Capítulo XL

"El amor incondicional realmente existe en cada uno de nosotros. Es parte de nuestro ser más profundo. No es una emoción activa sino una forma de ser. No es un "te amo" por esta o aquella razón, no es un "te amo si me amas". Es un amor sin razón, es un amor sin objeto".

Ram Dass.

Aquel día él Sr. y la Sra. Decker no salieron de su habitación, Thomas y yo salimos a explorar por las montañas y practicamos alpinismo, casi pierdo el equilibrio unas mil veces, era la primera vez que hacía éste tipo de deporte, dentro de todo me ayudó a no pensar en lo que sabía y que Thomas no, me preocupaba bastante por ello que a veces me quedaba ensimismada en mis pensamientos suspendida en el aire, Thomas me llamo varias veces la atención preguntando que era lo que me tenía así.

Cuándo estuvimos en la cima de la montaña me quedé impresionada por la increíble vista que nos regalaba Sandpoint, el aire fresco libre de contaminación llenaba mis pulmones que estaban prácticamente en agonía, se podía ver la inmensidad del lago y los amplios bosques rodeados de montañas, Thomas me comentó que era uno de sus lugares favoritos para escapar de todos sus problemas y preocupaciones, y que también había una manera más fácil de subir por un pequeño sendero rocoso al otro lado de la montaña, lo odié por hacerme pasar por todas esas cuerdas, a la vuelta fuimos por el sendero porque ni muerta volvía a quedar suspendida en el aire.

Terminé rendida, definitivamente mi cuerpo no está hecho para practicar deporte, tal vez debería empezar a tomar conciencia sobre hacer actividades físicas porque a medida qué pasa el tiempo más se atrofia mi cuerpo, Thomas como siempre se burló de mí terrible estado físico y dijo que debía por lo menos salir a caminar, lo insulté y maldije varias veces mientras volvíamos a la casa, obviamente él lo tomó de la forma más divertida posible.

Hoy es nuestro último día aquí, yo me encuentro en la terraza tomando mi café amargo pero antes me tomé un relajante muscular, me duele hasta la conciencia debido a nuestra tarde de deporte, hace un día increíble pero Thomas decidió pasarse antes por el cuarto de su madre para cerciorarse que todo esté en orden y luego vendría aquí.

— ¿En que piensas preciosa? — Thomas hizo presencia.

— En lo mucho que te amo.. — confesé, si supiera en todo lo que pienso tal vez ya no esté aquí.

— Y yo a ti preciosa.. — musitó acercándose a mi — Mi madre.. pidió hablar contigo.. — murmuró parándose frente a mi metiendo ambas manos en los bolsillos de sus jeans gastados.

— ¿Conmigo? — pregunté algo sorprendida.

— Si.. ven conmigo amor.. — dijo extendiéndome una de sus manos para que la tome.

— Bueno.. si me lo pides así.. voy contigo hasta el fin del mundo.. — musité incorporándome con dificultad aún adolorida por esa terrible idea de hacer deportes el día anterior y tomé su mano para sostenerme.

Él me sonrió y me dio un beso suave en los labios para luego guiarme a la habitación de su madre.

Entramos a la habitación y vi a Helena sentada en la cama y recostada por la cabecera con los ojos cerrados, tenía un aspecto triste y demacrado, no había rastros de aquella mujer llena de vida que ayer nos recibió. Su rostro estaba apagado como si la luz que emanaba de su cuerpo se iba apagando poco a poco.

— Buenos días.. — murmuré por lo bajo.

Me acerqué lentamente con Thomas tomándome de la mano, podía apreciar la tenue luz del sol que se filtraba a través de las blancas cortinas, había libros por montón en una repisa y fotos familiares por doquier, él señor Decker estaba sentado junto a la ventana leyendo un libro, supongo que lo estaba leyendo en voz alta para su esposa.

— Buenos días querida.. — dijo Helena como si la voz le pesara.

— ¿Cómo se encuentra hoy? — pregunté, qué pregunta Anne obvio que mal ¿acaso no la vez? Me reprendí mentalmente por ser tan tonta.

— Mejor que otros días.. — respondió — ven siéntate aquí.. — musitó indicándome con las manos un espacio al lado de ella en la cama.

— Me alegro que se sienta mejor.. — confesé acercándome. — Thomas me dijo que quería hablar conmigo.. — musité sentándome a su lado.

— En realidad quiero hablar con los dos.. quiero aprovechar que están aquí.. — confesó respirando con un poco de pesadez. — El tiempo pasa y no perdona.. — agregó.

