CAPITULO 71
Annie.
Un imán es un dispositivo con magnetismo, capaz de atraer con una fuerza suprema a lo que es compatible u opuesto. Así me sentía con Phillippe, cada paso que daba hasta lograr tocar la silla frente a él hacía que el espacio entre nosotros se volviera más denso.
Podría ser también porque sus ojos no me perdían de vista, la sonrisa tampoco se le iba.
—Eres valiente,—comentó flexionando sus piernas, dejando más espacio para sentarme—: ¿Por qué no te sientas aquí al lado?—señaló con la cabeza el espacio junto a él, negué.
—Está bien así.
Asintió.
—¿Te gustó el tatuaje?—no había nada raro en su tono de voz, es como si sólo quisiese hablar conmigo y ya.
—Si, mucho.—no era mentira.
Ahí estaba de nuevo esa sonrisa torcida.
—Quiero verlo, —me tensé—: ¿Ya sanó?
—S-si—intenté buscar aire—: Ya puedo dormir sin el papel.
—Quiero verlo.—sus ojos eran tan oscuros como sus pupilas, no podía descifrar que había en ellos. Por mi silencio él se inclinó en la mesa haciendo que de inmediato yo retrocediera—: Annie, quiero verlo.
Tomándolo como excusa para estar lejos un rato, me levanté de la silla y me saqué la chaqueta. Me voltee para que mi reflejo recibiera como alcé intenté alzar parte de la tela de la espalda baja, con eso se tenía que conformar.
—Volteate—demandó haciendo que soltara la tela, me tomé mi tiempo para respirar hondo.
«Él no se podía mover de ahí..»
—Me alegra saber que pude hacer algo bueno por ti.—murmuró, podía sentir sus ojos taladrandome en todo el centro de mi espalda.
La chaqueta que seguía en mis manos la estruje entre mis dedos para después colocarmela otra vez. Cuando me voltee Phillippe sonreía.
—¿Puedo preguntarte algo?—murmuré yendo de nuevo hacía la silla.
Si bien Manuel no me había dado un listado de lo que quería que le preguntase, pero yo tenía mis dudas. A esas muy probable se refería el pelinegro con Respuestas. Tenía tantas dudas, más de las normales pero tenía que comenzar desde el principio.
—Lo que quieras.
—¿Cómo sabías que era yo?—coloqué mis manos en la mesa, el calor de ellas contrastó con el frío del metal.
Phillippe no pasó por alto ese movimiento.
—No fue difícil,—soltó cuando volví a escuchar el tintineo de las esposas—: Tu cabello,—me detalló desde arriba—: Tu boca..—murmuró, deteniéndose ahí. Sus ojos volvieron a subir hasta los míos, haciendo que me removiera en la silla—: ¿Sabes que fué lo peor?
—¿Qué?
—Tu voz,—respondió con sorna—: Fué como si me hubiera caído todo mi edificio encima.
—¿Por qué no me tratas mal entonces?—la pregunta salió antes que la pudiera pensar mejor, recordando lo de Jerry—: No me hablaste igual que al oficial.
Creí que mis comentarios estaban bien, supuse que iba por buen camino. Hasta que sonrió, logrando que me sonrojara.
—Que lindo que lo notaras.
—Phillippe..—murmuré intentando que retomara mi pregunta, un chasquido de su lengua me interrumpió.
—Van dos.—sonrió complacido.
«¿Qué?»
—¿Dos?—cuestioné.
—Dos veces que dices mi nombre,—se removió en la silla, me tensé cuando su tobillo me rozo la tela del pants—: Me gusta.
Suspiré intentando no entrar en pánico, el hombre frente a mi parecía tener bien claras las cosas sin ser consciente del desastre que tenía en mi cabeza. Con cansancio, lleve mis manos a mi rostro, frotándome levemente los ojos antes de mirarlo.
Sus ojos seguían en mi, ¿Que tanto me veía?
—¿Por qué ser malo con quién aparece en mis pesadillas?—dijo con ironía, respondiendo por fin mi pregunta. Sonrió sin ganas antes de continuar—: Habían momentos en los que se detuvieron, dormia tranquilo a veces. —alzó los hombros, ahí le preste atención a las sombras alrededor de sus ojos—:Te vi, te oí y esos llantos volvieron.
Fruncí el ceño.
