Capítulo VII
Pasaron varias semanas, las costillas se me empezaron a marcar poco a poco. Las plantas estaban completamente secas, la mugre en la casa abundaba y un fuerte olor comenzaba a salir de la habitación donde me encontraba recostado. Lo único que me limité a hacer; era mirar la televisión y se seguían reportándose casos en donde los humanos maltrataban a los animales, pero en ningún momento se reportó que un humano había abandonado a un simple gato en su vivienda.
Los golpes en la puerta principal comenzaban a sonar a menudo, en cuanto la puerta se abrió. La luz entró rápidamente y en ese momento fue cuando la vi por primera vez hace semanas. Vecinos junto a la policía entraron armados, no tenía fuerzas para moverme solamente la cola podía mover en cuanto mis ojos comenzaron a cerrarse rindiéndome poco a poco; en los brazos del policía que me sujetaba con tristeza me encontraba yo, y por un momento me sentí aliviado al saber que podrían salvarme o mejor aún, abrir la puerta. Me recostaron sobre el sofá intentando abrir la puerta de la habitación que esperé durante días a que se abriera.
–Una vez más. ¡Empujen! –Gritaba el policía acompañado de sus compañeros.
– ¡Uno!
– ¡Dos!
– ¡Tres!
La puerta se abrió y ahí estaba, mi humano recostado sobre su cama. Las fuerzas volvieron hacia mí y con rapidez fui el primero entrar a la habitación. Pastillas se encontraban en el suelo, subí en la cama como pude y me recosté en su estómago. Estaba frío, algo que no era común en él.Algo malo estaba ocurriendo.
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