CAPITULO 35

Andrew.

27 de noviembre, 2004

Cuando tenía dos años mis abuelos me construyeron un baúl para mis juguetes, no siempre jugaba con ellos ya que me entretenía más con el balón de fútbol en el patio.

Me gustaba sacarlos, verlos y acomodarlos. Una sonrisa se me escapaba cuando veía como mi gusto había cambiado. Tenía peluches, figuras de acción, incluso de esos pequeños coleccionables que daban en McDonald's.

Cada uno tenía un recuerdo, me negaba a tirarlos a menos que fuera que viera a uno que lo necesitara más que yo. Mi favorito era uno Batman, con un botón salían las alas, con otro hablaba pero no hacía más.

Ansiaba que llegara mi otro cumpleaños para qué mis abuelos me llevarán a la tienda de cómics. No eran muy baratos por aquí, sin embargo agradecía que cada vez que podían me daban uno.

Tenía clases de mañana y entrenamiento en la tarde. Volvía casi a las 6, dónde mamá me recibía con la cena la mayoría de las veces.

—¡Nene, bajá! Tu abuela ya vino por ti—escuché a mamá en la planta baja.

Chaquee la lengua, moviendo lo más rápido que pude mis manos para guardarlos.

—¡Andrew!—volvió a gritar—: La abuela se hará más vieja esperando.

Me hizo reír, alzando los hombros me dije que los guardaría cuando llegara. A paso rápido caminé hasta la puerta, estaba a punto de cerrar cuando ví a mi figura de Batman en el suelo.

—¡Andrew!—dí un respingo, y miré mi habitación.

—Cuida mi cuarto, Batman—susurré con una sonrisa antes de bajar corriendo las escaleras.

Me despedí de mamá intentando hacer caso omiso a qué mi papá no estaba en casa, de nuevo. Tomé aire y casi me lancé a la parte trasera del carro de la abuela.

—¿Qué se siente cumplir 10 años, mi niño?—preguntó haciendome sonreír.

Hace ya semanas fué mi cumpleaños, cada vez que me veía me preguntaba lo mismo.

—Lo mismo que ayer abuela—soltó una carcajada.

—Espero que alguna vez que te lo pregunte, me digas algo diferente.

Sonreí mientras negaba con la cabeza.

—Algún día, tengo un año para cambiar mi respuesta—dije apoyando el antebrazo en la puerta del auto, fijando mi vista en la ventana.

Sentía los ojos verdosos, iguales a los de mi madre; mirarme a través del retrovisor.

—Eres único, Andrew—me sonroje.

No dije nada, no era muy bueno con los cumplidos. Varias veces niñas del colegio me decían que era muy lindo, o si el calor rubio de mi cabello era de verdad y no tinte. Que si mis ojos de verdad eran verdes y no unos lentes de contacto. Intentaba no prestar atención, pero en realidad es que por ahora no busco su atención.

Los ojos que quería que me miraran era los de mamá. A los pocos partidos a los que ha asistido siempre lleva un cartel diferente consigo pero, todos decían lo mismo sin importar el color.

"Andrew, mi campeón"

Me adentré a las canchas tras dejarle un beso a mi abuela y que me dijera que me iba a recoger a la misma hora. El entrenador me recibió con un saludo de puñito mientras me colocaba en fila con los demás.

—Grupo uno,—habló el entrenador con unas hojas en mano—: Daniels, Reyes, Collins, Gallegos, y Beaumont... Ustedes van a dar 5 vueltas a la cancha,—asentimos—: Los otros cinco, conforman el grupo dos y van a hacer una serie de 4, cada una de 15 sentadillas.

Todos dijimos que si, pero nadie se movió hasta que nos miró como si nos faltara un ojo.

—¿No me escucharon? ¡Ahora!—sonó el silbato y salí disparado a dar vueltas por la cancha como si mi vida dependiera de ello.

Mis pulmones pedían auxilio, mis piernas me exigían un descanso pero no me detuve. No hasta que escuché el silbato de nuevo.

—Ahora, ya con los músculos fuera de su estado de flojera,—nos hizo reír aún con la falta de oxígeno—: ¡A jugar!

