CAPITULO 46
Andrew.
Las luces de todos los edificios, de todas las tiendas incluso de los adornos hacían ver las calles más turísticas de lo que ya eran. De niño, para estas fechas ya estaba demasiado ansioso porque mi abuela me terminara mi disfraz para salir a correr con mis amigos.
Nunca fuí tan fan del dulce, si lo comía en exceso me daban dolores de cabeza impresionantes que por estúpido lo dejaba estar mientras seguía comiendo. Me regañaron tantas veces que les tomé cierto asco.
Sin embargo, Annie olía a chocolate y solo esperaba que me dijera el nombre de cuál había comido para hacerlo yo también. Intentaba en lo más posible hacer de cuenta que no estaba en mis piernas, sino sentada al lado. Qué sólo era una más de las millones de veces que la he alzado y llevado conmigo.
Pero no, no estaba tranquilo ya que por el simple hecho de que el motor estuviera prendido ya significaba que se tiene que mover.
—Maldita sea—gruñí deteniéndome en seco al ver a un ciclista pasar de forma apresurada por en frente.
Por forma casi involuntaria Annie se tensó, abrazándome mucho más fuerte. Pegando un respingo que me hizo contener aire. Mi molestia no era porque se hubiera asustado, hasta yo lo hice. Pero lo que más lamentaba en estos momentos era ser hombre.
Mirando a ambos lados, recé para que el camino se hiciera más rápido. Que de la nada todos se metieran en sus casas y me dejarán la vía libre para evitar. Faltando unas pocas cuadras, pareciendo que el universo me había escuchado.
La camioneta se movía sin gente y sin trabas. Me relajé.
Pero ahí, vino el error.
Cuando Annie se removio incómoda supe que esto había sido un error, me sentí tan asqueado por mi que me detuve enfrente de cualquier tienda.
—Pásate para el otro lado.—dije más duro de lo que pretendía, haciendo que se separará peligrosamente rápido.
Sin rechistar me hizo caso y no esperé a que se acomodara por completo en el otro asiento cuando salí dando un portazo. De todas las tiendas que habían a mi alrededor me regresé unos pasos y sin detenerme a pensarlo entre a una farmacia.
«¿Qué coño iba a comprar?»
La luz sobrecargada del lugar me dejó con los ojos ardiendo un par de segundos, miré alrededor pero por ahora no había nada de mi agrado. La señora no más de 30 años que se encontraba detrás de la caja me miró con cierta duda cuando me acerqué.
—¿Tiene un baño que pueda usar?—pregunté metiendo las manos en los bolsillos, cosa que llamo su atención.
Sus ojos abrieron un poco más, sonrojandose antes de volver a verme la cara.
—Detrás de la.. máquina expendedora—tartamudeo y asentí, caminando hasta allá.
Abrí la puerta dando paso a un baño solamente de dos casetas. Tranqué la puerta con seguro y bajé la vista, maldiciendo cuando ví la bragueta del pantalón sobremarcada. La vergüenza me recorrió el cuerpo al intentar pensar que es lo que se le puso pasar por la cabeza a Annie cuando la sintió.
Alcé la vista hacía un lado encontrándome con mi reflejo en el pequeño espejo. Suspiré desabrochando el botón y metiendo la mano para acomodar mi leve erección entre el boxer.
«Necesito una ducha de agua fría»
Sin querer ver más mi reflejo, me lavé la cara y cuando tuve acomodado el pantalón, salí.
Me acerqué a la cajera tomando el primer paquete de frituras que ví, ella me miró con duda, escaneandome un par de segundos antes de tomar el billete que le ofrecía.
Sin embargo, mi cara se compuso cuando al lado de la bolsa de frituras me había colocado una tira de cuatro condones.
—Yo no pedí eso.—dije rápidamente regresandoselo, ella negó.
—Es un regalo, así nos ahorramos que vengan más criaturas al mundo sin ser queridas sólo por un calentón.—escupió con rencor.
Una sonrisa irónica se formó en mi boca.
—Le aseguro que cualquier niño que salga gracias a la erección que no deja de ver, será más que bienvenido.—tomé mi bolsa dejándole la tira de durex en la barra—: Feliz noche.
Me giré bajo su mirada atónita, dejándola con la palabra en la boca una vez que salí del local un poco más tranquilo cuando el aire frío de la noche me golpeó el rostro.
Una vez dentro del auto, Annie miraba casi perdida por la ventana, no me dijo nada cuando entré, tampoco es que yo tuviera algo que decir así que bajo un silencio un tanto incómodo maneje lo que restaba al apartamento.
El portón del estacionamiento me dejó pasar cuando le dí al control, ya a estas horas ya casi todo el mundo estaba en su puesto. Dí un par de vueltas antes de detenerme en el mío que no estaba muy lejos del ascensor.
