Onceavo Año

—Mamá, ¿estás segura que el bebé no nacerá pronto?

Rita en ese momento se estaba cambiando sencillamente deslizándose un vestido rosa de maternidad por encima de su cuerpo. Su vientre era tan abultado como si no le faltase ya mucho tiempo para dar a luz, o al menos esa impresión tenía su hija de nueve años, a quien enseguida comenzó a peinar su hermoso cabello rubio.

—Aún faltan alrededor de cuatro meses, cariño. Eso es mucho todavía para que "los bebés" nazcan. Recuerda que son dos.

—¿Es como en el supermercado? ¿Cómo cuando hay ofertas y te dan dos por el precio de uno?

El padre de la pequeña pasó por un instante frente a la puerta molesto tratando de perseguir a una niña de seis años castaña en interiores que se resistía a que le pusiera ropa.

—¡Lynn Loud Junior! ¡Ven aquí y ponte el vestido!

—¡Nunca!

Rita sonrió por la escena.

—Sí, hija. Fue algo así.

Leni satisfecha por entenderlo finalmente, continuó disfrutando de los mimos de su madre.

En el pasillo, finalmente el señor Loud consiguió atrapar a la hiperactiva chiquilla que se removía entre sus brazos tratando de liberarse soltando de vez en cuando uno que otro manotazo, lo cual no era tan malo a cuando se decidía a pegar una patada.

—¡Creo que fue un error permitirte jugar con los equipos de soccer de la escuela!

—¡No lo fue! ¡Tampoco me pondré vestido! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!

—¡Es por tu abuelo! ¿No quieres verte bonita para tu abuelo?

—¡El abuelo dice que soy linda así!

—¡Déjame ponerte el vestido y consideraré las lecciones de karate que me pediste!

De pronto la niña dejó de luchar. El padre suspiró lamentando haber tenido que recurrir al chantaje. Bajó a la pequeña que permitió le pasara por encima un vestido rojo.

—Bien, jovencita. Ahora voy a buscar tus zapatos. Más vale que ese vestido siga en sitio cuando regrese, o le puedes decir adiós a la canasta de básquetbol de tu habitación.

—Bueno, ya. Te prometo que no me quitaré nada de nuevo.

—Sigo sin entender por qué no te gusta estar vestida en casa. ¿Es que no tienes eso del pudor femenino?

La niña bufó.

—Eso no es para mí como con Leni o las otras. Estar así es muy cómodo y me siento libre.

Un niño peliblanco soñoliento de cuatro años igualmente en interiores, salió de su habitación en ese instante.

—Eso es verdad, papá. Tiene razón. Es muy cómodo.

El hombre se rascó la cabeza.

—Lynn, por lo que más quieras, no le pegues tus mañas a Lincoln. Por cierto, jovencito, usted también necesita cambiarse.

Indiferente a lo que ocurría, Lincoln bostezó apenas prestando atención a su padre al marcharse.

—¿Ya nos vamos con el abuelo?

—Eso creo. —Le contestó su hermana incómoda tironeándose de la falda del vestido, esto finalmente capturó el interés del niño

—Te vez muy bonita.

Por un instante, el semblante de la niña cambió a uno feliz, pero de inmediato regresó a mostrarse un poco hostil.

—Tal vez si uso todo el tiempo pantaloncillos cortos como cuando juego afuera, papá deje de molestarme. También son muy cómodos.

Lincoln por un momento consideró la idea de su hermana para imitarla también en ello y hacer lo mismo, pero una niña rubia de diez años apareció de pronto tomándole de la mano haciéndole perder la concentración en la misma cuando lo hizo caminar a su lado.

—¡Oye! —saltó la castaña por la acción repentina—. ¡A dónde te lo llevas, Lori!

—Papá me pidió que cambiara a Lincoln y a Lucy mientras termina de vestirte —con un tono burlón y tras mirarla de arriba abajo, añadió—. Por cierto, ¡te vez literalmente encantadora!

Si no fuera porque ya tenía a Lincoln y que las lecciones de karate estaban en riesgo, Lynn hubiese intentado perseguirla para darle una buena tunda. Lori creyendo que lo haría, no tardó en apresurar el paso para dejar fuera de su alcance a su hermanita, llevando casi arrastrando al pequeño niño con ella a la habitación de este.

—¿Era necesario molestarla?

Preguntó él una vez que lo hizo sentarse en la cama mientras ella sacaba ropa limpia de su armario.

—No, pero fue muy divertido.

—¿Qué fue divertido? —preguntó entusiasta una niña de siete años asomándose a la habitación tras escucharlos.

—Molestar a Lynn, Luan.

—Supongo que lo es mientras no cruces la "Lynn-nea" con ella. ¿Entiendes?

Pese a que sabía que estaba metiéndose con una de sus hermanas más cercanas, Lincoln soltó una risa por el chiste del mismo modo como hace algún tiempo Lori lo hubiera hecho también, pero que en ese momento ella sólo gimió con hastío. Para ella los chistes de Luan comenzaban a perder su gracia conforme seguía contándolos sin parar.

—¿Ya te cambiaste, Luan? ¿Vas a ir así?

—No. En un momento lo hago. Sólo espero a Leni para que me ayude.

La susodicha niña rubia de nueve años estaba en la habitación de la bebé a quien le faltaba un mes todavía para cumplir los dos años. Se encontraba terminando de cambiarle el pañal antes de ponerle el vestidito ya preparado sobre una silla a su hermanita.

—Pero que bebé tan linda tenemos aquí. Eres tan encantadora, Lucy.

La pequeña cabeceó tratando de centrar su vista en su hermana. Al notar el gesto, con una mano Leni le hizo a un lado parte del flequillo del cabello oscuro que le cubría los ojos para que la viese mejor, descubriéndole así un bello ojo azul, tan distinto a aquél otro que continuó oculto con el cabello.

—¡Hola bonita!