— Madre.. no digas eso.. — inquirió Thomas — saldremos de esta una vez más.. — alegó intentando animar a su madre.

— Debemos tener fe en que así será.. — musité, aún sabiendo el diagnóstico de los doctores intentado mantener el optimismo.

— A veces los milagros están en frente de nosotros y no nos damos cuenta.. — murmuró Helena — ustedes son mi milagro.. — confesó. — y sin importar lo que suceda.. prométanme que nunca se darán por vencidos.. — inquirió con la poca fuerza que tenía.

Al oír esas palabras un nudo se formó en mi garganta impidiéndome musitar una sola palabra, me puse a pensar en que siempre nos gusta hablar del amor romántico pero nunca hablamos del después, del día a día poco sabemos, hasta ahora mi relación con Thomas no se ha enfrentado a una situación demasiado complicada, y ¿si fallamos?.

No hay nada más bonito que nos hablen de una historia de amor entre dos personas que mueven los hilos para comenzar una aventura juntos, pero, ¿que nos queda después? Debemos conocer también el otro lado de la historia que nunca se nos cuenta, de lo contrario nunca sabremos si es real.

— Prométanme que lucharán por éste amor.. — musitó Helena, por un momento con el rabillo del ojo miré al señor Decker que seguía metido en su libro, a veces hay historias que nos atrapan entre sus páginas dejándonos absortos de la realidad que nos rodea y hay personas así que nos atrapan sin siquiera tocarnos, solo una mirada basta para caer.

— Madre.. — murmuró Thomas.

— Prométanme que van a enfrentarse a los retos y que juntos saldrán adelante.. — inquirió casi con impaciencia.

Entonces la tomé de la mano que estaba tibia y la sostuve con ambas manos, la miré a los ojos y con el corazón en la mano traté de expresar lo que sentía, siento que en ese aspecto he avanzado un poco y me he abierto un poco más, demostrar lo que puedo sentir no solo con hechos si no también con palabras. Aunque a veces las acciones valen más que mil palabras.

— No le prometo que siempre seremos felices y que comeremos perdices por el resto de nuestras vidas, pero una cosa es segura, lo que siento por su hijo es tan real como usted y yo, es un amor paciente e incondicional.. — confesé, algunas lágrimas se asomaron por los ojos de Helena y los míos comenzaron a humedecerse.

Thomas me apretó el hombro al escuchar cada palabra que había dicho sin titubeos y se arrodilló frente a nosotras secando las lágrimas de su madre que bajaban por su mejilla.

— Te prometo madre que no me daré por vencido.. — musitó Thomas — me enseñaste a creer en un amor real y ahora que lo encontré no lo dejaré ir.. — confesó.

Helena nos regalo una hermosa sonrisa como si se estuviera despidiendo, mi corazón comenzó a latir preocupado y Thomas cambió su expresión de conmovido a angustiado, de repente pude ver la desesperación en sus ojos al notar que su madre cerró sus ojos y soltó un suspiro profundo pero débil, como si fuera su último aliento.

En mi mente flotaban las palabras del Sr. Decker, menos de dos meses quedaban pero aún había tiempo, aún no es el momento de despedirse.

La despedida, jamás me puse a pensar en ella como algo inevitable, ¿Cómo sería despedirse de alguien sabiendo bien que ya no volverás a verla? Jamás me había despedido de esta manera, de nadie, jamás en mi vida había tenido que dejar ir a una persona para siempre.

— Madre.. — le susurró Thomas muy cerca de la oreja.

— Aún estoy aquí hijo.. — murmuró Helena como si pudiera presentir la preocupación de su hijo — solo estoy un poco cansada.. — confesó.

— Descansa madre.. — musitó Thomas dándole un beso en la frente para luego indicarme que nos retiráramos.

Por un momento pensé que esa sería la última vez que tendríamos la oportunidad de estar y compartir con ella, pero ella es una mujer fuerte podrá regalarnos más sonrisas, de esas que te hacen olvidar todas tus penas y dolencias.

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Hay heridas que creemos han sanado pero no es así, los traumas aún están ahí, solo ha cicatrizado dejando su marca en nuestra piel, el recuerdo del dolor permanece latente, recordándonos día tras día lo vulnerables que somos los seres humanos. Por eso siempre estamos alerta, pendientes y expectantes a que el dolor vuelva a tocar a nuestra puerta.

