Sexto Año


—¡Mami, cuando cheshca seré cantanta!

—Se dice cantante, Luna. Me parece muy bien, hija.

La niña de tres años pareció entusiasmada porque su madre pensara que estaba bien su decisión, sin percatarse que se lo había dicho más por decirlo que por estar de acuerdo. Rita estaba adormilada, había estado viendo películas infantiles en compañía de Luna, Luan y Lynn y se sentía aburrida, pues eran las mismas películas que ya había visto y a sus hijas les encantaban, en especial a Luna que se la pasó cantando junto al televisor todas las canciones que se habían reproducido, siendo particularmente intensa con "bajo el mar" y en la otra película con "un amigo fiel". Ciertamente Robin Williams estaría orgullosa de ella, la verdad le sorprendía bastante que, a pesar de ser tan chiquita, pudiera seguir la letra apresurada del genio de la lámpara apenas con pocos fallos, a diferencia de cuando hablaba de forma natural.

Luan no había dicho ni pío, como de costumbre su hija de dos años se había quedado embobada viendo la pantalla, sonriendo en las escenas divertidas y poniendo cara de asombro en las dramáticas. Su madre se preguntaba si en realidad era capaz de entender lo que estaba ocurriendo en la película, o si sencillamente se dejaba llevar por las imágenes. Los créditos de la película comenzaron, a lo que la niña señaló extendiendo el brazo señalando el reproductor de DVD.

—¡Fin! Ota mami, ota.

Quizá su vocabulario estuviese limitado, siendo la mitad del mismo muchas veces ininteligible, pero eso sí que podía expresarlo casi bien haciéndose entender. Rita suspiró. Sería la cuarta película que vieran en el día si accedía al capricho.

—Mami está cansada, Luan. Ve a jugar con Luna a su cuarto. No es bueno que miren tanta televisión.

Por respuesta, Luan hizo un puchero. Anticipando lo que estaba por ocurrir, Rita preocupada se acomodó mejor a Lynn que estaba dormitando con el cuerpo sobre el sofá y la cabeza apoyada sobre su vientre.

—¡No llores Luan Loud! No quiero que despiertes a tu hermana que me enojaré. Luna, llévate a Luan por favor y les daré una galleta a cada una.

Animada, Luna intentó tomar de la mano a Luan, pero de un manotazo ésta se la hizo a un lado, marchándose por su propia cuenta hacia su habitación. Le era difícil subir por las escaleras a diferencia de Luna quien tuvo que desistir en ayudarla a causa de su mal humor.

—Luan se enohó, mami. ¿Le canto?

—Pues cántale.

Su hermana mayor inmediata corrió detrás de ella comenzando a tararear "Vamos a ver al mago de Oz" dejando tranquila finalmente a Rita. La mujer sintió una patadita en su vientre y Lynn de pronto se desemperezó.

—Duérmete, hijita. Tu hermanito está inquieto.

La pequeña Lynn bizqueó intentando comprender lo que su madre le decía sin mucho éxito. La bebé apenas tenía un año de edad, pero lucía como si sólo tuviese un puñado de meses. El calor de su madre le produjo sueño. Rita llevaba una blusa corta que dejaba al descubierto su abultado vientre, por lo que nada le gustaba más a la niña que apoyarse contra él pegando la oreja, dormitando así arrullada por el curioso sonido que venía del interior, aunque esto último Rita no lo sabía, pero gracias al último ultrasonido, había sido capaz ella también de escuchar el latir del corazón de su próximo bebé.

Miró el reloj colgado en la pared y con nostalgia, mientras pensaba lo poco que faltaba para que su esposo junto con Leni regresaran de recoger a Lori del kindergarden, recordó su anterior aniversario. El señor y la señora Loud habían pasado un susto terrible a causa de Lynn, cuando finalmente se las entregaron del hospital tras estar un mes entero en observación desde su nacimiento. Recordaba lo aterrada que estaba al pensar que su bebé moriría de un momento a otro y esto quizá fuera inevitable. Acarició el cabello de la niña. Su hijita era hermosa, con el cabello castaño y unas pecas similares a las de Luna, pero aún no estaba fuera de peligro del todo, siempre tenía ese aspecto tan frágil cual muñeca de porcelana. Nunca podrían bajar la guardia con ella y tendrían que seguir su tratamiento por algunos años más, hasta que los doctores determinaran que finalmente su cuerpo podía producir las suficientes defensas por su cuenta sin necesidad de agentes externos.

Fue un susto tan grande que se recordó a sí misma asegurando que no querría embarazarse nunca más. Aunque compró los anticonceptivos y le hizo creer a su esposo que se los tomaba, nunca lo hizo y en más de una ocasión se encontró deseando durante la intimidad, que a su esposo el preservativo se le rompiera. ¿Qué demonios pasaba con ella? Era algo que se preguntó constantemente, aunque en realidad seguía haciéndolo. La noticia de su nuevo embarazo la asustó tanto como a su marido, extrañamente también la complació; al final los dos terminaron entusiasmados meses después cuando discutían el nombre de la nueva "niña", al momento en que el doctor les explicaba que este embarazo a diferencia del anterior, iba de maravilla y hasta entonces sin ningún contratiempo. Después también les confirmó el sexo del futuro nuevo integrante de la familia, esto fue el último detonante para su euforia.

Una nueva patadita, el bebé era realmente inquieto. Dormida, Lynn pareció sonreír, pocas veces lo hacía, normalmente se quejaba; si supiese hablar probablemente sería tan remilgosa como Luan. Aunque le preocupaba que con un año fuese incapaz de decir algo todavía, a su madre le reconfortaba un poco el saber que de ese modo no se le rompería el corazón tan pronto, cuando sus primeras palabras fueran para intentar referirse al dolor en la espalda, los brazos o la incomodidad general que a veces era evidente sentía por sus expresiones.

Escuchó la van llegar y estacionarse. Ese cacharro era viejo, pero enorme y espacioso. Ciertamente había resultado de mayor utilidad que el Tsuru de cuando se casaron. Tras ver una antigua película japonesa de monstruos una tarde con las niñas meses atrás, Lori comenzó a llamar "vanzilla" al vehículo, siendo secundada por su hermanita Leni. Al padre el chiste le causó tanta gracia que también optó por referirse de aquella manera a la van, Rita le concedía su gracia al asunto.

—¡Mami, está acá vajira!

—Puedo verlo, hija. Se dice Vanzilla, no vajira.

No era necesario que Luna apareciera para señalarla. Rita con cuidado se levantó procurando no despertar a Lynn, quien de todas maneras pareció gemir con disgusto tras perder contacto con el vientre de su madre. Cuando el resto de su familia entraron a la casa, lo primero que notó fue que su esposo parecía estar un tanto disgustado.

—Hola, cielo —lo saludó Rita—. ¿Ocurrió algo?