Agitó la mano frente a ella saludándola ahora que volvía a ver parte de su mirada. Lucy no parecía muy cómoda ante el constante y meloso optimismo de Leni, que al menos Lincoln tenía sus momentos serios. Resignada, la niña soltó por la boca un poco de aire con resignación permitiéndole a su cabello negro regresar a su posición original con un movimiento.

—¿Por qué suspiras, Lucy? —como de costumbre su hermana mayor no parecía enterarse de nada— ¿Es que te enamoraste de un niño de la guardería? ¡Como que eso sería muy tierno!

Por supuesto que todo era "tierno" para Leni. Lucy comenzaba a relacionar dicha palabra con algo desagradable. ¿Pero qué significaba eso de "enamorarse"?

—¿Quésho?

—¿He? —Dado que Lucy raramente intentaba hablar, lo cual hizo temer por un tiempo a todos que podría ser muda, Leni no pudo menos que impresionarse, aun así se esforzó en concentrarse en lo que dijo, algo que cualquier otro hubiese interpretado a que sólo quería un poco de "queso"— ¿Me preguntas "qué es eso"? —Lucy casi sonrió por lo acertada que fue su hermana por saber interpretarla— ¿Qué? ¿Suspiro? Es lo que hiciste con la boca, hermanita —para ejemplificárselo, Leni emitió uno aspirando y resoplando—. Eso es un suspiro

Debido al flequillo, Leni no se dio cuenta cuando su hermanita rodó los ojos con fastidio. La pequeña pensaba que ya era demasiado pedir que la entendiera por completo. Una palabra se formó cuando resignada imitó con mayor sinceridad el gesto de su hermana.

—"Shupiro..."

—¡Exacto, eso es!

Le puso el vestido y Lucy sin más opción se dejó hacer, por ello a Leni le gustaba mucho su hermanita. Cuando no se desaparecía por ahí, algo que ocurría constantemente desde que aprendió a caminar, resultaba sencillo que se dejase vestir a diferencia de Lynn.

—Estás lista, Lucy. ¡Te ves divina! Como que presiento este te gustará más que los otros conjuntos. Ya lo verás.

Eso no sería decir mucho, dado que a la bebé nunca parecían gustarle ninguno de los conjuntos que su hermana o incluso su madre le escogían.

—Mírate. Siento que entona con tu color de piel. ¡Como que pareces una muñequita!

Si Lucy pudiera entender del todo sus palabras y supiera hablar mejor, le diría que ella no tenía ningún tono de piel. Nuevamente resignada, imaginó lo que Leni esperaba cuando la cargó frente al espejo.

—Shupiro...

Alzó la mirada y para su sorpresa lo que vio en realidad... no era tan desagradable. Ciertamente el vestido como muchos otros era cómodo, independientemente de cómo se viera, pero con este en particular admitía que se veía... no tan mal. El conjunto tenía volantes que le parecieron ridículos, así como unas estrellas plateadas bordadas alrededor de las mangas, le había puesto botones amarillos al frente, fuera de eso el resto del vestido totalmente negro ciertamente entonaba con su cabello negro y su pálida piel. Un contraste entre el blanco y el negro que a su perspectiva le quedaba y con sinceridad le gustaba.

Gracias a Lori, Lincoln entró en la habitación ya arreglado. Cuando el pequeño vio a su hermanita de un año, sonrió sorprendido.

—Te vez muy bonita, Lucy.

Esta vez la pequeña no reprimió su sonrisa. Leni estaba más que satisfecha.

* * *

Tras recibir sus regalos, los cuales fueron en su mayoría fueron de nuevo tazas, especialmente por parte de Lincoln quien fabricó no sólo la suya, sino también la de Lucy, los padres terminaron de arreglarse para subir a toda su familia a Vanzilla y partir hacia el asilo, donde el buen Albert estaba terminando de recuperarse de una tos que le impidió ir a visitarlos en esta ocasión.

Fue un trayecto tranquilo. En la radio escucharon algunas canciones que transmitían de la artista Lana Del Rey. Durante los altos, el señor Loud no dejaba de sonreírle con cariño a su esposa. Ella en complicidad le devolvía las sonrisas y le tomaba de la mano, no sin antes mirar de vez en cuando por el retrovisor a su hijo y sus cinco hijas teniendo a Lucy en su regazo dormitando. Leni parecía algo mareada, pero no por ello soltaba la bolsa de regalo que le llevaba a su abuelo, por lo que Lori cuando no estaba ocupada jugando con el celular le tomaba del hombro para reconfortarla, mientras que en el lado contrario a ella, Luna tocaba un pequeño ukulele con semblante aburrido, aunque de vez en cuando la castaña miraba hacia los asientos de atrás para vigilar a sus hermanos menores. Ahí Luan repetía algunos chistes de los cuales la mitad hacían reír a Lincoln. Lynn aburrida y harta de su hermana mayor, estaba recargada en el hombro de su hermanito botando una pelota de goma contra el techo del vehículo.

—Gracias. —De pronto Rita le dijo a su esposo.

—¿Por qué?

—Por la hermosa familia que me diste.

Llegaron a otro alto. Lucy buscando acomodarse en el regazo de su madre, se movió quedando de lado. Lynn Sr aprovechando esto, frotó el prominente vientre de su esposa asintiendo complacido, aunque su nerviosismo era evidente.

—Hemos podido hasta ahora, sé que seguiremos haciéndolo.

Mencionó Rita al comprender lo que pasaba por la mente de su esposo. Él suspiró sin decir ni una palabra, pero asintiendo conforme volvía a poner en marcha el vehículo.

—¿Shupiro?

Lucy se había despertado notando la acción de su padre

* * *

—¡Cómo a estado mi hermosa familia!

La familia se encontró en una amplia mesa de jardín en el patio del asilo. Antes que Rita pudiera acercarse a su padre, sus hijos habían rodeado al anciano en un fuerte abrazo. Lucy iba de la mano de Lincoln, ella fue la única que no intentó abrazarlo pues le costaba trabajo identificar de quién se trataba aquel hombre. Al percatarse de esto, tras soltar a los chicos, el anciano cargó a Lucy antes que a ella se le ocurriera siquiera escapar.

