CAPÍTULO 32

Annie.

Cuando mis ojos se abrieron ya no estaba con Andrew, un dolor en mi estómago me hizo caer en cuenta que no había comido en todo el día. ¿Dónde estaba? Me giré sobre mi cuerpo y por la superficie supe que estaba en el sofá.

La tormenta que tenía en el interior de mi cuerpo me estaba pasando factura, me incorporé haciendo que mis pies tocaran la alfombra, llevé las manos hasta mis rodillas para apoyarme. Al el rostro hacia la derecha el atardecer me distrajo.

¿Qué hora era?

Llevé mis ojos hacia la barra de la cocina y había un plato tapado con un plástico. Mis piernas tomaron vida propia para acercarme, al ser transparente su cubierta ví que eran un par de panes redondos rellenos con algo que no sabía.

Lo destapé y sin pensarlo mucho mordí uno, mi estómago hizo fiesta cuando el primer bocado fué directo hacía el. No conté cuántos segundos pasaron antes de devorarme el primero, mi cerebro me decía que no pero mi hambre me decía que sí.

—Comelo, es tuyo.

Giré para ver a Andrew entrar con un pants gris suelto en sus caderas, descalzo y con una camiseta negra cubriendo su torso.

—¿Dormiste bien?—asentí, mirando de nuevo lo que tenía entre las manos.

—Adelante, sólo venía a ver si ya estabas despierta,—fué hacia el estante, sacando un vaso de vidrio—: Come, después quiero mostrarte algo.

Lo miré con curiosidad, y antes que pudiera preguntar qué era, mi estómago rugió de nuevo. Lo miré avergonzada. Sin embargo aquella sombra de sonrisa en su rostro se hizo presente.

Hizo como si nada mientras me daba la espalda, aproveché para terminar de cenar. Un suspiro de cansancio salió de mi boca pero no era por sueño. Había dormido gran parte del día, por no decir que en su totalidad.

—¿Qué me quieres mostrar?—pregunté haciendo que se girara con un vaso de agua a medio tomar.

Bajó la vista a mi plato. Ahora vacío.

—¿Quieres más?—vi las migajas y negué. Se terminó de un trago su bebida antes de hacerme una seña para que lo siguiera—: Arriba.

Él al tener las piernas más largas subía los escalones de dos en dos, yo mientras lo miré hacerlo. Intentando imitarlo.

Aborté misión cuando casi me caigo y ruedo por las mismas. Un grito ahogado salió de mi boca al agarrarme del barandal de la escalera.

Andrew se volteó y bajó rápidamente para intentar alzarme pero negué.

—Annie..

Negué.

—Quiero hacerlo—dije mientras me apoyaba, pero en vez de dos en dos como él. Comencé de uno en uno.

Me detuve cuando el ojiverde hizo que soltará el barandal para tomar sus manos. Sin poder —y sin querer— objetar subimos todos los peldaños, él de espaldas y yo de frente. Mis preocupaciones iban más en que se cayera él a que me hiciera daño yo misma.

Cuando llegamos al piso de las habitaciones, me guío hasta la que había apartado para mí.

—Sientate—ordenó y tomé asiento sobre la sábana, lo miré irse hacia el armario y sacar una bolsita con lo que parecía ser arroz.

Alcé la vista y estaba serio, no había nada que pudiera decirme con su rostro. Me cuestione si debía preocuparme.

—Annie, esto es muy importante, ¿Está bien?—asiento con la cabeza viendo como él se agacha hasta quedar en cunclillas frente a mi—: Depende de ésto saber si están siguiendo las pistas correctas o no.

No entendía nada, ¿Qué era eso?, ¿Por qué ahora Andrew si parece preocupado?

Abrió la bolsa y metió la mano, sacándola segundos después con unas cuantas entre los dedos. Dejó la bolsa abierta a un lado mientras me las mostraba. No eran arroz, eran color amarillo, muchos más grandes.

—¿Las reconoces?

—No, ¿Qué es?—su ceño cayó.

—¿No se te hacen familiar?—volví a negar.

Pareció absorto, él mismo miró las semillas por unos segundos que sentí eternos. No fué hasta que me removí en el sitio que Andrew alzó la vista hacía mi.

—Me dijiste..—se cortó—: Nos dijiste que tenías los ojos vendados, ¿Cierto?

