Cuarto año
Rita y Lynn recién comenzaban a agarrar el sueño, cuando los llantos incontenibles de la bebé más pequeña los despertó en el acto, aun así fingieron seguir durmiendo sintiéndose demasiado cansados siquiera para ponerse en pie. Durante un largo momento cada uno esperó que el otro se creyera que seguía dormido y tomara la iniciativa de ir atender a la niña. Desesperada pues la bebé no parecía querer estar en paz, Rita suspiró incorporándose tras rendirse.
—Lynn, sé que estás despierto. Por favor, ocúpate tú de Luan.
Nuevamente se desplomó en la cama tratando de taparse los oídos con la larga almohada. Su esposo gruñó nada contento con la situación, esperó un poco más esperanzado en que finalmente la bebé se cansara y se callara de una buena vez. Rita estaba siendo demasiado paciente, pero presentía que en cualquier momento perdería la compostura. De pronto el llanto se duplicó; pensaron arrepentidos que debieron verlo venir.
La puerta de la habitación se abrió repentinamente, una pequeña niña de tres años se asomó altanera y furiosa.
—¡Mamá, papá! ¡Luna y Luna no dejan de llorar! ¡Cállenlas!
Ambos padres se incorporaron bastante molestos, dándose por vencido en que no lograrían nada ignorando el problema con el que habían lidiado durante el día anterior, mismo que se había estado repitiendo a lo largo de la semana, el mes y en lo sucesivo desde el punto en que Luan nació cuatro meses atrás.
—Danos un momento —replicó Rita con voz cansada a la pequeña Lori mientras se tallaba los ojos—. Regresa a tu habitación, cariño. No dejes a Leni sola. Puede asustarse en la cuna si ve que no estás ahí.
—Leni no está en su cuna.
Tardó un momento en procesar eso. La imagen de la niña de dos años trepando los barrotes y golpeándose contra el suelo consiguió en un instante quitarle el sueño.
—¡Cómo que no está! ¿A dónde se fue?
—Con Luna, la uno.
Lynn terminó por despertarse. De pronto el ruido del llanto se hizo menos intenso.
—Iré a ver a Luan, encárgate tú de Luna y Leni. Lori, por favor regresa a tu cama.
Refunfuñando por lo bajo, la niñita se marchó arrastrando los pies. Rita pensó en protestarle a su esposo que le encargara a dos niñas mientras él se ocupaba sólo de una, sin embargo lo pensó mejor. Leni era fácil de manejar, lo mismo Luna a pesar de contar sólo con un año, por otra parte Luan siendo muy pequeña era la más complicada de calmar; ninguna de sus tres hijas previas había sido tan escandalosa como la última.
Ya intrigada por el comentario de su primogénita, fue a la habitación de la pequeña Luna. Dentro de la cuna que estaba en medio de la habitación, Leni de algún modo se había metido con su hermanita y en esos momentos estaba acariciándole con ternura su cabellito castaño oscuro. Aunque continuase el escándalo de Luan como fondo, Luna se había quedado rendida y dormitaba junto a su hermana mayor, quien parecía satisfecha con los resultados de su esfuerzo. Leni miró a su madre asustada, quizá pensando en que tendría problemas por colarse a la habitación de su hermana.
—¿Qué haces fuera de tu cuna, Leni?
—Luna llolaba. Luan asutó.
—Ya veo. ¿Pero cómo es que tú te saliste de tu cuna?
La niña se encogió en respuesta, sin saber si la castigarían por eso. Dado que Luna ya dormía tranquila, Rita cargó a la mayor arrullándola contra su pecho para hacerle entender que no pasaba nada. Claro está, aunque no se lo diría para que no pensase que estaba bien, se encontraba maravillada por que fuese capaz de moverse ya de esa forma consiguiendo trepar, siendo que Lori a su edad todavía se tropezaba al correr.
—Gracias hijita. Regresemos a tu habitación. No vuelvas a salirte, podrías lastimarte si te caes.
—Lori enoja'a
—Pero no contigo.
Si Lori estaba enojada es porque Luan la había despertado. Dado que los llantos continuaban, era obvio que su esposo no la estaba pasando nada bien por su parte.
Lynn estaba en la otra habitación desesperado. Cuando Luan nació, la habían puesto en la misma habitación que Luna para tener controladas ambas bebés a la vez, también para que no se sintiesen solas como Lori y Luan; pues tras fracasar el proyecto de darle una habitación a cada una, terminaron compartiendo un cuarto debido al miedo que sentían de estar solas. Con Luna era diferente, era apenas una bebé que recién balbuceaba y daba sus primeros pasos como para entender tal concepto, por el contrario, sólo había aprendido lo molesto que era tener de compañera a una bebé, la cual parecía haberse consagrado en llorar y llorar únicamente.
El buen hombre intentó darle su mamila ya lista, pero Luan la rechazaba dándole leves manotazos y concentrando sus pocas fuerzas en seguir llorando.
—Por el amor de Dios, hija. Cálmate ya. Papá trabajó todo el día y no ha dormido desde... desde, bueno. ¡Desde que naciste!
