CAPÍTULO 17
HELAIN
Tras tomar una taza de té con Halldora e informarme un poco acerca de la situación en la que estaba Anja, me marché con intención de volver al campamento con la promesa de que ella guardaría el secreto de nuestra ubicación e intentaría poner a Anja de nuestra parte.
Al menos tenía la tranquilidad de que Valdimar vendría a echar un vistazo esta noche para averiguar más acerca del extraño comportamiento de Anja. Yo la conocía mejor que nadie y cuando supe que se había vuelto una asesina, enseguida supe que había algo que andaba mal.
Pero la gente siempre prefiere, en vez de buscar una explicación, decir que simplemente ella era una asquerosa psicópata con piel bella para atraer a sus víctimas y matarlas. La tacharon de viuda negra, poniéndola como una prostituta que disfrutaba de baños de sangre y eso...eso me hacía perder los estribos ante aquellos que osaban decir ese tipo de cosas.
Conocí a Valdimar unos años atrás, justo cuando toda esta locura comenzó. En los diferentes clanes de elfos se corrió la voz acerca del asesinato de las criaturas mágicas a manos de los vampiros, por lo que se declaró la retirada y exilio de todos los que pudieran huir.
Fue entonces cuando conocí a Belladona, que pertenecía a otro clan. Ella dijo que había perdido a su madre a manos de los vampiros y que su padre no lo había conocido nunca. Era una persona solitaria pero tremendamente fuerte a pesar de su corta edad. Cuando la conocí, era apenas una adolescente de 13 años, pero tenía el espíritu de una mujer que había visto mundo y sufrimiento.
El pequeño grupo que se había salvado de los diferentes clanes, se reunió en el bosque cercano a la ciudad, justo en el claro de las mariposas azules, donde las setas abundaban por doquier. Aquel lugar se le consideraba sagrado porque en él descansaba la primera ninfa que había nacido en estas tierras, por lo que el terreno era rico para que la vegetación creciese por cualquier rincón. Era un lugar sagrado donde la sangre no se había derramado desde el nacimiento de la Tierra.
La vida transcurría difícilmente, existiendo graves rencillas dentro de nuestro propio grupo. A pesar de la abundancia de alimento, siempre había disputas para conseguir lo mejor. De esas peleas, muchos quedaron malheridos e incluso asesinados por la mano de algunos miembros de su propia especie. Los heridos durante las huidas, también habían quedado con secuelas tanto físicas como mentales, pues algunos debieron de ser sometidos a amputaciones para evitar que la gangrena se llevara sus vidas.
Ahí fue cuando Belladona mostró a todos sus dotes de liderazgo, castigando duramente a los que alteraban la escasa paz que sufrían los refugiados que habíamos logrado salvar el pellejo. Defendía a los débiles, era justa y su carácter le confería un aura confiable entre todos los elfos que vivíamos con el miedo eterno de que Anja nos encontrase.
Para cuando todo parecía lograr estabilizarse, un nuevo golpe tambaleó nuestro pequeño refugio. Uno de los nuestros fue capturado por los vampiros que trabajaban para Anja, torturándolo hasta lograr conseguir más información acerca de nuestra localización. Todos maldecimos a ese traidor, aunque comprendía que en una situación así, la lengua puede soltarse cuando se tiene tal nivel de pavor.
La emboscada del enemigo no se hizo esperar, pero lo que no nos esperábamos fue la intervención de Valdimar.
Aún recordaba esa explosión de luz que desintegró a cada vampiro que allí había. Con su bastón coronado con un símbolo de una enorme águila plateada con los ojos de gema verde, destilaba poder allá donde mirases. Y entonces gracias a él fuimos salvados hasta ahora.
Codo con codo, Belladona y él formaban parte de un dúo que dominaba al resto que nos considerábamos más débiles de espíritu. Era incluso refrescante escucharlos discutir sobre nuevas estrategias a seguir o modificaciones que debían de hacer para hacer nuestra vida más sencilla y acomodada. Decidimos huir de aquel lugar sagrado, el cual ahora tenía sangre en sus tierras. Belladona, a espaldas de todos, iba cada día a implorar por el perdón de los dioses y espíritus de la naturaleza que pudieran vivir en ese lugar, pidiendo clemencia por la necedad de algunos que no sabían que su camino era el erróneo.
Y a día de hoy, ella lo seguía haciendo.
Estaba claro que debíamos extendernos fuera de las fronteras de nuestra tierra en busca de más gente como nosotros, pero antes, el tema de Anja debíamos tenerlo bajo control. Era crucial saber realizar el siguiente paso de forma correcta para que nuestro plan diera sus frutos.
—Debo de irme, llevo mucho tiempo desaparecido y temo meterme en un lío. Le agradezco su enorme cortesía.
