CAPITULO 52
Andrew.
—¡Repitelo!—ladré.
En la comisaría empezaron los gritos cuando agarré a Manuel del cuello de la camisa, dos de los policías que circulaban por ahí me separaron a jalones de él. Uno sacó un arma.
Él ambiente estaba tenso, todos habían dejado de hacer lo que estaban haciendo para prestarnos atención a nosotros. Los gritos ahogados de fondo al ver que no reaccioné a la pistola no se hizo de esperar.
—¡Armas abajo!—gritó Manuel viendo su alrededor antes de volverse a mi—: ¡Te juro que no sé dónde está!, ¡Salió corriendo cuando me distraje!
Algo no cuadraba o no se si era yo con el subidón de tensión.
—Green, Annie no se va así como así.—forcejee para que me soltaran, tenía ambas manos pegadas en la parte baja de la espalda—: ¡Ella sabía a qué venía, maldita sea!, ¡Yo mismo le dije!
Manuel más incómodo que nunca se llevó las manos al pelo, dando leves jalones hacia arriba.
—¿De que hablan?—interrumpió mi próximo forcejeo la misma del primer escritorio—: ¿De la niña que venía con usted?—me señaló a mi.
Un rayo de esperanza me cruzó.
—¡Si!—respondió Manuel—: ¿Sigue aquí?
La chica negó con pena e hizo un camino de miradas entre su jefe y yo. Sentí como la impaciencia me carcomía, más cuando señaló la puerta.
—¡Le grite!, le pregunté que para donde iba pero salió corriendo de aquí.—una mirada cargada de disculpa de su parte estaba puesta en Green, pero él no la miraba.
—Muy bien,—llamó la atención de todos—: ¡Quiero que la busquen en...!
Apreté los dientes.
—¡Si, abre una puta búsqueda!—exclamé enfurecido, forcejeando con los que me tenían sujeto. El sarcasmo era claro—: ¡Asustala más de lo que ya está con esta mierda!, ¡Pon su rostro en cada maldito poste a ver qué coño consigues!
—¡Andrew cálmate!
—¡Y una mierda!—tomandolos con la guardía baja los empujé con los codos a ambos, haciendo que me soltaran a duras a penas. Se iban a acercar pero Green los detuvo.
Me acerqué a la puerta, y estaba cerca antes que su mano se presionó en mi pecho. Empujándome hacia atrás.
—¿A dónde vas?
—A buscarla.—la lancé una última mirada antes de pasar por su lado llevándome su hombro por delante.
A lo que ví que me estaba alejando de la comisaría empecé a correr como un demente por las calles de New York. No sabía por donde comenzar, tenía calles y esquinas por dónde sea que mirase. Solté más de una maldición antes de seguir recto por la calle a mi derecha.
—¡Disculpe!—me detuve frente a una señora con unas revistas en mano, esperando el bus. Me miró confundida—: ¿Por casualidad pasó alguien por aquí? Corriendo no se, vestía una chaqueta negra y pantalones grises. Es una niña y..
Ella negó, mirándome con lastima.
—No joven, lo siento.—dijo con una leve mueca triste.
Asentí y me despedí siguiendo mi camino hacia el frente. Me topé con más personas, a todas las detuve preguntándoles lo mismo. Todas me negaban, diciendo que no habían visto nada.
Ya llevaba más de dos cuadras corriendo, y había una gran posibilidad de que estuviera yendo en dirección contraria.
Me carcomía la duda, pero más que todo el enojo de no saber qué fué lo que la hizo salir corriendo. Ella no se altera a menos que sea necesario, que le hayan provocado miedo. Deseaba que no fuera un ataque de pánico, que no se haya desmayado por ahí sin nadie que la ayude.
Me dejé caer en la escalera de la entrada de uno de los edificios que habían por toda la calle. Apoyé mis codos en las rodillas y quité con mis manos la delgada capa de sudor que se me había formado en mi rostro.
Intenté normalizar mi respiración lo más posible antes de volver a levantarme y empezar a mirar por todos lados. Podía estar en donde sea... Sentada, tirada, acostada, incluso escondida.
—¡Maldita sea!—exclamé al aire quitándome la chaqueta. Sosteniendola con una sola mano dejando que mis brazos agarraran aire.
La tela la tenía casi como una segunda piel de lo que me había hecho sudar la chaqueta. A estas épocas sólo con abrir la ventana ya sientes el viento frío del invierno, el otoño estaba terminando para dar paso a la nieve.
Rezaba porque Annie no se hubiera quitado la chaqueta en ningún momento, agradecí que tenía zapatos. También el pantalón de algodón.
—Disculpe señor,—me acerqué a la primera persona que ví. Venía caminando con su perro tomado de la correa. El animal al verme me gruño—: ¿Por casualidad ha visto a una niña corriendo por aquí?
Él frunció el ceño y miro por encima de su bufanda hacia su derecha. Más específico hacia otra calle.
—¿Que cargaba puesto?—sentí esperanza.
Miré hacia mi mano, señalando mi chaqueta.
—Es parecida a esta, vestía con un pantalón gris.—hablé rápidamente, el señor asintió—: ¡¿La vio?!, ¿Dónde?
Él perro me volvió a gruñir, oliendo el cuero de mis botas. Me alejé un paso mirando con impaciencia al señor.
—Iba muy rápido, se fué por allá.—señaló la misma calle de segundos antes.