—¡Shuelta! —exclamó nerviosa.

—Vaya, pero miren a quien tenemos aquí. El vivo retrato de mi madre —aunque mantenía ese mismo carácter feliz, un brillo de nostalgia apareció en sus ojos. Lucy lo notó y de pronto se tranquilizó ante los mimos del viejo—. Mi pequeña y hermosa Lucy, ¿cómo estás?

—Bi... Bien.

El hombretón no intentó apartarle el oscuro flequillo para ver su mirada, como mucha gente extraña hacía cuando sus padres la presentaban; las tías Ruth y Shelly continuaban haciéndolo cada vez que las visitaban. No es que fuese la primera vez que miraba al anciano, pero de pronto lo recordaba mejor. De todas las ocasiones que ahora podía acordarse que la había visto, nunca había intentado descubrirle los ojos. La besó en la mejilla raspándosela con el bigote. De pronto Lucy sintió el mismo afecto que sus hermanas y hermano sentían por él.

—¿Si te acuerdas de tu abuelo, Lucy? —le preguntó su padre temiendo que el nerviosismo de su hija se debiese a que lo hubiera olvidado. No habían visto a Albert desde su cumpleaños unos meses atrás y la memoria de su hija aún estaba desarrollándose—. ¿Puedes decirle "Abueeelo"?

La niña se quedó en silencio ante la expectativa de toda la familia.

—Vamos Lynn, no la presiones —Albert restaba importancia al asunto esperando que la más joven de sus nietas se sintiera en confianza con él—. No es necesario que me digas abuelo, linda. Yo nunca llamé abuelo al mío, siempre lo llamé Pop's. Decía que era su segundo nombre o algo parecido. Me parecía divertido cómo sonaba.

—¿Pop? ¿Pop?

—¡Correcto, Lucy!

—Eso sí que suena más divertido —opinó Lincoln riéndose junto con Luan.

Leni con cierta timidez se acercó cargando su bolsa de obsequio.

—Abuelito, ¡digo! Pop-pop, te traje un regalo.

—Cariño, no tenías que hacerlo, que es la celebración de tus padres, no la mía.

Halagado, abrió la bolsa sintiéndose ahora conmovido al encontrar en su interior una bufanda de tejido morada con naranja.

—Pero qué linda bufanda. Tuviste un buen ojo para escogerla.

Realmente estaba feliz con el presente. Miró a su hija y yerno de un modo en que les agradecía que se la hubieran comprado, pero ambos en complicidad sonrieron negando con un gesto compartido. Leni jugando con sus dedos nerviosa se sonrojó.

—Bueno, en realidad la hice yo.

En un principio Albert no pareció entender lo que quiso decir, hasta que Lori la secundo.

—Pop-pop, Leni la tejió.

Impresionado, con mayor atención el viejo examinó la bufanda que su nieta de nueve años le había dado. Realmente era un trabajo bien hecho. Ahora si estaba mayormente conmovido.

—Es preciosa, hija. De verdad que lo es.

Esta vez le dio un abrazo sólo a ella. Para él era un día que comenzaba con muy buen pie. Su hija lo visitaba al lado de su esposo para compartir su aniversario con él. Podía ver a su único nieto varón con el que esperaba jugar algunos partidos de pelota una vez que se marcharan del asilo, aunque su querida nieta Lynn seguramente los acompañaría para acapararlo más en ese sentido. Pero bueno, entre más, mejor. Nada podía arruinar ese bello día.

—¿Ésta es tu casa, Pop-pop? —preguntó Lincoln mirando a su alrededor.

—Sí, es una forma de verlo, hijo. ¿Quieres conocer mejor el lugar? Estoy seguro que a Sue no le importaría.

La susodicha estaba revisando en la mesa contigua los medicamentos que debía administrar en la tarde a algunos de los residentes. La subdirectora del asilo también era una enfermera apenas pocos años mayor que Rita, de cabello castaño que como la pequeña Lynn se sujetaba el cabello en una coleta. Delgada y hermosa, de cuando en cuando captaba las miradas furtivas de los ancianos, algo que a veces la incomodaban y por lo que a su pesar tenía que hablarles de manera severa. Al escuchar a Albert, ella se dio la vuelta y con apenas poco o ningún interés asintió conforme. Aquél viejo nunca le daba problemas y sabía cuidarse sólo.

—Sólo que esas niñas no causen mucho desorden.

Su voz había sonado algo fría. Rita miró a su padre preocupada por la actitud de la mujer. Albert meneó la cabeza para hacerle entender que no diese mucha importancia a ese gesto.

—Sólo está algo cansada. Es una buena persona, aunque ciertamente cuando entré aquí era un poco más amable. La pobre no tiene la culpa que la edad la haga algo cascarrabias.

Los señores Loud y los pacientes que los escucharon rieron por el chiste. Sue por el contrario arrugó el ceño mientras sacaba de su bolsillo una barra de chocolate para comérsela. Mentalmente se decía a si misma que debería establecer una regla a la larga para las visitas tan numerosas, o quizá comenzar a pensar en una para los residentes que les gustaba hacerse los graciosos.

Durante el recorrido, Albert los fue guiando por todo el lugar con jovialidad. Lincoln se interesó de pronto por una anciana que encontró jugando sola con un tablero de ajedrez en el salón de actividades. Separándose del grupo, el pequeño tomando la mano de Lucy se acercó a la viejecilla, quien sonriente le invitó a tomar las piezas explicándole las reglas del juego. Cuando se acordó que no debía se separarse de sus hermanas, quiso regresar, pero había un problema. Al empezar a hablar con la señora, había soltado a Lucy y ahora no la miraba por ningún lado.

—¡Rayos, perdí a Lucy!

—¡Cómo que se te perdió, enano!