—¿Llantos?
Asintió.
—No dejabas de llorar, nunca—aseguró mirando un punto fijo en el centro de la mesa—: Intentaba no estar en el apartamento por lo mismo, cada vez que llegaba hacia el mayor intento posible por ni siquiera verte.
Un ardor en la parte trasera de los ojos se hizo presente, trague grueso varias veces intentando que el nudo que se me estaba formando en el centro de la garganta se fuera. Era cruel pensar que alguien estaba consciente del sufrimiento de alguien más y no hizo nada.
—¿Cómo estaba?—pregunté con un hilo de voz.
Alzó la vista.
—¿Quien?
—Yo.
Eso lo incómodo.
—Mas pequeña,—movió sus manos provocando un tintineo más fuerte contra los barrotes de la silla—: ¿13, 15 años? No sé, no pregunté eso.
Mis ojos se abrieron por el asombro.
—¿A quién?
Phillippe sonrió, su picardía había vuelto.
—Eso todavía no lo voy a decir,—inclinó su rostro para ver su reflejo—: Eso si lo voy a hablar con Green, —se enderezó, inclinándose en la mesa hacía mi, no me alejé—: Pero después, ¿Otra pregunta?
No quería ponerme a pensar en lo que estaba pasando en la habitación a mis espaldas, si bien no me veían pero estaban siendo testigo de todas las reacciones de Phillippe.
—¿Te duelen las muñecas?—murmuré cuando el roce de la cadena con el metal volvió a interrumpir en la habitación. Asintió—: ¿Por qué no te quejas?
Alzó los hombros.
—¿Así te sentías, verdad?—dije que si con la cabeza—: Por eso no te digo que intentes quitarlas.
Una sensación cómoda se acentuó en mi estómago.
—Muestrame tus muñecas.
Sin verle lo malo, puse ambas manos en el centro de la mesa. Con los ojos hizo seña de que subiera las mangas, lo hice, dejando ver aquel enrojecimiento que ya no era más que una leve sombra casi invisible.
—Cuando llegaste a mi, lo que sujetaba tus manos era cinta.
Esa expresión me puso los pelos punta.
—No recuerdo cinta,—negué—: El ruido que hacen tus esposas si lo recuerdo.
Asintió, sonriendo de costado.
—Encontró un par en mis cajones,—otra vez estaba haciendo referencia a alguien más, tragué grueso.
—¿Qué.. qué hacías con esposas en tu casa?—recogí mis manos, dejandolas en mi regazo.
Phillippe notando eso río, alzando los hombros.
—Acostumbro a esposar a mis amantes de vez en cuando,—no parecía avergonzarse de ello, yo sin embargo sentía las orejas calientes—: A algunas les gusta tocar más de lo que se les permite, y no.—negó, extendiendo más sus piernas por debajo de la mesa. Mis tobillos ahora rozaban parte de su pantorrilla.—: Ese no es el trato.
Sin saber que comentar al respecto me quedé quieta en mi puesto, no me imagino a alguien esposando a alguien por gusto. Esa importancia de no poder mover tu cuerpo cuando más lo necesitas no se la deseo a nadie.
—¿Trato?
Asintió—: Como el que yo hice.—su expresión se suavizo—: Me trajo sin querer a una beba a vivir conmigo.
Intenté alejarme, pero mis sentidos se alarmaron cuándo en cuestión de segundos acerco mi silla a la mesa con sus pies, mezclándose mi grito ahogado con el chirrido provocado por el piso y el metal.
—No grites,—murmuró con los ojos más abiertos que nunca—: No grites..— probó de nuevo la frase en su boca—: ¿Sabes cuántas veces quise decirte eso?, ¿Sabes cuántas veces tuve que dormir con la almohada en la cara esperando ahogarme en cualquier momento para no escucharte?
Agua salada se acumuló en mis ojos luchando porqué la dejara salir, el ritmo de mi respiración se aceleró dejando paso a un posible llanto que el golpe de las esposas contra la silla interrumpió.
—¡No!—su voz se desgarró en un grito—: ¡No llores, no llores!—cerró sus ojos con fuerza intentando mover sus brazos.
«Las esposas»
—¡Te estás lastimando!—alcé la voz y Phillippe se tensó, su pecho se movía con fuerza. Tenía sus labios apretados.
