CAPITULO 80
Annie.
Notar a una persona diferente contigo creo que es una de las peores sensaciones que pueden existir. Cuando mis párpados se abrieron de forma pesada, lo primero que me recibió fué la imagen de Andrew cambiando su camiseta.
Me pesaba el rostro junto con el cuerpo, la mente en cualquier momento se me iba a sobrecalentar si seguía pensando tanto. Pero no puedo evitarlo. Tantas cosas estaban pasando juntas que sólo para mejorarlo estaba la actitud de Andrew, con sólo verlo salir de la habitación supe que nada estaba bien.
«¿Estaba molesto conmigo?»
Bajé sintiendo el frío del piso colarse entre la tela de las medias, mirando hacia el ventanal que hacía la función de pared noté como la mayoría de sus vidrios estaban empañados. La cuidad con esa capa de humedad sólo volvía más fría la habitación por más que apenas estaba entrando la media mañana.
Caminé a paso lento hacia uno de los taburetes, sé que el rubio durmió conmigo, sé que amaneció conmigo también. Anda de espaldas a mi, su espalda se ve incluso más ancha cuando está tenso. Algo le preocupaba y lo sabía, sabía que era porque era lo mismo que a mí.
«O por lo menos eso supongo»
Estaba por abrir la boca cuando su teléfono sonó, lo escuché lejos. Lo confirme cuando sus pasos se dirigieron hacia la sala. Apoyé mis manos en la barra de la cocina, jugué con los índices por lo que sentí minutos hasta que regresó mucho peor que antes, arrojando la taza medio llena al piso. El líquido caliente se regó por toda la baldosa blanca, es como sino hubiera querido hacerlo. Cómo si hubiera querido dejar la taza en su sitio, lo supe por la mirada de preocupación en sus ojos.
Es impulsivo, pero eso ya lo sabía.
—¿Qué es lo que viste que te puso así?—me atreví a preguntar. Sus ojos más oscuros de lo natural rebotaron al instante había mi rostro.
—¿Así cómo?—preguntó sin moverse.
Alcé los hombros.
—Como si quisieras golpear todo.—acompañé mi comentario mirando al suelo, específicamente la taza rota.
Chasqueó la lengua, pasando por un lado antes de buscar con que secarlo. No dijo nada y tampoco lo presioné. Parecía estar buscando las palabras, sin preocuparse si se cortaba o no con los trozos.
Se puso de pie, dejando caer los restos en una bolsa de basura que siempre estaba a un lado de la cocina. Después que se quitó los residuos de sus manos con agua, se colocó frente a mi, dejandome ver aquellas sombras moradas bajo sus ojos con mucha más claridad.
«¿No durmió?»
La barra era lo único que teníamos de por medio, una de sus manos ahora humedas, rompió el juego de mis índices para colocar su palma contra la mía.
—Los que dicen ser tu familia aterrizaron hoy a la mañana, —absorbió su nariz antes de soltar un fuerte resoplo—: Manuel anda en eso, viendo si vienen hoy o mañana.—mandibula dura, dientes apretados. Estaba molesto. Cada una de las frases salía con más dureza que la anterior.
Presión.
Tensión.
Miedo.
Sobre todo esa última, el rubio estaba preocupado, pero yo estaba aterrada. Lo supo cuando deje de tener intenciones de hablar, me soltó y saliendo de la cocina se puso a mi lado sin sentarse. Acunando mi rostro con ambas manos lo alzó para que lo viera, sus ojos volvieron a ser de ese tono verdoso que tanto me gustaba.
—Recuerda dos cosas,—dejó un beso en mi frente—: La primera es que no te voy a dejar sola, ¿De acuerdo? De aquí no me voy a mover a menos que tú lo quieras.
Asiento con la cabeza.
—La segunda es que no te preocupes sino logras recordar nada.—en su mirada cruzó una duda—: Lo que menos quiero es te sientas más acorralada de lo que Green está logrando.
No mentía, ver la actitud de Andrew últimamente conmigo sólo ha logrado que su amigo tome cartas más rápidas. Desde Phillippe, Manuel se ha vuelto mucho más intenso. Supongo que su conversación de ayer temprano sólo hizo preocuparlo más.
Mis ojos se detuvieron en los de él, la duda seguía ahí pero también lo que identifique como ilusión, como esperanza. Su boca se entreabria y volvía a cerrar, queriendo decir algo pero sin saber cómo. Subí mis manos hasta acariciar sus muñecas, ese gesto pareció darle el apoyo que necesitaba para continuar.
—Preciosa,—murmuró con un rastro de temor que le desconocí—: ¿Tu quieres irte de aquí?
—No—me apresuré en responder.
Sus hombros bajaron, como si eso le hubiera quitado las cadenas de encima. No me soltó, en ningún momento lo hizo, no quería que lo hiciera tampoco porque eso lo hacía recordar que seguía aquí. Y que a menos que él quisiera, no me iba a ir.
—Eso es todo lo que necesito saber.—dijo en susurros a centímetros de mi frente, dejando un castro beso en ella.
Andrew no estaba siendo él, me preocupa el hecho de que por mi culpa no está tranquilo. A veces quisiera saber si yo puedo lograr funcionar como calmante, justo como él lo hace conmigo.
Para mí, sólo saber que está conmigo me genera una tranquilidad máxima. Me siento apoyada, me siento querida, pero sobre todo cuidarla. Sé que no tengo su altura, mucho menos su fuerza, pero si el sentimiento de quererlo. De querer hacer todo por él así como él lo hace cada segundo por mi.
He notado que él es un tanto más suelto que yo al hablar, pero no cuando se trata de él. Justo ahora preguntarle sobre lo que piensa me parece agobiante sólo por el hecho de presionarlo. No quiero hacerlo, quiero que esté tranquilo.