Por la cabeza le pasó una terrible idea que le dejaría con culpa el resto de la noche. Rita seguramente lo mataría de siquiera insinuarle darle la bebé a su suegro, quien en todo caso seguramente rechazaría la propuesta, no sólo por lo bizarro de la misma, sino porque al mes de nacer Luan y tampoco poder soportar los potentes pulmones de ese pequeño cuerpecito, su suegro había rechazado el ofrecimiento que le hizo un año atrás de mudarse con ellos. Aún podía recordar sus palabras.
—Ya no tengo la paciencia de antes para tratar con bebés, Lynn. Lo mejor es que sean ustedes quienes se ocupen de sus hijas. Yo les daré mi apoyo de vez en cuando. Sólo avísenme con el tiempo suficiente por anticipado.
Casualmente, la mayor parte de las veces que le pedía dicho apoyo, el cual era en realidad con demasiada frecuencia, Albert estaba ocupado o tenía planes, en particular cuando se trataba de cuidar a alguien en específico.
—¡Espera! Siempre tuviste la paciencia con Lori y Leni, incluso con Luna.
—Bueno, Leni es fácil de trato, también Lori a pesar de ese carácter que será mejor le vayas corrigiendo desde ahora si me permites señalártelo. Luna, bueno, no pasa nada, pero de veras no sé qué te heredó esa niña tuya. Te aseguro que por el lado de mi familia no recuerdo que hubiese habido problemas así.
—Al menos se honesto. Esto es por haberme hecho el gracioso al darle el nombre de tu padre, ¿verdad?
—Supongo que fue un chiste ingenioso, aunque no me hizo mucha gracia. Pero es en serio. Con lo llorón que eres a veces, seguramente tu hija sacó eso de ti.
Y ahora el viejo dormía tranquilo en su casa, quizá resentido porque debido a su edad la marina rechazó su solicitud de ir a combatir a medio oriente, por ese aspecto Lori podría dormir tranquila. Error, no podía, la culpable era Luan que cada noche los despertaba a todos en casa.
—Basta por lo que más quieras, Luan. Déjanos dormir.
Comenzó a mecer con cierta velocidad a la niña de un lado a otro, siempre teniendo cuidado de no excederse para no sacudirla, pues esto resultaría muy perjudicial para la pequeña. Pasados unos minutos, la bebé se relamió los labios y abrió mucho los ojos cuando finalmente se calló. Maravillado, su padre la cargó frente a él con las lágrimas a punto de escapársele por la felicidad que sintió.
—¿Realmente lo conseguí? ¡Esa es mi niña! Luan, estoy tan orgulloso de... ¡Ah!
Tras haber vomitado sobre el pijama de su padre a causa del mareo que le provocó, la niña reanudó su lloriqueo, su padre se sintió tentado en acompañarla en el llanto también. Resignado a que se trataría de una noche muy larga, Lynn la apoyó en el portabebés, tomó una toallita húmeda y empezó a limpiarle la boca con facilidad, gracias a que la pequeña la tenía bien abierta llorando como una descocida.
Rita entró en la pieza cabizbaja, había pensado por un instante que Lynn lo había conseguido, pero a final de cuentas resultaba que se equivocó. Miró la leche regurgitada en el pijama de su esposo y de pronto recordó algo importante cuando se dio cuenta que el reloj marcaba las dos de la madrugada.
—Feliz aniversario mi amor.
Debido al cansancio, su esposo tardó un momento en entender lo que le decía. Finalmente en un breve instante de lucidez lo comprendió.
—Feliz aniversario cariño. ¿Cómo te fue con las niñas?
—Lori ya se durmió, pero sigue molesta. Sigo sin entender cómo es que Leni se salió de su cuna. Sé que lo hizo porque se preocupó por Luna. Por cierto, ella está más tranquila ahora y...
—¡Regalemos a Luan!
—¿Qué?
—Nada, creo que de pronto me quedé dormido. Qué bueno mi amor. Tal vez deba quitarle los barrotes a la cuna de Leni si crees que ya no los necesita.
—No lo sé. Es muy pequeña aún. Lori incluso no se acostumbra todavía mucho a la cama normal y eso que apenas se los quitamos a ella. ¿Realmente Leni no los necesitará ya?
—Leni está más adelantada que Lori. Tú decídelo. Haré lo que me digas.
—No me lo dejes todo a mí. Realmente necesito que me des tu punto de vista.
Al hombre le resultaba difícil concentrarse en las palabras de su mujer, especialmente con el llanto de su escandalosa hija todavía acompañándolos. Lo que él necesitaba era un bozal para la bebé. Bizqueó confuso cuando notó cómo su esposa se desabotonaba el pijama para en un instante descubrirse un pecho.
—Cariño, gracias. Realmente lo aprecio, pero por la niña de veras que no estoy de humor y no creo que debamos hacerlo delante de ella. Sé que está muy chiquita y posiblemente no lo entienda ni lo recuerde, pero mejor lo dejamos tal vez para mañana.
—Es por la leche.
—Por supuesto que no es por eso, por el contrario, eso siempre me ha parecido bastante excitante cada vez que te... oh.
