CAPÍTULO 38
Annie.
No me gustaba, no me gustaba la sensación que tenía en el pecho cada vez que la de servicios sociales miraba a Andrew.
Desde que llegó, mucho antes de fijarse en mi, había ido directo a saludarlo a él, vestía una chaqueta negra que hacia contraste con el vestido color crema que cargaba. Los zapatos que traía daban miedo de los altos que que eran pero aún así Andrew seguía quedando más alto. Yo le llegaba apenas a los hombros, Rosalva ya fácilmente le rozaba la altura de su nariz.
Decidí que la mejor opción era pasar de largo e irme a sentar al sofá, me conocía lo suficiente para saber que no se manejar mis emociones. El control sobre ellas me dura muy poco cuando algo de verdad me afecta, después de todo, parecía ser que era una persona con muy poca estabilidad.
—¿Cómo estás, Linda?—sonrió amablemente cuando se sentó frente a mí en el sillón individual. Andrew se fué a la cocina.
Ella sonreía, no parecía mala. Era linda pero había una espinita en mi interior, algo que no me dejaba corresponder.
—Bien.
Acomodé mis piernas de modo que quedaba en pose de indio sobre el sofá, a diferencia de ella que cargaba las piernas cruzadas lo que las hacia lucir mucho más largas. A mi respuesta sólo asintió, no había mucho que tuviera que decirle tampoco y no es de extrañar. En la primera vez que hablamos tampoco dije mucho.
El ojiverde apareció con una taza de café en mano, al entregarsela lo vi dudar sobre donde sentarse. Habían dos opciones, una a mi lado en el sofá grande y la otra en el individual que sobraba. Ignoré aquél peso que se produjo en mi estómago al verlo sentar en el individual pero, lo que sí no pude omitir fué qué cuando ella me miraba a mi en busca de respuestas, él se tomó minutos eternos de su vida para verle las piernas.
Sin querer, bajé la vista a las mías que estaban enredadas en la posición que había adquirido. Aquél pantalón de algodón las cubría así que no había mucho que ver tampoco, menos algo que valiera la pena. Mis cicatrices de quemaduras son las más visibles, de esas que sino se tratan a tiempo marca. Supongo, que ese era el propósito. Marcarme.
Tomando un sorbo de su café, lo dejó en la mesa de centro y me miró—: Quiero que me digas como te sientes, recuerda que podemos ser amigas.
«¿Amigas?»
No.
—¿Cómo me siento?—asintió juntando sus manos en sus rodillas.
«Insignificante, no me puedo comparar contigo, es normal que llames su atención y yo no. Quisiera que me mirara como él ahorita te está mirando y...»
Suspiré.
—Bien.
El ambiente estaba tenso. Andrew sin embargo, no parecía consciente del remolino que estaba en mi cabeza.
La pelirroja se removió inquieta en su asiento—: Me encontré al oficial Green saliendo de aquí justo cuando iba entrando, ¿Estaba con ustedes?
—Así es,—habló Andrew luego de aclararse la garganta—: Vinieron a ver un par de muestras.
Fruncio el ceño, interesada en el tema.
—¿Muestras?, ¿De qué tipo?—después de preguntar, su vista se centró en él.
—Encontraron residuos en las uñas de Annie, se hizo una prueba y debido a su reacción van por el camino correcto.
Rosalva sonrió.
—¡Eso es grandioso!—me miró unos leves segundos antes de devolverse hacia Andrew—: Mientras más pistas, más cerca, más respuestas que capaz y los lleven hacia el paradero,—movía sus manos para explicarse—: Podemos estar hablando de familia, amigos puede ser. Aunque por la edad del suceso es muy poco probable. —se respondió a ella misma—: Pero nada se pierde.
Inhalé profundo reteniendo el aire más tiempo del que debería. En ningún momento hasta hace días me cuestione sobre eso, sólo al principio. Mientras más tiempo pasaba pocas esperanzas me quedaban. Desconocía de su significado hasta que apareció aquella camioneta que casi me arrolla.
—Es muy bueno, de verdad que me alegro que tu caso no quede como uno más del montón sin resolver,—continuó, iniciándose levemente como si quisiera hablar sólo conmigo—: Una vez eso esté resuelto, volverás a retomar tu vida. Intentándolo por lo menos.
—Nadie me devolverá esos años—me sorprendí a mi misma diciendo eso.
Abrió los ojos con sorpresa.
—Lo sé, cariño pero,—la corté.
Negué con la cabeza.
—No lo sabe, nadie lo sabe,—mis dedos apretaron con más fuerza de la necesaria la tela sobre mis rodillas—: Vió las fotos, está viendo mis brazos, mi cuello y rostro ¿Cierto?
Ella asintió dispuesta a seguir hablando pero la volví a interrumpir alzando las manos, rezando para que el nudo en mi garganta me dejara hablar.
—Cuando tenga la piel como la mía, sabrá lo que se siente,—miré sin disimulo sus brazos y piernas descubiertas antes de volver a verla. Ya borrosamente gracias a las lágrimas que me negaba a soltar—: Ojalá nunca la maltraten como lo hicieron conmigo.
Vi a Andrew, quien se enderezo con intención de ir hacia mi pero antes de que lo hiciera me levanté yo, salí a paso apresurado escaleras arriba. Por más que lo que lo que más quería era que me abrazara no dejaría que fuera debido a esto. Teniendola a ella enfrente no iba a optar por estar a mi lado, tampoco por mirarme a mi. Cuando me vio dolida fué que se movió y no, eso no se sintió bien.
Mis rodillas cedieron cuando tropecé con una de las mesas que adornaban el pasillo, si mi mano no se hubiera apoyado en la pared habría caído por completo en el suelo. Al intentar volver a estar estable, mis pies resbalaron en la baldosa por la tela que los cubría.
Extendiendo una mano hacia abajo me las quité y las lleve conmigo hasta la última habitación que vi. Cerré la puerta y ahí, justo en la soledad fué que me permití respirar con tranquilidad, las lágrimas retenidas bajaban de forma silenciosa por mis mejillas, lo extraño era que no emitía ningún ruido, tampoco lo escuchaba.
Suponía que se habían quedado a conversar abajo, apoyé una oreja en la puerta a ver si llegaba a oir algún pedazo pero nada. Pensé que también podría ser porque estaba muy lejos, dejé caer los hombros y me voltee. Era una de las habitaciones menos cargadas que había visto en lo que llevo aquí.
Era color gris claro, estaba la cama matrimonial en todo el centro sólo con dos mesas de luz a sus costados. Un closet color manera oscuro que combinaba con las sábanas de la cama, una pequeña ventana le daba luz lo que no hacia necesario de los bombillos artificiales.
Me recosté de lado, dándole la espalda a la ventana mientras jugaba con la tela de las medias en mis manos. No pasé mucho tiempo acariciandole los bordes ya que empecé a escuchar portazos en el pasillo.
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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