CAPITULO 60

Andrew.

2 de Noviembre, cumpleaños de Annie.

Sonrio al ver la hora. 4 de la mañana y yo sigo sin poder pegar un ojo.

Me froto las manos intentando mantener la calma, Annie fué directo a dormir al apenas abrir la puerta. Se me hará muy difícil poder quitar la sensación de hace unas horas. Joder, quiero volver a sentirlo.

Por miedo casi nunca piso el acelerador, voy a lo normal y lo permitido. Pero de sólo recordar aquel cosquilleo subir por mis brazos, más la sonrisa de Annie al ver que estaba sintiendo lo mismo que yo..

—Mierda.—un escalofrío me hizo levantar, algo aturdido caminé hasta el baño.

La ropa terminó en las baldosas mientras me adentraba bajo el agua artificial. La hora estaba influyendo, esa agua estaba como si me hubiera lanzado al lago en pleno Diciembre. Dejé que aquella ducha se llevará todo lo que me ha distraído, por más que desde niño la sensación después de haber cumplido años se me ha mantenido, hoy no.

Es como si pasara de alto lo mío, sólo quiero estar enfocado en hacerla feliz hoy. Que Manuel no llame, que no nos hagan ir a la comisaría, que no nada.

«Apaga el teléfono»

Lo consideré, pensé en mil pros y contra de hacerlo pero no, capaz y no lo haga porque quiero que este día lo recuerde. Y la mejor manera quizás sea una foto.

Salí del baño con una toalla envuelta en la cintura, el reloj marcaban casi las 5 de la mañana y yo sin una gota de sueño. Secandome a medias, tomé cualquier short oscuro con una camiseta deportiva color gris.

Con eso me bastaba para ir a la cocina.

«Harina, huevos, leche...»

Iba recordando mientras bajaba las escaleras, pensar en el trabajo que llevaba y en el tiempo que me tomaría me frenó. Pero, pedir a algún restaurante que no va a abrir hasta dentro de unas horas me va a dejar con más estrés mental del necesario.

Mejor distraerme.

Agradecí saber que hacer, las docenas y docenas de videos que ví sobre cocina desde hace años. Vivir sólo tiene ventajas, pero tanto que sabía hacer y no tener a quien hacérselas a veces no se siente bien. Por lo menos ahora, ya una hora y media después estaba metiendo la mezcla en una manga pastelera.

Intentando hacer los mejores círculos posibles. Es decir, el segundo lote de galletas que he hecho en mi vida.

La mañana entró por los ventanales, haciendo que New York se viera como si tuviéramos el mejor clima posible. Rodee los ojos al llenarme la mano de mezcla, por curiosidad pasé la lengua por dónde estaba la misma. Sonreí antes de lavarme.

Me había salido bien. 

Con las galletas en el horno, las vitaminas cerca de mis manos al mismo tiempo que miraba el reloj. Una media hora y ya, sólo media hora. Chasquee la lengua y tomando las vitaminas, con pies descalzos subí las escaleras de nuevo.

Van dos puertas sin seguro en este piso, y todo es culpa mía.

Me asomé por la rejilla, seguía dormida. Sonreí mientras me adentraba, dejando los frascos a un lado en la mesa de luz. Levanté la cobija por su espalda para acostarme junto a ella pero esta vez rodeandola por atrás.

Se removió, la estaba despertando.

Con una de mis manos acaricié su costado, subiendo por el hombro hasta llegar a su cuello. En un puño sin presión, tomé su cabello y lo alcé, dejándolo caer en la almohada al mismo tiempo que le besaba la nuca.

—Buen día a la cumpleañera más preciosa..—murmuré desde donde estaba, dejando un camino de besos hasta su oreja.

La escuché reír y me alejé, dándole espacio para que se acomodara boca arriba. Todavía somnolienta estaba sonriendo.

—¿Por qué sonríes?—preguntó llevando una de sus manos a su ojo para frotarlo.

Me percaté de que estaba sonriendo cuando llevé mis dedos hasta mis pómulos. Pasando por alto eso, apreté los ojos unos segundos antes de voltear medio cuerpo para tomar los frascos de sus vitaminas.

