CAPITULO 37

Andrew.

Temí haber hecho mal, de haberme sobrepasado. Más aún cuando la reacción que tuvo fué totalmente ilegible, apenas y respira.

Sentí un alivio interno no sólo cuando el teléfono sonó, sino también que al inclinarme para tomarlo pude ver el rosado en sus mejillas. Con una sonrisa que no quería que viera; me giré rápidamente levantándome de la silla para contestar.

—¿Hola?—ni ví el nombre del contacto.

Señor Reyes, —una mujer—: ¿Cómo está? Buenos días.

«¿Quién era?»

—Disculpe pero, ¿Quién es?—me escuché avergonzado, y lo estaba de cierta forma. Alejé el teléfono de mi oreja y no había nombre, sólo el número.

¡Rosalva!—parecía indignada—: Lo llamo para ver si no le molesta que pase en unos minutos por su apartamento.

Mis vueltas por la sala se detuvieron en seco al escucharla, ¿Más gente aquí? De reojo miré a Annie. Estaba desayunando tranquila en su sitio, pero a Rosalva no le podía decir que no. Ella misma había hecho que la dejaran aquí conmigo y el acuerdo, si mal no recuerdo, es que iban haber ciertas visitas para comprobar que estuviera bien.

¿Señor Reyes?—repitió. Me llevé una mano al pelo, caminando hacía el ventanal.

—Si, perdone—me mordí la lengua—: Está bien, cuando quiera.

Escuché su suspiro de alivio, entonces pregunté.

—¿Tiene la dirección?—no supe porqué, presentía que si.

Oh, si claro—«¿Por qué?»—: En los papeles qué me dejó el oficial en la oficina la dice, ya que no decía procedencia concreta de Annie. Manuel me comentó que fué a dar al hospital luego de un ataque de pánico en su apartamento, ¿Eso es correcto?

Asentí aunque no me podía ver.

—Si, entonces.. —divagué bajando la mano a mi nuca—: ¿Cuando...?

Hoy mismo, ¿Está allá?

Quería lanzar el teléfono hacía una esquina, todo lo que hacía esta gente era joderme la paciencia. Como si los regaños de Green no fueran suficientes.

Annie me refiero—dijo torpemente, yo fruncí el ceño.

—Si, está comiendo—respondí regresando la vista a la mencionada.

Movía sus pies de adelante hacia atrás suavemente, ya que no le llegaban al reposapiés de la banca. Ambas manos le sostenían el vaso de jugo que le había dejado mientras en pequeños sorbos se lo llevaba a la boca. Miraba distraída la mesa y más mi plato casi sin tocar.

Perfecto, en un rato estoy por allá—asentí y sin decir nada colgué.

Podré haber sido grosero, pero sinceramente no estaba en mis planes ahorita que me perturbaran más la tranquilidad. Regresé mis pasos a la barra y en pocos bocados me terminé el plato. Annie no dijo mucho después.  Aunque sabía que quería preguntar, decidí hablarlo.

—En un rato viene Rosalva,—comenté haciendo que diera un pequeño respingo mientras me levantaba. No esperaba que hablase—: Viene a ver cómo estás, me imagino que te preguntará cosas. La verdad no tengo ni idea.

Ella asintió pero no la noté incómoda con que viniera la trabajadora social. Sin embargo, al escuchar pasos por las escaleras Annie se enderezó para mirarlos. Sin comentar nada, tomé ambos platos y los dejé en el lavavajillas. Ahorita no tenía ni tiempo ni ganas de lavar platos.

—Pido disculpas por el desorden que dejamos,—musitó Manuel en el pie de las escaleras—: Le puedes dar otra habitación, ¿Cierto?

Había veneno en la pregunta, claro que lo había. Sabía que si por él fuera, me deja una cámara en cada esquina del piso.

—No hay problema.

«En la mía duerme bien»

Cerré los ojos con fuerza al pensamiento involuntario y ahora, más avergonzado que nunca la miré a ella. Pero sus ojos no estaban en mí, sino en Frank. Éste último analizaba toda la sala, imaginaba que no trataba de perderse de ningún detalle.

Carraspear la garganta fué lo que pude hacer para que los ojos de todos cayeran en mi. Qué lastima que a mí sólo me importaba un par.

«Maldita sea»

—Entonces,—alcé los hombros—: ¿Qué prosigue?—regresé a la barra y tomé el vaso de café.

Manuel suspiró y miró a su compañero.