Al darse cuenta que no les seguían, Lori había ido a buscarlos. Lincoln saltó asustado al escucharla detrás de él.

—Es que esa señora me enseñaba ajedrez y... la torre...

—Lincoln, dónde dejaste a Lucy.

El niño señaló un rincón del salón de juegos cerca de una entrada. Sin dudarlo, Lori tomó de la mano a su hermanito y entró en el acceso que daba hacia un pasillo muy amplio donde destacaba una puerta entreabierta en el fondo. Al acercarse, sintieron cierto temor al encontrar una escalera que daba hacia lo que parecía ser el sótano del asilo. Estaba muy oscuro. Tragando saliva, Lori estaba por bajar sin soltar a Lincoln sintiéndose un tanto ridícula, como si esperase que él la protegiera, algo que el niño parecía comprender al ir por delante esperando que su hermana mayor quedara detrás de él, cuando fueron detenidos por la mismísima Sue tomando a cada uno por el hombro.

—¡Oigan! ¿Qué creen que están haciendo?

—¡Se nos perdió una de nuestras hermanas! —explicó Lori sobresaltándose—. No la encontramos por ningún lado.

—Pues estoy segura que no la encontrarán ahí abajo, niños.

—¿Qué sucede aquí?

Preguntó Rita al aparecer junto con su esposo y su padre en el pasillo. Las niñas a pesar de haberles dicho que se quedaran donde estaban, tímidamente fueron siguiéndolos.

—Sus hijos dicen que perdieron a una de sus hermanas.

—¡Lincoln la perdió! —Lo acusó Lori.

—¡Oye! No fue adrede.

Albert se acercó para cargar en brazos a su nieto arrebatándoselo a la enfermera después que Rita hiciera lo mismo con Lori tomándola de la mano.

—¿Es necesario ser tan agresiva, Sue? De verdad te estás amargando cada vez más.

—No esperaba que me dieras las gracias, pero igual, de nada. Estos dos estaban por bajar a la morgue. ¿Entiendes, Albert?

El hombre asintió cabizbajo perdiendo los bríos.

—Sí, lo entiendo. Gracias por encontrarlos, Sue. Lo lamento mucho. Vamos, niños. Estoy seguro que alguien debió ver a Lucy por alguna otra parte.

Lynn padre reprendió principalmente a Lincoln, lo cual pareció resultarle divertido a Lynn y Luan.

—¿Tienen una morgue aquí, Albert? —el señor Loud sintió un escalofrío de sólo imaginarse aquello.

—Así es, Lynn. No es algo agradable, pero resulta práctico y útil. Sólo es provisional y no se usa con la frecuencia que debes estar imaginando. Es para los residentes que no tienen familiares, o para cuando los servicios fúnebres tardan en llegar por alguna razón. Justo hoy en la mañana, a la señora Lola...

—¡Papá! Basta, los niños están presentes.

—¿Qué es una morgue?

—Nada, Lincoln.

Con el ukulele, Luna tocó brevemente un fragmento de la marcha fúnebre.

—Luna, esa es una canción tan triste que nos "matas" de aburrimiento, ¿entendieron?

—Luan, hija, es suficiente. Con eso no se juega.

Rita le dio un codazo a su esposo por esbozar una sonrisa.

—Vamos, ese era bueno.

Lincoln se limitaba a mirar a su familia, cuando de pronto algo le llamó la atención.

—¿Dónde está Leni?

Perfecto, otra de las chicas se había perdido. Los padres de inmediato se preocuparon. Tal vez Lucy todavía era una bebé, pero con todo y sus nueve años, les preocupaba del mismo modo perder de vista a su segunda hija.

—Hola a todos. ¿Qué ocurre?

Leni risueña y alegre como de costumbre, había aparecido de pronto tras subir por las escaleras que daban a la morgue. Sue estaba tan sorprendida como Albert.

—Niña, ¿qué hacías allá abajo?

—Me perdí cuando buscaba el baño. Allá abajo huele como a uno. No encontré ningún retrete, pero había unas enormes cajas de madera muy elegantes acolchadas por dentro y muy cómodas para tomar la siesta.

Boquiabierto su padre podía jurar que sintió un escalofrío recorrerle a lo largo de la columna, sensación que el resto de su familia pareció compartir.

—Hija por favor, dime que no te metiste a una de esas "cajas".

—Por supuesto que no, papá. No tengo sueño.

—Uf, menos mal.

—Quien tenía sueño era Lucy. La encontré por aquí gateando. Eso lo hace cuando ya está muy cansada. Bajamos juntas y la deje un ratito dentro de una de las cajas para que durmiera.

—¡Leni! —saltó Rita—. ¡Cómo se te ocurre dejar a tu hermana allá abajo completamente sola!

—Pero si no la dejé sola. La dejé con una señora que tenía un vestido muy bonito y elegante. Ella está dormida en la caja donde dejé a Lucy. Creo que no le importa compartirla. Lucy se porta bien, tanto que la señora no se movió en ningún momento cuando ella se acomodó en su regazo.

De pronto el señor Loud se desmayó. Su esposa trató de socorrerlo a la vez que Albert lo sujetaba evitando que cayera al suelo, mientras que Sue tan pálida como la mitad del resto de la familia corría escaleras abajo aterrada.

—¿Por qué tanto alboroto? —preguntó Lynn tan confundida como su hermano—. ¿Es que la señora esa puede hacerle algo malo a Lucy?

—No creo que ella pueda hacer ya nada de nada, hermana —Ante el comentario de Luna, Luan de pronto sonrió y abrió la boca, pero su hermana se apresuró a con su mano cubrírsela—. Ni se te ocurra, hermana. No es apropiado. Ten respeto.

Justo cuando el señor Loud recuperaba la conciencia, Sue regresaba con Lucy en brazos. La niña estaba despierta, su cabello se había corrido por lo que sus dos ojos azul y marrón eran visibles, los tenía muy abiertos resaltando lo blanco de uno y lo rojizo del otro.