Me bajé y me fuí hasta su puerta para abrirle, pestañeó varias veces antes de bajarse para ir juntos a la caja metálica.
Me apoyé en una de las paredes una vez que puse el código. La estaba observando más de lo necesario pero no se daba cuenta, jugaba con sus manos y sus pies cubiertos por las medias se movían levemente de un lado a otro.
«Mañana saldríamos por unos zapatos»
Me crucé de brazos y estuve muy tentado a volver a tomarla en brazos hasta que llegáramos, el piso debía estar frío y ciertamente el clima no ayudaba. Pero negué, ahora no era el momento.
Las puertas se abrieron y ambos caminamos hasta mi puerta, metí las llaves y la abrí dejando que ella pasará primero. Tiré mis cosas junto con la bolsa de frituras en el comedor, ella las miró con una ceja alzada.
—Para ti, agarra si quieres,—subí dos peldaños de las escaleras—: En un momento bajo a hacer la cena.
Asintió y yo subí a paso apresurado a mi habitación, me saqué los zapatos y la chaqueta al entrar lanzandolos a la cama. Cerré la puerta del baño a mis espaldas y me desvestí por completo importandome muy poco dónde cayera el desastre que estaba haciendo.
Abrí la llave de agua fría, quedándome bajo de esta. La piel se me entumeció enseguida dejando paso a pequeños espasmos. Suspiré frotándome el rostro con las manos, llevando los mechones de mi pelo hacia atrás mientras dejaba al agua hacer lo suyo.
Miré hacia abajo y me negué a tocarme, eso tendría que bajar sólo.
Tomé el jabón y me lo pasé por todo el cuerpo, quedándome más tiempo sobre los hombros para ver si con esta inútil forma mi estrés se iba. Cerré los ojos y me quedé haciendo tiempo, esperando que el agua quitara toda la leve espuma que me cubría.
Me voltee dejando que el agua me cayera en la espalda, dejé caer mi cabeza hacia atrás sintiendo la fuerza de las gotas golpearme la frente.
La mente me llevó hasta el momento dónde tuve que recurrir a esto para sacar a Annie del pánico. A partir de ahí o quizás antes, más momentos con más cercanías hacen presencia cuando no los espero.
Me preocupa, me doy asco.
«Es una niña, joder»
Cerré la ducha ahora molesto, tomé cualquier toalla de la estantería y me la amarré en la cintura. Abrí con lentitud la puerta haciendo el frío artificial del aire acondicionado me dejara más tranquilo.
Un short hasta la rodilla color negro y una camiseta blanca fué lo que me acompañó hasta la sala donde Annie estaba con la bolsa de frituras abierta, eran papitas.
Estaba descalzo, no me escuchó así que me acerqué un poco más.
Abrió los ojos sorprendida con una papita en la boca—: ¿Quieres?
Negué con una leve sonrisa. Era bueno que estuviera actuando normal, por lo menos hasta los momentos.
No como yo, que tenía la cabeza vuelta un lío.
—Mañana saldremos, —solté caminando hasta la cocina—: Cuando llegué del trabajo espero que ya hayas comido.
—¿A dónde?—estaba nerviosa.
Me giré unos segundos antes de tomar unos trozos de pan para meterlos en la tostadora.
—Necesitas un par de zapatos, ¿No te duelen los pies?—cuestioné tratando de no acercarme.
Si me quedaba un tanto alejado capaz se me vaya la vergüenza.
—No mucho, me duelen más otras cosas,—la miré de inmediato para ver si me decía—: Las rodillas por ejemplo.
Me acerqué a la tostadora.
—¿Otra cosa?—pregunté fingiendo desinterés.
«Di que no»
—No veo que tengo atrás pero a veces es incómodo.—murmuró alzando levemente los hombros.
Cuando la mente vuela, es difícil detenerla. Estaba preocupado de que algunas de sus marcas quedaran tan pronunciadas que con el tiempo se sintiera mal consigo misma.
«Si es que ya no lo hacía»
Mamá miles de veces se atacó a ella misma por verse solamente en el espejo, se sentía culpable por dejar que le marcarán el cuerpo así. Eran noches y noches de llanto por falta de amor propio, y no la criticaba. A pesar de que mi edad no era la mejor en ese momento, desde muy chico me encargué de decirle que estaba hermosa hasta calva, la hacia reír y eso para mí valía mucho más que otra cosa.
Quizás con Annie, esté a tiempo de cambiar sus pensamientos.
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¡¿Cómo que Annie supero los 50k?! Están jugando conmigo eh.
Mil gracias por leer, mil gracias por seguir aquí. Me quedan solo dos exámenes y vuelvo a ser constante.
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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