—Con las mismas semillas falta investigar los sitios donde la distribuían, ver si hay gente que todavía las consume, o las vende o algo valioso que podamos obtener que nos sea de ayuda—miró a Annie con cautela mientras hablaba.

«Eso es, Green»

—Recuerdo varios centros, fábricas clausuradas,—dijo Frank—: Es cuestión de buscar, y hacerlo bien.

Manuel lo señaló con un dedo—: Exacto, y voy con eso de una vez.

Ambos asintieron y se aproximaron a la puerta, más que gustoso me acerque para abrirselas. Ansioso porque se fueran. Manuel antes de cerrar me dió una mirada cargada de advertencia, una que ignore.

Suspiré al mismo tiempo que Annie se ponía de pie. Sólo me alejé dos pasos de la puerta cuando el intercomunicador sonó.

«Paciencia, paciencia»

Presioné el botón al ya estar cerca—: ¿Diga?

Señor Reyes, una señorita lo busca—sabía quien era pero no está demás preguntar.

—¿Cómo se llama?

Tardó unos segundos—: Rosalva, dice que es de servicios sociales.

Ahora mismo no quisiera saber que piensa el portero sobre mi. Ve entrar policías, ambulancias y ahora servicios sociales. ¿Qué sigue?

—Que suba.

Al voltearme, Annie no estaba. Reteniendo el impulso de subir me dirigí hacia el espacio de lavado para sacar lo que ya estaba listo. Las prendas de ayer, gracias al tiempo que llevan desde que la secadora se detuvo, ya no están tan calientes sino tibias.

Utilizándolo como escusa, subí con ellas en mano. Por curiosidad, pasé por la habitación que había sido el detonante del momento más íntimo que había tenido con Annie hasta los momentos. Al estar en el umbral, apoye una mano en éste y mis hombros cayeron.

Cintas amarillas, pequeñas reglas que medían el grosor de las semillas. Otro desastre más que no me encargaría de limpiar. Cerré la puerta y todavía con la ropa en mano toqué la puerta de mi habitación. No tenía porqué, pero si ella estaba ahí tenía que tener permiso para pasar.

En vez de escuchar la respuesta, fué ella quien abrió la puerta.

—¿Por qué tocas?—preguntó con la barbilla alzada. Tenía que hacerlo para mirarme—: Es tuya.

«¿Quién?»

—Si pero en algún momento necesitas privacidad—me encogí de hombros y entré, percatandome de que tenía varias prendas fuera del bolso que Manuel le había dado.

—Te prometo que lo recogeré,—aclaró torpemente yendo hacia la cama—: Sólo quería encontrar algo que me cubriera los pies, —miró con deseen la ropa—: Pero no encontré.

Dejando lo que yo cargaba encima de la sábana, corrí hacia un lado la puerta del closet y de uno de los cajones saqué un par de medias. Al voltearme, la ví observandome con un sonrojo.

—No quiero abusar—negué rápidamente con la cabeza, sabía por dónde iba la conversación.

—No lo haces, yo te lo estoy dando—me acerqué y le tomé la mano para dejar la bola en la que estaban sujetas las medias—: Dudo muchísimo que algunos de mis zapatos te queden,—baje la vista a sus pies, intentando bromear. Ella se removió tapando uno con el otro—: Son muy pequeños en comparación con los míos.

Al hacer referencia a mis pies, ella bajó la vista a ellos. Haciéndome hacer lo que ella hizo, cubrir uno con el otro. Algo en mi interior se contrajo cuando la escuché reír, me volví a enfocar en ella, llamándome la atención el hoyuelo pronunciado que tenía la mejilla izquierda.

Retuve el impulso de meter el dedo ahí alejándome un paso y señalando el closet con la cabeza.

—Si esas no te gustan, agarra las que quieras—dije refiriéndome a las medias, ella asintió todavía con una sombra de sonrisa.

Hice lo mismo yéndome para el baño para abrir el grifo de agua fría y, con las manos retener toda el agua posible para lanzarmela al rostro. Así hice varias veces hasta cerrarlo, las puntas de mi pelo se habían humedecido al igual que mis patillas. Dejé salir un sonoro suspiro antes de tomar una toalla y frotarme el rostro con fuerza rezando a Dios para que se me fueran estos impulsos que me sacaban de quicio.

Una vez dejé la toalla en su sitio escuché ruido en la puerta de abajo. Unos toques.

—Annie,—la llamé desde adentro del baño—: Ya llegó Rosalva.

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¡Hodaa tuu! ¿Eres nuevx? ¿Te enamoraste ya de Andrew, como yo?

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

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