Lynn le dio un breve beso. En efecto no estaba muy desencaminada, llevaba sujetas de las manos a sus hijas Leni y Lori a cada lado, siendo evidente su disgusto.

—Le llamaron la atención a Lori por estarse peleando.

La niña de cinco años bufó y torció el gesto, su padre podía sentir como tensaba la mano mientras la sujetaba. Leni, la pequeña de cuatro, miraba con pena a su hermana, por lo que trató de defenderla.

—Pero Lori le dijo que eran sus colores.

—Eso no justifica que le pegara a esa niña, Leni. Nada justifica golpear a nadie.

Lori observó con cierta rabia a su hermana al otro lado. Leni se separó de su padre y corrió a abrazar a su madre. Sin bien los conflictos que ambas hermanas en ocasiones tenían, solían ser iniciados por la mayor, Leni siempre lograba zanjarlos de un golpe en el hombro o la cadera; ya nunca se había vuelto a atrever pegarle a su hermana en la cara. Aun cuando ya no parecía ser tan corpulenta como solía serlo antes, seguía siendo muy fuerte para su edad, comenzaba a ser consciente de ello y eso la asustaba un poco, por ello se le había hecho el extraño hábito de tener las manos retraídas a la altura de su pecho, en particular cuando parecía tensarse a causa de alguna disputa con su hermana.

—Nada de televisión hasta mañana, Lori.

—¡Pero si me disculpé con ella!

—¿Quieres que sea hasta pasado mañana?

La pequeña refunfuñó. Se acercó a su madre mirando con cierta molestia a Lynn.

—¿Otra vez está dormida?

—Por supuesto, tu hermanita es una bebé todavía y necesita descansar mucho —le explicaba Rita—. Tú también lo hacías siempre cuando eras así de chiquita.

—¿También Luan y Luna?

Luna se giró interesada al escuchar su nombre. Lynn Sr. y Rita reconocían con cierta incomodidad que, de todas sus hijas, en realidad Lynn resultaba ser hasta ahora la más dormilona. Si bien por un lado eso les permitía pasar mejores noches que con el resto lo hicieron a su edad, también era señal de la facilidad con que la niña se agotaba. De pronto Luan había aparecido llevando una pelota de goma. El berrinche por no poder ver otra película, se le había pasado tan pronto como a cualquier otro niño le sucede transcurridos unos minutos. Fue directo a los brazos de su padre, feliz de verlo nuevamente.

—Luan, espero te hayas portado bien.

La cargó y abrazó. La pequeña sonrió divertida por las atenciones.

—Leni juea pelota.

Dejó en el suelo a la pequeña para que Leni se hiciera cargo de ella. Su hermana mayor la abrazó tomando la pelota que le pasaba.

—Sí, Luan. Vamos a jugar. ¿Vienes Lori?

Esperaba dado que estaba castigada para ver la televisión, al menos le resultara de consuelo jugar con ellas, sin embargo, la mayor de las niñas miraba con atención el vientre de su madre, mientras con cariño el padre lo tocaba con una expresión de ensueño.

—Mamá, ¿dices que nuestro hermanito está ahí dentro?

—Así es, cariño.

Cuando fue un hecho que estaba embarazada, les habían comunicado la noticia a sus hijas, del mismo modo en que lo hicieron tiempo atrás cuando venían en camino Luan y Lynn, tiempo mucho más atrás no resultó ser necesario, pues eran tan pequeñas que en realidad no comprendían nada. Dado que quizá no conservaban con cierta claridad los recuerdos de los dos anteriores embarazos, tampoco prestaron mucha atención a darles los detalles, pues era algo que imaginaron ellas podían dar por sentado sin cuestionarse mucho el tema. Sin embargo Lori tenía ya cinco años, era mucho más despierta que sus hermanas o ella misma años atrás.

—¿Cómo se metió ahí adentro?

De pronto Leni soltó la pelota, algo que Luna aprovechó para quitársela y jugar con Lynn sin demostrar gran interés a lo que estaba ocurriendo. Parecía que la niña de cuatro de repente había tropezado con un enigma sin respuesta que en realidad siempre estuvo ahí sin darse cuenta antes.

—Yo también quero saber. Mami, papi, díganos. ¿De dónde venen los bebés?

Los señores Loud de pronto se pusieron nerviosos, viéndose entre sí buscando en el otro el apoyo para salir de semejante predicamento. En algo estaban de acuerdo: las niñas eran demasiado jóvenes aun para enterarse sobre aquellos hermosos, complejos y escabrosos detalles de la vida.

—Pues —empezó el padre sudando frío—... es algo extraño, pero bonito. Cuando un papá y una mamá, pues... se quieren mucho. Ellos van a la cama y...

—¡...le escriben una carta a la cigüeña! —Lo interrumpió Rita con prisa—. Juntos en la cama toman papel, pluma y le escriben una carta a la cigüeña para que les traiga un bebé. ¿Entienden?

Ni siquiera Leni pareció tragarse el cuento al principio. Sorpresivamente fue Luna quien hizo la pregunta interrumpiéndolos.

—¿Cómo la sigueña puso al bebé en tu panza?

Lynn Sr. miró inquisitivo a su esposa tratando de no reírse.

—Buena pregunta, cariño. ¿Cómo lo puso ahí dentro? ¡Ouch!

Rita le había dado un buen pellizco justo en el centro de la barriga.

—Puso una semilla de bebé en mi estómago, después como una plantita ha estado creciendo. En un hospital lo sacarán por ahí mismo cuando esté más grande.

Las niñas intercambiaron miradas de asombro, sin cuestionar ni por un instante la historia que desde sus perspectivas infantiles parecía lógica. La pequeña Lynn bostezó, se talló los ojos con un puño y se apoyó sobre el vientre de su madre. Pareció sonreír mientras adormilada los miraba a todos sin que su oído perdiera contacto contra el vientre, donde su hermanito parecía moverse a ratos.

—Espero que sea una niña —exclamó de pronto Leni—. Seríamos, ah... —comenzó a ver a cada una de sus hermanas contando en voz alta a todas, incluyendo a Rita— ¡Siete! Como la suerte.

—No —la corrigió Lori—. Mami no cuenta. Seríamos seis, pero papá ya nos dijo que es un hermanito, no otra hermanita.

—¿Qué es un hermanito?

—Un niño, como los de mi escuela, o como papá o el abuelo en chiquitos.

Luan comenzó a reír, sólo ella entendería por qué lo hizo, los demás ciertamente no estaban muy seguros. Leni pareció tan emocionada como la primera vez que ya le habían explicado esto, sólo para olvidarlo de nuevo.

—¿Y cómo se llama?

—No tene nombe —contestó Luna—. Toda vea no nace.

Los padres intercambiaron una mirada con cierta complicidad. Esa era una pregunta que quizá era hora de responderles a sus hijas. Rita le cedió la palabra a su esposo.

—En realidad, niñas. Ya tiene un nombre. El pequeño se llamará Abraham.

