CAPITULO 11
Annie.
No recordaba la última vez que había dormido tanto de forma natural, pero una cosa es dormir y otra muy diferente es descansar.
Mis ojos podían estar cerrados y mi cuerpo tumbado pero aún así es como si mi mente estuviera buscando algún ruido para abrir los ojos, para estar pendiente a lo que se viene, para saber que sucede a mi alrededor.
Por lo mismo, me removí incomoda en cuanto escuché voces.
Me aferré con fuerza a las cobijas que habían debajo de mi.
—Beatriz, estoy seguro que mi amigo no le haría nada a la niña—escuché, pero no abrí los ojos.
«¿Quién era?»
—No nos podemos confiar de nadie—habló una mujer.
—De mi si puede, pero sino quiere es su problema.
Conocía esa voz, Andrew.
—Mire señor Reyes, no puede hablarme de esa manera,—la mujer iba alzando la voz, me estremecí—: Sólo estoy haciendo mi trabajo.
—¿Juzgando a la gente?
—Si—respondió de inmediato.
—Vaya mierda.
Tras unos segundos de silencio, me incomode y lo hice notar moviendo lentamente mis piernas. Rogaba porqué no se hayan dado cuenta, que pasarán de mi otro rato más.
Lo que menos quería es que su molestia la pagarán conmigo.
Unos pasos hacía el lado derecho de la cama me hicieron poner tensa. Todavía sin querer abrir por completo los ojos, ví cómo una silueta se ponía de cuclillas quedando a la altura justa y necesaria para verme mejor el rostro.
—¿Te despertamos?—era Andrew.
Mis ojos se abrieron con pesar y temí decir algo que lo hiciera enfadar, ya parecía bastante molesto con la señora de antes.
—Puedes decirlo, aunque creo que sé la respuesta—murmuró inclinando la cabeza.
Asentí lentamente y él juntó sus labios en una fina línea.
—Lo siento.
Me sentí mal, y no supe exactamente porqué.
Sus ojos pasaron de los míos a lo que la sabana dejaba a la vista de mis brazos. Me encogí en el sitio.
No quería que viera lo que ya sabía que había.
Pareció darse cuenta y regresó sus ojos hacia mi, abrió la boca como si fuera a decir algo, pero fué interrumpido al ver las piernas de una mujer posarse a su costado.
Se enderezó y a mí vista sólo quedaron las rodillas de ambos, no alcé la vista. Tenía miedo ante su presencia, ya me había asustado a ver al oficial esta mañana y ¿Ahora alguien más?
—Me han dicho que te llamas Annie,—musitó la señora sin agacharse, asentí—: ¿Cómo sabes que es así?
«¿Ah?»
—Sólo lo sé—murmuré con la voz pastosa.
—Linda, ¿Puedes verme a la cara?—sé que fué pregunta, pero lo sentí como regaño.
Negué sintiendo un nudo en la garganta.
«Mas regaños, me van a gritar...»
—Annie...
Me llamó la mujer. Negué con la cabeza.
—Miramé linda—ordenó entre dientes.
Hay sextos sentidos, muchas personas lo tienen para saber cuándo alguien miente y cuando no, otras para predecir cosas. Yo tuve una mala sensación cuando la escuché, su tono de voz me hacía querer cerrar los ojos e ignorarla. Me hacía querer enredarme más en la sábana como si fuera un escudo.
Y lo hice.
Fué como un dejá vú, sentía que había hecho esto miles de veces. Que me había intentado proteger a mi misma usandome como mi propio escudo.
Nunca funcionaba.
Y está no fué la excepción.
—¡No!—grité con todas mis fuerzas en cuanto el calor de su mano me tocó el hombro, haciéndome retroceder—: ¡No me toques!
Pasó solamente en un instante. En un sólo segundo en el que todos mis sentidos se activaron. Una sirena parecía haberse prendido en mi interior en cuanto pude percibir el tacto ajeno sobre mi.
La señora retrocedió al mismo tiempo que yo, al enderezarme sobre el colchón pude ver su expresión. En su rostro había una clara sorpresa hacia mi reacción, no se la esperaba.