—Ten, vamos abajo.—me levanté, ella con pereza me siguió.

Su pijama seguía siendo esa camiseta rosa inmensa, junto con los pants grises.

«Hay que salir a buscarle rop..»

—¿A qué huele?—miró a todos lados mientras bajabamos las escaleras. Me adentré a la cocina con Annie detrás.

Yo directo al horno y ella a la nevera.

Me gustaba que poco a poco está tomando confianza, no recuerdo cuando fué o quién fué la persona que más tiempo convivió conmigo antes de ella.

—El desayuno,—tomé un tenedor mientras abría el horno. Pinché una galleta y lo volví a cerrar—: Todavía le falta.

Para cuándo me giré ya Annie estaba cerrando el segundo frasco. Salió de la cocina para sentarse en uno de los taburetes detrás de la barra, yo me quedé del otro lado de la misma. No muy lejos del horno.

Apoyé los codos y la miré.

—¿Te gustó el paseo de ayer?

—Si mucho,—una sonrisa le acompañó—: No lo olvidaré nunca.

Ladee una sonrisa mientras me giraba para sacar un plato bastante largo para poner las galletas después.

—Amé sus tatuajes,—comentó haciendo que la mirara de reojo—: ¿Sólo tiene en los brazos?

Negué.

—No, uno que otro por las piernas.—hablé mientras buscaba las servilletas entre los cajones.—: Pero esos son más pequeños.

—¿Tú tienes alguno?—se notaba la curiosidad.

Volví a negar, está vez con una sonrisa que no mostraba los dientes.

—No, nunca encontré que hacerme.—alcé los hombros, volviendo a la barra de la cocina para dejar las servilletas—: Tampoco me iba a pintar el cuerpo por gusto.

Asintió.

—¿Te gustan?—pregunté volteandome hacía el horno.

—Si—se inclinó en la barra para ver lo que había estado haciendo. No me refería a las galletas.

Una risa se me escapó.

—Los tatuajes Annie, los tatuajes.—con unos guantes saqué la bandera y la dejé encima de las hornillas. Me estiré para tomar una espátula e intentar despegarlas sin romperlas.

—Oh,—se inclinó hacia un lado en la misma barra para poder ver mejor que hacía—: Si me gustan..—lo pensó—: Más el motivo por el que se llenó los brazos.

Me detuve cuando había despegado la primera, voltee a verla y ya tenía algo distinto en los ojos.

—¿Qué quieres decir?

Alzó los hombros, sentandose bien en la silla.

—Tu mamá decidió tapar malos recuerdos con tinta,—murmuró dejando caer sus manos en lo que supongo que fueron sus rodillas—: No se,—se sonrojó ya con una leve sonrisa—: En algún momento me gustaría hacerlo también. 

Sinceramente, era difícil ponerme en un puesto como el de ella en estos momentos. Soy creyente que las cicatrices son una manera de recordar cuan valiente puede ser uno para afrontar algo tan fuerte que te deje marca. Y se lo he dicho, pero una cosa es tener tachado tu cuerpo por completo y otra muy distinta es algún pequeño rasguño por caída de una bici, o sobrevivir a un asalto.

No me imagino los pensamientos que ha de tener cuando se ve su mismo cuerpo, mi mente dió viaje libre a dos noches antes de mi cumpleaños. Su espalda, aquella que estaba seguro que fue la que más sufrió daño. Aquella que besé, y que volvería a besar.

Así como su boca.

—¿Andrew?—cuando la escuché, ya estaba más cerca. Mucho más cerca.

Justo a mi lado, mirándome con intriga.

—Dime.

Me enderecé para mirar hacia abajo, apurandome en sacar las galletas antes de que fuera imposible. Con Annie al lado paseando su vista desde la bandeja hasta a mi.

—Lo siento si dije algo que no te gustó.—dijo lo suficientemente alto para que lo escuchara.

Negué, intentando sacar la imagen de esa noche de mi cabeza.

—No dijiste nada malo.—me incliné hacia donde estaba para besarle la coronilla. Annie sonrió—: Ayúdame a esto, cuando se enfríen comemos.