—¿Po qué? —preguntó Luna.

—Porque mi nombre se los dimos a su hermanita Lynn y eso lo arruinó todo, ¡Ouch!

Aunque lo había dicho jugando, Rita había pellizcado una vez más a su esposo, esta vez en el trasero. La bebé pareció cabecear de nuevo cuando escuchó su nombre y volvió a recargarse contra ella esperando recobrar el sueño llevándose un par de dedos a la boca. Su madre le alzó la mantita para cubrirla.

—Lo que su padre quiso decir, es que ese nombre es importante para él. Fue de un personaje histórico que no conocen, pero algún día en la escuela oirán hablar de él. Su padre lo estudió bastante y a fondo durante la Universidad. Se trata de uno de los mejores presidentes que ha tenido nuestro país: Abraham Lincoln.

Nuevamente esas muecas de asombro a las que Lynn Sr. no podía adivinar si eran sinceras o sólo silenciosamente se habían puesto de acuerdo entre ellas para jugar a hacerlas cada vez que escuchaban algo que parecía ser importante. Decidió omitirlo.

—¿A que no es un buen nombre, niñas?

—Ajá —respondió Leni—. Lincon es un nombre muy bonito.

—Cierto cielo, pero ese es el apellido del personaje. Su nombre es Abraham.

Luan alzó la mirada de pronto. Se había perdido de algo, pero no estaba segura de qué se trataba.

—¿Qué abám?

—Abram Lincon —le respondió Luna señalando el vientre de su madre—. Es Lincon, nestro manito.

—Abraham —se apresuró a corregirla su padre—. Es su hermanito Abraham. No es Lincoln, Lincoln era el presidente.

—Calma cielo —lo tomó su esposa de la mano—. Se confundieron un poco, eso es todo. Lo importante es que hasta ahora todo va bien con el pequeño Lincoln.

—Sí, es verdad. ¡No! Cariño, es Abraham.

—Pues castígame por equivocarme.

Con picardía, le dio un beso a su esposa en la boca. Sus hijas hicieron muecas de asco al verlos sin dejar de reírse.

—Vamos, sean respetuosas —les reprimió Rita superficialmente—. Significa que su padre y yo todavía nos queremos.

La única indiferente a todo era Lynn junior, parecía que había vuelto a quedarse dormida.

El teléfono comenzó a sonar. El padre se apresuró a contestar mientras Rita tapaba el oído expuesto de la pequeña Lynn. Había esperado que se tratara de su suegro, quizá avisándoles que estaba en camino para cuidar de sus nietas, permitiendo que la pareja se diera un respiro y saliera a divertirse un poco a celebrar su sexto aniversario. Se trataba de alguien más quien le saludó tras responder la llamada.

—Buenas tardes tengas, Lynn.

La voz era afeminada, pero evidentemente se trataba de un varón, alguien a quien no le costó trabajo reconocer.

—Hola Howard, buenas tardes. ¿Qué se te ofrece?

—Primero desearles a ti y a tu esposa un feliz aniversario. ¿Cuántos años cumplen ya?

—Seis años, muchas gracias amigo.

Lynn hacía un esfuerzo en hablar de manera natural siguiendo la conversación, aunque lo cierto era que incluso con el pasar de los años en que había trabado junto con Rita amistad con ese hombre y su "pareja", todavía le costaba cierto esfuerzo ver como algo ordinario, algo que toda su vida le habían adoctrinado desde su casa y sus amigos que estaba mal. Con cierta culpa y remordimiento recordaba a un chico a quien más de una vez en la secundaria le hizo la zancadilla y le dio motes horribles cuando descubrió con otros chicos, que como sus actuales amigos era también una maric... ¡No! No debía emplear nunca más esa palabra, o sus sinónimos ofensivos, ni siquiera debía pensarla o un día se le saldría sin querer como aquellos chistes que sin pensar los soltaba la mayor parte del tiempo.

—Debes de estar muy feliz por tu familia, Lynn. ¿Tienes planeado hacer algo especial esta noche?

—Pues... sí. Mi suegro cuidará de las niñas para que Rita y yo podamos darnos una escapada.

—¡Eso es fantástico! Espero se diviertan mucho. Aún no he ido, pero Harold me ha estado insistiendo que vayamos a un restaurante italomexicano muy bueno que acaban de abrir, es sólo una sugerencia. Tal vez deba darle la sorpresa a Howard cuando cumplamos nuestro tercer aniversario.

Imaginarse a dos sujetos en una cita romántica le era algo difícil de masticar al señor Loud. Suficiente había sido con esa "boda civil" a la que se había presentado hace más de dos años y medio en compañía de Rita, más por la formalidad de asistir a algo importante en la vida de dos amigos que por las ganas en sí. Como en aquél entonces, se mordió la lengua y contuvo todo lo que llegaba a su mente durante el momento.

—Es... una interesante sugerencia. La tendré en cuenta para la próxima, Howard. Ya había hecho reservación en otro lugar. De todas formas, gracias, ¿quieres saludar a Rita?

—¡Uy, sí por favor! ¡Tengo un notición muy grande que quiero compartirle!

No se imaginaba que podía ser. Estaba por buscar a Rita cuando de pronto se sintió intrigado. Realmente no podía imaginar qué era. ¿Por qué con Rita? ¿No se suponía que también lo consideraban a él su amigo? ¿Por qué no decirle a él también? Se sintió extraño al sentir celos de su esposa porque le contaran algo a ella excluyéndolo, pero no podía sentirse de otra forma si Howard lo ponía aparte pidiéndole que le pasara a Rita. Cierto, era una tontería, una tontería que no lo dejaría tranquilo hasta saber de qué se trataba, por algún motivo que ni el mismo sabía, quería enterarse primero por aquél pelirrojo que por Rita sobre aquello.

—¿Ah, sí? ¿Puedo preguntar qué es, Howard?

Del otro lado de la línea de pronto se hizo el silencio. Harold reconocía que Lynn era un buen tipo, un auténtico padre de familia americano de buenos valores, hasta que Howard lo calificaba como tal. Sin embargo, con el pasar del tiempo, nunca fueron nada tontos para darse cuenta que, si bien era amable y cortés con ellos y se esforzaba en serlo buscando ser sincero, especialmente tras el favor que le hicieron tiempo atrás cuando se conocieron, la verdad es que guardaban sus sospechas que Lynn podría tener ciertos prejuicios por sus orientaciones. Les parecía lindo que se esforzara en corregirse, sin embargo desde que se casaron acordaron mantenerlo al margen para no evidenciarlo mucho, sus expresiones de incomodidad durante su boda en ocasiones habían sido muy obvias. Rita por el contrario parecía de mente más abierta, incluso les había ayudado a escoger los trajes para la ceremonia, también de vez en cuando intercambiaban algunas recetas de cocina, o les contaba de las niñas, con las cuales no tenían mucho contacto, en realidad prácticamente ninguno, todo sea por no incomodar al buen señor Loud. Tenían noticias que querían compartir con una amiga tan buena como lo era Rita, pero dudaban de la reacción que tendría su esposo. O tal vez, imaginó Howard, estaban siendo un tanto injustos con Lynn y este se alegraría por ellos.