«¿Qué tenía que ver?»

—Si,—no supe porqué me puse nerviosa—: ¿Qué sucede?

Se levantó con las semillas en su mano, salió de la habitación para volver momentos después con una corbata roja en mano. En mi boca se formó una O, sin saber cómo interpretar lo que traía en mano.

«¿Me cubrirá los ojos?»

Mis rodillas se flexionaron de inmediato empezando a retroceder sobre la cama al entender sus intenciones. Su cejas cayeron, mirándome con pánico mientras soltaba la cortaba, dejándola caer en el suelo junto con las demás semillas.

—No, Annie, yava.. —alzó la mano en señal para que me detuviera, no lo hice—: Por favor.

—Me vas a vendar—no era pregunta.

Chasqueo con la lengua antes de acercarse en un paso más. Retrocedí, y juro que su mirada me dolía más a mi que a él.

—Te juro que no te voy a hacer nada—dijo de forma lastimera—: Sólo es para probar algo, después te la quito,—habló rápido—: Te lo juro.

Por más que la corbata ya no siguiera entre sus manos, en mi mente seguía tan viva como si estuviera frente a mi. Sus ojos me decían muchas cosas, ahora sí, ¿Pero por qué...?

«¿Por qué, qué?»

—¿Confías en mí?—preguntó de la nada—: No te he lastimado en todos estos días, ¿Por qué lo haría ahora?

Sabía que mi rostro pasó a ser ahora el que no se leía. Pero no podía negarme ante la primera pregunta, claro que confiaba en él.

Asentí, sus ojos se iluminaron. Pero pestañeó tan rápido que me cuestione haber visto ese brillo.

—Si quieres lo hacemos sin ella,—señaló la tela en el suelo—: Pero no sé si sea lo mismo.

—¿Qué vas a hacer?—cuestioné enderezandome poco a poco.

Andrew llevó una mano a su nuca.

—Ya que no lo reconoces por vista, tal vez y si lo hueles...—alzó los hombros.

Mordí mi labio inferior pero asentí, miré la corbata que brillaba por el color rojizo. La tomé entre mis manos y me la puse sobre los ojos, negandome a hacerle algún nudo. La respiración se me detuvo cuando sentí la mano de hacer una caricia de un dedo desde mi frente hasta mi nariz.

—¿Puedes verme?—negué sujetando la corbata a mis costados.

—No—el temblor en mi voz me delató los nervios.

Cerré los ojos preparándome para cualquier cosa, mi olfato tomó predominio haciendo que mis nervios se pusieran de punta. Respiré hondo y el perfume de Andrew fué lo primero que llegó a mi. Estaba tranquila sólo porque lo sentía conmigo todavía.

Sólo bastó que acercara su mano con aquellas semillas amarillas a mi nariz para empujarlo hacia atrás con mis piernas en un impulso involuntario.

Mi subconsciente se empezó a llenar de miles y un escenas predominadas por mis sentidos. Más de una vez lloré al sentir como metían aquellos granos en mi boca, aquellos que olía absolutamente todas las mañanas, tardes y noches. Alejé la corbata de mí y quise salir de la habitación, caminé tropezandome con aquella bolsa con más de ellas.

Mis pies tocaron aquellos con pasos desesperados cada una de ellas que estaba esparcida por el suelo. El pecho parecía ser un espacio totalmente reducido para mis pulmones, necesitaba más aire.

Necesitaba salir de aquí.

—¡No quiero más, no quiero más!—grité llevándome la mano a la boca como si tuviera de ellas dentro.

—¡Annie, detente!

Alcé la vista y todo se veía borroso. No me di cuenta que estaba retrocediendo hasta que me llevé el sillón individual por delante, haciéndome caer de espaldas contra la pared en un golpe seco.

Empecé a llorar mientras me pasaba las manos por la nariz, golpeándola por los costados para sacar aquel olor asqueroso de mí.

—¡Detente, joder!—unas manos grandes agarraron mis muñecas—: ¡Te estás lastimando!

—¡No quiero más, saben feo!—grité pataleando para que me soltara, sus manos seguían haciendo fuerza sobre las mías.

—¡Annie mírame!—gritó por encima de mis esfuerzos—: ¡Respira, por favor!

Me sacudí, grité y lo empujé para que me soltara. Sólo quería salir de aquí.

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

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