Había convencido a Thomas que yo podía volver sola Madison, que debía quedarse con su madre y pasar todo el tiempo que pueda con ella, del trabajo podía encargarse Lili y yo con gusto la ayudaría en lo que fuera necesario, no quería que desperdiciara ni un segundo lejos de su madre, quien sabe cuánto más ella pueda resistir, aún quedaba tiempo, pero resulta que cuándo más listos estamos para separarnos de alguien y sabemos que el final está cerca, no estamos listos realmente, nada te prepara para algo así.

— Ya te estoy extrañando.. — confesé abrazándolo.

Ya estábamos en el aeropuerto y en unos minutos estaría abordando mi vuelo.

— Nos veremos pronto preciosa.. mientras tanto cuídate.. — dijo mientras me apretujaba entre sus brazos — Y por favor trata de no meterte en problemas.. — musitó, luego me aparto un poco para poner mi rostro en sus manos y mirarme fijamente, de nuevo la profundidad de sus ojos grises me envolvió.

— Me ofendes..— manifesté intentado parecer dolida — ¿Cuándo me he metido yo en problemas? — inquirí.

— Cuándo no diría yo.. — musitó y una carcajada se le escapó.

— Calumnias y más calumnias.. — murmuré casi canturreando. Mi actuación fue interrumpida por sus carnosos y deliciosos labios.

Él me beso con tanta intensidad como si fuese la última vez que nuestros labios se encontrarían, sus besos sabían a súplica, reclamando mis labios con la fuerza de su alma.

Fue difícil para mi despedirme, ya lo hemos hecho varias veces pero ahora es distinto, yo llevaba conmigo la verdad sobre su madre y su padre, sin pedirla esa verdad llego a mí y ahora me estruja el alma.

— Anne.. y ahora ¿que harás? — pensaba para mi misma mientras observaba las luces volverse más pequeñas y desaparecer debajo de  las nubes, el firmamento estaba obscuro no podía distinguir ninguna estrella iluminando, hasta el cielo sabe y refleja como me siento.

En todo el trayecto no dejé de pensar en él, casi me comí todas mis uñas preocupada por todo y pensando en cómo hacer para decírselo, no podría guardarlo por siempre, no podría vivir con ello, aunque sus padres le revelen la verdad tarde o temprano yo también debo dilucidar el asunto.

Llegue a Madison pasada la media noche, agotada por el viaje y adolorida por mi intento de ser una persona fitness, los efectos del relajante muscular ya pasaron hace horas, así que bajarme del taxi fue más complicado y tedioso de lo que creí.

Me disponía a subir en la acera con mi maleta cuándo una voz y un acento ya muy conocido me hicieron olvidar todo el dolor muscular, mi cerebro se activo en modo ¡cooorreee por tu viiiidaaa!.

Pero fui incapaz de moverme, me quedé helada y el pánico recorrió mi columna vertebral a su libre albedrío, sus manos rozaron la mía para coger mi maleta y ese pequeño roce reactivó mis sentidos reiniciando mi sistema operativo que se colgó por un momento.

— ¡¿Que demonios haces aquí?! — exigí con ímpetu pero todo mi cuerpo estaba infestado por el terror.

A quien demonios se le ocurre aparecer a estas horas de la noche frente a una residencia de estudiantes universitarios, diría que a Norman pero ni él hubiera esperado hasta estas horas. Aunque tal vez si.

— Perdóname.. no quise asustarte.. — musitó, sus ojos verdes parecían negros porque sus pupilas estaban dilatadas debido a la obscuridad.

— No quisiste.. pero lo hiciste Massimo.. ¿cómo se te ocurre buscarme después de lo que intentaste hacer? ¿Estás demente? — reclamé con hastío.

En realidad la demente soy yo por seguirle el juego y seguir aquí en la acera en vez de salir corriendo a pedir ayuda. ¿Como es que tengo tanta suerte de terminar siendo hostigada? Solo a mi me pasa, vaya suerte la mía.

— Te estuve esperando toda la noche Anne.. — confesó cargando mi maleta — me quedé dormido en el coche hasta que unas luces me despertaron.. — agregó intentando justificar toda esta locura.

Arranqué mi maleta de sus manos de un tirón sin decir una sola palabra y me apresuré a subir las escaleras haciendo caso omiso a las súplicas de dolor de cada uno de mis músculos.

— Anne.. — musitó moviéndose detrás de mí — solo quería disculparme.. — inquirió en un tono un poco elevado.

— ¿Te parece que éste es el mejor escenario para eso? — pregunté deteniéndome a mitad de las escaleras, lo observé con disgusto y repugnancia — Después de la estupidez que cometiste, haz perdido el juicio por completo.. quebrantaste mi confianza, intentaste aprovecharte de mi Massimo.. — refuté con tedio.