Tras girar los ojos por las tonterías de su esposo, Rita tomó a la pequeña y la acercó a su seno. La niña finalmente se había quedado callada mientras su madre le amamantaba. Lynn sonrió disfrutando de ese momento de paz. Luan succionaba muy rápido y con mucha fuerza para malestar de Rita, como si estuviera mucho más hambrienta de lo que imaginó.
—Hija, calma.
—Sí, déjale también algo a papá—si no fuese porque estaba cargando a la niña, su esposa lo hubiese zapeado—. Bueno, me voy a dormir. ¿Necesitas algo, cariño?
—Un pecho de repuesto.
—Lo siento, mi copa A está vacía.
Abrazó por la espalda a Rita, mientras la bebé no paraba de chupar. La escena resultaba tan enternecedora que Lynn perdió las ganas de seguir quejándose, lamentándose únicamente de no tener la cámara fotográfica a la mano.
—Feliz aniversario, cariño.
La mujer giró un poco para besar a su esposo.
—¿Realmente no estás de humor para un poco de acción?
Lynn sonrió sintiéndose repentinamente renovado.
—De pronto como que me siento con más energía.
—Pues ve a dar un paseo afuera para quemarla, porque yo ciertamente no tengo nada.
Y le mostró la lengua. Lynn bufó.
—¿Por qué me haces sufrir?
—Por tu comentario tan chistosito acerca de regalar a Luan.
—Nunca hablé en serio. Fue una broma, cielo. Además, ella si me hace sufrir.
A la mañana siguiente también Rita se sintió culpable al considerar por un momento la idea. El resto de la noche tras haber tomado su tentempié, Luan permaneció dormida sólo un par de horas más antes de volver a desatar su llanto. Después de arrullarla un poco, lograron que se calmara durante una hora antes de que volviera a ponerse a llorar exigiendo atención. Más tarde, cuando fue el momento para que el resto de la familia ya despertara, tuvieron que tranquilizarla con un cambio de pañal, quince minutos después le volvieron a dar de comer para que se calmara de nuevo, esta vez con leche de fórmula pues realmente Rita se sentía vacía, algo extraño, ya que desde el embarazo había lactado más que con los anteriores.
Fastidiada desde temprano, Lori comía a disgusta un tazón con avena en la mesita colocada frente a la de sus padres, sentada en su pequeña silla de plástico. Su genio no se debía porque no le gustara la avena, aunque en parte quizá de eso también se trataba, mayormente era porque estaba harta del ruido de la menor de sus hermanas.
—¿Por qué no se calla?
En esos momentos Luan lloraba de nuevo, pero sus padres al no encontrar nada que le ocurriese o faltase, tras arrullarla lo suficiente la dejaron recostada en medio de aquél escandaloso estado en el cunero que pusieron en la sala; en ocasiones bastaba con ignorarla unos minutos y por sí sola se detenía. Leni apenas y el lloriqueo de su hermanita la molestaba, comiendo sin pucheros y bastante aprisa su ración al lado de Lori, sólo por eso Rita la recompensó con una de las galletas de polvorón que tanto le gustaban cuando terminó. La pequeña de dos años echaba miradas preocupadas a Luan.
—¿Luan rota, mami?
—Tal vez —respondió su padre. Rita entornó los ojos al pensar que aquí venían más chistes para los que no estaba de humor—. No estoy bromeando. Rita, ¿no crees que le duela algo y no nos estemos dando cuenta?
—No. A mí también se me ocurrió. Una mañana la llevé al médico mientras trabajabas la semana pasada sólo para cerciorarme.
—¿Por qué no me contaste acerca de eso?
—No quería preocuparte por nada. Ese fue el diagnóstico: nada, salvo un berrinche interminable como el doctor lo llamó.
—¿No te daría algún consejo para calmarla?
—Además de armarnos de paciencia, nada que no hayamos intentado ya.
—¡Devuélvanla! —exigió Lori apartando de su vista el tazón lleno a la mitad de avena—. ¡No la quiero!
Rita se sorprendió por la forma en que Leni miraba con reprobación a su hermana mayor, también con cierta ansiedad su tazón vacío y el de Lori, quizá preguntándose si podía terminárselo ella.
—Luan tiste. Jogamos dos con ella.
Lori se cruzó de brazos indignada ante la idea de jugar con Luan, antes lo haría con Luna con quien tampoco podía hacer gran cosa.
—Es un bebé. No se puede jugar con bebés. No me importa si está treste. Yo estoy treste tambén.
Luna estaba sentada frente a la mesa en su portabebés, abrazaba su biberón tratando de ser indiferente. En un principio y algunas veces aun, le perturbaba mucho el llanto de Luan, pero a la larga aquella pequeña de diecinueve meses fue acostumbrándose a ser más tolerante al ruido, incluso en ocasiones pareciese que ni le afectara. Tras terminar su leche, comenzó a golpear la botella contra la base de apoyo que la mantenía segura, mientras tarareaba vocales sin cesar al ritmo de los llantos de la bebé más pequeña. Su padre le quitó la botella sabiendo que no necesitaba precisamente más ruido en la casa.
