CAPITULO 68
Manuel. Parte 2.
No más unos minutos después, las puertas se abrieron dejandome ver la expresión de desilusión de Jerry. Cuando prestó atención a la habitación sus ojos hicieron un camino entre la pantalla y nosotros.
—¿Qué es eso, jefe?—señaló el vídeo.
—El trabajo que tienes al llegar,—me levanté tomando el teléfono—: Vamos al lado Norte, antes que se haga tarde.
Con dudas asintió, haciéndole una seña a Christina que nos siguiera.
Las calles a estás horas no es lo más cómodo, estamos cerca de la hora pico y todo el mundo quiere salir a almorzar. Suelto mas de un tajo cuando ni las sirenas son suficientes para que abran el paso. Christina va a mi lado, Jerry con la camioneta a unos metros más atrás, todos hacia el mismo sitio.
La idea de que hay alguien detrás de Andrew seguia haciéndome eco en la cabeza, no puedo permitir que estén más cerca que nosotros por finalizar esto.
Cuando los demás automóviles dejaron que viera la calle fuimos en línea directa, para estás alturas del viaje el mismo motor iba a necesitar una revisión a final de semana. Los contenedores bicolores aparecieron a lo lejos, haciendo que apagara las sirenas. No necesitábamos a gente paranoica por otro asunto que no sea mi víctima.
El portero apenas enseñamos la placa nos dejó pasar, tres hombres vestidos con casco y chaleco se nos acercaron con curiosidad. Al apenas apagar la patrulla puse un pie afuera, junto con la mejor expresión sería que pude hacer.
—Buenas tardes oficiales,—divisé como Jerry junto con tres hombres más se acercaban a nosotros—: ¿Necesitan algo?
Asentí.
—Necesito hablar con el jefe de aquí,—volví a enseñarles la placa—: Puede que tal vez tengan alguna información que nos pueda ser útil.
El mismo que se encontraba hablando conmigo, extendió sus gruesos brazos dando un leve asentimiento.
—Con él habla,—extendió su mano, juraba que este media más de dos metros de alto y cincuenta de ancho—: ¿Qué busca?
Un carraspeo por parte de Christina los hizo voltear a verla.
—¿Se puede hablar en privado?—preguntó—: Es un asunto importante.
Asintió, señalandonos con el brazo una dirección.
—Por supuesto, vamos al despacho.
Bajo el sol del creciente medio día, nos dirigimos a peso lento hacia aquellos pequeños edificios de no más de dos plantas, conocidas mejor como las oficinas de los encargados. Según sé, ahí estaban todos los mapas, todas las rutas que los barcos debían tomar para realizar su descarga o bien, su partida.
Tras pasar dos puertas cerradas, llegamos a la oficina principal de planta baja.
—¿Qué necesitan?—volvió a preguntar el mismo hombre, sentandose detrás de su escritorio.
Mi equipo y yo nos quedamos de pie.
—Hay un hombre, o pueden ser varios—comenzó Jerry—: Que sospechamos que pueden proceder de aquí.
—Deducimos que es hombre por el perfil.—comentó uno más al fondo.
—Es hombre.—confirmé recordando el vídeo.
El encargado nos miró con el seño fruncido.
—¿Tiene una foto o algo?, ¿Qué los hace pensar que fué uno de mis chicos?
Era muy común que quisiera defender a su equipo, es lo más normal entre la relación de jefe y empleados. Yo también lo hacía de vez en cuando. Sin embargo, no estábamos haciendo las preguntas correctas.
—El sujeto que buscamos no le damos más de entre los 20 y los 30 años,—metí ambas manos en mis bolsillos—: Por lo concluido en datos no se arriesgaría a ser muy sociable, alguien totalmente reservado en lo suyo.
—Tiene mucho complejo de líder,—aportó Jerry—: ¿Hay alguno de los suyos que haya presentado alguno de estos rasgos? O alguna actitud extraña en los últimos meses, también nos sirve.
Por la forma en la que nos miraba sabía que si tenía a alguien así, cuando el menor de los míos hizo su último aporte los hombros se le tensaron.
«Bingo»
—Señor, le aconsejo que nos diga lo que sabe.—sus ojos pardos cayeron sobre mi, le ví el sudor en la frente—: Sino, fácilmente podríamos presentar una demanda directa del estado por obstrucción de información para un caso policiaco.
—No puede...
—Si podemos,—aseguré soltando una sonrisa irónica—: Así que, ¿Qué sabe?