—Pues sí —carraspeó la enfermera entre molesta y preocupada al ver los ojos de la niña, así como su expresión—. Estaba en brazos de la señora Dolores.

—La pobre Lola —suspiró Albert.

—¡Lo siento, Lucy! —se acercó preocupado Lincoln hacia ella para cargarla y abrazarla tan pronto Sue se la acercó—. ¡No volveré a dejarte sola! ¿Estás bien?

Sin cerrar sus ojos, la pequeña se recargó contra el cuello de Lincoln y... sonrió sin dejar de ver a la pared tras él.

—Shupiro.

"Sé buena niña y pórtate bien. Gracias por hacerme compañía un momento, pequeña"

Vagamente entendió las palabras de la agradable mujer con quien Leni la había dejado. La señora Dolores sonriente se despedía de la pequeña con un gesto de mano antes de salir del pasillo "atravesando" la pared, por supuesto nadie salvo Lucy se dio cuenta de esto.

—Albert —lo llamó la enfermera soltando un jadeo—, siendo sincera, no me gusta que los residentes salgan mucho del asilo, pero de verdad no tengo inconvenientes si quieres marcharte de aquí por lo que resta de la tarde.

Decidido. Sue tendría que consultar con la directora sobre endurecer ciertas medidas de seguridad, pero antes iría a la cafetería para comer un poco de pastel para calmar sus nervios. Lo mejor sería que el resto de los viejos estuviese comportándose y a nadie se le ocurriera meterse con ella. Podía sentir como su genio estaba empeorando cada vez más.

* * *

Más tarde, los diez subieron en Vanzilla y juntos fueron a un restaurante familiar.

Casi una hora después tras terminar de comer, dejaron a Lincoln, Luan, Leni y a Lynn en el área infantil esperando pudieran olvidarse del mal rato que todos pasaron, quizá así olvidaran las preguntas que tuvieran sobre lo sucedido.

Luna comenzó a tocar con su ukulele una canción que su mismo abuelo le había enseñado la última vez que fue a visitarlos, naturalmente estaba dedicada a sus padres por su aniversario. Los adultos junto con Lori le aplaudieron tras terminar. Lucy fue la excepción al inicio, pero Rita la tomó de las manos enseñándole cómo se hacía. Albert estaba impresionado que en tan poco tiempo de enseñarle, su nieta pudiese dominar el instrumento, más que el que se hubiese aprendido la canción.

—Eso fue excelente, Luna. Te dije que el ukulele era mejor que el violín. Es más divertido y mucho más movido.

Tanto los padres como la misma Luna pusieron en duda que el Ukulele fuese mejor que el violín, aunque esta última tenía que reconocer como lo hacían sus hermanas y hermano, que en efecto era más divertido. Naturalmente una señorita con clase no podía permitirse ser tan abierta en expresarlo.

—Muchas gracias, querido abuelo.

Hizo una educada inclinación frente a él y tras pedir permiso, se fue al área infantil también.

—¿No quieres ir con tus hermanas a jugar, cariño? —Le preguntó Rita a Lori.

—Ya tengo diez años. Soy muy grande para jugar con niños pequeños.

Aunque los vistazos que daba de cuando en cuando al área infantil rompían sus intentos de parecer más madura a como Luna lo demostraba con esos ademanes que buscaban imitar la sofisticación. En ese momento Lincoln se arrojaba tal cual bala de cañón a la piscina de pelotas haciendo correr a todos los otros niños para la hilaridad de Lynn y Luan, algunas pelotas rebotaron sobre Leni que estaba de espaldas, pero al volverse, confundida no entendió quién le estaba hablando. Luna había tomado con curiosidad un flautín de juguete que alguien dejó olvidado.

En la televisión como fondo se escuchaban los videoclips de la Lana Del Rey, una cantante con la que últimamente Lori y Lana se habían obsesionado por sus canciones. A diferencia de sus hermanas o sus padres incluso, a Luna no le habían llamado mucho la atención pero admitía que eran buenas.

—Sabes mi amor —de repente Lynn le habló a Rita—. Es una pena que no pudiéramos conseguir una niñera ya grande y responsable para que cuidara de las chicas y Lincoln mientras hablamos.

Lori jugó con sus dedos un momento. Nuevamente miró hacia donde sus hermanas estaban, aunque su atención la tenía nuevamente puesta en su hermano jugando a ser un muñeco viviente en las piernas de Luan, quien con él parecía jugar al ventrílocuo llamando la atención de otros niños. Quizá muchos de los chistes de su hermana ya no le hacían gracia, pero su hermanito resultaba muy divertido cuando jugaba así con Luan.

—Creo... creo que sería bueno ir a vigilarlos y ver que no se metan en líos.

—Lleva a tu hermanita, por favor.

Rita le pasó a Lucy. Con un poco de suerte su bebé borraría de su memoria lo que sucedió en el asilo. Lori que no quería perderse el acto, cargó a la pequeña que ahora ya parecía más optimista que antes, quizá porque podría ahora ir a jugar con su hermano, no sin antes agitar su manita hacia el anciano.

—Adiósh Pop.

Después de regresarle el saludo, el hombretón terminó el último bocado de su filete con satisfacción.

—Como extrañaba esto. No es que me maten de hambre en el la casa de retiro, pero es difícil conseguir un buen trozo de res a medio cocer. Gracias por esto, chicos.

—Es un placer que comas con nosotros, Al.

—No sólo por la comida, Lynn. A esto, que me invitaran a pasar con ustedes su día. Lamento lo que ocurrió allá. Espero no te haya afectado, hija.

—No hay de qué papá. Me alegra ver que estás más que bien. De eso otro, todo queda olvidado. Entendemos son cosas que pasan. Es natural. Además me preocupaba Lucy, pero parece que no le afectó nada. Creo que Lynn lo resintió más que nosotras.

Su esposo gimió avergonzado. Seguramente cuando se duchara en la noche descubriría que perdió más cabello.