—¡Gracias!—corrí unos pasos, el perro quiso ir tras de mi pero la correa se lo impidió. Me detuve a mitad de camino, volteando a ver al señor que me miraba con duda—: ¿Sabe que hay al final de la calle?
Pareció pensarlo.
—Una plaza.
«Mierda»
Asentí y gritando las gracias otra vez, comencé a correr hasta que llegué a una de las entradas de dicho lugar. Un montón de gente paseaba en todas las direcciones posibles. Todas con bolsas en mano o quedándose embobado viendo todas las decoraciones de Halloween.
—Disculpe, —detuve a la primera señora que se me cruzó enfrente. Vestía toda de negro con una bufanda naranja, me llegaba a los hombros—: ¿Vió por aquí alguna niña con chaqueta negra y pantalones grises?
—No, hermoso.—negó y siguió su camino.
Me adentré más entre los caminos, esto parecía un puto laberinto. Miraba en todas las direcciones posibles, tanto que aseguraba que en la noche no iba a poder dormir por el dolor de cuello.
Los pies me pedían auxilio, la cabeza me daba vueltas con toda la esperanza e impotencia que sentía en estos momentos.
Gente y más gente me pasaba por todos los costados. Todas parecían tan entretenidas en su mundo, tantos rostros pero ninguno era el que buscaba.
Soltando un suspiro para tomar aire, levanté la chaqueta de mi mano para llevarla a mi rostro y secarme. El sol estaba en su punto pero el frío del viento contrastaba todo. Sin embargo, aseguraba que nadie sentía en su interior la carrera que había tenido que pegar para poder llegar hasta aquí.
Desde donde estaba, caminé unos pasos más. Encontrandome con un espectáculo escolar, todos estaban disfrazados de algún personaje, subidos en un escenario cantando canciones de la época. Padres orgullosos estaban sentados en el suelo, curiosos estaban alrededor como yo. Tomando fotos incluso cantando.
Tantas personas se me aglomeraron enfrente que me abrume. Seguí caminando a paso rápido alrededor de todo ese gentío. Me recorrí todos los rostro lo más detalladamente posible, ninguno eran ella.
Seguí y seguí hasta que ví aquel cuerpo cubierto con una chaqueta más grande que ella bastante más lejos del público presente para el concierto escolar. Él aire me volvió al cuerpo, haciendo que comenzará a correr hasta ella sin perderla de vista.
—¡Cuidado!—me exclamó una señora cuando la empujé sin querer con el cuerpo.
Seguí hasta que capté su atención. A lo que me vio abrió los ojos sorprendida antes de soltar los extremos de su chaqueta y aproximarse a mi. Esquivé a los últimos que se interposieron y cuando la tuve enfrente la alcé en brazos. Mis brazos envolvieron con fuerza su cuerpo al mismo tiempo que sus piernas se prensaron en mi cintura.
—Joder, Annie..—exclamé en un suspiro cansado. Dejando un brazo alrededor de su cintura, llevando la otra a su pelo.
Juraba que el corazón se me iba a salir del pecho cuando la escuché hipar del llanto mientras se abrazaba a mi.
—Lo siento, lo siento.—murmuró mientras empezaba a caminar con ella en brazos hasta una banqueta. Importandome muy poco el público, nos senté haciendo que quedará ahorcadas sobre mis piernas.
Aflojé el agarre de mis brazos para alejarme levemente y tomarle con una mano el costado de su cuello. Limpiando con mi pulgar las lágrimas que seguían bajando.
—Me asusté, joder—me salió en un gruñido mientras ella bajaba un tanto la mirada, con la mano que tenía en su rostro se la volví a levantar—: No vuelvas a hacer eso, ¿Estamos?
Asintió varias veces.
—No te ví cuando salí,—gimoteó llevando una de sus manos para limpiar sus ojos—: Me estaba gritando, me escapé y cuando salí no estabas.
Chaquee la lengua, me había metido en una de las oficinas para buscar hablar con la oficial que le había dicho de las vitaminas. Necesitaba saber cuáles eran para comprarlas.
—Preciosa, hubieras gritado mi nombre.—me enderecé para besarle la frente—: Que no te importe hacerlo, sino estoy cuando estés mal grita, gritame y yo veré como aparezco.
Lloró de nuevo pero dijo que si, se acercó a mi pecho de nuevo, escondiendose en el lado diestro de mi cuello. Duramos así un rato, ella sumida en ese espacio mientras que mi mano derecha le acariciaba el pelo.
Nos estábamos ganando unas cuantas miradas, unas que ella no podía ver.
Unas eran bonitas, cargadas de ternura. Otras no tanto.
Pasando de largo eso, bajé mis manos hasta la parte interna de sus muslos para alzarla de nuevo. Una vez arriba ella notó que había dejado mi chaqueta en la banca, se hizo la pesada hasta que la tomé y se la pasé.
Así estuvimos por todo el camino de vuelta hacia la camioneta. Yo con ella en brazos y ella con mi chaqueta en mano. De vez en cuando pasaba su peso de un brazo a otro, haciéndola reír.
Había dejado de llorar, estaba tranquila, yo también al ver que ella estaba así. Y sobre todo, porque la tenía de vuelta, nada y segura.
Llegamos a la camioneta y sin detenerme a entrar en la comisaría, le abrí la puerta. Dejándola sentada en el asiento antes de meterme yo también.
Una vez dentro, saqué el teléfono. Enviándole un mensaje a Manuel.
La tengo.
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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