Y así, ambos recibimos pequeños ardores en los dedos por tocar la bandeja más de una vez. El primero fuí yo, lanzando al aire más de diez groserías.

Annie se reía.

La segunda fué ella al intentar tomar una recién despegada.

—Te dije que después que se enfríen.—sin embargo lo volvió a intentar.

Cuando se rindió las dejé en la barra, tapadas con una servilleta. Cuando iba a hablarle la encontré sentada en la banqueta del piano, presionando una que otra tecla. 

Me callé y la dejé tranquila mientras subía. Al llegar a mi habitación, saqué un par de jeans oscuros, el mismo par de zapatos de tenía ella y una camiseta azul rey. Las dejé sobre las sábanas revueltas mientras buscaba el teléfono.

«En algún momento me gustaría hacerlo también»

Me mordí el labio y busqué en Google maps los locales más cerca. Aparecieron muchos, esta cuidad era un sitio de arte, de mucho talento. Era obvio que iban a haber muchos, ya tenía el ceño contraído de no encontrar ninguno que me gustara para ella. Todos y cada uno de los locales que aparecían en la pantalla me abrumaban, y si eso me pasaba a mi. Capaz la podía asustar.

Estaba por llamar a mamá, preguntarle si al que ella frecuentaba seguía abierto. Estaba a segundos de hacerlo, hasta que apareció uno.

Times Square Tattoo.

Cerca, pequeño, y con un sitio bastante turístico que no conocía. Sonreí y salté en dirección a la puerta, bajé unos cuantos escalones para que pudiera verme. Al escuchar los pasos, alzó la vista.

—¿Quieres salir?—si me decía que no...

Se sonrojó.

—¿A dónde?

Lo pensé.

—Una sorpresa.—sonrió, parecía emocionada mientras se levantaba de la banqueta del piano.

Me regresé a la habitación y suspiré mientras me frotaba el rostro con las manos. Me adentré en el baño para cepillarme los dientes, era increíble que no pegué ni un solo ojo por la noche y seguía de pie.

Me vestí y bajé, Annie todavía no.

Tomé una de las galletas mientras me sentaba a esperar en los taburetes. Así duré un rato, agradecí que había hecho la bandeja entera porque de forma inconsciente me había comido cinco.

Annie bajó con la chaqueta en mano. El lado derecho de mi boca se levantó en una sonrisa al ver que de nuevo estábamos con el mismo par de zapatos.

—¿Lista?—asintió acercándose a mí—: Come primero y nos vamos.

Me quedé sólo a los primeros mordiscos, cuando me di cuenta que si le gustaban me quedé tranquilo y fui a buscar las llaves y la billetera al comedor. En unos minutos ya ambos estábamos en el estacionamiento.

No habíamos ni entrado a la camioneta cuando ya tenía la chaqueta puesta.

—No puedo creer que no tengas frío.—se metió las manos en los bolsillos.

Reí mientras abría su puerta.

—Si tengo,—aclaré—: Pero es más soportable que el calor.

Me consideraba una persona bastante resistente al frío, jamás apagaba el aire de mi piso. Primero porque es general, segundo porque si lo llegara hacer se empañan todos los vidrios y no me gusta. Ya me pasó.

Cuando estaba detrás del volante subí la calefacción, no por mí. Eso estaba claro.

Cómo todas las veces que hemos salido su mirada estaba en la ventana. Siempre viendo las mismas tiendas, me empezaré a preguntar si así es que está memorizando el camino. Distraídamente miraba el teléfono, asegurándome que estaba yendo en dirección correcta.

Cuando el Times Square se hizo presente, ví de reojo como Annie entreabria los labios con asombro, inclinandose más al frente para verlo.

—Es enorme.—soltó y asentí.

—Ahora pasamos de nuevo para que lo conozcas—dije al cruzar en una calle, sintiéndome nervioso cuando el letrero apareció a lo lejos.

Lo que menos quería era presionarla.

Estacioné la camioneta justo enfrente, dando pequeños toques en el volante antes de bajarme para abrirle la puerta. Antes de verme a mi, miró con curiosidad la tienda.