Tras unos segundos de miradas presas de nervios por su parte, corrió la silla a un lado y sacó un pequeño sobre del primer cajón de su escritorio.
—Hace unos días me llegó la renuncia de uno de mis mejores chicos,—tiró el aquel pedazo de papel al escritorio, le pedí con la mano a uno de atrás que lo tomara—: Lleva trabajando para mí mucho tiempo, me sorprendió.
—¿Cuánto tiempo?—me apresuré en preguntar.
Sino había coincidencia con los tiempos de embarque desde la desaparición de Annie, todo lo que estábamos haciendo iba a terminar en la mierda.
—Mas del tiempo que puedo recordar.—alzó los hombros—: Se ganó el respeto de todos aquí.
Mi seño se contrajo, que un jefe presumiera tanto a uno de sus hombres era o porque le temía, que no parecía ser el caso. Sólo y únicamente antes de entregarnos la información, o porque se beneficiaba de su presencia aquí.
—¿Tiene su nombre?—asintió.
—Phillippe, por tanto tiempo que estuvo aquí muchos le decían Pipe,—alzó los hombros—: Cuando se hizo el hombrecito pidió que dejaran de llamarlo así.
Eso último podía ser innecesario, pero no estábamos para descartar información.
—¿Tiene su dirección?—pregunté esperanzado.
Cuando empezó a buscar en la computadora, supe que estábamos más cerca de posibles respuestas. Phillippe podría o no ser el que lo ayudaba, podría o no ser cualquier tipo que sólo apareció para quitarnos más tiempo.
No lo sabíamos, pero no estábamos para pasar por alto la visita a un posible sospechoso más.
Con nombre y dirección en mano nos dirigimos a los autos hasta conducir lo más rápido posible a las calles de Brooklyn. Girando en las esquinas necesarias, muchos al ver la patrulla salieron corriendo. Otros buscando pasar disimulados.
Si supieran que sin pruebas, o sin objetivos no puedo encerrar a alguien solo por gusto.
Nos detuvimos cuando un edificio color ladrillo se hizo presente, le indique a dos de los que iban con Jerry que vigilarán por fuera. Conmigo al frente entramos, no había nadie más que una señora entrando a la par nuestra, iba llegando de pasear al perro.
—Buenas tardes,—saludó mi compañera—: ¿Sabe si Phillippe vive aquí?
Ella alzó las cejas, el pequeño labrador empezó a rodearle las piernas.
—¿Pipe?—asentí—: ¿Pasó algo?—sonaba hasta preocupada.
Alcé los hombros restándole importancia. No era buena idea alertar a la señora si lo conocía.
—Un malentendido,—mencioné—: ¿En qué piso vive?
—Quinto, pueden ir por las escaleras. El ascensor no sirve hace varios días.—sonrió sin mostrar los dientes mientras yo me alejaba hacia los peldaños.
Escuché el agradecimiento de Christina hacia la mujer, seguido de sus pasos. Los tres subimos a paso lento hasta que en la pared frente a nosotros tenía un cinco marcado en dorado, casi bronce.
El único error que cometimos fué no preguntar qué puerta. Habían seis.
—Toquen todas.—ordené dividiendonos en el pasillo.
Los primeros dos intentos fueron fallidos, hasta que llegamos a la cuarta. Dónde al tocar por tercera vez, nadie abrió. Con una mirada les indiqué a los demás que me cubrieran los costados.
—¡Policía de Nueva York, le pedimos por favor que nos abra la puerta!—última advertencia, última buena manera.
De una patada la puerta se abrió dejando ver un apartamento sucio y vacío, no fué hasta que pise la cocina que ví una sombra bajando por la ventana.
—¡Hey!—grité siguiéndole el paso—: ¡Intenta huir!
Cuando estuve estable en la escalera de incendios mis piernas tomaron vida propia hasta intentar alcanzar al hombre que intentaba escapar a toda costa.
—¡Oficial Green, ubicado en Brooklyn!—grité al micrófono—: ¡Necesito al equipo en las coordenadas de la patrulla 499, persecución, sospechoso vestido de negro con gris!, —miré rápidamente las esquinas mientras corría—: ¡Nos dirigimos al centro!
A lo lejos escuché como él intentaba empujar a todo el que se le interpusiera, bajar de las escaleras de incendios no fué fácil. Juré fácilmente haberme roto parte del uniforme.
