Prólogo - La bolsa de cartón es mi nueva mejor amiga

Prólogo - La bolsa de cartón es mi nueva mejor amiga:

Sacó una flecha de Oparin y escribo con rapidez sobre la fina hoja de papel "Hipotetizó sobre el origen de la vida a partir de la evolución química y gradual de moléculas basadas en carbono" otra flecha "Caldo primordial" hago un corchete, atrapando las teorías de Aeksandr Ivanovich Oparin, y de los distintos científicos de la abiogénesis y pongo "Dioses Olímpicos: relación con las hipótesis?". Escribo Poseidón al lado de esta oración, y comienzo a escribir de nuevo "Teoría de la fuente hidrotermal: la vida comienza a partir de aberturas submarinas o respiradores hidrotermales debajo del mar, desprendiendo moléculas ricas en hidrógeno" Uno esto nuevamente con Poseidón, y pongo signos de preguntas. "Actualidad: hay formaciones submarinas, ricas en energía química y térmica, mantienen con vida a ecosistemas completos bajo agua" saco otra línea, y escribo "realidad o la niebla?"  Saco una hoja nueva y pongo como título "Abiogénesis, sus pros y con-"

La caracola resuena por todo el campamento, haciendo que me sobresalte gravemente, logrando que mis músculos se tensen con gran profundidad. Me aguanto la respiración, y mis manos atacan los papeles dispersos en la mesada, haciendo que se desparramen. Uno vuela por el aire, por lo que hago un gran esfuerzo para poder agarrarla.

Maldito almuerzo. Siempre me sorprendía, y interrumpía mis cortas sesiones de es-

Esperen... ¿Almuerzo?

Miro desesperada hacia el reloj de pared, sus gruesas agujas estaban apuntando al doce con exactitud. Sabía que me dejaría llevar por el experimento que estaba realizando. Para que lo empece desde un principio...

La verdadera pregunta es, ¿cómo pasaron cuatro horas sin que yo me de cuenta? Mi noción de tiempo estaba muy erróneo, hasta donde sabia sólo pasó una hora y media. La última vez que vi el reloj solo era las nueve, y desde ese momento sentí solo media hora pasar.

Largo un sonido de protesta, golpeando mi frente contra la fuerte madera de mi escritorio. Debía hacer tantas cosas en esas cuatro horas, y las desperdicie. Hoy le daba a Anthony sus clases de Griego, a las once y media, al lado de la fuente, y el pobre chico seguramente se quedó unos buenos veinte minutos esperando.

Qué buena manera de darle la bienvenida a nuestro humilde campamento.

Finalmente despego mi frente del áspero mueble, y ordeno rápidamente las hojas escritas, metiéndolas en un cajón aleatorio. Me levanto de un salto, poniéndome las ojotas verdes apresuradamente. Libro un grito de exasperación al pasar frente un espejo y ver mis rulos enmarañados saltando hacia arriba, simulando una capa de ozono alrededor de mi cabeza. Los aplano con la mano, y los tomo en una colita de pelo desordenada. No lo más presentable, me vería mejor con una bolsa de cartón cubriéndome la cara.

Pero no había tiempo para buscar una.

Corro hacia la puerta y salgo de mi cabaña, siguiendo el camino de piedra hasta el comedor, donde todos mis hermanos me esperaban; mi usual lugar estaba vacío, entre Samantha y Levi, mis dos mejores amigos de mi cabaña.

Me siento en mi respectivo lugar, dándoles una veloz sonrisa a ambos.

Samantha y Levi eran mellizos, ambos de pelo castaño y ojos grises, idénticos a los míos. Y a la mayoría de todos los hijos de Atenea. Eran reservados pero muy inteligentes, teníamos un divertido club de lectura los jueves por la tarde, y la pasaba muy bien con ellos. A pesar de nuestra diferencia de edad de cuatro años, teníamos una empatía muy fuerte.