Le tomé la mano y empujé la puerta.

La luz blanca nos mostró aquellas mismas paredes que ví en fotos. Cuadros con distintos dibujos hechos en tinta, sillones largos color negro estaban a mi costado. Supuse que era la sala de espera. Frente a mi apareció un tipo que tenía tatuajes hasta el cuello, murmurando la canción que sonaba de fondo hasta que nos vio.

—¡Hola, bienvenidos!—saludó. Era bien pálido por lo que resaltaba la tinta roja que tenía en ambos brazos—: ¿Qué se les ofrece?

Annie alzó la mano para saludar.

—¿Nos da un minuto, por favor?—el tipo asintió y se encaminó hasta el mostrador que estaba del lado derecho a nosotros.

Por más que yo quisiera, si ella no estaba de acuerdo no podíamos hacer nada.

—¿Recuerdas lo que me dijiste está mañana, preciosa?—asintió, mirando con mucha intriga los dibujos a su alrededor—: Aquí lo puedes hacer, dónde quieras y el que quieras.

Abrió los ojos sorprendida—: Andrew pero eso cuesta dine...

Negué con la cabeza, inclinandome para besarle la frente.

—Tómalo como regalo de cumpleaños,—murmuré sobre su coronilla, alcé la vista y el tipo de antes nos estaba mirando con curiosidad—: Pero recuerda, sino quieres hacerlo abrimos esa puerta de nuevo y nos vamos.

Me percaté que todavía tenía su mano con la mía cuando las apretó. Se alejó unos centímetros y justo cuando pensé que me iba a decir que no, sonrió.

—Si quiero pero, ¿Duele?

—Me imagino que depende de la zona.

Asintió y se volteó para buscar al tipo de brazos rojos. Este se acercó.

—¿Listo?—preguntó—: ¿Quien se va a tatuar?

—Ella.

—Bien, ¿Qué te vas a hacer?—Annie abrió la boca para segundos después cerrarla. Alzó la vista hacia mi y se sonrojó.

—Él lo va a escoger.

—¿Qué?—dijimos el tipo y yo al mismo tiempo.

Annie no parecía percatarse de la decisión que me estaba dejando, me estaba dando a escoger a mi algo que iba a tener en su piel para toda su vida. Una tinta que no se borra con jabón.

—¿Estás segura?—asintió a mis dudas.

—Les traeré algunos diseños.

Cuando estuvimos solos, la jale por el mismo agarre de las manos hasta que caímos sentados en el sillón negro de la sala de espera. Más que nerviosa, parecía emocionada.

—Annie, estás consciente de que un tatuaje es algo que no se va a borrar a menos que lo quieras en un quirófano, ¿Cierto?

Frunció el ceño.

—¿Por qué querría borrarlo?—tragué grueso.

—No lo sé, ¿Y sino te gusta?—era una responsabilidad que no quería.

Negó despreocupadamente.

—Me va a gustar porque lo escogiste.

Y ahí estaba. El mismo brillo de fé que se ha mantenido en ella desde que la conozco.

Estaba seguro que ni mi abuela me tenía tanta, y no es porque no creyera en lo que era capaz sino porque me conocían, era muy impulsivo. Annie ya se debió dar cuenta de eso, un ejemplo grande eran las puertas sin seguro.

No mucho después dos carpetas enormes llenas de diseños de tatuajes de otras personas aparecieron frente a nosotros. Al principio no sabía que escoger.

«¿Grande?, ¿Pequeño?»

—¿Dónde te lo quieres hacer?—eso sí no lo iba a elegir yo.

Suspiró antes de jugar con la tela sobre sus rodillas.

—En la espalda.

El cuerpo era de ella. Ella misma iba a decidir que hacer con el, por primera vez esa elección estaba en sus manos y no se la iba a quitar. En su cabeza, aquellas marcas eran lo peor cuando para mí eran todo lo contrario.

Fué mi turno de suspirar cuando ya casi terminaba de ver la segunda carpeta y nada me gustaba. Por lo menos no para ella. Me dejé caer en el respaldo del sillón con la mano en el mentón, me mantenía tranquilo la canción de fondo.