Albert pasó su mano sobre el cabeza de su hija como solía hacer cuando ella era una niña, al menos se había tomado con mejor actitud lo de Lucy y la vieja Lola a diferencia de su yerno. Por él tendría la consideración de no volver a tocar el tema.

—Once años. Deben de sentirse felices.

Dudó un poco al bajar la mano, pero de pronto pareció retractarse, sin embargo Rita no lo dejó y tomando su mano la llevó a su vientre.

—Doblemente felices.

—¿Ya han pensado en un nombre para los bebés?

—Ni siquiera sabemos qué serán. El ultrasonido no lo pudo revelar la última vez que me lo hicieron por la posición en que estaban.

—Pequeños escurridizos —sonrió pensando en los probables dos hermanitos que le harían compañía ahora a Lincoln de momento solo con seis hermanas—. Bueno, son cinco meses los que tienes. Ya habrá tiempo.

Albert suspiró preocupado, del mismo modo en que Lynn parecía estarlo últimamente.

—¿Cómo es que pueden hacerlo? En serio estoy feliz por ustedes, pero cuando me dijeron que iban ya por el octavo, no voy a negar que me quedé impresionado, pero ahora que sé esta vez serán dos. ¡Cielos! No me explico cómo es que pueden prestarle atención a todos sus hijos.

—Nos las arreglamos, Albert.

En realidad desde hace unos días como su esposa, Lynn pensaba que el secreto era apoyar parte de las responsabilidades en Lori y Luna. Eran conscientes que sus dos hijas eran algo pretenciosas, pero incluso Luna con sus ocho años ya era capaz de ayudarles con Lynn y Lucy cuando necesitaban ayuda con ambas. Lincoln de vez en cuando se metía en sus propios líos como cualquier niño, muchos cortesía de su hermana Lynn, misma que a su modo se esmeraba por sacarlo de los mismos, claro a veces con ayuda adicional, ¿o lo correcto sería decir que en algunas ocasiones el mismo Lincoln parecía con sus cuatro años enseñarle algo de sentido común a su hermana de seis?

—Sí, eso pensé —reflexionó Albert mirando con agrado hacia el área infantil e intuyendo lo que pensaban—. Es bueno que las chicas y Lincoln tengan la suficiente madurez para ayudarles con las más pequeñas.

La pareja pareció impresionada, por un momento no supieron qué responder.

—¡Oh, vamos! —el anciano soltó una carcajada—. ¿De verdad creen que no me doy cuenta de cómo Lori agrupa o impone el orden al resto, o ese pequeño geniecillo se las arregla en ocasiones para que Lucy y Lynn se comporten?

—Bueno...

—Quiten esa cara que no estoy regañándolos o algo parecido. Por el contrario, entiendo que necesiten un poco de espacio propio y la ventaja de la familia que decidieron tener, es que a futuro ustedes mismos criaron su propio soporte para apoyarse entre sí.

Rita sonrió con cierto bochorno.

—No se te escapa nada, papá. Bueno, a decir verdad no es sólo Lori la que nos ayuda más, no me refiero a Lincoln, que no es que le quite su mérito, aunque admitimos es muy bueno cuando Lucy necesita atención.

Su padre asintió complacido al escucharla.

—Sí, me imagino que Leni comienza también a madurar lo suficiente para cuidar de sus hermanos.

—Pues, en realidad se trata de Luna quien nos apoya en ese aspecto. Leni, ella... bueno no creemos que sea muy capaz de hacer mucho para ayudarnos de esa manera. Ya viste lo que sucedió en el asilo.

El anciano agitó su mano, como si para él aquello no fueran más que pequeñeces.

—Sé que se preocuparon y no es para menos, pero Lucy ya está bien y Leni no fue malintencionada por lo que hizo. No niego que le falta aprender un poco más de la vida, pero todavía tiene nueve, ya lo hará a su momento. Además ya había notado que desde los siete Lori ya era capaz de cuidar de sus hermanos, por tanto Leni también puede hacerlo siendo tan lista como sus hermanas.

Una nube de intranquilidad pareció rodear a la pareja. Entendieron que Albert no lo sabía y quizá no había notado nada en la niña, o si lo hizo no le dio gran importancia ni le prestó atención como ahora parecía insistir en seguir haciéndolo.

La pareja ya tenía desde tiempo atrás algunas sospechas acerca de lo que en realidad le ocurría a su segunda hija, pero el sicólogo escolar al que los profesores les insistieron que la permitieran examinar, había terminado por confirmar sus suposiciones.

Mientras que ellos hablaban, los pequeños Loud jugaban todavía en el área infantil reposando la hamburguesa que se habían comido. Lori mantuvo a ratos vigilados a sus hermanos ahora que el acto de Luan y Lincoln había terminado. Lynn jugaba a las atrapadas con Lincoln y el resto de sus hermanas, siendo Lucy la primera en caer, pero como apenas y entendía lo que hacían no se movía de su lugar.

—Lucy, se supone que ahora tú nos persigues y gritas, "tú las traes".

La pequeña se sentó ahí mismo donde estaba y exhaló aire.

—Shupiro...

—Creo que Lucy no quiere jugar.

—No sabe hacerlo, Leni. Fue una mala idea incluirla. Por cierto, ¡Tú las traes!

Lynn le dio un manotazo en el hombro y se echó a correr. Leni confundida se miró el brazo y a su alrededor.

—¿Qué es lo que "traigo yo"?

—Shupiro...

—¿Traigo suspiros, Lucy? ¿Cómo es eso?

Unas niñas que los habían visto y escuchado comenzaron a reírse señalándola. Mientras tanto los adultos seguían conversando.

Albert había juntado sus manos y preocupado trataba de asimilar las duras noticias que la pareja le había dado. Fuera de verse triste o deprimido, tenía la misma mirada severa y analítica que solía poner en sus tiempos en la marina.

—Ese matasanos está mal.

—Papá...

—Está mal, Rita. Eso es la única conclusión lógica a la que puedo llegar. Va a la misma escuela que Lori, Luan, Lynn e incluso Lincoln, ¿no?