Así como estábamos divididos nos dos equipos, cada uno se puso en un lado de la cancha. Amaba ser delantero, la primera patada la di yo, comenzando el juego.

—¡Andrew, por aquí!—ví a Joshua una esquina, pasando de largo con uno le pasé la pelota. 

Amaba jugar, me entretenía aún terminara después como un saco de sudor y mugre. Grité con todas mis ganas cuando metí un gol, la emoción me duró hasta que nos encontrábamos unas horas después sentados en el suelo hablando de estupideces.

Quería llegar y sacarle una sonrisa a mamá con esa noticia.

El sonido del claxon me hizo voltear, la abuela me esperaba con una media sonrisa. Mi ceño se contrajo de inmediato.

—Hasta luego, chicos—me despedí distraídamente—: Chao entrenador—sin esperar respuesta corrí hasta meterme en el asiento del copiloto.

Los ojos preocupados de mi abuela me hicieron comenzar con un sin fin de preguntas que se negaba a responder.

—Andrew, cariño tranquilo—intentarme calmar no servía de nada.

Suspiré.

—Bien, vamos a casa—me resigné—: Quiero contarle a ma de hoy.

Ella negó.

—Hoy cenaras con nosotros, ¿Si?, prepararemos lo que quieras—intentó convencerme pero negué.

—Abuela, quiero ir con mamá—negó haciéndome apretar los dientes, algo no estaba bien.

En otra ocasión, cenar con los abuelos nunca fué mal plan. Pero ahora era diferente, sentía como algo no cuadraba.

Agradecí al cielo que la casa de ellos no estaba tan lejos de la mía. Al apenas estacionar tomé mi bolso y corrí cuadras abajo. Escuché a lo lejos el grito ahogado de mi abuela.

—¡Andrew Williams Reyes, vuelve aquí!—haciendo caso omiso seguí corriendo.

Varios de los vecinos me conocían, así que sentía que no corría peligro por estar corriendo como un loco hasta mi casa. Cuando estuve cerca mis pulmones empezaron a ceder, respiraba como si me estuviera ahogando. Las luces de la casa estaban apagadas, me extraño ya que sabía que mi madre estaba ahí.

«¿Salió?»

Me adentré por el patio, la cocina estaba apagada, la sala e incluso el pasillo. Todavía sudando a mares caminé por la sala mirando a mi alrededor, mis vellos se pusieron de punta cuando escuché de la nada un ruido en la parte alta.

Subí los escalones de dos en dos, el ruido venía de mi cuarto. Me asomé lentamente con el corazón latiendo a millón.

—¡Déjame!—gritó mamá, aferrada a sus rodillas en el piso.

El sudor se volvió frío cuando ví a papá con uno de mis cinturones. Sin compasión parecía golpearla una y otra vez en las piernas, frente a mi.

Abrí la puerta por completo, mis ojos se aguaron no sólo por ver a mamá llorando y siendo golpeada, sino porque todos y cada uno de mis juguetes estaban fuera del baúl. Destrozados.

—¡Andrew, vete de aquí!—mi vista volvió a mamá cuando escuché su grito.

El que decía ser mi padre se volteó haciendo que mi cuerpo se congelará, lágrimas bajaron por mis mejillas al darme cuenta de lo que mi abuela quería evitar que viera. Intentaban protegerme pero, ¿Quién protegía a mi mamá?

—Déjala...—dije casi en un susurro, sabía que me escuchaba—: Por favor.

Papá se alejó de ella para agacharse a mi altura. Sus ojos grises me miraban con dureza, el rojizo de ellos más el olor me indicaba que había tomado. Yo sólo lloraba, rogando en mi interior que ésto terminara.

—Tu madre hizo un pésimo trabajo contigo,—gruñó—: Crío a un marica, los niños no lloran cabron.

El nudo en mi garganta creció, haciendo que me ardiera hasta soltar el llanto que tenía retenido. Me dolía todo el cuerpo pero no más que el corazón al ver a mi madre así.

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Cada cap con la letra así es un recuerdo.

¡Mil gracias por los 11K! 

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

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