forma vacia—: ¿Y es el mismo?—cuestiono—: Si es el mismo sujeto en lo que tienen es porque su dichoso grupo al igual que yo lo dejaron solo como el ser miserable que es.
—¿Por qué no me dices quien es?
Phillippe sonrió.
—Por que yo no he visto ni una propuesta de trato en esta mesa, así que tendras que conformarte con lo que digo.
Un puño seco se me escapó, dando un golpe en la mesa tan fuerte que la movió. Phillippe ni se inmutó.
—Continúa.
—Él es Australiano.—otra pista—: Estaba tan perdido cuando llegó aquí que se recorría todos los dias tramos y tramos de la cuidad a pie. Decía que sería mejor conocerla de esa manera para que cuando le tocará hacerlo solo fuera más fácil.
—¿Y Annie?
—Annie se quedaba en el mismo sitio.—su voz perdió emoción—: Yo no tenía nada que ver con eso, ni me acercaba.—otra vez sus dientes estaban tensos—: Y ponerme a pensar en lo que habría hecho de sacar a Annie de sus manos no sirve para una mierda,—su mirada estaba vacía—: No sabría que hacer en ese momento de todos modos.
Cómo si fuera una descarga de energía, Phillippe se enderezó.
—¿Dónde esta?
—¿Quién?—sabia a quien se refería.
—Annie
—En casa.
Phillippe rio sin ganas—: ¿Con el rubio?
—Si, Andrew.—intenté sonar despreocupado—: Vive con él.
—Quiero suponer, oficial Green.—volvió con su tono petulante—: Que ya sabes que tu amigo anda loco por estar con Annie.
«Terreno peligroso Phillippe»
—Oh, lo sabes, que bueno.—movio la cadena de sus esposas—: Cada vez que aparecía junto a ella se notaba la posesividad. —eso no le gustó decirlo—: ¿La vez que impidió que se me acercara? —chasqueó la lengua—: Andrew sabe que yo solo necesito unos minutos con Annie para hacerla entender muchas cosas.
—Ya te volviste loco.
Sin ganas de seguir escuchando, me levanto de la silla con la carpeta en mano. Estoy a solo pasos de la puerta cuando lo escuchó hablar de nuevo.
—¿En serio crees que Annie deba vivir con él?—preguntó a mis espaldas—: Ella y yo estamos igual de jodidos mentalmente, compartimos la misma mierda. —me voltee para poder observar su semblante serio—: Annie con él no está curando nada, sólo lo obvia. Y muchas veces, la forma de sanar es enfrentando lo sucedido con quién lo haya vivido en conjunto.
—¿Crees que Annie estaria mejor contigo?—quise reír, intentando omitir como sus palabras me hacian latir la vena de la frente.
No lo negó, pero tampoco dijo que sí—: Si me vas a presentar un trato para hablar más, en cualquier pedazo de papel tiene que estar escrito de por lo menos una visita semanal de Annie para verme.
Mis ojos se salieron de su órbita.
—Phillippe yo no puedo..
—¿Eres oficial, no?—miró la placa en mi chaleco—: Habla con un psicólogo o con quién mierda quieras para que te dé una orden, pero si quieres más información vas a tener que poner que para yo no pierda los estribos y ahorque con mis propias manos a media prisión, Annie va a tener que verme.
—¿Y si ella no quiere?
Phillippe sonrió.
—Lo hará,—miró hacia al frente—: Ella sintió lo mismo que yo al tenerla en frente después de saber lo que teníamos en común.
—¿Miedo?
El pelinegro volvió su mirada hacia mi, su expresión de nuevo volvía a ser seria.
—Conexión.
Abandoné la habitación, dando la señal a los mismos oficiales de afuera que trasladaran a Phillippe devuelta a su celda. La cabeza me daba vueltas, la consciencia me carcomía.
Andrew no me perdonará esto, mucho menos porque lo estaba considerando.
Llegué mi escritorio para dejar las carpetas y comenzar el informe, no fué hasta nada más sentarme que recibí un mensaje del rubio, pidiéndome que me acerque a su apartamento.
Ciertamentqe la relación entre los dos cada día estaba más tensa, sus opiniones con las mías no estaban yendo por el mismo camino. Mucho menos con el mismo sentido común, pero agradecía saber que por lo menos sabía que podía contar conmigo en caso de que algo sucediera.
Tras una breve merienda por el camino, estacione frente al edificio, saludé al portero como de costumbre solo que está vez me hizo mostrar mi placa.
Junté mis cejas.
—Ordenes del Señor Reyes.—asentí, pero en mi interior solo estaba poniendo los ojos en blanco.
«Cerraduras, vigilancia, identificaciones para entrar.. Andrew en cualquier momento encerraría a Annie en un búnker»
Subí al ascensor sin saber que podía esperarme una vez que estuviera enfrente del rubio. Sin embargo, me estaba esperando en la puerta una vez que la caja metálica me dejó salir. Sin decir media palabra lo observé mientras nos aproximabamos al interior del apartamento.
Andrew estaba cansado, había bolsas oscuras bajo sus ojos y sus hombros estaban tensos. Normalmente es un hombre detallista, quisquilloso con sus cosas, con el orden. Ahora habían chaquetas, tazas de café y residuos en la mesa del comedor junto a su maletín del trabajo. El Andrew Reyes que yo conozco nunca hubiera permitido eso.
—Admito que me sorprendió tu mensaje.—intenté romper el silencio una vez que nos acercamos a los muebles de la sala de estar. El rubio apenas volteo a verme mientras hablé.