Juraba que en cualquier momento iba a venir alguien a controlar la situación, alguien que intentara calmarlo pero no fué así. Ahí me pregunte si los demás seguían en la habitación de atrás.
—Phillippe..—murmuré.
Negó, negó una y otra vez.
—Ahí están.—dejó salir el aire con esa frase, apretando sus párpados.
—¿Quien?—me incliné—: ¿Quien está?
—Las voces,—murmuró todavía con ojos cerrados, todo rastro de la sonrisa pícara de un principio había desaparecido. Ahora por esos ojos traviesos bajaban lágrimas gruesas—: Tu voz, tu voz está ahí y no se va.—dijo de forma ahogada—: No llores, detente, no llores..
Sus brazos se movían con fuerza, intentando soltar las esposas, intentando romper la silla. Me ví reflejada en él por la forma en la movia sus piernas, por la forma en la su pecho buscaba aire. Negaba una y otra vez con la cabeza, diciendo que no a quien sabe que cosas estaba recordando.
«Está paciente ahora, entrando la tarde quería romper la patrulla a patadas.»
Recordé las palabras de Jerry, podía jurar que estaba enfrente de un espejo. Un ataque de pánico, de nervios, de ansiedad por las voces.
«Yo sé que es eso»
Me puse de pie sin pensarlo mucho, con cuidado de no golpearme con su fuerza; lo rodee por los hombros. Me veía a mi misma ya lanzada contra la pared, que me dijera que no lo tocara, que me alejara pero no. Lo apreté, abrazándolo como Andrew me tenía a mi al entrar, protegiendo sus oídos de todo lo que pudiera interrumpir su paz.
—Phillippe ya,—murmuré con un hilo de voz—: No voy a llorar, no voy a gritar, ¿Está bien? —se tensó por un instante—: No lo voy a hacer.
Se calmó, poco a poco se dejó de mover. Su pecho buscaba aire pero ya era normal, intentaba tranquilizarse.
En segundos me di cuenta que él estaba tan dañado como yo por lo ocurrido. Muchas veces me han calmado a mi, pero ¿Quien lo calmaba a él?, ¿Tenía a quien lo calmara?
Alcé la vista y nuestro reflejo era perturbador. Nuestro tono de piel era casi el mismo, sólo que ahora el estaba más sonrojado por la presión ejercida por el mismo, mis ojos llorosos eran los únicos que veían la escena, Phillippe estaba cabizbajo. Ahora un tanto más tranquilo.
«¿Qué estoy haciendo?»
Más importante aún, ¿Por qué lo hago?
El nudo que mis brazos hicieron sobre los hombros del pelinegro lo empecé a soltar, él se dió cuenta cuando lo vio en el reflejo. En sus pupilas iluminaba el pánico.
Me solté del todo dispuesta a ir a la puerta.
Otra vez el tintineo, fuerte.
—¡Beba, no!—gritó con un hilo de voz cuando me vio tomar el pomo—: Quédate, quédate un momento. —suplicó.
Negué más para mí que para él, momentos después abrí la puerta.
—¡Annie, no!—escuché a lo lejos cuando salí de la habitación, unos pasos más rápidos entraron seguido de mi a la habitación de Phillippe.
No vi quienes eran, por el uniforme supe que lo venían a ayudar. Intenté hacer que no me importara mucho.
No entre a dónde estaban los demás pero no salí corriendo como la última vez, me detuve en las bancas de espera que estaban frente a la recepción de la comisaría. Dejé las manos en las rodillas mientras tomaba aire.
Era mucho que procesar en tan poco tiempo.
Manuel junto con Andrew salieron unos minutos después por el mismo pasillo por el que había salido. A pesar de que en los ojos del rubio ví un alivio cuando me vio sentada ahí, no me dijo nada más que un Vamos cuando estuvo cerca.
Me despedí con la mano de su amigo y nos dirigimos a la camioneta, ambos metidos en nuestra consciencia. Cuando estábamos cerca, se detuvo en una tienda por la vía sin decir algo.
No sabía decir si estaba molesto o no pero por el portazo que le dió a la camioneta suponía que su humor no era el mejor. Lo confirmé al ver que todavía de regreso no me dirigía la palabra, logrando que mi pecho comenzará a arder.