Con una reverencia, volví al camino pedregoso que bien conocía para volver de nuevo a mi hogar. El camino daba a una playa de arenas doradas y que, si caminabas un poco más, podías divisar un angosto pero afilado acantilado cuyas rocas desentonaban con el azul del mar. Eran de tonalidades violáceas cuya marca del agua me mostraba cuánto podía subir la marea. En este caso, se encontraba baja, por lo que se podía ver parte de la vegetación del mar además de pequeños crustáceos que disfrutaban de un buen paseo. Me frené por unos minutos para echar una vista a ese mar que ondeaba pacíficamente, ¿Cómo podía algo tan hermoso ser peligroso?
Esa pregunta me causaba una risa cínica; demonios, cómo echaba de menos a aquella diabla.
—¿Por qué la vida se ceba con las buenas almas, las intoxica y las transforma en oscuridad? —Pregunté con enorme pesar aun sabiendo que no obtendría respuesta alguna. Deseaba disfrutar de la calma de la vida sin la sensación constante de ser perseguido.
¿Y si me fuera lejos cuando todo acabase? Quizás era lo mejor para reposar ciertos recuerdos y tormentos que albergaba en mi interior. Por lo pronto, poco más podía hacer que volver a casa y ponerme al día con Valdimar antes de que él marchase al castillo de Anja.
Me dispuse a emprender el camino de nuevo, hasta que un sonido procedente de la playa, me hizo girar sobre los talones, ¿Aquello que oía era el llanto de una niña?
No lo pensé dos veces y, sin evaluar posibles peligros, corrí todo lo rápido que pude.
En la orilla de la playa, en la zona cercana al acantilado, me topé con el cuerpo de una sirena acostada sobre la arena. El llanto era aún más claro y no sabía la forma de acercarme a ella para evitar que saliera corriendo.
Sabía que las sirenas eran criaturas tímidas y, posiblemente, eran aún más precavidas ahora que tenían un poderoso enemigo en tierra firme. Aproveché que la arena amortiguaba mis pasos, intentando llegar hasta ella, pero dejando una distancia prudencial entre ambos.
Aquella niña no tendría más de trece años y sufría de un horrible corte en la mitad de su cola. Sangraba profusamente por lo que, fuera del agua y en ese estado, no sobreviviría si no recibía atención médica. Carraspeé ligeramente con las manos en alto antes de presentarme.
—Hola pequeña, soy Helain Briangel y no voy a hacerte daño. La única arma que tengo es un cuchillo y es por mera defensa por si en mi camino me tropiezo con algún contratiempo.
Ella me miró de arriba abajo en silencio antes de emitir su veredicto. Podía ver en sus ojos una total desconfianza acerca de mi persona.
—Con solo decirme tu nombre no te hará exento de ser alguien de confianza, ¿Te recuerdo que es la reina la que nos masacra y baila sobre nuestra sangre?
—Tienes razón, pero necesitas que alguien te vea. Pertenezco a un grupo de viajeros que rescatan a seres mágicos como tú para intentar manteneros a salvo.
—Suena demasiado loable para ser verdad—Dijo mirando con anhelo al basto mar que se desplegaba ante nuestros ojos.
Sin saber apenas de ella, estaba seguro que deseaba volver a su hogar con su familia; en tierra firme, era un blanco fácil. Quizás haciendo apología a ello, podía conseguir convencerla de acompañarla.
Pero ella era una niña dura de roer.
—No sé cuántos de mi familia quedamos pues hemos sido atacados por un barco. Nos dispersamos como espuma y yo acabé con una herida por un arpón mientras que de los míos no sé nada. ¿Qué pasará conmigo, una sirena sin familia, cuando me recupere y vuelva al mar?
—Tú misma dijiste que no sabías qué fue de tus seres queridos. Si te quedas aquí, nunca lo sabrás. No vendas la piel del oso antes de ser cazado.
Sorprendentemente, una enorme carcajada salió de su boca. No pretendía ser gracioso ni nada por el estilo, pero aquella joven encontró nuestra charla como algo entretenido. Antes de preguntarle las razones de su buen estado de humor, ella me respondió.
—Galatea me llamo y tú...tú hablas como lo hacía mi abuelo.
Aquello removió mis entrañas; yo hacía mucho que me había quedado sin familia por lo que sabía lo que era vivir con el constante miedo de quedarse solo en el mundo. Le hice prometer que volvería a por ella porque necesitaba ayuda para llevarla en brazos hasta nuestro hogar. Necesitaba que Valdimar la curase cuanto antes y, con la ayuda de varios, la llevaríamos hasta una piscina improvisada que montaríamos para ella hasta que sus heridas se curasen. Iba a ser un enorme despliegue de personas que podían poner en peligro nuestra posición, pero era incapaz de dejarla morir siendo tan joven.
Una idea descabellada me rondó la mente y temía que no me fuera concedida. Pero si de algo me caracterizaba era de ser un temerario.
Tomé de nuevo el camino que conducía al castillo. Iba a arriesgarme, pero era necesario que Halldora se quedase con ella para evitar que la que posiblemente fuese la única sirena de la zona, muriese irremediablemente antes de que la ayuda llegase.
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