CAPITULO 86
Andrew.
Puedes estar durmiendo pero no descansando, es como si una cinta de película se reprodujera una y otra vez, distintas escenas circulando mientras tus ojos están cerrados. No lo pides, no lo quieres, pero las imágenes vienen.
Sin orden.
Me rendí ante mi propia consciencia, dejando claro que no iba a poder seguir intentar peleando con lo que me perturbaba. No había claridad entrando a la habitación, por lo que deduje que no debía de haber amanecido todavia cuando hice ademan de levantarme, las manos de Annie resbalaron por mi pecho en cuanto me incorporé por completo. Su respiración estaba pesada y sus ojos pegados, ella es de sueño ligero.
«¿Por qué no se despertó?»
Descalzo caminé hacia el pasillo, encendiendo unas pocas lunes tenues del comedor. Me aproximé a la cocina para prepararme un café, dejando pequeños bostezos de vez en cuando. El reloj de la pared me dejó claro que eran las 5 de la mañana, apenas iba comenzando a ser otro día y el cielo todavía estaba oscuro.
Con el líquido caliente en una taza, la dejé junto a la laptop que había dejado tirada a mitad de la mesa del mismo comedor. Me deje caer en una de las sillas del medio, la abrí al mismo tiempo que daba un sorbo. La pantalla se iluminó pidiéndome contraseña para poder usarla.
Sonreí de costado colocando la fecha de mi cumpleaños. Solo los que me conocen saben la fecha, algunos por lo pocos. No me preocupo por solo tener una cantidad de personas limitada a mi alrededor, para todo es mejor así.
Cómo si mis dedos tuvieran vida propia me llevaron a una pestaña de Google en blanco, dejando que otro sorbo del líquido caliente quemara mi garganta; teclee lo que tanto me estaba incomodando.
Juicios sobre custodias de una mayor de edad.
En mis ojos estaba el reflejo de más de veinte mil resultados de búsqueda en tan solo segundos. Me fui hacia el primer enlace solo por curiosidad.
"...Hay que tener en cuenta de cuando se presenta algún divorcio de la familia, conformada por más de tres o cuatro personas se toman testimonios de las convivencias de los involucrados en ambas partes...”
Apreté los labios en una fina línea, saliendo de ahí yendo al siguiente vínculo.
"...Cuando los hijos presentan una edad legal, en la mayoría de los casos está en medio una carrera universitaria o un estudio a nivel secundario. La situación económica será un tema con mucho poder frente a un juez.”
«¿Estudios?, ¿Annie querrá estudiar?»
Cuando mi entrecejo empezó a doler salí de ahí, me acabe lo que me quedaba de aquel líquido oscuro antes de estrellar la taza con más fuerza de la necesaria sobre el vidrio. Lo supe por aquel sonido que hizo eco en la habitación.
"...La finalidad con el divorcio es que se logre la estabilidad de los hijos y que puedan tener un estilo de vida cómodo y con todas las necesidades cubiertas. En otras palabras, sigue habiendo una responsabilidad hacia ellos...”
«¿Sigue habiendo?»
Hay problemas porque no es ningún divorcio, es tutoría. No tengo problemas si la quieren ver siempre y cuando ella se quede conmigo. La voz de Annie tenía voto así que por ese lado me podía quedar tranquilo, pero gracias a las reacciones de aquellas dos mujeres ante la presencia de Annie viviendo conmigo todo se podía complicar.
Complicar más.
—Maldición—murmuré antes de levantarme y dirigirme al baño del pasillo.
Encendí la luz naranja que estaba en la parte superior del espejo, dejando ver aún más marcadas aquellas bolsas oscuras debajo de mis ojos color verde. En mis manos entró un cosquilleo que me decía que quería hacer algo, tenía que hacer algo para que las cosas siguieran a mi favor.
Algo que a mí me diera tranquilidad, que hiciera que Annie dejara de llorar por el miedo de cada persona que entre a esta sala queriendo sacarla de aquí. Es el mismo miedo que yo comparto.
«Las notas»
Apreté la mandíbula al recordar aquellos pedazos de papel que no han hecho más que quitarme el sueño, hay alguien. Esa otra persona de la que Phillippe habla cuando dice que no fue él, que hubo otro que si realizó todo lo que quiso sobre Annie.