—Bueno, es algo... delicado.

—¿Pues qué sucede? ¿Es algo en que los podamos ayudar, amigo?

Se preocupaba por ellos. Realmente era un encanto.

—Pues deja que te cuente a ti primero entonces. Verás, Harold y yo desde hace un tiempo estábamos pensando muy seriamente en lo hermoso que sería si la vida nos bendijera con un hijo.

Claro, como si algo así pudiera pasar, pensó Lynn seguro que incluso para estos casos todo tiene un límite. Realmente ponía en duda que alguna agencia de adopción soltara así como así a un niño a una pareja gay, por muy progresista que el país se estaba volviendo últimamente.

—¡Pues es un hecho! ¡Hare-Bear y yo estamos embarazados!

Rita de pronto se preocupó por los McBride, la expresión de susto que su esposo puso mientras seguía hablando por el teléfono, la hizo suponer que algo realmente grave debía de haberles sucedido a sus amigos.

—Perdón, Howard. ¿Qué dijiste?

—¡Que vamos a tener un bebé! ¿No es maravilloso?

"Es abominable", casi sintió su lengua sangrar por lo mucho que le costó mantenerla quieta entre sus dientes para no decirlo en voz alta. Paciencia, paciencia y mucha tolerancia, se repitió mentalmente. Sin embargo a su cabeza le llego una imagen mental de ambos literalmente con un vientre de siete meses como el que su esposa lucía en esos momentos.

—Sí, es... maravilloso. ¿Cómo dijiste que pasó?

—¡Ay, perdón! Ni te puedo contar de la emoción. Contactamos a una buena mujer que se ofreció a ser nuestra madre de alquiler. Tendrá nuestro bebé. ¡En realidad ya viene en camino! Por si te lo preguntas, Howard y yo lo decidimos que, aunque él quería un lindo pelirrojo, logré convencerlo que fuese como él un hermoso pedacito de corazón marrón. ¿Tú qué opinas?

Lynn tragó saliva, esperando con ello tragarse también su opinión. No se la estaba poniendo nada fácil. Realmente se estaba lamentando no haberle pasado el teléfono a Rita cuando se lo pidió.

—Supongo que está bien. Me... alegro por ustedes, chicos.

—¡Muchas gracias!

—Bueno... —¿Qué más podía decirle?— este... ¿y cómo lo van a llamar?

—Aún no nos decidimos. Yo quiero ponerle Donald, pero Hare-bear insiste en Hanz. ¡Tal vez debamos ponerle Lynn!

Era un buen chiste, les concedió el crédito, dado que él terminó poniéndoselo a su hija y por tanto, no podía ponerse a la defensiva acerca que el suyo era un verdadero nombre para "hombres", a diferencia de lo afeminados que le sonaron Donald y Hanz.

—Ya en serio, igual barajeamos otros nombres. ¿Alguno que quieras aportarnos, amigo mío?

Nuevamente pensó en el chico afeminado al que molestaba con sus compañeros en la secundaria.

—Pues... ¿Clyde?

Del otro lado de la línea Howard sopesó la sugerencia de Lynn. Clyde, realmente sonaba muy bien, era un nombre elegante, sin ser ostentoso, sencillo. Sinceramente le encantó. Se lo sugeriría a Harold más tarde para agregarlo a la lista. Sin duda Lynn había aportado algo muy bueno.

—Me gusta mucho ese nombre. ¿Cómo se te ocurrió?

"¡A Clyde se lo clavan! ¡A Clyde se lo clavan!" las burlas a coro hacia un muchacho que lloraba encerrado en un baño, susurraron mentalmente a oídos de Lynn acompañados de una bofetada de culpa. ¿De verdad entonces había sido tan cruel como el resto de sus amigos? Ahora que era un adulto maduro y podía pensar con claridad, supo que aquél chico con el que no habría cruzado más de una docena de palabras cuando no estaba ofendiéndolo, no había hecho absolutamente nada para que él o los otros lo trataran de tal forma.

—Tenía un amigo que se llamaba así en la escuela.

—Espero que tengas aún contacto con él. De vez en cuando me telefoneo con mis viejos compañeros de universidad. Éramos parte de la banda escolar. ¿Cómo crees que soy tan bueno con el saxofón?

—¿En la práctica de llevarte cosas a la boca, tal vez?

Con la mano se tapó la boca con tanta fuerza que sintió se partió un labio. Rita le clavó la vista escandalizada al entender el chiste, pero no era de su esposa la reacción que le preocupada (por ahora). Casi esperó de un momento a otro que Howard le colgara furioso, en el caso que no le gritara primero algo por haber sido tan cretino, todo lo que escuchó para su sorpresa fue una carcajada.

—¡Cielos, esa fue buena Lynn! Se la contaré a Harold.

—Santo cielo, mejor no lo hagas.

—Vamos, no tienes que estar de puntillas todo el rato sobre nosotros. Tenemos sentido del humor como cualquiera. ¡Ábrete, hombre!

—Sí, supongo que tienes razón —realmente se sintió de pronto animado—. Cuando quieras colega, que tengo un repertorio muy grande.

—Tampoco te mandes.

—Lo siento. Ya hablando en serio, la noticia me desconcierta con sinceridad, pero a la vez me alegro por ustedes. Sé que lo harán bien, pero no te sorprenda si tienen una niña. Mira que a mí no me sucedió el plan de tener un chico sino hasta el sexto intento.

—Buen punto, por cierto, ¿Ya sabes cómo le pondrás al tuyo?

—Ajá. Será Abraham.

—¡Que lindo! Como Abraham Lincoln.

—¡Exacto, esa es la idea!

—Elegiste un buen nombre. Lincoln se oye bien.

—¿Verdad que sí? ¡No! Espera... es Abraham, no Lincoln.

—Uy, qué descuido el mío.

Rita había pensado en amonestar más tarde a Lynn por aquella broma de tan mal gusto, sin embargo repentinamente lo notaba hablar un poco más fluido con Howard por el teléfono, en realidad ya lo hacía de forma natural, incluso sonreía. ¿Había mencionado algo acerca de cómo le pondrían a alguien Clyde?

—Fue un placer Howard... sí, gracias de nuevo... nos las pasaremos muy bien... gracias... Te paso a Rita. Salúdame a Harold. Hasta luego.

Le pasó el aparato a su esposa con el aspecto de haber corrido en una maratón que ganó: Algo tenso y agotado, pero bastante satisfecho por el resultado.