Al fondo sonaron las sirenas, otra patrulla escuchó el llamado. Aceleré el paso cuando sentí el miedo correr por mi sistema, el miedo de por fin tener a alguien y que se me fuera a escapar.
Estaba sudando la gota gorda cuando tropezó con un señor en bicicleta, me lancé a tomarle de los brazos para voltearlo.
—¡Suéltame!—gruñó con fuerza, removiendo sus brazos intentando liberarse de las esposas que le estaba colocando.
—No me da la gana.—escupí tomándolo de la parte trasera de la ropa.
Cuando logré ponerlo de pie, ví como Jerry junto a Christina venían manejando la patrulla. Al segundo llegó la otra que había escuchado, con el equipo extra que apareció después encerraron a Phillippe en la patrulla. Tenía a dos hombres por fuera que resguardaban para que se mantuviera ahí.
—¡Quiero que revisen cada rincón de ese piso!—les informé al equipo nuevo—: ¡No quiero ni una habitación por revisar, exijo foto de absolutamente todo, ¿Está claro?!
—¡Si, señor!—gritaron al mismo tiempo, dirigiéndose en fila hasta el quinto piso.
Por horas, lo único que destacaba del espacio del ermitaño era solo lo típico de cualquier vivienda de soltero. Ropa sucia por la habitación, despensa con lo mínimo, y sobre todo latas y más latas de cerveza de cualquier marca.
—¡Jefe, está puerta no abre!—escuché que gritaron al fondo.
—Usa la fuerza.
Me acerqué para yo mismo ver de qué se trataba tanta seguridad. Entre dos, ambos cerrojos que protegían aquella puerta fueron destrozados. Al segundo, frente a nosotros aparecieron más de una docena de cajas.
—Abranlas todas, que nada se pase por alto.
—¡Si, señor!
Habían kilos y kilos del mismo polvito blanco que tiene a más de media población alucinando. No fué difícil concluir que gracias a ésto se mantenía, quien sabe cómo la distribuía.
—¡Jefe, miré esto!
Seguí la voz hasta que noté que vino de los hombres que analizaban las cajas del fondo. A diferencia de las demás está no tenía paquetes de la misma droga, sino cintas, algodones y más cubiertas con sangre seca.
El estómago se me revolvió mientras apretaba la mandíbula.
—Quiero todo esto yendo para el laboratorio de inmediato.—mascullé antes de salir de la habitación directo a escaleras abajo.
Dos oficiales y yo nos metimos en la patrulla dónde estaba Phillippe, el mismo nos miraba con repudio. Del mismo modo se lo regresé por el retrovisor.
«Maldito gusano»
Aunque el camino hacia el centro de New York fue eterno, llegamos rompiendo por fin la tensión que se sentía en toda la patrulla. Con mis jalones y los de mis hombres lo logré lanzar en una de las salas de interrogaciones. Sólo ahí, el desgraciado empezó a reír.
—Que forma tan descortés de tratar a un invitado—todavía esposado se sentó en la silla de metal.
—Disculpa por no invitarte el almuerzo.
En tan poco tiempo tenía miles de ideas flotando por la cabeza, sentía aquella presión en la nuca. Seguramente pronto se convertiría en dolor.
—¿Por qué escapaste?—pregunté, Phillippe alzó los hombros.
—Es reacción normal al ver a la policía.
—Si,—me crucé de brazos—: Sólo si hiciste alguna mierda.
El pelinegro hizo una mueca con su boca.
—Que grosero, oficial—se burló.
Empecé a perder la paciencia, la forma tan relajada de su actitud después de parecer un animal encerrado hace tan solo unas horas era totalmente estresante.
—Sé que no estoy muy limpio.—se recargó en la silla, extendiendo sus piernas por debajo de la mesa
—Tu trabajito de distribución de droga no me interesa—ladré, él sonrió.
—¿Ah no?
Negué.
—Sólo me interesa saber si tienes algo que ver con una joven llamada Annie.
A pesar de que las evidencias encontradas en las cajas me iban a responder, era primordial tener una confesión grabada en cámara. Estás habitaciones eran lo ideal para esto.
Su expresión pasó de irónica a una sonrisa cargada de malicia.
—¿Ese nombre de nuevo?
«Mierda»
.
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Maratón 2/?
¡VIENE EL CAP DE ANDREW, VIENE EL CAP DE MI ANDREW!
¿Que piensan hasta ahora?
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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