Pensar que justo ahora pueda haber alguien justo afuera esperando que alguno de los dos salga para seguirnos, entregar otra nota o peor, hace que las manos me tiemblen. La bilis empieza a circular por mi garganta al mismo tiempo que de un solo impulso la mano me llevó hacia el espejo. Destrozando la viva imagen de como mi rostro se desfiguraba de la impotencia.
Con gemido de dolor saliendo de mi boca, abrí el grifo para dejar que el agua se llevará los rastros de vidrio de mi mano. Sólo ahí me di cuenta de lo que había hecho.
Por años, mis impulsos siempre han sido un problema. O eso es lo que me contaba mi madre de vez en cuando. Desde pequeño cuando jugaba que pateaba solamente para ser el primer gol aunque estuviera a cien metros de la portería, hasta salir corriendo a media jornada del día por un cerrojo nuevo para mí puerta.
Que es lo que debería estar haciendo ahora.
Cuando consideré que ya tenía la mano lo suficientemente adormecida, la saqué y subí las escaleras. Mi intención era vestirme e ir a cualquier ferretería, hasta que la vi.
Su cuerpo reposaba boca abajo en todo el centro de la cama, acaparando la almohada que yo más uso. Un suspiro se me escapó en cuanto me acerque y vi la parte trasera de aquel manga larga más arriba de lo que debería. Revelando el final de aquellas alas dibujadas en su espalda.
Tragué grueso al recordar de quién son las manos de quién se lo hizo. No sé cómo sentirme al recordar ese día.
Me coloqué de rodillas en el colchón, acercándome poco a poco sin intensión de moverla para que se despertara. Yo solo quería estar cerca.
Apoyándome en un codo, la otra mano la adentre bajo la tela, acariciando solo aquel pedazo de piel con tinta que me dejaba ver. Dejé los dedos quietos cuando la sentí removerse así que acerqué mi nariz a la parte trasera de su cuello, dejando unas pocas caricias con ella.
Por como reaccionó con los hombros, supe que la había despertado.
—Lo siento—murmuré sin salirme de ese pequeño escondite.
—Esta bien,—la voz pastosa revelaba que seguía más dormida que despierta y eso que fué solo un susurro—: ¿Dormiste?
—Si—mentí.
Subió los hombros en señal que me quitara de dónde estaba. No lo hice.
—¿Por qué mientes?—mis cejas se alzaron levemente y con la mano que tenía en su espalda la voltee, haciendo que quedará boca arriba.—: Hay algo que te molesta.
Acerqué mi rostro al suyo, apoyando mi nariz en su mejilla—: Si.
—¿Qué es?
No quiero preocuparla. Hay bastantes detalles que ella desconoce y no se si lo mejor es que se siga manteniendo así por su seguridad. Sin embargo, el que lo sepa me puede dar la tranquilidad que va a estar consciente si algo llega a pasar más adelante.
«No va a pasar nada»
Negué sin saber que hacer ahora.
—Andrew, por favor..—ya tenía la voz más clara, pero no me tocaba. Parecía que no quería hacerlo.
—No quiero asustarte. —admití, cayendo en cuenta que ya eso la podía preocupar.
—¿Asustarme con qué?—habia indicios de tartamudeo.
«Mierda»
La mano que antes descansaba sobre su espalda ahora la coloque en su vientre, adentrándome también hasta que el calor de su estómago me calmara. Sentía todo el cuerpo frío sintiendo que lo único que estaba trabajando a toda marcha era mi cabeza, enviándome mil y un ideas.
Todas malas y poco sensatas.
—Hay alguien dejando notas,—comenté sin querer verle los ojos—: Algo sobre estar cerca, volver a verte..—me sentí pesado de aceptar eso en voz alta—: No tengo ni idea Annie, pero no me gusta.
Me acerqué lo que me faltaba y todavía sin ser capaz de verle los ojos hice que se abrazara a mi pecho, cuando su rostro hizo contacto con mi pecho supe que estaba llorando. Derramando lágrimas en silencio que en segundos pasó a ser un sollozo, uno tras otro.
Annie en instantes estaba temblando de miedo.