Mientras Rita chillaba de la emoción al escuchar la noticia de su amigo el pelirrojo que le pasaba algunas recetas de cocina de cuando en cuando (las cuales terminaba preparando su esposo al dársele mejor la gastronomía), Lynn observó a Leni con una servilleta limpiar con mucha delicadeza los restos de una galleta de la boca Luan. Luna jaloneaba a Lori para que pusiera una película en el DVD, siendo de las cinco la única que ya sabía cómo usar el aparato. Su pequeña Lynn junior seguía dormida abrazando el vientre donde su primer hijo varón se desarrollaría al menos otros dos meses más antes de venir al mundo. La culpa le regresó.

No sabía qué pensar en que esos dos tuvieran un hijo. No estaba seguro si eso sería bueno o malo para aquél chico cuando este naciera, pero confiaba en que sus padres eran y seguramente continuarían siendo buenas personas. No es como si pensara que Lincoln... ¡es decir! Abraham seguiría sus pasos y molestaría al chico McBride en el caso de que por alguna casualidad terminaran en la misma escuela. Tenía pensado enseñarle muchas cosas a su hijo con el paso del tiempo igual que había hecho y seguía haciéndolo con sus hijas, sería mejor que a la lista añadiera tolerancia y respeto al inicio de la misma. No le pediría que fuera amigo del chico si se lo llegaba a cruzar en la vida, pero por lo menos que jamás fuera un grano en el trasero como debió de ser él para Clyde, su compañero de secundaria.

Fue alistarse para cambiarse de ropa y ponerse algo más elegante para su salida con Rita aún con aquellos pensamientos en su mente, antes de pasar a otro: Seis años ya, vaya que había pasado cierto tiempo desde que se casó e inició su propia familia. Se pasó el peine por la cabeza, sólo para fruncir el ceño preocupado al ver una cantidad de cabello alarmante en él. No le estaba gustando la pinta que tenía eso. Ya llevaba un año donde el cabello se le estaba cayendo a ratos. Sólo en la parte de atrás, justo como a su padre le ocurrió a mitad de sus treintas, ¡Pero si él apenas tenía treinta y un años! Por supuesto, pocos a su edad podrían decir que tendrían dentro de poco a media docena de hijos.

Rita terminó la llamada con su amigo y colgó. Con cuidado cargó a Lynn para llevarla a su cuna. En el camino la niña despertó e hizo un puchero de querer llorar. Al dejarla en la cuna, la bebé soltando un pequeño berrinche gateó hacia el extremo donde su madre se encontraba cerca.

—Vamos, Lynn —se excusó ella—. Ya pasaste toda la mañana pegada conmigo. ¿No te aburres? ¿Tanto quieres estar con mami?

Lynn seguía sollozando extendiendo sus bracitos hacia ella, específicamente a la altura de su vientre donde la miraba ignorando su rostro o sus palabras. La niña tal vez debía pensar que se trataba de una fantástica almohada.

—Deja a Lincoln... ¡Digo! A Abraham un momento. Tu hermanito debe estar todo aplastado por apoyarte todo el día en él. Ya pronto, hija. Tiene siete meses ya, en dos más podrán jugar juntos. Cuando te esperaba a ti tus hermanas nunca se apoyaron en...

Un ligero dolor en el pecho golpeó a Rita, casi podía jurar que fue algo físico, pero en realidad era emocional. Hace un año exactamente Lynn tenía un mes de vida, una vida muy delicada a diferencia de ahora, tan delicada que en aquél entonces nunca se le hubiese pasado por la mente separarse de ella más de quince minutos, porque debió de estar dentro de ella, en su vientre, cumpliendo su séptimo mes de gestación como su hijo lo hacía ahora. El doctor ya les había dicho que no corría ningún riesgo y todo estaba yendo bien. No, no era miedo lo que sentía, sino algo diferente. ¿Curiosidad, extrañeza? ¿Todo por caer en la cuenta que si su hija no hubiese sido prematura, tal vez coincidiría su nacimiento con el de su hermano quizá un año exacto? La sensación de dolor fue sustituida por un agradable sosiego.

El otro Lynn entró en la habitación y la abrazó por la espalda besándole el cuello.

—Yo ya estoy listo.

—En un momento lo estaré yo. No me presiones.

—¿Le diste la medicina a la niña?

—Faltan dos horas para que le toque. Ya le había avisado a mi papá, también le dejé la hora anotada sobre el teléfono y cuáles son las que debe de darle.

—Perfecto. Entonces trata de pasarla bien y no te preocupes por la casa. Queda en buenas manos.

—No me preocupo. A propósito, gracias por ser tolerante con la noticia de Howard. Me contó que le sugeriste el nombre de Clyde.

Lynn retrocedió nervioso. Hace mucho que le había contado aquellas anécdotas a su esposa. Ella sabía lo que sentía, así como que no estaba nada orgulloso de sus acciones pasadas.

—Fue lo primero que se me ocurrió cuando me pidió que le sugiriera un nombre.

Ella lo abrazó.

—Está bien. Sé que lo pudiste encontrar y contactar hace casi cinco años para ofrecerle una disculpa y él la aceptó. Eres mejor que los otros quienes probablemente ni siquiera se les ocurrió hacerlo. Ya te perdonó, vamos, perdónate a ti mismo.

Correspondió el abrazo procurando no hacerlo muy estrecho. Siempre pensaba que si lo hacía brusco podría lastimar al niño. Su hija aún trataba de alcanzar extendiendo sus brazos entre los barrotes hacia su madre.

—Parece que no quiere desprenderse de ti.

—Me quiere, pero es de Lincoln con quien quiere estar para dormirse. Debe de sentir mi panza muy blandita.

—Tal vez, ¿le dijiste Lincoln al niño?

—Perdón, de Abraham. Vamos, que es lo mismo.

—No lo es. En fin, que se nos hace tarde. ¡Oye, mira eso!

Aunque a pesar de su edad Lynn usualmente gateaba, de pronto en su intento de alcanzar a su madre, con dificultad había conseguido pararse sobre sus dos piernas. Los padres la observaron durante un momento muy largo, tanteando cuanto faltaría antes que se cayera sobre el colchón. Increíblemente la bebé permanecía de pie sin problema de equilibrio alguno.

—Cariño, muévete al otro lado de la cuna, quiero comprobar algo.

Sabía lo que era, ella también quería averiguarlo. Así lo hizo. Al quedar al otro lado, la bebé se dio la vuelta y en lugar de usar sus manos para sostenerse de los barrotes, sin ningún agarre dio varios pasos hasta apoyarse hasta el otro extremo.

—¡Santo cielo! ¿La habías visto caminar antes así?

—No —Rita estaba tan impresionada como él—. Creo que esos fueron sus primeros pasos.

La amorosa madre no se contuvo y se acercó finalmente para cargar a su bebé. Lynn salió de la habitación buscando a sus hijas anunciándoles con mucha emoción que su hermanita acababa de caminar por su propia cuenta. Conforme entraban, Luna intrigada le preguntó a Lori.

—¿Qué tene de emosonante caminar? Yo caminar.