—No se habían dado cuenta hasta que...

—¿Y ahora qué? ¿Piensan llevarla a una escuela especial porque alguien les dijo que es "sólo un poco diferente"?

—No... por supuesto que no. La diferencia con el coeficiente promedio es apenas mínima. Lo dejaron a nuestra elección y no creemos que sea necesario. No va tan mal y...

—...le irá mejor en cuanto se discipline más en sus estudios. Préstenle más ayuda, como la que le dan a Lucy o Lynn. Que se despierte más.

—Papá. Entiende que el doctor dijo...

—¡El retrasado es él!

Algunas personas voltearon a verlo. Albert al darse cuenta que alzó mucho la voz y se había puesto de pie, volvió a sentarse avergonzado.

—Lo siento. Miren, sé que están preocupados. Su familia está creciendo más de lo que imagino hubiesen pensado que lo haría años atrás. Pero los veo a todos juntos y sé que esa es la clave por lo que han podido prosperar: que siguen juntos ayudándose entre sí. Denle más crédito a Leni por lo que más quieran. ¿Ven esto? —señaló la bufanda que su nieta le había dado—. Yo aquí veo la prueba del potencial que esa niña tiene. ¿Es que no lo pueden ver ustedes?

Rita suspiró cansada, lamentando que su padre no pudiera entenderlo.

—Lo que te estamos diciendo papá es que... ¿he?

Al principio lo había ignorado, los niños lloran todo el tiempo y en ese lugar había muchos de ellos, agrupados principalmente en el área infantil, pero después que escucharon distintos llantos, tarde comprendieron que el primero había sido de Leni.

Dos parejas de padres se habían levantado indignados cuando sus pequeñas de siete y ocho años los llamaron entre llantos. Por un momento pensaron que la otra niña rubia de nueve que lloraba fue la que les había pegado, para su sorpresa a quienes señalaron fue a una pequeña de cabello castaño que aunque tenía seis años, apenas y se veía de cinco.

—¡Quién trajo a esta niña aquí!

El señor Loud iba a decir algo, pero de pronto el anciano se impuso con una voz dura y autoritaria.

—Somos nosotros. Los padres y el abuelo. ¿Qué ocurrió?

—Esa... esa niña le pegó a nuestras hijas.

El padre que parecía deseoso de pelearse con alguien por defender a su hija y a la amiga de esta, pareció dudar frente al anciano, no sólo porque se trataba de una persona mayor, sino que además resultaba muy intimidante. La otra familia dudosa no sabía que hacer. Aunque también indignados, les parecía difícil de creer que sabiéndose defender su hija de ocho años, pudiera ser dominada por alguien tan pequeña. Fue esa niña la que señaló a Lynn indignada.

—¡No le hicimos nada y nos pegó a las dos!

—¡Estaban burlándose de mis hermanos y eso no se lo permito a nadie! —gritó la pequeña Lynn que era contenida siendo sujetada de los hombros por Lori y Luna a cada lado.

Lori igualmente molesta, se acercó dispuesta a defenderla.

—Es verdad abuelito, mamá y papá. Esas niñas comenzaron a molestarla diciéndole de cosas y les dije que se callaran. No me hicieron caso y entonces Lincoln vino a ayudarme. Él también trató de decirles que se detuvieran, luego ellas se metieron también con él y de pronto Lynn se dio cuenta de lo que sucedía y saltó sobre ellas. No pude detenerla.

En ese momento Leni lloraba sentada en un rincón siendo reconfortada por Lincoln abrazándola y acariciando su cabello. El niño indignado alzó el rostro tan furioso como Lynn lo estaba.

—La llamaron "retrasada".

Los padres de las "afectadas" vieron a sus hijas. Ellas bajaron la mirada con culpa.

—Escuchamos la palabra por ahí y creímos que era gracioso, además ella se comportaba como una...

Esta vez no fue Lynn, sino la mirada de Lori lo que amedrentó a la chiquilla a terminar la frase.

Nadie afortunadamente agravó la situación mencionando que más que llamarla así, se habían puesto a canturrear la palabra bailoteando a su alrededor, o que quizá Lori no había hecho muchos esfuerzos por detener a Lynn para que les diera su merecido al ver que las palabras no servían con esas niñas, agradecida de no haber sido ella la primera que les diera una paliza, algo que hubiera terminado haciendo de no ser porque vio más prudente detener a Luna al comprender sus intenciones de estrellar su ukulele en la cara de una de esas dos. Lincoln fue el más diplomático al alejar a Leni del incidente, siéndole indiferente que lo llamaran "niño fantasma" por su blanco cabello, más preocupado porque llegaran a llamar así a Lucy también que había desaparecido. Para su alivio de pronto la encontró en un rincón observando la escena invadida por una sensación que no había sentido en el día tanto como hasta ese momento: miedo. El niño quería que Leni se sintiera mejor para confortarla a ella también.

Albert se sintió culpable al comprender que esas niñas seguramente escucharon la palabra de él cuando perdió la compostura con su hija y su yerno, pese a que ellos nunca la mencionaron en realidad. Antes que pudiera decir algo, los padres se disculparon por sus hijas y se retiraron, igualmente advirtiendo que debían de enseñarle a esa niña a no ser tan violenta desde pequeña.

Como si aquella hubiera sido una señal que anunciara un toque de queda, sin decir nada los Loud decidieron que era momento de retirarse.

* * *

En el camino Leni se había recompuesto, pero miraba con tristeza por la ventanilla sujetando la mano de Lincoln. Lynn al otro lado de Lincoln trataba de darle ánimo explicándole que no debería tener miedo de pegarles, cosa por la que sus padres la reprendieron.

—Pero es la verdad —defendió Lincoln la sugerencia de su hermana—. Leni también pudo haberles pegado.

—Lincoln, Lynn. La violencia no es la forma en que los problemas se solucionan —argumentó el señor Loud.