—Luna, cariño, no juegues con eso. Es hora de que te comas tu papilla de pollo.
Acercó el tazón, luego a su boca a modo de avioncito una cuchara. Luna recibía con agrado la comida mientras Rita mecía a Luan consiguiendo poco a poco que se tranquilizara finalmente. Leni parecía más feliz al ver calmada a Luan, pero sus ojos se agrandaban mientras miraba a su padre continuar dándole de comer a Luna, a la vez que nadie se percataba que ella estaba terminándose la comida de Lori.
—¿Me das deso, papi?
—Ya comiste —contestó prestando atención a que la bebé se pasara el alimento—. Esto es de Luna y... ¡Leni, te llenaste de avena el cabello! Aprende de Lori que se terminó todo sin ensuciarse.
La mayor sonrió satisfecha, el ruido había terminado y lo mejor es que no tuvo que terminarse la avena. Los dos cuencos vacíos descansaban en la mesita. Rita adormiló a Luan peinándole con los dedos sus cortos cabellitos castaños, apenas un poco más claros que los de Luna. Con cuidado la dejó sobre el cunero de nuevo, para enseguida tomar a Leni de una mano.
—Vamos, señorita. El baño se te adelantará hoy —Lori le hizo una mueca a su hermana queriendo echarse a reír, cuando su madre la reprendió—. Y acabando con ella sigue usted más tarde, jovencita.
Luna eructó y Lynn la sacó con prisa de la estancia en cuanto la pequeña volvió a tararear ruidosamente y sin sentido, temeroso que eso volviera a despertar a Luan. Lori encontrándose de pronto sola, caminó por su cuenta hasta el pasillo donde ayer había dejado tirado uno de sus juguetes favoritos: se trataba de un cochecito con la cara de un payaso sonriente y una bocina de teléfono sujeta con un cordón sobre él, tenía un disco de números alrededor de su nariz. La niña descolgó el auricular de plástico, girando con sus deditos el disco eligiendo números al azar mientras los repetía en voz alta uno por uno.
—Bueno —fingió que alguien al otro lado le contestaba—. Sí, yo muy bien. Luna y la otra Luna siguen haciendo ruido. Ajá, Leni es tonta y gorda. Papá y mamá están locos. ¿Tú cómo estás, bubu? ¿Quieres jugar conmigo?
Media hora después, tras haberla envuelto en una toalla, Rita secaba a Leni. Lynn le ayudaba doblando la ropa que había lavado el día de ayer, mientras Luna en su corral daba saltitos sin descanso para ver mejor lo que hacían. Leni disfrutaba de los mimos, pero con lo sensible que era, pudo notar que a su madre le preocupaba algo conforme le ponía un nuevo pañal.
—¿Mami tiste?
—No mi cielo, mami no está triste —preocupada era la palabra—. Lynn, ¿no te parece que Leni está... bueno, creciendo muy aprisa?
La niña pareció entender a medias lo que le decía a su padre. Sonrió llena de orgullo al creer quizá se estaba volviendo más alta que Lori, aunque no entendía por qué su madre no se le miraba contenta. Lynn se interrumpió para ver él también a la niña. En efecto preocupado también notó que Leni había crecido casi de forma imperceptible sólo un poco más a como la recordaba un par de meses atrás, lo cual era común, por otra parte lo que no le gustaba nada era lo hinchado que el estómago se le estaba poniendo en tan poco tiempo.
—Entiendo. Diría que tal vez es normal, pero a Lori no le pasó eso. ¿O sí?
—Antes consigo hacer que Lori coma, con ella es distinto.
—Tal vez menos galletas y más verdura.
—¡No! —Protestó la pequeña—. ¡Más gaietas!
Los saltos que comenzó a pegar Luna cobraron más impulso tras sujetarse de los barrotes de su corral mientras canturreaba:
—¡Gaieas, gaieas!
Desde la sala, el llanto de Luan se reanudó para variar. Lori molesta llegó nuevamente corriendo llamándoles la atención.
—¡La otra Luna está llorando otra vez!
Tras ponerle el vestidito morado con el sol sonriente que tanto le gustaba a Leni, Rita se puso en ello sintiendo cómo su paciencia se estaba acabando.
—Ya voy, hija. Y se llama Luan, no la otra Luna, apréndetelo. Hasta tu hermana sabe decirlo.
Leni se sentó sobre la cama donde la vistieron sonriéndole condescendiente a Lori.
—Se iama Luan.
—¡Eres tonta!
Sin entender que fuera para tanto la diferencia entre los dos nombres que en lo personal le sonaban a lo mismo, se marchó indignada tras mostrarle la lengua a ella y a Luna quien comenzó a canturrear "Loi" repitiendo animada el nombre muchas veces. Leni bajó la mirada cabizbaja por culpa del comentario. Molesto, Lynn salió de la pieza para ir a reprender a Lori en el pasillo.
—¡Escúchame, jovencita! No me gusta nada que te la pases molestando a tus hermanas. Leni te entiende cuando la llamas tonta y no es justo que la insultes si ella no te ha hecho nada. Ya estás algo grandecita para poder entenderlo, ¿no es así?