—Se dice "yo camino". Papá siempre se emociona cuando comenzamos a caminar al principio. Creo que me acuerdo que fue así contigo y Luan.

—¿Y conmigo? —se sumó Leni que llevaba de la mano a Luan, la bebé de dos años se había vuelto a ensuciar la boca comiendo galletas, a juzgar por los restos de la misma también en ella, era obvio quién se la había dado—. ¿También se emocionó cuando yo lo hice, Lori?

—No me acuerdo.

—¡Shhh! —Las silenció su padre—. Pongan atención.

Tomó a la bebé y la colocó en el suelo. Rita se fue al otro extremo y extendió sus manos. La niña a gatas miró a su madre y apoyó los bracitos en el suelo con firmeza, enseguida vio cómo Leni sacaba otra galleta para comérsela y la bebé a paso lento fue gateando hacia ella. El desconcierto de sus padres fue muy grande y Lori no pudo evitar burlarse del mismo.

—Muy impresionante papá. ¿Puedo ir a mi cuarto?

—¡Pero estaba caminando! Leni, alza la galleta, tal vez se ponga de pie al querer alcanzarla.

La niña obedeció y extendió en alto el brazo con la galleta en la mano. Su hermanita Lynn la observó largamente, gateó, se detuvo y se sentó frente a su hermana mirándola confundida y extendiendo los bracitos hacia ella.

—Papá, ¿le doy la galleta?

—No, hija. Ya necesitamos dormirla —contestó frustrado—. De verdad estaba caminando, hasta su madre lo vio.

Aún si lo hubiera hecho, pensaron no parecía ser algo que de igual manera las hubiera impresionado tanto como a ellos. De pronto alguien comenzó a tocar la puerta principal.

—Ese debe de ser su abuelo. Lori, ve abrir cariño —le pidió Rita mientras cargaba de nuevo a Lynn, inclinándose un poco por la sensación que le vino—. Esa fue buena.

—¿Qué ocurrió querida?

—Tu hijo me pegó una patada bastante fuerte.

—Ese es mi muchacho. Será un haz de los deportes, mientras su dulce hermanita en las gradas vitoreará su nombre cuando gane todos los campeonatos —colocó su mano sobre la cabeza de Lynn y otra sobre el vientre de su esposa.

Las niñas rodearon a su madre, más interesadas en sentir el movimiento del bebé en su interior que en ver caminar a su hermanita. La mayor de las niñas se limitó a observarlas un momento y sin muchas ganas de imitarlas se marchó. Cuando fue a abrir la puerta, en efecto se encontró con su abuelo. Aquél hombre tan corpulento que estaba cerca de los sesenta años y aun así desde que tenía memoria, siempre había tenido el cabello blanco.

—Lori, mi pequeña. ¿Cómo has estado?

—Castigada, abuelito. ¿Y tú?

—Castigado por la vida, imagino. La jubilación ha resultado ser de lo más aburrido.

—¿Qué es jubilación?

—Cuando por algún motivo creen que ya no es necesario que trabajes porque alcanzaste los cuarenta años de servicio, aunque tengas aún las fuerzas de un toro. Vamos, dale un beso a tu abuelo —al dárselo en la mejilla, la niña se raspó un poco con el borde de su bigote, la sensación siempre le había resultado agradable—. ¿Y por qué te castigaron?

—Porque una niña me robó mis crayones.

—¿Y sólo por eso te castigaron? No quiero saber lo que le pasó entonces a esa niña.

—Le pegué en la cara.

—Eso lo explica todo. ¿Por qué creíste que eso era lo más sensato?

—Una vez me contaste que un soldado más grande que tú, te robó una foto de la amiga que tenías antes de conocer a la abuela y le hiciste lo mismo.

—Es verdad —sonrió con cierto regocijo—. Esos dientes no eran de leche, así que no le volverían a crecer después. En fin, sólo recuerda que eso es algo que no necesitas contarle a tus papás, todo lo demás que te suceda, sí. Procura no ser tan peleonera. Además te castigaron, cuando yo hice eso casi me cuesta la expulsión de la marina, con todo y que sólo era un novato.

—No le tiré ningún diente. Leni hubiera podido.

—No puedo imaginar a una niña tan adorable como tu hermana haciendo tal cosa.

Ciertamente el buen Albert nunca había visto una pelea entre ambas, o el potencial que su segunda nieta tenía para lastimar a alguien cuando se enojaba, menos ahora que últimamente andaba para todos lados con las manos retraídas.

—Por cierto, ¿dónde están tus padres o tus hermanas que no han venido a saludarme?

—En el cuarto de mis papás, Lincoln está pateándole la barriga a mamá, todas las demás juegan a tocarla.

—¿Lincoln? —tardó un momento antes de comprender que debía referirse a Abraham—. Ya, tu hermanito. Vamos, quiero jugar yo también.

En efecto todos continuaban en la habitación tratando de sentir el vientre de Rita, algo difícil, pues estaba cargando a Lynn, la niña buscaba acaparar toda la atención de su "cojín" dando manotazos ligeros a sus hermanas cuando intentaban tocarlo.

—Hola hija, niñas, Lynn. ¿Cómo están?

—¡Hola papá! Ven, acércate.

Albert tentó su vientre. Aunque se estaba calmando, había logrado alcanzar a sentir cómo se movía el bebé. A pesar de jactarse de ser un hombre rudo, sintió sus ojos humedecerse un poco al igual que la primera vez que sintió a su hija embarazada con Lori. Sería su primer nieto varón. Ya lo visualizaba como todo un capitán, teniente o sargento. Se trataba de una sensación maravillosa.

—Hay hijita. De verdad el cielo te ha bendecido... ¡Me refiero a una vez más! —aclaró cuando Lori y su yerno lo miraron con el ceño fruncido, aunque la verdad este último inevitablemente pensó algo parecido—. Estoy orgulloso de todos. ¿Se los he dicho antes?

—Miles de veces —contestó su hija con una sonrisa—. Especialmente cuando estoy embarazada.

—Lo cual es como si fuera algo que nunca sucede. Realmente hija, te agradezco te hayas dado la oportunidad de hacer un nuevo intento.

—Y eso que ni siquiera lo intentamos —le aclaró Lynn—. Creo que es verdad lo que dicen, las cosas entre menos se planeen, mejor salen cuando son accidentales. Gracias a eso tenemos una familia maravillosa.

—¡Oye! ¡No seas tan cretino!

—Tus reclamos no me surten el mismo efecto cuando los haces intentando no reírte.

Las niñas miraron a los adultos sin entender a qué se referían. Debía de ser un chiste muy complejo y muy bueno, porque hasta su madre se dio la vuelta con Lynn para reírse sin que la vieran. Rita reconocía que en realidad su único embarazo intencional fue el de Lynn, siendo lamentablemente el que más complicaciones tuvo y seguía teniendo en la niña, aun así, habían esperado en su momento que ella fuera el varoncito que tanto anhelaban desde hacía mucho.