—No lo hice porque quisiera.
«Seguía molesto»
Tomando asiento en el sofá familiar observé como él se sentaba frente a mi en el individual. Apoyó sus codos en sus rodillas al mismo tiempo que juntó sus manos. Su mirada estaba fija en la mesa de vidrio que había entre nosotros.
Y ahí fué cuando lo noté. Una navaja.
En fracciones de segundos mi mente empezó a volar en las mil y un razones por las que Andrew podría tener un arma nivel uno bajo su techo. Removiendo mi memoria hacia atrás en las veces que Andrew me habló de lo sucedido con sus padres nunca mencionó usar un arma para defenderse, tampoco se consideraba alguien agresivo. ¿Annie le había dicho algo? Dudaba mucho que en la mente de Annie pudiera existir la posibilidad o la fuerza para ella misma herir a alguien, pero no quitaba la opción de que por lo que le sucedió en su interior pudiera existir el odio suficiente para que alguien más lo hiciera por ella.
—¿Y Annie?—pregunté sin apartar la mirada de la navaja.
—Acostada, descansando.—las peores escenas pasaron por mi cabeza cuando comentó aquello. Alcé los ojos y lo evalúe, hombros tensos, no hay dilatación de pupilas, mucho menos rojez en su rostro.
«No hubo intimidad»
—¿Descansando?—pregunté, más tranquilo.—: ¿De qué?
—Problemas de mujeres—junté las cejas, eso después lo averiguaría—: Le dije que iba a trabajar en la sala, que me gritara si necesitaba algo y yo subía.
Asentí, mirando a mi alrededor para encontrar su laptop estaba cerrada en la parte superior del piano. Si había intentando trabajar, pero decidió llamarme a mi.
Enfoque mi vista de nuevo en el centro de mesa.
—¿Pará que necesitas eso?—el sudor frío de la nuca empezaba a correr por mi espalda.
Andrew no es así.
—Necesito que me enseñes a defenderme.—la seguridad con la que habló hizo que se trancara el estómago.
Sin embargo, bufé.
—No, no lo necesitas.
—Manuel...
—Andrew este no eres tu,—lo señalé con el dedo—: ¡Tu no te metes en problemas!
—Baja la voz—amplió los ojos, haciendo énfasis en lo que hablaba.
Apreté la boca al mismo tiempo que apretaba los ojos, mis manos se movían intentando buscar las palabras correctas.
—¿Para que mierda necesitas defenderte?—casi gruñi.—: Phillippe está bajo custodia, tienes gente profesional vigilandote justo afuera..
—¡Pero un maldito loco sigue a espaldas de nosotros!—comentó, dándose cuenta que alzó la voz, agarró aire—: Si nos toma con la guardia baja tengo que saber que hacer.
—¡Llamas a la policía!—grité en susurros.
—¡No habrá tiempo!—soltó, se frotó las manos por el rostro—: Manuel si tú no me ayudas, buscaré aprender a usarla por mi cuenta.—sonó a amenaza—: Y sabemos que será mucho peor.
Lo miré sin poder creer que clase de versión de Andrew estaba presente. Me levanté y empecé a caminar por la habitación, pasando mis manos por mi cabello una y otra vez.
—Andrew, no creo que..
El rubio se levantó.
—Manuel, por favor.—aproximo sus pasos a la parte trasera del mueble, extendiendo sus brazos—: No voy a lastimar a nadie.
Sonaba seguro, pero tenía la misma seguridad que cuando me pidió que le enseñe.
—Me estás pidiendo que te enseñe a usar un arma Reyes.—decirlo en voz alta sólo lo hacía peor—: ¿En qué cabeza cabe?
—No confío en esa gente allá afuera,—soltó con desespero latente en su voz, con pasos rápidos se aproximó a las ventanas que cubrían toda una pared, mirando hacia la calle—: No confío en ellos, nunca me sentiré a salvo con esa gente pisandome el culo.
—Ellos están cuidandolos.
Andrew perdió la postura.
—¡Ellos no saben de quién!—gruñó retomando sus pasos hacia mi otra vez—: ¡Quiero sentirme capaz de poder defendernos a mi y a Annie si ese desquiciado nos ataca por la espalda!
—Andrew..
—¡No pienso dejar que le hagan daño de nuevo!—aseguró, alzando la voz—: Así que te pido por favor, que si quieres mi seguridad y la de tu preciosa víctima, cómo tanto te gusta llamarle—tomó aire, asegurándose que mi mirada no se despegará de la suya—: Enséñame.
Mi subconsciente me enviaba mil imágenes de las posibles escenas desastrosas que podían ocurrir si Annie salía herida, si a ambos los atacaban con la guardia baja. También en lo que podría pasar si Andrew intenta practicar solo, en la cantidad de lesciones o daños que podría causar y causarse a él mismo o a Annie por los intentos fallidos.
No podía creer lo que estaba por hacer.
—Vendré mañana a primera hora,—comenté manteniendo mi mirada severa en la suya—: Los llevaré a la comisaría, a ambos. —mencioné a Annie, él no dejará que se quede—: Hay un espacio donde podemos practicar algo.
Andrew pareció llenarse de alivio.
—Green, gracias, yo..
Alcé la mano.
—Sólo lo hago porque no quiero que te lastimes, o que lastimes a alguien más por andar de estúpido irresponsable.—tomé aire solo para a los segundos soltarlo.
Él, sin decir algo más, asintió.
Dando por finalizada la conversación, retomé mis pasos por dónde vine. Preguntandome que mierda acababa de hacer.
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