La pequeña hizo un puchero como sucedía cada vez cuando la regañaban. Estaba convencida que la traían con ella más que con sus hermanas; siempre era a ella a quien últimamente llamaban la atención por todo. ¿Por qué no se enojaban con la otra Luna que se la pasaba llorando? ¿O con Luna que le gustaba hacer ruido sin tener que llorar? Está bien, reconocía que no podía pensar en un motivo para que se enojaran con Leni, por el contrario, reconocía que siempre se sentía agradecida con ella porque se comía la comida que le sobraba cuando estaba satisfecha. ¡Es verdad! Tenían algo contra ella, después de todo ya comenzaba a usar calzoncitos de plástico y el bacín de entrenamiento, mientras que Leni usaba pañal todavía. Era injusto.
—¿Por qué no las regañas a ellas? ¿Por qué sólo a mí? Ellas también se portan mal.
—Porque están muy chiquitas para entender lo que hacen. Ya estás creciendo, Lori. A tu madre y mi nos está resultando difícil darles su lugar a cada una. Las amamos mucho, pero de verdad nos ayudaría que nos hicieran las cosas más fáciles —hizo una pausa, ya ni siquiera la miraba cuando hablaba. Parecía haber llegado a la conclusión de una inquietud muy grande—. Es complicado, más complicado de lo que imaginé. A veces siento que fue un error... ¡Digo! Que no podemos... cielos, es frustrante. Sé que podemos, pero... es... muy... difícil.
La voz se le fue entrecortando. Sólo quería llamarle la atención a Lori para corregir su actitud, el cielo lo perdone, e incluso desquitar su cansancio con ella a pesar de no ser lo correcto, realmente estaba siendo injusto; sin embargo, ¿en qué momento sucedió? No se dio cuenta. De pronto estaba desahogando sus frustraciones. Lori se sintió verdaderamente mal, pues nunca antes recordaba haber visto llorar a su papá, resultaba peor que ver y escuchar llorar a sus hermanas a quienes pensó que odiaba. Amaba a su papá y se sintió tan mal por él que comenzó también a llorar, esta vez no por el regaño, sino por la culpa.
—No, papá. No quise.., ¡perdón!
La niña se arrojó a sus brazos sollozando. Nunca quiso herirlo. Sin importarle que Luan siguiese llorando, el señor Loud sintió la calidez de su pequeña, así como también el amor que le profesaba.
—No es tu culpa, mi cielo. No es culpa de nadie.
Tal vez sólo de ellos, quizá sólo de él, pero no de ellas.
Lori concluyó que su padre debía amarlas mucho para que rompiera en llanto así. La verdad es que la pequeña a pesar de ser egoísta como sólo una niña de tres años puede permitirse en ocasiones, quería a sus hermanitas, en especial a Leni siendo la única con quien podía jugar y hablar más o menos bien. Luna parecía simpática a su manera, entusiasmándole que comenzara a decir algunas palabras, o que a veces le entendiera cuando le hablaba. No tenía mucho de conocer a la otra Luna, cuyo nombre le parecía difícil de entender todavía en qué se diferenciaba de la bebé más grande, pero cuando se callaba, reconocía era mona.
No se dieron cuenta en qué momento Luan se calló finalmente. Continuaron abrazados, sin percatarse que desde el extremo contrario del pasillo, Rita los observaba enternecida con una lágrima recorriendo su mejilla mientras cargaba a la bebé dormida entre sus brazos. Lori realmente estaba creciendo si ya era capaz de entenderlos.
Tras acostar a la más pequeña de la casa, Rita regresó a atender a Leni en su habitación. La niña seguía un poco cabizbaja todavía.
—¿Qué tienes, tesoro?
—Lori dishe soy tonta.
—Lori no lo decía en serio, sólo está frustrada como nosotros. Ven, deja que te arregle el cabellito.
Bizqueó por efecto del sol que asomó por la ventana, por un momento el cabello rubio de su hija se le figuró tan castaño como el de Luan, pero sólo se trató de un efecto óptico. Tomando unas ligas le hizo dos colitas con el pelo a cada lado. Leni parecía haberse recompuesto, era muy pequeña para aferrarse a un solo estado de ánimo por mucho tiempo. Detrás de ellas Luna se dejó caer sobre el suave colchón del corral bostezando.
—Creo que tu hermana también quiere descansar.
—Quero domir con Luna.
—Quieres mucho a Luna, ¿verdad?
—Quero todas musho. Lori tambén.
La madre abrazó con mimo a su pequeña. Ciertamente se estaba poniendo gordita, o tal vez era que tenía un corazón muy grande que no conseguía mucho espacio dentro de aquél cuerpecito.
—Te amo tanto, mi Leni hermosa.
—Y yoa ti, mami.
Rita le dio un beso en la frente. Se apresuró a dejar a Luna en su cuna y luego cargó con Leni de regreso a la sala pasando por la habitación de las niñas mayores, donde Lynn jugaba un poco con Lori y sus muñecas; ambos parecían ya más animados.