—Basta ustedes dos. Si me hacen reír así, me agito y me duele el vientre.

—Lo siento hija. Tu esposo empezó. Lo último que quiero es hacer que Lincoln te incomode.

Lynn tosió algo fuerte.

—Se llamará Abraham, Albert.

—Lo que sea, es lo mismo. Por cierto, ¿es que no se han preparado todavía para salir? Vamos, termínense de alistarse. Por hoy me encargaré de las niñas.

—¡Sí! —vitoreó Lori—. ¡Vamos a ver una película, abuelito!

El padre torció el gesto.

—Lori no puede ver televisión, está castigada por pelearse.

La niña se encogió de hombros. Cuando el señor Loud salió de la habitación y Albert bajaba con las tres niñas mayores a sus lados, con Luan entre sus brazos entretenida tirando de su bigote y riéndose de él, se inclinó un poco hacia Lori.

—Deja que tus papás se vayan y veremos un poco de televisión. ¿Está bien, cariño?

—¡Sí!

—Pero no digas nada. Igual y sólo porque sabes que te portaste mal, será Leni quien escoja qué veremos.

Lori de pronto se puso cabizbaja y su humor desapareció. Luna pareció preocupada, en cuanto a Luan, las caricaturas eran caricaturas y no daba importancia que mirar mientras pudiera mirar algo. Leni estaba emocionada.

—¡Gracias abuelito! Mamá me compró una película que quiero ver otra vez. ¡Es totalmente genial!

—¿En serio? ¿De qué trata? ¿Dragones, unicornios, princesas?

—No. Trata de unas niñas que son amigas y conocen a otras niñas que se caen mal y tienen que demostrar que son buenas; van juntas a comprar ropa, maquillaje, accesorios y son como mis muñecas. Se llama "Bratz".

Lori no pudo soportarlo.

—Creo que mejor me voy a mi cuarto. Estoy castigada y se supone que no debo de ver televisión.

—¿Por qué si abuelito te dio permiso para mirarla?

—Leni, no quiero ver Bratz. No me gusta y creo que mis peluches son mejores que tus muñecas. Se te va a pudrir más el cerebro viendo eso.

—¡Lori! —la reprendió su abuelo—. Si de verdad no quieres ver televisión, no te obligaré a verla, pero no quiero que emplees ese lenguaje, menos con tus hermanas. Creo que exageras mucho. Es sólo una inocente película para niñas.

Tan sólo una hora después, mientras que Leni embobada miraba la trama de esa película más superficial que infantil, al lado de Luan riéndose de todo y Luna al otro lado bostezando, salvo para tararear las canciones de la película, el hombre tendría la misma impresión que su primera nieta, pensando que, si de verdad sus padres querían castigar a la niña en serio, sólo debían obligarla a ver esa condenada película.

Por lo pronto ignorantes de lo que sucedería, Lori terminaba de cambiarse con la bebé sobre su cama, mientras adormilada ésta miraba a su madre transformarse en un ser elegante con un vestido azul turquesa. Rita quería dormirla personalmente como de costumbre. Aunque había relajado sus excesivos cuidados con ella, siempre se sentía tranquila con tenerla en un lugar donde no la perdiera de vista.

Lynn por su parte estaba ya listo, asegurándose de tener en el bolsillo los pendientes que iba a regalarle a su esposa, aunque lamentándose fueran sólo imitación y no verdaderas joyas. Rita era complaciente y lo entendía, por el contrario, quizá se enfadaría que gastara en algo costoso para ella en lugar de hacerlo por las niñas. Al menos ese era un día especial en el que se podían permitir ser un poquito egoístas. El tiempo avanzaba y el señor Loud se impacientaba.

—¿Te falta mucho, querida?

—Ya estoy. Sólo déjame acostar a la niña.

—Te ayudo con eso. Nuestras langostas trataran de escapar del estanque si las dejamos esperar más tiempo.

—No estoy segura que pueda comer langosta en este estado. Al pobrecito de Linc... ¡Abraham, digo! Le puede caer mal.

—Es verdad, la langosta podría pellizcarlo ahí dentro. Entonces te sugiero pato a la naranja para que el bebé se coma la naranja y monte al pato.

—Gracias por la imagen mental.

—Fue un placer.

Primero bajaron a la niña a la sala, sólo para recordarle a su abuelo que no olvidara darse sus vueltas por su habitación para comprobar que estuviera bien, así como sus medicinas y lo que había que hacer en caso de una emergencia o cambios en su color de piel, acerca de los pañales, entre otras cosas. El hombre examinaba el DVD de Leni mientras agitaba una mano pidiéndoles que se calmaran.

—Sé cómo lidiar con Lynn. Es más fuerte de lo que ustedes piensan. Pero la mantendré bien cuidada. Relájense.

—Está bien. Voy a subirla. Niñas, ya nos vamos en un momento. Hagan caso de lo que dice su abuelo y pórtense bien.

—¡Sí, mamá! —contestaron todas a coro, incluso el abuelo para hilaridad de Luan y su padre.

—Bien, iré a acostar ya a la niña.

—Lo haré yo, cariño —insistió Lynn quitándole de las manos a la bebé, suponiendo que, si permitía que Rita lo hiciera, le tomaría más tiempo que a él y se les haría más tarde para la reservación. Giró a Lynn en dirección a todos y le alzó la manita agitándola—. Di "Buenas noches mami, buenas noches abuelito, buenas noches hermanitas, buenas noches Abe".

Cuando la bebé volvió a mirar a su madre, pareció despertarse un poco más, en particular cuando su padre la hizo inclinarse para que saludara al pequeño Abraham. La niña se zafó con rudeza del agarre sorprendiéndolo por su fuerza, nuevamente extendió los bracitos señalando hacia la parte media de su madre.

—¿Es que quieres volver con mamá? Eso no sucederá por el momento, Lynn.

—Li... Lincoln.

Lynn Sr. no fue el único que exhibió una expresión de sorpresa en el rostro. Rita, Albert, las cuatro niñas se giraron impresionadas hacia la más pequeña de la casa. Su padre intentó salir del trance preguntándose si no se imaginaría lo que había escuchado de su, hasta ese momento, muda hija de trece meses.

—¿Qué acabas de decir, Lynn?

—L... Lynncoln.

La primera vez sonó correcto, esta segunda aunque semejante, tenía una ligera diferencia en la forma en que lo pronunció que no supo reconocer, pero eso no importaba. Lo importante era que lo había hecho.

—Lynn habla —señaló Luan con su manita riéndose.

—¡Shí, habló! ¡Habló! ¡Habló! ¡Habló! ¡Habló!

Leni tuvo que sujetar a Luna de los hombros para calmarla, aunque ella misma también estaba dando saltitos de emoción.