Albert tenía una opinión distinta, pero comprendió que lo mejor era no inmiscuirse más de lo que ya lo había hecho. Lynn tenía un conflicto con su suegro. No lo responsabilizaba por iniciar todo al gritar esa condenada palabra, claro que no. Aunque agradecía que por él la situación quedara controlada rápidamente, le frustraba que de no ser precisamente por él, quizá por su propia cuenta no hubiera podido hacer mucho o nada para amenizar las cosas a ese punto, por no mencionar que sus hijas, incluso Lincoln supieron defender a su hermana.

—No quería lastimarlas.

Leni no se lo dijo a nadie en particular, quizá fue a sus padres, quizá a ella misma. Albert observó a su nieta. Era la más hermosa de todas, casi siempre lo había sido, siempre apuntando que a futuro seguiría siéndolo convirtiéndose en toda una señorita. De pronto comprendía mejor el significado de lo que le habían explicado de ella: "un probable autismo parcial" todo aunado a un coeficiente intelectual ligeramente por debajo del promedio mínimo.

Llegaron al asilo y cada miembro de la familia, uno a uno se fueron despidiendo de "Pop-pop", quien lamentaba no haber tenido la oportunidad de llevar a cabo todas las actividades que le hubiera encantado hacer con sus nietas, en especial las que tenía preparadas aparte con Lincoln.

Mientras les dieron un momento en privado con su abuelo, los padres se habían apartado para tomar un café en el recibidor y tranquilizarse un poco. Rita no sabía que decir, pues ya se imaginaba que su esposo debía tener un poco herido el orgullo.

—No salió tan mal como pudo haber sido —comentó indiferente Lynn sonriendo—. Tu padre sigue siendo genial, sólo un poco cabezota. Me alegro que esté recuperado.

—Hmm... gracias cariño. Espero que no estés...

—...Estoy agradecido con él por su ayuda. Todo lo que quiero es regresar a casa y pasar ahora el tiempo contigo, cielo.

Rita besó a su esposo agradeciendo su comprensión, también que a diferencia de su padre, él con el paso del tiempo sabía cuidar mejor sus palabras antes de reaccionar.

Mientras tanto, el anciano terminaba de despedirse de la pequeña Lynn con un beso y un abrazo.

—Bien, mi niña. Quiero que te portes bien y no andes empezando peleas. ¿Entendido?

—Sí, Pop-pop. No lo haré.

—Bien —al darse cuenta que Lori estaba distraída, atrajo más a su pequeña nieta hacia él y le guiñó el ojo—, igualmente si vez que tus hermanos están en problemas, nunca dudes en defenderlos sin importar el modo.

Ella le sonrió y le dio otro abrazo como Luna, Luan y Lori habían hecho después sus padres con Lucy. Lincoln enfurruñado fue el siguiente en acercarse.

—¿Qué tienes, campeón?

—Quería pasar más tiempo contigo. ¡No es justo!

—Ya habrá tiempo, hijo. A la próxima te prometo que te llevaré a mi viejo cuartel. Quizá en unos años hasta te enseñe a jugar gotcha. Será divertido.

Lincoln no sabía qué era el gotcha, pero si venía de su abuelo seguro sería divertido.

—Gracias Pop-pop.

—¿Qué te pareció mi hogar?

—Hmm... no me gustó. Es muy pequeño y sigo sin entender eso de la morgue.

Albert suspiró. ¿Qué tanto su hija y su yerno se molestarían con él si se lo explicara?

—Descuida, hijo. Este sitio será temporal. He escuchado que están arreglando unos asuntos para trasladar en asilo cerca de Sunsent Canyon en las afuera de la ciudad. Será un lugar mucho más amplio y hasta tendremos piscina.

—¡Eso suena asombroso! ¿Y cuándo ocurrirá eso?

—No creo que sea pronto. Quizá pasen algunos años antes que la directiva llegue a un acuerdo.

Todo lo que Lincoln entendió es que en unos años el abuelo tendría piscina y eso bastaba para entusiasmarlo, aunque tuviera que esperar. Abrazó al anciano y se despidió de él.

—Adelántense con sus padres, en un momento los acompaño.

Tras la indicación sus nietas y nieto obedecieron, pero cuando Leni aún cabizbaja iba a seguirlos, gentilmente el anciano la detuvo tomándola por el hombro.

Leni observó a su abuelo un tanto triste a pesar que sonreía. Ella era la causa, lo sabía sin que tuviera que decírselo. Se abrazó con fuerza hacia él sollozando.

—Perdón por decepcionarte abuelo.

—No, hija. No digas eso. Tú eres un ángel y nunca me decepcionaré de ti. Eres especial, pero no del modo por el que muchos te criticarán, tesoro. Hagas que lo que hagas, nunca dejes de ver al frente y encarar los golpes que te de la vida. Tu hermano y tus hermanas, así como tus padres, podrán cuidarte y defenderte, pero cuando no estén nunca olvides que tú misma también puedes hacerlo. ¿Entiendes? —Ella asintió sin dejar de llorar, Albert pasó una mano por su cabello—. Recuerda siempre lo fuerte que eres, hija. Sobre todo que sin importar lo que pase siempre contarás con el apoyo de tu familia.

Para los padres el día cerraría al ir a la cama sintiendo las pataditas de los gemelos desde el vientre de Rita, pensando en hipotéticos nombres para los pequeños. A Lynn le costaría trabajo olvidar el incidente del asilo con Lucy y la señora... ¿cómo se llamaba? ¿Dolores? Recordaba que Albert la había llamado Lola. Rita lo relajaría con un poco de Mick Swagger. Contagiada por los gustos de sus hijas, ella lo haría también con algunas canciones suaves de Lana Del Rey.

Para las chicas el día junto con Lincoln cerraría tras ir a dormir, para Leni el día cerraría mucho antes, cuando se despidió de abuelo dándole un beso en la mejilla prometiéndose a sí misma a no decepcionar a su abuelo nunca más.

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