Rita se sentía agradecida porque ese día se lo habían dado libre a su esposo en el trabajo, tras haberlo pedido con algunas semanas con anticipación debido a que se trataba de su aniversario. Sus jefes estaban satisfechos por su desempeño. Trabajaba demasiado, más que el resto de su oficina. Ya había recibido un par de ascensos gracias a su labor desde que estaban casados, lo que les permitía a duras penas los ingresos económicos suficientes mientras se limitaran a subsistir con la básico e indispensable, aunque de vez en cuando les sobraba lo suficiente para permitirse algunos gustos. En momentos como ese Rita lamentaba no poder trabajar todavía, pues las niñas demandaban mucho tiempo y cuidado por igual.
Se sentó en el sofá y encendió el televisor, esperando que el episodio de Blarney de aquella mañana no fuese uno repetido. En ocasiones le parecía curioso cómo le había agarrado el gusto a ese programa infantil que miraba junto a sus hijas. Justo cuando el dinosaurio verde comenzaba a cantar la canción introductoria del show y Leni intentaba sin mucho éxito de repetirla, Lynn regresó con Lori detrás de sus piernas. La niña estaba un tanto avergonzada.
—Un momento por favor —pidió el padre de familia—. Lori, ¿no tienes algo que decirle a Leni?
Apenada, pensando que lo hacía por su padre, como también recordando lo triste que Leni parecía cuando se marchó de la habitación muy molesta tras dejarla, la niña tomó la mano de su hermana tras acercársele.
—Perdón Leni. Tú no eres tonta.
Leni sonrió olvidándose de pronto de Blarney.
—¿Queles jugar comigo?
Lori abrazó a Leni, llevándosela de la mano a su habitación, donde reanudaría la fiesta de té con sus muñecas en compañía de su hermana. Sintiéndose realmente cansado, Lynn se dejó caer en el sofá junto a su esposa mientras un grupo de niños bailaba alrededor del dinosaurio sonriente que les cantaba algo acerca de la honestidad.
—Ese ya lo vi —le señaló a Rita—. ¿Es que todavía no estrenan nuevos episodios?
Rita apagó el televisor sonriendo precisamente por compartir su opinión.
—Blarney dice que no debes ser rezongón con lo que tienes.
Pasando un brazo detrás de la cabellera de su esposa, se acercó y la besó en los labios con ternura.
—¿Qué dice Blarney acerca de esto?
Un nuevo beso, esta vez más apasionado que el anterior. Eran extraños esos pequeños momentos de privacidad y calma, por lo que tenían que aprovecharlos y hacerlos rendir. Rita gimió cuando Lynn acarició uno de sus pechos.
—¿Gimes de placer tan pronto?
—No —contestó haciendo una mueca—. Es de dolor. Ni siquiera Leni cuando le comenzaron a salir los dientes de leche me dejaba tan sensible. ¿Qué le pasa a Luan, en serio?
Quien gimió ahora, pero no de dolor sino de fastidio fue Lynn. El momento se fue.
—Vamos, no te pongas así. No quise bajarte los ánimos.
El hombre sonrió.
—Descuida, ya los tenía bajos de cualquier modo. No eres sólo tú.
Como odiaba ella que la hiciese sentir culpable. Sabía que lo hacía sin pensar, pero igual le dolía cuando lo señalaba.
—Gracias por atender a Lori.
—Por nada. De hecho creo que no lo hice bien.
—Hiciste que Lori se contentara con Leni y se disculpara. No menosprecies tus logros, yo no lo hubiese podido hacer mejor —notó que Lynn no se sentía precisamente como un ganador—. Te escuché, ¿realmente piensas que fue un error casarnos?
Su esposo abrió los ojos pasmado.
—¿Tú escuchaste...? ¡Nunca quise insinuar eso! No saques así como así conclusiones.
—¿De qué te arrepientes? ¿De tener a las niñas? Te escuché decirle a Lori que no debiste hacer algo, antes de decirle que era difícil cuidarlas.
Lynn soltó un largo suspiro.
—Ni siquiera sé lo que quise decir. Pero que te quede en claro que no me arrepiento de la vida que estamos compartiendo juntos con las niñas. ¡Santo cielo! Sólo que me parece muy difícil. Sé que lo debes llevar peor pues eres quien se queda con ellas todo el día. Las amo, pero me falta más paciencia.
—Mira el lado positivo. Éste es el primer aniversario que pasamos sin que esté embarazada.
Su esposo sonrió, aunque por un momento Rita creyó ver un deje de desilusión.
—¿En serio? Creí que me darías la gran noticia más tarde, quizá durante la cena. Te juro que hasta me mentalicé a la posibilidad en esta ocasión.
—¿No me digas que estás desilusionado? —preguntó irónica. Un largo silencio después en que resultaba difícil descifrar la expresión de Lynn, ella se echó para atrás sobresaltada. —¡Oh, cielos! ¡Realmente estás desilusionado porque no lo esté!
—No pongas esa cara. Solamente me acordaba de nuestro primer aniversario —el recuerdo era un tanto agridulce para Rita, aunque al final todo resultó bien—, junto con los que siguieron. Cuatro niñas, ni un solo niño. Me deja pensando sobre la puntería que tengo.