Pero yo tampoco a que me tocara.
—Manuel, por favor sácala.
«¿A mí?»
Lágrimas amenazaron con bajar por mis ojos cuando miré a Andrew. Su mandíbula estaba apretada, de brazos cruzados sobre su pecho mirando hacia su amigo que tenía una expresión ilegible.
Este último fijó sus ojos en la mujer que tenía enfrente, murmurandole un por favor mientras le extendía la mano. Ambos salieron de la habitación dejándome a mi a solas con Andrew.
Solté todo el aire que no sabía que estaba conteniendo, llamando su atención.
—No sabía que iba a acercarse tanto, Annie—comentó acercándose a paso lento—: Lo siento.
«¿Por qué se disculpaba él?»
—¿Te sientes como ayer?, ¿Quieres que traiga el alcohol?—hablaba muy rápido—: No quiero que te desmayes.
Lo miré por unos segundos y negué.
Él, al no tener respuesta salió por la habitación y por segundos pensé que lo había provocado yo. Pero volvió a entrar, dejando una mochila rosa en el borde de la cama.
—Manuel trajo esto, ahm...—abrió la cremallera—: No sé que hay, puedes escoger—murmuró más para él que para mi—: Con lo que te sientas más cómoda, supongo.
Gatee hasta el bolso que sostenía en manos y torpemente abrí ambas solapas dejando a la vista más de una prenda doblada.
—Esperame aquí, todavía no te vayas a cambiar.
Antes de que pudiera darle alguna respuesta salió de la habitación. Con un poco de más de confianza saqué lo primero que ví. Una camiseta color rosa, sonreí.
Los murmullos de escucharon por el pasillo, dejando a la vista poco después al oficial Manuel con el seño fruncido. Su semblante pareció intentar tranquilizarse en cuanto vio mi expresión.
«Pensé que iba a regañarme por lo sucedido»
—Bien, te vas a duchar pero necesito que lo que cargas puesto me lo metas en una bolsa que te voy a dar, ¿Estamos?
Asentí rápidamente.
—Antes,—murmuró y se dirigió al baño, saliendo segundos después con un corta uñas—: Me pueden botar por esto, ¿Sabés?
Su vista se clavó en Andrew.
—¿Por qué?—alzó la ceja.
Mi vista se devolvió a Manuel.
—Por si no lo sabes las cosas no se hacen así—parecía irritado—: Para esto hay un equipo, gente que se encarga de estos tipos de detalles, de recolectar muestras, de tomar fotos de las escenas,—habló alzando sus dedos por cada cosa que enumeraba—: ¡Mi trabajo es investigar, no esto!
—Manuel...
—¡Está es una forma muy vaga de hacerlo!—alzó la voz y me estremecí—: Una colega acaba de salir asustada porque una joven le gritó en la cara, ¡Ojalá y Dios quiera que no le diga a mi jefe por esto!—gritó—: Andrew, estoy a punto de recolectar muestras que ya prácticamente están por todo tu piso.
—Pueden venir después si quieren...
Habló Andrew.
—¡Y claro que lo van a hacer!—rugió—: Para estas alturas ella debería estar encerrada en una habitación de la comisaría...
—Manuel—Advirtió Andrew.
—¡Siendo interrogada tanto por mí como por algún colega más, no aquí recolectando muestras de forma novata!
Mi labio inferior temblaba, ¿Encerrar? ¿Me iban a volver a encerrar?
—¡Cállate!—Andrew gritó en su dirección.
—¡Reyes esto está mal!
Andrew parecía volver a querer hablar, hasta que me vio. La prenda que tenía en la mano la había dejado caer a un lado de la cama, mis dedos jugaban unos con otros mientras de mis ojos bajaban lágrimas silenciosas.
Lágrimas que no habían podido salir antes.
—Annie...
—No me encierren,—miré a Manuel con lágrimas en los ojos—: Por favor oficial, le pido que no me encierre de nuevo...
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤️
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