CAPITULO 76

Andrew.

Imagínate tener a lo que más quieras, cuidarlo y protegerlo sólo para que venga otro a querer quitartelo.

Escenarios de mi conciencia totalmente innecesarios me hicieron aferrarme a esa pequeña cintura que se escondía bajo mi torso. Hay temas que hablar, no sólo con ella. ¿Eran necesarias las palabras? ¿No bastaba con ponerle más cerraduras a las puertas?

«¿De que sería capaz Green?»

Annie no sabía lo que él y yo, hay alguien más tratando de hablar con ella, alguien que quizás la esté viendo y no sepamos. Phillippe queda descartado pero no sabría decir lo mismo de quien dejó aquella nota. La única manera que conocía para que ella estuviera bien es estar aquí es estás paredes que me conocía a la perfección, conmigo.

Justo así.

—¿Los quieres conocer?—volví al tema después de unos segundos, no podía verle el rostro.

—No lo sé,—sonaba sincera—: Me da miedo.

—¿Por qué?

—No los recuerdo,—subió una de sus manos por mi hombro—: No sé que planean, que piensan.

A ciencia cierta, yo tampoco lo sé. Me preocupaba más el hecho de que quisieran hacerle daño ahora que no había centrado mi cabeza en la posibilidad de que quieran sacarla de aquí una vez la encuentren.

Mis manos subieron a cada lado de sus costillas, impulsandole los brazos hacia arriba para que me abrazara. Lo entendió sin decir nada, sus manos buscaron un espacio alrededor de mis hombros.

Entendía que por años su desaparición fué la causa de su tristeza, pero que apareciera en mi vida había causado la felicidad que no sabía que podía tener.

—¿Te gusta estar aquí?—me encontré preguntando más por calmarme a mi mismo.

—¿Aquí?—unos de sus dedos acaricio mi nuca—: ¿Aquí, aquí?

Sonreí de costado dejando un beso sonoro bajo su oreja.

—Aquí en el apartamento, preciosa.

—Ah,—maldije entre dientes al no ver aquel color que seguro adornaba sus pómulos—: Si, mucho.

«Puntos para mí.»

—Y,—dejé que la punta de mi nariz jugara con su lóbulo—: ¿Aquí, aquí?—imité su expresión haciendo que ella riera.

—Tambien me gusta.—sentí su sonrisa—: ¿A ti?

—Bastante,—contesté antes que mi cerebro lo pensara más a fondo—: ¿Tienes hambre?

Tras decirme que si, hice el ademán de levantarme a regañadientes. Ella tenía que comer algo y yo tener una excusa para poner los seguros sin que me pregunte o mejor, sin que se de cuenta. Pedí alguna de mis pizzas favoritas al teléfono, aparte del tiempo que tenía sin comer una. Aseguraba que a Annie le haría bien probar algo nuevo, aunque para ella, diferente.

Busqué el destornillador y aquella bolsa que dejé tirada en el comedor. Pasé unos buenos minutos intentando ponerlo lo mejor posible, justo cuando lo logré el teléfono del piso sonó.

—Señor Reyes, llegó un pedido a su nombre.—habló el portero por el micrófono—: ¿Le digo que suba?

—No.—no me podía arriesgar—: Bajo enseguida.

Tomé las llaves, los billetes y por las dudas el destornillador en el bolsillo. Esto no me estaba gustando, volverme paranoico no estaba en mis planes.

«Tampoco Annie»

Estando sólo en el ascensor conté los segundos antes que las puertas se abrieran. Al hacerlo, el repartidor hablaba por teléfono, me vió y sacó la caja cuadrada del estuche.

—¿Andrew Reyes?—asentí extendiendole el dinero, lo tomó y me dió la caja—: Disfrute su orden.

—Gracias, quédate el cambio—le di una rápida repasada antes de devolver mis pasos de nuevo al ascensor.

El olor que desprendía la caja me hizo saber lo hambriento que estaba, esperaba que a Annie le gustase. Una vez llegué a mi pasillo abrí mi puerta, ahora probando el nuevo seguro. Sonreí cuando funcionó correctamente.

Dejé la caja en la barra mientras sacaba dos platos, los puse encima e intentando que no se cayeran subí de nuevo a mi habitación. Sonreí fué inevitable al verla acurrucada entre mis almohadas.

—Espero tengas mucha hambre,—comenté haciendo que alzara la vista, mirando con curiosidad lo que tenía entre las manos—: Porque no quiero que quede ni un solo pedazo.

—¿Qué traes?