—Lynn, ya en serio. ¿Realmente quieres que tengamos otro hijo?
—No lo sé.
Amaba a sus hijas, pero ciertamente quería "un hijo", el primero y obviamente el único después. Era consiente que quizá sólo era una tontería acerca de preservar su masculinidad, sin embargo la tentación era muy fuerte. Hacía unos minutos se había derrumbado frente a la mayor de sus hijas de tan sólo tres años declarándose incompetente como padre, por lo que hasta para él le parecía ridículo siquiera la idea de hacer crecer a la familia más de lo que ya estaba.
—Eres un excelente padre. Mucho mejor de lo que piensas.
—Pierdo la cabeza con facilidad.
—Pero no tardas mucho en recuperarla después. Ves por tu familia, me ayudas en la casa, o a pesar que tienes mucho trabajo y te vas con prisa o llegas cansado, siempre te das tiempo para ver cómo están cada una de tus hijas, estirando cada segundo también para estar conmigo. No eres invencible, eres un hombre, uno mucho mejor que otros. No tienes que ser perfecto, basta con que sigas siendo padre y esposo, algo que ya haces bastante bien.
Rita pensaba en algunas de sus compañeras de escuela, muchas de ellas con las que pudo volver a contactar gracias al internet y ese bendito sistema de Messenger. Por lo menos a tres de ellas no les tocó mejor suerte, pues sus matrimonios no resultaron lo que esperaban; uno de ellos iba bien hasta la llegada del primer hijo, al otro le sucedió lo mismo con el segundo que nunca fue planeado. Con ironía, Rita se recordó a si misma que ninguna de sus hijas fue planeada en realidad, pero la fortuna igualmente les sonrió a la larga.
Lynn se sentía genuinamente halagado ante los ánimos de Rita. Quizá debía de dar alguna excusa más, como los gastos que implicarían un quinto bebé; sin embargo días atrás, según él por ocio, había hecho las cuentas y si decía adiós a algunos lujos y detalles, lo cierto era que tal vez incluso les alcanzara para criar otro bebé, o sólo tal vez si hizo esos cálculos no fue precisamente por buscar un modo de perder el tiempo, mientras atento miraba las papeleras cuando recogía la basura, esperando encontrarse alguna prueba de embarazo positiva, como sucedió cuando se enteró que su esposa esperaba a Luan.
—Tal vez tengas razón, cielo. Aunque no me siento como un padre promedio siquiera.
—Yo sólo te digo lo que veo, lo digo con honestidad. ¿Hay algún otro motivo por el que lo pienses más?
Como si los hubiese escuchado esperando una señal, Luan comenzó a llorar, seguida de Luna también. Lori se acercaba por el pasillo, cuando de pronto su hermana la tomó de la mano guiándola hacia donde estaban las bebés. Lynn se puso de pie y su esposa lo siguió enseguida.
Luan continuaba llorando en su cuna, las caricias que Leni le hacía en el pelo no daban el mismo resultado como las que Lori le hacía a Luna, quien ya se había calmado.
—Leni me dijo questo sirve, mami.
—Muy bien, Lori. Leni, deja que nosotros nos encarguemos de Luan.
Un cambio de pañal, de eso se trató todo. Lori y Leni observaron atentas el proceso mientras Luna se volvió a dormir. Entre ambos padres terminaron muy pronto y volvieron a acostarla. Las niñas regresaron a jugar.
Rita vio la hora. Su padre llegaría en unas pocas horas, tal vez ya no alcanzara a bañar a Lori como esperaba. El regalo que su esposo y ella acordaron darse fue una cena romántica lejos de las niñas por ese día, en un restaurante recién inaugurado, uno curioso con temática franco mexicana. Albert pareció a disgusto cuando le pidieron el favor, pero al final aceptó dada la ocasión.
Cuando fueron a su habitación a arreglarse, Rita cerró la puerta con llave, no precisamente porque su esposo se estuviese cambiando de ropa.
—Nunca me respondiste, Lynn. ¿Te gustaría que tuviésemos otro bebé?
El susodicho sonrió pensando que no iba a escapar tan fácilmente. Tenía muchas cosas en la cabeza, en realidad estuvo pensándolas mientras cambiaban a Luan.
—Tú contéstame primero. ¿Realmente querrías pasar por todo esto de nuevo?
La expresión de Rita le recordó a Lynn a la de un viejo compañero del trabajo que ponía cuando iban a jugar cartas, algo en lo que resultó no ser muy bueno siéndole difícil el tratar de descifrar las expresiones tan neutrales de su amigo.
—Tal vez, todo depende de algo.
—¿De qué?
—¿Tú quieres tenerlo?
Supo que ya no valdría volver a voltearle la pregunta. A Lynn de pronto se le ocurrieron más de veinte motivos por el que otro bebé sería una mala idea en aquellos momentos, motivos muy fuertes: el tiempo, el dinero, la atención, los cuidados, entre otros. Miró a su esposa a los ojos quien ansiosa esperaba ya su respuesta. Con la mejor de sus sonrisas, se la dio.