Me hice una nota mental de no dormirme hasta asegurarme que él lo hiciera.
—¿Tienes hambre?—al preguntarme, di el tema anterior por sentado, supe que lo que él quería en este momento es paz.
No pensar en eso, y la verdad, yo tampoco hacerlo.
Juntos, más él que yo, nos metimos a la cocina para improvisar una comida rápida, pasando al comedor en minutos. Sin embargo, por la forma en que masticaba una vez estaba todo servido, entendí que estaba con el estómago cerrado.
«Deja de pensar por favor..»
—¿Quieres descansar?—pregunté dejando el tenedor a un lado. Él pareció sorprendido con mi pregunta.
—¿Por qué lo crees?
—No quieres comer,—miré su plato—: Y creo que no dormiste mucho anoche.
Alzó los hombros.
—No te preocupes.—jugó con el cubierto lo que le faltaba—: Come tu.
Negué y me levanté de la silla. Viendo que su plato tenía más sobras que el mío, lo tomé para imitar lo que él había hecho cientos de veces conmigo. Así tal cual como lo dejó, caminé hasta el microondas para guardarlo. Sólo cuando lo cerré caí en cuenta sobre mi arrebato, ruborizandome en segundos al ver su mirada inquieta.
Me acerqué con pasos tímidos, colocando ambas manos en sus hombros.
—Vamos a descansar.—lo animé para que se pusiera de pie, y funcionó. Me sentí feliz de poder lograr que alguien como él me dejara cuidarlo.
Subimos a paso lento hacia su habitación, las sábanas seguían sin acomodar, invitandonos más aún para refugiarnos en ellas. Cómo aquella vez, me acosté yo primero en el centro de las almohadas, quedando boca arriba con los brazos extendidos. El pecho se me contrajo cuando en cuestión de segundos el rubio se escondió en el hueco de mi cuello.
Pasé mis manos por sus hombros, acariciando el camino hasta aquellas hebras doradas que tenía como cabello. Mis dedos hicieron trazos en su nuca, en su espalda. Sabía que le gustaba porque ya lo había hecho, tanto fué ahora que no tarde en sentir su respiración pesada.
Él podría estar más cansado que yo y no lo dice.
Pasaron lo que yo sentí minutos pero que en realidad fueron horas, ver a Andrew Reyes dormir podría volverse de mis pasatiempos favoritos. Sus pestañas largas descansaban de una forma preciosa sobre su piel lisa, su entrecejo que vive fruncido ahora está relajado, sin marcas de que alguna vez estuvo y es que podría quedarme mirándolo todo el día, sin cansarme.
Es hermoso, pero desgraciadamente mi burbuja no duró mucho. El teléfono de Andrew sonó, miré para los costados con desespero para intentar apagarlo pero no pude, no lo logré porque lo cargaba encima. Específicamente en el bolsillo del short.
Cerré los ojos con pesar cuando se removió, ví sus párpados apretarse antes de ser abiertos. Con miedo de lo que pueda a pasar si respondía al llamado, acaricié con un dedo su frente, su costado.
—Hola..—murmuré con una leve sonrisa al notar su mirada adormilada.
—Hola preciosa.—su voz pastosa por el sueño me hizo sonreír aún más, sin despegarse por completo de mí, sacó el teléfono y respondió sin ver—: Reyes.
Pasando de largo la llamada, acaricié su nuca de nuevo, rogando que no fuera lo que pensaba. Me sorprendió el que no dijera nada más antes de colgar, lo miré con duda antes que escondiera su rostro de nuevo. Está vez fuera de mi alcance.
—Vienen en una hora.—soltó haciendo que mi respiración se detuviera—: Ya sabes lo que hablamos, ¿Cierto?
—Si.
—Sin presión y sin preocuparse.—dejó un beso en mi hombro antes de alzar su torso, sus antebrazos estaban apoyados en las almohadas, y su nariz ahora a centímetros de la mía.—: Yo no soy Manuel, yo no pienso dejarte sóla.
Asentí antes de dejarle está vez por iniciativa mía, un escaso roce de su boca contra la mía. No sabía si eso contaba para llevar el título de beso, pero en mi mente y por el rubor que sabía que tenía mi rostro, contó.
Él, haciendo lo mismo, sonrió antes de levantarse por completo para encerrarse en el baño.
No sabía si cambiarme o quedarme así. Tomé la primera opción solamente para matar nerviosismo y sobre todo tiempo. Decir que no estaba nerviosa sería mentira, frente a mi aparecieran personas que dicen saber quién soy. Si Manuel los traería es porque concuerda con lo que tiene, así lo dijo.
«¿Cierto?»
Salí de la habitación para irme a la que tenía el título como mía. Dejé el pants gris, pero el suéter pasó de ser el que tenía a un celeste, me froté las manos para calentarme, el frío junto con los nervios volvían esto cada vez peor.
Escuché pasos bajar por las escaleras, me asomé y lo seguí. Ya cuando iba por la mitad encontré al rubio en la cocina bebiendo agua.
—¿Lista?—su voz estaba clara, sin rastro de haber estado durmiendo hace sólo momentos.
Asentí, acercándome a él. Necesitando un abrazo, uno que no dudó en darme. Ahí me quedé como si de la mejor almohada se tratase. Quería volver a dormir solamente de estar aquí, la presión que ejercían sus brazos sobre mí me hizo querer preguntarle cuánta probabilidad había de que volviéramos a subir.
Pero, como si el mundo estuviera en contra, unos toques en la puerta nos alarmaron.
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¡YA VIENE EL OTRO, YA VIENE EL OTRO, CALMA!
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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