— Lo se.. me dejé llevar por mis impulsos.. por favor perdóname.. — suplicó.

— Que te perdone Dios.. porque yo no lo haré.. — refuté — es más agradece que Thomas no está aquí porque ya no podría interponerme entre ustedes para evitar una tragedia.. — confesé disgustada.

— No me voy a rendir Anne.. hasta que me perdones.. — inquirió avanzando un poco más hacia las escaleras acortando la distancia.

— Pierdes tu tiempo y mejor lárgate.. — musité ofuscada y harta de esta situación — estoy cansada.. solo.. vete ¿quieres? — espeté ya desganada.

— Perdóname.. por favor.. — suplicó.

Entonces fui salvada por una melodía que me era familiar, mi teléfono estaba sonando, era como un dejavú, una situación que se volvía a repetir pero en esta ocasión todos mis sentidos estaban en alerta. Saqué mi teléfono para ver quien llamaba, era Thomas.

— Lárgate si no quieres que Thomas venga aquí a partirte hasta el alma Massimo.. — refuté enseñándole mi teléfono para que vea quien me llamaba.

Él hizo un gesto con ambas manos en señal de que me calmara y empezó a retroceder mientras yo aceptaba la llamada, Massimo se subió a su coche y se marchó. La voz de Thomas calmó todo el pánico y el miedo que me habían invadido, respiré profundo mientras llegaba a la puerta.

— ¿Preciosa estás bien? ¿Ya haz llegado? ¿Anne? — sonó más angustiado que nunca.

— Hola.. — logré recuperarme al fin — si, ya estoy en la residencia, es solo que me había llevado un susto terrible.. — confesé suspirando intentado abrir la puerta de la residencia.

— ¿Un susto? ¿Qué pasó Anne? — preguntó insistente.

No sabía si contarle o no que Massimo apareció aquí como Mefistófeles intentando llevarse mi alma al infierno.

— No fue nada.. — musité y me alivie cuando al fin la puerta se abrió. — estoy bien.. puedes estar tranquilo.. — refuté intentando tranquilizarlo.

— Anne. — reclamó — no voy a estar tranquilo hasta que me lo digas.. — insistió.

— Massimo.. — confesé y suspiré mientras subía las escaleras con mi maleta acuestas para llegar a mi habitación. — apareció aquí intentando disculparse.. — musité.

— ¡¿Qué?! ¡¿Y me lo dices así tan tranquila.. después de lo que hizo?!— exclamó exaltado — ¿Segura que estas bien? — preguntó frustrado, me lo podía imaginar de aquí para allá revolviendo su pelo ofuscado.

— Salió corriendo cuándo le dije que vendrías a partirle hasta el alma.. — confesé ya más calmada en mi habitación bajo llave, por otro lado también intentaba tranquilizarlo a él. — Ya estoy en mi habitación acostada.. estoy muerta.. — confesé intentando desviar el tema.

— En una cosa tuviste razón preciosa.. cuándo lo vea le partiré cada uno de sus huesos.. — musitó.

— Amor no vale la pena.. al fin y al cabo lo puse en su lugar.. puedes estar tranquilo.. de todos modos eres mi héroe estando o no conmigo.. — afirmé con mi voz más suave.

— Él no volverá a molestarte preciosa.. eso tenlo por seguro.. — expresó.

— Thomas no hables así, ya no vale la pena ensuciarse las manos por alguien así.. — espeté, mientras me quitaba los calzados y me acomodaba mejor en la cama. Ya no tenía ganas de cambiarme la ropa, ya lo haré cuándo amanezca, no le hará daño a nadie.

— Habla la que le reventó el tabique nasal a mi ex.. — inquirió en un tono burlón y ya más tranquilo.

— Eso es un tema aparte.. — refuté — y no lo saques a colación.. — musité autoritaria.

— Como ordene mi señora.. — respondió juguetón — te amo preciosa.. — murmuró.

— Y yo a ti.. — confesé para luego bostezar — Que descanse Sr. Decker.. — dije entre susurros apunto de darme por vencida, mis ojos ya estaban cerrados, mis párpados se rindieron hace mucho tiempo.

— Buenas noches futura Sra. Decker.. — murmuró y cortó la llamada luego.

Dejé mi teléfono a un costado, me puse a pensar en qué hay más por agradecer que reprochar, y me dejé vencer por el sueño, me dejé caer por el agujero del conejo que me trasladó al país de las maravillas.

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Nota de autora: disculpen la tardanza, pero el capítulo ya está aquí, cada vez nos acercamos más al final, estoy muy emocionada.

Espero les guste este capítulo. ❤️

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