—Quiero que intentemos de nuevo tener un hijo, Rita. Un último intento y nada más. No me molestará si se trata de otra niña. Cinco me parece un buen número.
Rita se acercó a él y lo besó apasionadamente, el afecto se fue intensificando y ambos recobraron en un instante la energía necesaria. La ropa con la que pensaban salir desapareció en un momento. Sus hijas mayores por lo que alcanzaban a escuchar miraban televisión, hasta el momento las más pequeñas continuaban dormidas, sólo necesitaban unos minutos más, era todo. Sin embargo, a mitad del proceso el teléfono sonó a un lado de la cama donde se encontraban. Con prisa y esperando que el ruido no fuese un motivo para que Luan decidiera despertar y volver a llorar, Rita lo contestó.
—¿Sí? ¿Bueno?
—¡Hija, soy yo! ¿Cómo están?
—Muy bien, papá. Gracias. ¿Sucede algo?
—Es que se me olvidó. ¿Dijeron que esté en la casa para cuidar de las niñas a las cuatro o a las cinco?
—A las cuatro. ¡Espera! —Debajo de ella su esposo le hacía señas a la vez que intentaba hablarle en voz baja— ¿En serio? Vaya, eso será interesante. ¿Pero de dónde sacas tanto?
—¿Qué dices, hija?
—¡Nada, papá! Mejor ven a las seis. Me voy a ocupar con Lynn en... otras cosas por un momento más.
—Está bien, no olviden trabar la puerta por Lori y Leni al menos.
—¡Papá!
—Es broma, pero en serio háganlo, no querrás que les pase lo que te sucedió a ti de niña cuando tu madre y yo...
—¡...Tenemos bien cerrada la puerta, gracias!
—Está bien, nomás decía. Por cierto, felicidades por su aniversario. ¿Ya le dijiste a Lynn que estás embarazada de nuevo?
Lynn quien alcanzaba a escuchar todo, dejó de reírse para soltar un grito corto que Rita interrumpió poniéndole una almohada en la boca.
—¿Papá, de qué hablas? No estoy embarazada.
—Eso es una novedad. Sólo me lo imaginé. Ya en serio, ¿qué están haciendo ahorita?
Finalmente Lynn logró quitarse la almohada de la cara y jaló aire consiguiendo alzar la voz, sintiéndose incómodo que la llamada se estuviese alargando tanto dada la posición en que estaban.
—¡Estamos tratando de tener otro bebé, Albert!
Roja como un tomate, Rita apoyó su mano en la boca de su esposo. Albert desde otra la línea suspiró sin saber si debía sentirse quizá orgulloso por acertar desde un inicio, sólo incómodo o tal vez resignado.
—Si ya decía yo, claro. Buenas tardes, Lynn. No te olvides de ponerle al niño...
—...Mi nombre —contestó zafándose del agarre de su esposa—, o tal vez Abraham. Otro día te cuento, ahorita estamos algo ocupados, amigo.
—Por favor, ahórrate los detalles. Los veo al rato. En serio traben esa puerta y sean silenciosos. Hasta más tarde, hija.
Tras colgar, Rita fulminó con los ojos a su esposo, quien sólo siguió riéndose divertido de las circunstancias.
—Vamos, tu padre tiene un gran sentido del humor.
—¡No te pases de listo!
—En fin. Sé que está por demás volver a preguntarlo, pero... ¿realmente quieres tener otro hijo?
Rita se acercó dándolo un beso más pronunciado antes de contestarle.
—Te amo, por ello estoy dispuesta a darte los bebés que quieras, seis, siete, ocho, no me importa.
—¿Qué tal diez de una vez?
—Tampoco exageres —su esposo se rio. Por supuesto que no quería diez hijos. Cinco ya era un número cerrado para él—. ¿Quieres saber algo? Tengo el fuerte presentimiento que si lo volvemos a intentar, esta vez será un varón. Nuestro pequeño Lynn Junior.
Lynn abrazó a su esposa una vez más entregándose de lleno a la pasión. En su mente visualizaba su próximo aniversario con un niño varón entre sus brazos. El tiempo corría muy a prisa, cuando acordara podrían recibir la ayuda de sus hijas mayores para cuidar de las menores. A ninguna le faltaría nada, incluso desde ahora podía ver como Leni, pese a ser tan chiquita, e incluso Lori siendo la mayor, ya estaban comenzando a poner ambas de su parte.
De pronto, en el mejor momento para ambos, reconocieron el llanto de Luna, seguido por uno más agudo y escandaloso, seguramente el de Luan; ahora dos pares de pequeños puños golpeaban la puerta, Lori y Leni trataban de avisarles innecesariamente que las bebés se habían despertado. Rita suspiró y Lynn se limitó a sonreír.
—Está bien, ahorita no tenemos tiempo pero más tarde tal vez. ¿Qué te parece si saliendo del restaurante vamos a un hotel?
—Me parece un gran regalo, cielo —le dio un beso rápido antes de levantarse y apresurarse a vestirse—. En un momento vamos, niñas.
Lynn se incorporó un tanto resignado, pero nomolesto. Como sea, mantenía su fe en que la situación pronto mejoraríabastante.,"112772711�#�H ��
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