— Annabeth, ¿puedo preguntarte porque luces como una bestia en fuga? — cuestiona mi amiga, golpeándome levemente el hombro. Murmuro un par de insultos en griego, pinchando ferozmente la carne que estaba en mi plato. Apenas me había sentado, y en el plato apareció esa comida, al parecer tenía antojo de carne con ensalada de mariscos.

— No es mi culpa que mis genes me hayan hundido en el universo paralelo de mi cerebro — respondo molesta, contemplando a Levi, quien me observaba con una mirada animada, esa expresión significaba solo una cosa, espero con paciencia el chiste malo que se aproximaba. Probablemente algo sobre cómo nuestra madre había mandado búhos para hacer un nido en mi cabello, o que mi remera tenía pinta de que había pasado por las garras de una hidra.

Pero, por mi fantástica suerte, no llega a largar la bomba, porque un dedo toca tres veces mi espalda, haciendo que me de vuelta y que dos ojos verdes me recibieran con timidez.

El nuevo.

Me levanto de un salto de mi asiento, mirándolo con lastima y culpa. Lo había abandonado en su segundo día en este lugar, que a simple vista parecía aterrador.

— Anthony, lo lamento mucho, ya sé que hoy debíamos tener las clases, y sé que no me presenté, pero estuve muy ocupada con un proyecto que estoy poniendo en práctica, y el tiempo comenzó a volar y de la nada la caracola comenzó a sonar — me explico, las palabras resbalándose de mi mente sin que las pueda pensar antes, diciéndolo en tal velocidad que, personalmente, creo que el pobre chico no pudo comprender.

Pero el rubio asiente dos veces, sus ojos esquivando mi cara a toda costa, sus mejillas levemente sonrojadas, y sus labios abriéndose y cerrando, como si dudara si debía decir algo o no.

Levanto una ceja ya confundida, ¿que le pasaba a este chico?

— No importa, lo entiendo— finalmente logra elaborar, jugando con sus dedos — Si- Si quieres podemos retomar las clases hoy a la tarde — tartamudea, pone sus manos detrás de su espalda. Ahora sus orejas se tornaban rosadas.

— Um... Bueno, me parece buena idea — acepto, con un tono dudoso. Nos quedamos ahí parados, yo mirándolo y el observando con tal atención el piso que me no me sorprendería si se cae de nariz a este. Por un momento creo que estaba tan aterrado de la primera impresión de mi persona, que no deseaba mirarme a la cara. Ahora no parecía tan mala idea la bolsa de cartón.

Titubea un minuto, decidiendo si retirarse o no, pero finalmente da media vuelta y se encamina a la mesa de Hermes, donde pertenecía hasta que un dios lo llame como su hijo. Dos chicos lo miraban con sonrisas pegadas en sus labios, reconozco a uno como Luke, el hijo de Hermes que me acompañó desde que tenía siete años. Le tira un silbido al pobre chico, para luego guiñarme un ojo a mí y darse vuelta a prestarle atención a su comida. Siento mariposas revolotear en mi cuerpo.

Me mantengo así quieta en el lugar, viendo al otro alejándose de a poco. ¿Qué acababa de pasar?

Me encojo de hombros. Dado por hecho este tema, a la tarde lo vería de nuevo, y reclamaría una explicación profunda de lo que acababa de suceder. También interrogaría a Luke sobre esto.

Vuelvo a sentarme en mi lugar, donde los hermanos me observaban divertidos, lanzándose miradas entre ellos, discutiendo algo con los ojos. Yo, pacientemente, prosigo comiendo mi carne, masticándola con fuerza y ritmo. Un libro que leí ayer había citado que había que masticar bien los alimentos, o sino te caería muy pesado, y sería más complicado digerirlo.

Ya después de cinco minutos de contar las veces que mordía la jugosa carne, golpeo la mesa con frustración, cansada de la intensa mirada de los otros dos.

— ¡¿Me pueden decir que les sucede?! — protesto irritada.

Los mellizos se empiezan a reír, claramente divertidos por mi ingenuidad. Largo un suspiro molesto, haciendo que un mechón de pelo volara por el aire y caiga nuevamente sobre mi frente. Los odiaba, sip definitivamente los odiaba.