No creo ser capaz de comprender como se debe sentir que algo de lo que intentas huir se haga presente cuando quiera, cuando no estás listo. Si bien sabíamos que la policía se estaba encargando de encontrarlo y que pagara por la violencia hacia una menor. Pero seguro Annie no contaba con que al mismo tiempo que ellos lo buscan a él, el mismo la estaba buscando a ella.
El pecho se me estrujaba solo con escucharla, sin saber que está pensando.
—Te puedo asegurar que no eres la única que tiene miedo,—me encontré hablándole contra su cabello—: Yo también lo tengo.
No tuve respuesta, tampoco me esperaba una. Pero supe que me escuchó cuando sus brazos hicieron el intento de rodear todo mi torso. La pegué más a mi de eso ser posible.
—Annie, eres lo más hermoso que tengo justo ahora. —le aseguré, aún abrumado de su llanto—: Te juro que nadie te va a volver a hacer daño.
Eso era una promesa para ella, pero más como una misión para mí. Nadie más iba a entender que se siente que a lo único que tengas bueno en tu vida, sea a lo único que le quieren hacer daño. Que eso bueno, todo el mundo diga que no te pertenece. Que no debe de estar contigo cuando si, Annie debe estar conmigo.
Quiero que esté aquí conmigo.
Con una mano la alejé unos pocos centímetros de mi pecho, sólo para quitarle unos mechones de cabello que se habían pegado al rostro. Los escondí detrás de su oreja acercando mis ojos a los suyos. Verlos inyectados en sangre, húmedos y con las mejillas enrojecidas por el llanto me provocó un nudo en la garganta.
—¿Me escuchaste?—necesitaba que ella creyera lo que le estaba diciendo, que no eran mentiras. Que de verdad me iba a encargar de eso.
De eso y de todo lo que se nos pusiera enfrente.
Ella asintió, pidiendo regresar a mi pecho. No la dejé, la retuve lo suficientemente alejada para que me diera tiempo de inclinarme y unir mi boca con la suya. El sabor salado producido por sus lágrimas estaba presente pero no me importo, me concentré en disfrutar de su boca un rato, lo necesario para que ambos dejáramos esos problemas de lado.
Al fin y al cabo solo quiero esto, que ella confíe en mí en su totalidad. Que sepa que conmigo va a estar bien, que vamos a estar bien.
Sea aquí o en otro lado.
No fue hasta más entrando la mañana que Annie se quedó dormida con las mejillas llenas de rastros de lágrimas secas, cómo pude la acosté mientras camina hacia el baño. Tomé una de las toallas más pequeñas y la dejé bajo el grifo, cuando consideré que estaba lo suficientemente húmeda volví junto a ella.
Sin intensión de despertarla, pasé aquel pedazo de tela mojada por su rostro, sintiéndome cada vez peor por haber logrado que llorara más de una vez en menos de 12 horas. En retroceso, dejé la toalla mojada en el tubo de la ducha y caminé escaleras a abajo, saliendo de la habitación en busca de mi computadora de nuevo.
Cerré cada pestaña sobre los divorcios y custodias, escribiendo ahora.
Armas de autodefensa legales.
Sin saber mucho, me metí en imágenes. Frente a mis ojos aparecieron hasta armas enormes, muy grandes para ser legales para cualquier persona. A lo que me acerqué mejor a la pantalla me di cuenta que eran armas de cacería, casi reí.
La gente cree que disparar a gente sin razón está mal, ¿Pero vender armas para cazar animales por gusto está bien? Lo más perturbador para mí era que aquí en Estados Unidos era muy común ver qué esa tradición muchas veces significaba hombría, también se consideraba como una actividad para hacer en familia.
—Que asco. —comenté refiriéndome a mis propios pensamientos. Pasé de largo aquella imagen y seguí bajando.
Gas pimienta, electro shock, revolver..
Nada era sutil, y el gas pimienta me parece en lo personal bastante ridículo. Aprovechando que sabía que Annie seguía dormida, camine de vuelta a la habitación sacando una muda de ropa para cambiarme afuera. Una vez con los zapatos puestos, tomé las llaves y bajé hacia el estacionamiento.
Las puertas metálicas se abrieron dejándome a unos pocos pasos de mi camioneta, suspiré cuando al abrir la puerta el calor de la calefacción me abrazó la espalda. Podría no importarme estar rodeado de frío, tranquilamente podría estar viviendo en el Monte Everest pero eso no quiere decir que no disfrute de cuando sube la temperatura de vez en cuando.