—¡Ya se estaba tardando! —exclamó con alegría el abuelo acercándose— ¡Buena esa, hija! ¡Y justo el apellido del republicano más importante de la historia!

Rita no se contuvo y volvió a cargar entre sus brazos a su niña para besarla. El proceso había sido bastante lento con Lynn, tanto para que comiera sin ayuda, se pusiera de pie, caminara y ahora había pronunciado su primera palabra. No pudo evitar llorar al pensar con esperanza, que tal vez la vida les sonriera después de todo y la bebé permaneciera con ellos más tiempo de lo que los doctores determinaron. La pequeña Lynn se dejó consentir por su familia sin comprender por qué de pronto era el centro de atención. Cuando Rita se calmó y su familia seguía rodeando a la bebé, se dio cuenta que aun cuando su padre le había dicho que no lo hiciera, Lori estaba apartada de todos ellos mirando televisión.

Le pasó la bebé a su padre, luego se acercó a ella para reprenderla, hasta que se dio cuenta que estaba viendo Bratz; sabía que a su hija no le gustaba esa película, aunque no tanto al punto como para estar llorando como silenciosa lo hacía. Cuando se percató que la estaba mirando, la niña intentó desesperada de limpiarse con los puños dándole la espalda.

—Lori, cielo. ¿Estás bien?

De pronto salió corriendo al patio. Lynn se dio cuenta en ese momento que algo andaba mal, pero su esposa alzó una mano indicándole que le permitiera encargarse ella de esto, su esposo asintió siguiendo celebrando el logro de la bebé con su familia para que no las interrumpieran.

Afuera, su madre en el patio la encontró recargada sobre el árbol que tenían, abrazada de sus rodillas y sollozando.

—Querida, ¿Qué es lo que te ocurre?

—¡Nada, déjame sola!

—Lo siento por tu papá que quiere ir a celebrar nuestro aniversario —sin importarle que se ensuciara el vestido, se recargó contra el árbol a su lado—, pero de aquí no me moveré hasta que me digas qué te ocurre.

Lori abrió y cerró la boca varias veces. Rita dejó que se desahogara primero.

—¿Por qué tienen que tener un niño?

—¿Perdón? —realmente no entendió lo que quiso decir con eso, instintivamente llevó una mano a su vientre—. ¿Qué quieres decir?

—No me quieren tanto como a las otras... mis hermanas.

—¡Qué! ¿De dónde salió eso?

—Siempre dicen que Leni es bonita y se porta bien, que Luna es linda por estar cantando tonterías todo el rato. Sé que Luan cae mal por llorona, pero por eso logra que le hagan caso. Lynn no hace nada, pero como está enferma siempre están con ella. ¡A mí sólo me regañan porque me peleo cuando me quitan mis cosas, no me como toda la comida, o me ignoran!

Rita no dijo nada. Reflexionó durante un instante la situación. Lori de momento había demostrado de todas sus hijas ser la más conflictiva. La verdad Luan lo era también, pero al ser casi una bebé todavía, era difícil corregirla como intentaban hacerlo con la mayor.

—Hija, lamento que te sientas así. Nunca fue nuestra intención hacerte sentir menos. Eres tan importante para nosotros como lo son tus hermanas, en especial porque llegaste a nuestras vidas antes que las demás. Las queremos a todas, pero a ti te guardamos un cariño muy grande y especial por ser nuestra primera hija.

—Y ahora tendrán a su primer hijo.

Ahí estaba la cuestión. Si nunca antes Lori había hecho aquel exabrupto, imaginó su madre, fue porque quizá siempre pensó en algún momento podría competir con sus hermanas para ser la mejor hija de todas. ¿Cómo hacerlo con un niño? Pobre de su pequeña, ¿desde cuándo estaría guardando aquel sentimiento sin que se dieran cuenta? Como ella, Lori se había percatado que las cosas podrían cambiar y no serían lo mismo con la llegada de su hermano, aunque en realidad, nunca lo eran conforme el resto fueron naciendo.

—Hija, ¿es por eso que casi nunca te acercas a tocarlo? Vamos, siéntelo.

Con temor, Lori hizo caso y puso su mano sobre su vientre. No se sentía muy diferente a cuando esperaba a Lynn, de pronto hubo algo, un movimiento, pequeño, pero perceptible.

—Es cierto. Está ahí, ¿verdad?

—Ajá. Es tu hermanito. Uno que quiero me ayudes a cuidar, a enseñar, a amar. Eres la primera, no es que por eso sea tu obligación cuidar de tus hermanas, pero realmente apreciaría que lo hicieras porque las amas, igual quiero que lo hagas con el niño. No tengo idea qué hacer con él, honestamente creo que tu padre tampoco, pero estoy segura que con tu ayuda lo averiguaremos. Siempre te daremos tu lugar, hija, pero por favor no desprecies a tu hermano, o a tus hermanas. Te amo Lori. Eres mi primera hija, tienes el nombre de tu abuela, mi madre, puedo ver que a pesar de tus arranques, eres la más responsable.

—¿Mas que Leni?

—Sí, por mucho. Pero no se lo vayas a decir. ¿Me ayudarías?

Lori abrazó a su madre recargándose contra su vientre, comprendiendo de pronto por qué a su hermana Lynn le gustaba tanto apoyarse en él. Realmente era suave y cálido. Un niño. ¿qué significaría tener un hermanito varón? Lo averiguaría, quería hacerlo.

—Perdóname mami.

—Está bien, hija. No voy a castigarte de nuevo, sólo quería que lo entendieras y estuvieras tranquila.

—No había creído... no lo había dicho, pero... no quería creer que era otro niño. Pensaba que se habían equivocado y sólo te habías puesto gorda, o que sería otra niña.

Rita se rió por la ocurrencia.

—¿Qué te hizo aceptar que tendrás un hermanito?

—Lynn. Cuando dijo su nombre, entendí que Lincoln es real.

—Ya veo. Sí, hija. Lincoln es real.

No se molestó en corregirle que ese no era el nombre que su padre pensaba ponerle.

Regresaron a la casa. Los ánimos se habían calmado. Nuevamente tardaron en marcharse tras despedirse nuevamente de todos, dos veces más de Lori para tranquilizarla y hacerle ver que todo estaba bien.

Ya en la van, Lynn dejó de pretender que el asunto de hace unos momentos no tenía importancia.

—¿Todo bien, querida?

—Todo bien, cielo. Lori está mejor. Sólo estaba preocupada por el bebé.

—¿Por Lin...? Digo, ¡Ah, que se pega! ¿Por Abraham? ¿Por Abe?

—Sí, pero descuida. Ya se hizo a la idea que tendrá un hermanito.

—¿No lo había hecho antes ya?

—No. Ahora sí. Estoy casi segura que todo irá mejor cuando Lincoln nazca.

—Que se llamará Abraham

—Es lo mismo.

Rita sonrió pensando quien ahora faltaba que se hiciera a otra idea distinta y la aceptara, sería su esposo.

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