En el estacionamiento parecíamos estar en modo automático, ambos sabíamos a donde teníamos que ir. Ahora en el ascensor noté sus manos, ambas apretadas. Cuando estuvimos dentro de su piso fué que explotó.
—Annie, ¿Me puedes explicar que se supone qué pasó ahí?—exclamó dejando las cosas en la mesa de la entrada, no sabría describir su tono.
Sinceramente, no tenía respuesta para eso. Aquella sonrisa no salía de mi cabeza, de no haberlo presenciado supondría que es una persona totalmente diferente que a la que ví antes de salir.
—No lo sé—murmuré quitándome la chaqueta.
Andrew contrajo el rostro.
—¿No lo sabes?—ironía, se acercó dos pasos—: ¡Qué te acercaste a un loco!
«¿Loco?»
Yo también tuve esas pesadillas, yo conozco lo que es tener voces en tu cabeza. Él mismo ha sido testigo de mis más grandes ataques de pánico, del nivel al que han llegado, se conoce los límites a los que puedo llegar para intentar conocer la paz. He pasado de comidas, omitido sueño, evitar cerrar los ojos para no pensar en lo que yo quiero y, estoy segura que Phillippe siente eso y más.
—¡Si él está loco entonces yo también lo estoy!—alcé la voz con molestia.
Andrew me miró sorprendido.
—¿Qué?—negó con la cabeza—: Annie, no..
—¡Si!—sonreí con tristeza—: Tú más que nadie me has visto así, hasta peor. Has visto como he huido de la gente, como he destrozado cosas por sentir miedo.— tomé aire—: Así como yo tengo rastros de memoria de sus voces, Phillippe tiene mi voz incrustada en su conciencia.
—¡Por la culpa!—contestó rápidamente—: ¡Él fue cómplice de que te tuvieran retenida, pudo hacer algo y no lo hizo!
Negué, no quería escuchar.
—Annie, te acercaste a abrazar a un puto loco,—repitió la misma frase—: ¿Viste como reaccionó cuando te estabas por ir?, —me voltee intentando ir al ventanal—: ¿Te das cuenta de todo lo que sabe y no dice?
—¡Basta!—chillé llegando hasta la banca del piano, me senté dándole la espalda a las teclas.
—¡No!—se acercó hasta estar a unos pasos de mi—: No te das cuenta de que no es bueno, él podrá tener sus traumas..
—¡Qué yo provoqué!
—¡Él colaboró para que te hicieran daño!—me contestó de la misma forma—: Puede que te tuviera a unos simples pasos y no hizo nada, ¡Nada por ayudarte!
Iba a llorar.
—¡Él no me tocó!
—¡Eso no lo sabes!—se estaba frustrando—: ¿Quien nos asegura que no se aproximó si quiera un poco cuando no te estaban viendo? ¿Nos dice la verdad acaso? —apreté los párpados—: Está loco, Annie.
—¡Ya no le digas así!—el nudo en mi garganta ardía—: Siento que me lo estás diciendo a mi.
—¡Pues no! Es a él, a el mismo tipo que estás defendiendo—fue notoria el asco en su voz al final de la clase.
Me levanté dispuesta a ir a las escaleras, su mano enfrente me detuvo.
—No lo defiendo.
Alzó los hombros.
—Asi parece,—murmuró—: Métete en la cabeza por favor que él sabe quién te hizo daño, él puede saber hasta dónde está y no lo dice.—acunó mis mejillas entre sus manos—: Con hacer eso no te está protegiendo a ti con su trato bonito, lo está protegiendo a él. Incluso a el mismo
Me besó la frente, provocando que todo el llanto que no solté en todo el día saliera. Todavía con la tensión que se había formado entre el ojiverde y yo, me abrazó. Me estrujó en sus brazos para que soltara toda la presión de hoy en forma de llanto.
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¡Aloo! Es que ya voy terminando este y comenzando el que sigue, les dije que estos caps me dan ansiedad pero son los que más esperaba poder escribir.
Pronto quiero hacer ilustraciones de mis propios libros, dibujadas en digital (el primero quiero que sea de las manos de Phillippe esposadas marcando sus tatuajes en rojo, comenzaré el 2022 con eso) EN MI INSTAGRAM DE DIBUJOS: @v.drwv
¡Lxs espero por allá!
Instagram: heroscot_
Twitter: heroscotw
Tiktok: heroscot
Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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