Cuando ya sentí que el motor calentó lo suficiente, conduje en dirección a cualquier ferretería. En el primer semáforo aproveché y busque en Google maps, casi aviento el teléfono por la ventana cuando la última búsqueda del registro fue el local de los tatuajes. Intentando volver a la compostura normal, busqué y me aparecieron tres opciones más cerca. Me moví hacia la segunda ya que estaba muy seguro que en la primera ya había ido la vez que compré el cerrojo nuevo.
Cuando aquel local de paredes naranja con una enorme imagen de un destornillador apareció frente a mí, estacioné enfrente a la acera y me bajé. No había mucha gente circulando alrededor, pero la que estaba, apenas y se veía bajo tanta lana.
Yo sólo tenía la chaqueta.
Al abrir la puerta, una campana avisó mi llegaba, haciendo que un hombre con exceso de peso y bigote canoso saliera hacia el mostrador.
—¡Buenos días, caballero!—saludó, tenía la voz bastante grave—: ¿En qué le puedo ayudar?
—¿Qué considera usted armas de autodefensa?—de nada me servía estar con rodeos, Annie estaba sola y me quería ir con ella.
El hombre alzó las cejas.
—Bueno,—caminó hacia una de las vitrinas en el ala derecha de la tienda, lo seguí con recelo.—: ¿Defensa de qué precisamente? ¿Osos?
Si bien, los neoyorquinos tenían fama de que en estas épocas del año o en vacaciones se iban hacia los bosques o a campamentos fuera de la ciudad. Es muy común encontrar en estas tiendas bolsas de dormir, linternas, trampas para osos.
De todas formas, no era lo que buscaba.
—Por si alguien entra a mi casa a robarme,—tecnicamente, no era una mentira —: Tengo que ser cuidadoso.
Casi se rió.
—¿Mujer e hijos?—«No es su problema»
Asentí sin embargo.
El hombre me miró una vez antes de meterse tras una puerta en el fondo de la tienda, aproveché y vi que también vendía cerrojos pero me negué a preguntar. Ya con lo de las armas y que según él tengo esposa e hijos, que le pida más cerrojos para alguna puerta lo hará pensar que perdí la razón.
Los cerrojos los compraré en otro lado.
Escuché una puerta abrirse, el mismo salió con un rollo de tela. Dejándolo sobre la mesa de vidrio, lo abrió hacia ambas direcciones. Ante mis ojos aparecieron pequeñas navajas totalmente diferentes, desde pequeñas a grandes. Unas más puntiagudas que otras, con distintos diseños.
—En lo personal le recomiendo esta,—extendió un dedo señalando una gruesa pero pequeña, el mango era de cuero color negro.—: Es reversible porque es de bota. Es decir, la puede tener a la mano.
Asentí preguntándole con la vista si la podía tomar, dijo que sí. La saqué de su broche y la abrí en mi mano. El acero brillante junto con el cuero negro hacia contraste perfecto con el color pálido de mi palma. Le dí vueltas un rato asegurándome de lo manejable que era guardar la cuchilla en su mango.
Sin saber usarla del todo, pero conforme miré al hombre que me miraba con duda.
—Me la llevo.
A pesar de que el sujeto se sentía feliz con realizar una venta, en mi estómago hacían revoluciones. Si me hubieran preguntado hacia años si hoy en día estaría comprando una navaja me les hubiese reído en la cara. No me considero agresivo, sino impulsivo.
Mis nudillos rojizos lo delatan bajo el guante.
Pero no me voy a arriesgar, es solo protección. Sólo imaginar cómo debe haber alguien esperando que cometa algún error para llevársela hace que el mundo amenace con caerme encima. No me pienso poner en cuerda floja, mucho menos como blanco fácil. Pude alejar a Annie de las manipulaciones de Phillippe, pude evitar que se la llevarán a algún refugio de labor social, evité en todo lo verbalmente posible que su supuesta familia no la pisoteara frente a mis ojos.
Y aunque sé que en muchos niveles no tiene que ver, el objetivo siempre fue el mismo. A Annie nunca le iban a hacer nada más sin que yo pueda evitarlo.
.
.
.
Instagram: heroscot_
Tiktok: heroscot
Instagram personal: veronirginia
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top