Me senté a su lado dejando mis pies fuera de la cama, ella sin embargo se sentó en forma de indio. Abrí la caja, revelando aquella comida favorita de gran parte de los americanos.

—Huele bien—casi reí al ver cómo en su rostro reflejaba el hambre que le tenía.

Tomé un trozo, colocándolo en el plato antes de pasárselo. No comí antes de verla dar su primer mordisco.

—¡Ésto está muy bueno!—sus ojos se agrandaron.

Sonreí.

—Me alegro que te gustara, porque te vas a comer todo eso.—era de tamaño familiar, ella lo veía como gigante. Mi broma hizo que casi se ahogara.

Sorprendentemente cuando iba por el trozo número cuatro quedé lleno, Annie iba por la mitad del tercero y no parecía con intención de detenerse. Me hice una nota mental de que la doble queso le gustaba.

Cayó la tarde noche y en la caja sólo quedaron dos porciones, la tomé para llevarla a la cocina. Agarrándolo como excusa para cerrar con seguro todas las puertas que pudiera haber en el piso inferior.

Sabía que tenía que decirle, sabía que ella no podía estar sin saber nada de eso. Que de mi boca o por la de Manuel se iba a enterar pero mientras encuentro la forma de hacerlo me gustaría tener todo bajo mis ojos.

Con dos vasos de agua subí a mi habitación, encontrandola vacía. Mi ceño se contrajo mientras dejaba la bebida en la mesa de luz. Salí con pasos lentos a la que se supone que era su habitación, la encontré frotándose las manos para calentarlas.

«El frío estos últimos dos meses va a aumentar»

—¿Por qué te fuiste?—soné más tosco de lo que pretendía.

Ella se volteó después de dar un respingo.

—Se acerca la hora de dormir—con una mano señaló su cama.

—¿Y?—escondí las manos en los bolsillos de los costados, adentrándome en la habitación.—: Podías quedarte ahí.

Por cada paso que daba ella alzaba más la vista.

—Pero irías a dormir.

Alcé los hombros.

—Duerme conmigo.

Aquí venía lo malo, la guerra mental en mi conciencia sobre lo que estaba bien y lo que no se debía hacer. Las miles y un conversaciones inexistentes con Manuel, con la policía, con algún juzgado sobre lo que pudiera hacer demás. Apreté los dientes sintiendo más impulsos de los necesarios, restandome solamente a sacar mis manos, agacharme y tomarla por debajo de los muslos.

Una risa mínima salió de su garganta y me sentí realizado, que a ella le gustaba que lo hiciera. Que por un momento estaba haciendo las cosas bien.

Con la sensación de sus piernas amarradas a mi cintura, nos dejé caer ahora en mi habitación. De dónde no se debió mover en un inicio.

A diferencia de muchos que hacían que su mujer se acostara sobre su pecho, fui yo quien se puso cómodo en el suyo. Para escuchar sus latidos estaba yo en primera plana, si alguien intentaba hacerle daño yo iba primero.

Yo quería estar primero.

—Descansa preciosa.—murmuré, dudando de si me había escuchado o no.

Cuando sus manos se hicieron propias de las hebras de mi cabello supe que si me entendió.

—Descansa tu también.—comentó en el mismo tono y, para mí sorpresa dió un castro beso en mi coronilla.

Por lo que creí toda la noche no me moví, hice caso omiso de las almohadas. Annie si tenía la cabeza apoyada en una cuando desperté, tampoco se había movido, únicamente su mano se detuvo. De mi cabello paso a mis hombros pero de resto, me dejó dormir así con ella.

Un tanto somnoliento me apoyé en uno de mis antebrazos para verla, después de varias noches pude experimentar lo que son las verdaderas horas de sueño, y me sentía bien.

Hasta que el teléfono sonó tan fuerte que supuse que despertó al edificio entero.

Estiré el brazo rápidamente antes de Annie lo escuchará en sueños. Sin ver quién era me lo llevé a la oreja.

—Reyes—dije al atender.

Tengo noticias,—era Manuel—: Y necesito hablar contigo, urgente.

Me dejé caer de forma pesada del otro lado de la cama, cuando mi espalda tocó el colchón me llevé los dedos a la cien.

«Mierda»

.
.
.
.

¡ANNIE TIENE 300K ANNIE LLEGÓ A LOS 300K! QUE QUE QUE QUE

GRACIAS A TI, A TI QUE LEES, A TI QUE ESTAS AQUÍ.

HEY TU, TE AMO.

Instagram: heroscot_
Tiktok: heroscot
Instagram personal: veronirginia

Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top