Cuando ambos se tranquilizan me encaran directos.

— Ese chico estaba totalmente perdido por vos — exclama Levi, aguantándose una risa involuntaria al decirlo. Su hermana asiente cómplice a mi lado, jugueteando con sus uñas sobre la mesa.

Tardo un poco en procesarlo, la oración volando sobre mí como un pensamiento lejano.

¿Perdido por mi? Eso relevaba a un dialecto adolescente, uno al que todavía no había entrado. Pero sabía perfectamente que significaba.

De repente mis cachetes se calientan, y experimento por primera vez el rubor avergonzado. No estaba acostumbrada a esto, si, me habían gustado chicos (solo uno si les soy precisa), pero nunca experimenté el extraño caso de que sea al revés.

Los otros dos estallan en carcajadas de nuevo.

— ¡Tiene quince! — opino horrorizada, mi voz un cuarto más alto de lo normal. Ese chico, claramente más grande que mi, ¿le gustaba una niña de doce años? No sonaba coherente.

— catorce, luce más grande — un chillido se escapa de mis labios, no podía estar pasando esto. Ahora no lo podría encarar. Todo sobre el me resultaría incomodo. Hasta la mínima palabra que diga me hará sentir insegura de mí misma.

— ¿Que haré ahora? — me lamento, tomando mi cabeza con las manos, negando con decepción, no podría darle las clases de manera tranquila.

Las risitas de Sam paran, y me mira como si hubiera hablado en otro idioma.

— ¿No lo viste? ¡Es un bombón! Es muy obvio lo que harás, ¡lo besaras como si no hubiera futuro!— Al escuchar la sexta palabra siento ganas de vomitar, y cuando finalmente termina, mi estómago comienza a tornarse.

¿Besarlo? ¡Tenía sólo doce años! Ya había decidido que no daría mi primer beso hasta que cumpla dieciocho, hasta entonces no tenía tiempo para aquellas cosas, si es que llegaba a los dieciocho. Con todo el tema de monstruos queriendo almuerzo y eso. Pero ya dar besos con mi edad me parecía imposible. No sucedería.

— Estas loca — me decido, levantando mi rostro asqueado, más rojo que antes.

— Si no lo haces tú, lo haré yo — grito espantada. ¿Acaso es eso en lo único que se piensa en su edad? Nunca quiero llegar a eso, jamás. Me anoto mentalmente comenzar con un experimento para que esos pensamientos no me atormenten en el futuro.

A quien engaño, eso solo se resuelve escondiendo mi cara del mundo.

Y ahí volvemos a la opción de la bolsa de cartón.

— ¡Tienes dieciséis! — cuando la morocha se encoge de hombros me levanto. — No puedo con esto — digo, provocando más risas, me doy media vuelta y me comienzo a retirar. Jamás, pero JAMÁS, me había sentido tan avergonzada, nunca más hablare de  este tema. Ahora iría a mi cabaña, agarraría mi daga, y atacaría un rato a los maniquíes del campo de entrenamiento.

Al darme vuelta por última vez más, dispuesta a mandarles dagas a mis dos amigos, la fija mirada de Anthony me sorprende, hago una mueca, ya a este punto, no me importaba la impresión que le diese a él, mientras más mala le parezca, mejor para mí. Ahí es cuando corro fuera de ese horrible lugar.

----------

Yyyyy les gustó?

Me divertí bastante haciendo el prólogo, presentando a este personaje que tanto conocemos como Annabeth Chase.

Yo siempre me pregunte cómo sería adentro de la cabeza de la chiquita Annabeth. Probablemente así, y más adelante engreída y algo creída al respecto de su inteligencia.

Me parecía una buena idea comenzar con estos nuevos personajes, así es un poco más interesante, y para cuando aparezca Percy, no sólo sea de ellos dos, que tenga algunos momentos con estos dos amigos que Annie tiene, y también una sutil explicación de con quien estaba el resto del año.

Les va gustando?

Espero que si.

Besos,

Domi1806

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top