Era como la segunda vez que sonaba.

"I need a love that will keep me safe
Pull me from hell, bring me back again
Play me the classics, something romantic
Give it my all when I don't even have it"

Me levanté de un salto provocando que Annie de un respingo en su sitio. Caminé hasta la única puerta que había al fondo, dando leves toques antes de pasar. El mismo tipo tatuado de antes me miró con el ceño fruncido.

—¿Sabes el nombre de la canción?—me miró con duda pero camino hasta pasar por un lado de mi, directo hacia el mostrador.

—Angel..—alcé la mano interrumpiendolo.

Suficiente.

"...Started giving up on the world forеver..."

La canción seguía sonando, pero ya tenía que quería. Que le quedaba bien después de tanto. Voltee a verla y me miró con una sonrisa a pesar de la curiosidad.

"You're my angel."

Regresé la vista al tipo.

—¿Tienes bocetos de alas de angel?

Y así, momentos después estábamos en la sala del tatuador. Él preparada las agujas mientras Annie miraba el dibujo con emoción.

—¿Alas?—asentí dejando un beso en la parte trasera de su cabeza.

—¿Te gustan?—asintió.

Justo ahí la llamaron para que se acostara boca abajo en aquel mueble individual forrado con plástico. Al alzarle la camiseta hasta el cuello, ella un tanto ansiosa estiró la mano para que la tomara. Lo hice al mismo tiempo que el tatuador miraba aquellas marcas antes de verme a mi.

—Yo no se las hice, pero él que si pretendía dejarla cicatrizada de por vida.—alcé los hombros mientras con un pulgar le acariciaba su muñeca—: Ella quiere borrar eso y la única forma es con tinta.

Asintió un tanto abrumado.

Antes de que le colocarán el papel con el diseño, le tomé foto a su espalda tan disimulado como pude. Ella no se dió cuenta y mejor, no quería que se concentrara en eso.

A pesar de sus muecas por el dolor, ella mantenía una sonrisa. Una sonrisa que sabía que le iba a permanecer cuando se viera frente al espejo. Una sonrisa que me iba a contagiar a mi al saber que lo que lleva en la piel es algo que yo hice, que yo escogí.

Aquel pequeño angel salió unas horas después de ese mueble incómodo, soltando pequeñas lágrimas cuando se le puso el espejo de en la espalda y ella volteó para verse. Al apenas el plástico le protegió la piel corrió para abrazarme.

Soltando el llanto mientras me agradecía.

—No me agradezcas nada, Annie—con cuidado pasé los brazos por sus hombros—: Recuerda que todo lo bueno que te pase te lo mereces.

No sé separó de mi pecho ni cuando me acerqué a pagar. Me pidió el recibo, casi le pregunto para qué pero recordé lo de la caja. Unas ganas inmensas de besarla me abrumaron, tanto que me hicieron gruñir frente al volante.

Se negó a pasar por el Times Square, alegó que estaba muy cansada. No reclamé porque también quería llegar a casa. Sólo hasta que estuvimos frente a la puerta me pregunté si fué buena idea dejar de insistir. No me aguanté y tampoco me detuve, mucho menos cuando la ví mirar aquel pedazo de papel con una sonrisa.

Cuando la puerta se cerró me coloqué frente a ella para tomar sus mejillas entre ambas palmas y acercarla a mi boca como el recuerdo de hace dos noches que me lleva atormentando. Solté un suspiro sobre sus labios, un suspiro de alivio, un suspiro que me demuestra lo mucho que lo quería.

Entreabiendo los ojos que no sabía que había cerrado noté como intentaba seguir lo que yo hacía.

—No se que hacer..—murmuró con voz ahogada. Sonreí mientras acariciaba sus mejillas con los pulgares.

—Chupa, muerde, jala, lo que quieras preciosa.—dije con el mismo tono—: Pero no te quiero lejos.

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El dibujo lo hice yo, me costó pero es para que tengan una leve idea de cómo es. De cómo quería Andrew lograr lo que Annie más deseaba: cubrir su espalda.

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

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