7. Llévame a ver la luna

Resumen: Light convence a Elle de que escapen, pero las cosas no son siempre como parecen.

——

—Te lo digo, Elle, debemos huir de aquí. —comentó Light, sus manos aferradas al alfeizar en la ventana.

La ventana era pequeña, con barrotes por fuera y estaba en lo alto, por lo que se tenía que poner de puntillas si quería ver hacía el exterior pero no lo lograba ver la luna desde ahí, y él quería ver la luna.

—¿Y si nos atrapan? —Preguntó Elle, soltando un suspiro mientras acostado en la cama lanzaba una pelota de goma contra el techo.

—No van a atraparnos si lo hacemos bien —Light caminó hacia él—. El primer paso ya lo dimos, esas pastillas no hacen más que envenenarnos, ¡mira a los otros! ¡Parecen zombies!

Hubo silencio, Lawliet continuó lanzando la pelota contra el techo sin hacer contacto visual y eso preocupó al otro.

—¿Elle? Has dejado de tomarte las pastillas... ¿verdad? —preguntó con miedo.

Elle volvió a suspirar y tomó impulso para sentarse. —Sí, Light, ya no las he tomado pero... no estoy seguro de esto. Sabes como es la seguridad aquí.

De pronto una campana sonó por todo el recinto, la señal de que las luces estaban a punto de apagarse en todas las habitaciones.

—Por supuesto que podemos hacerlo —respondió Light, su voz sonando como un ronroneo mientras se sentaba a horcajadas sobre las piernas de su novio—. Yo quiero ver la luna, Elle, y desde esta pobre excusa de ventana jamás podremos verla, ¿acaso tú no quieres verla conmigo? —Posó los codos en los hombros del pelinegro, viéndolo a los ojos con una sonrisa ladina.

Elle tragó saliva. La habitación ahora estaba en semi penumbras, lo único que impedía una negrura completa era la luz que se colaba por esa pequeña ventana de la que Light tanto se quejaba. Pero bajo esa opacidad el uniforme blanco que debían usar se veía más reluciente en el cuerpo de Light y sus ojos color miel brillaban más, no solo por cómo reflejaban la luz sino también por la manera en la que lo veía.

—¿Qué haces? —preguntó Elle al verlo llevarse los dedos a los botones de la camisa y comenzar desabotonarlos uno por uno.

—¿Acaso no quieres? —se mordió los labios con sensualidad mientras movía ligeramente las caderas de adelante hacía atrás para que sus miembros se rozaran.

Por supuesto que quería, la manera en la que sus dedos se habían enterrado en esos carnosos muslos debía ser respuesta suficiente.

—Pero si nos escuchan... —jadeó, sus ojos fijos en los de Light.

—Prometo no ser ruidoso... —ronroneó a la vez que acortaba la distancia para besarlo con hambre.

Elle se dejó ir de espaldas sobre el colchón, sus manos sujetando con posesión la angosta cintura de su novio, trayéndolo con él para seguirlo besando y hacerlo suyo como muchas veces lo había hecho.

oooo

Elle dudaba que el plan fuera a funcionar, por más que conocieran los horarios y cada pasillo de ese sitio, nadie nunca había podido escapar. Por eso se sorprendió cuando lograron salir de las instalaciones sin ser vistos, pero aún debían superar un muro gigantesco que rodeaba todo el patio y esa era la parte difícil.

Sin embargo las alarmas comenzaron a sonar y de un momento a otro se vio junto a Light corriendo desesperados por el patio, tomando su mano con la esperanza de llegar al otro lado antes de que alguien los capturara.

El tiempo iba en cámara lenta, corría pero no sentía que avanzaba hasta que de pronto alguien lo hizo caer al suelo y todo se puso oscuro.

oooo

Cuando Elle recobró la consciencia, estaba sentado en una silla y una camisa de fuerza le retenía los brazos.

—¿De nuevo dejaste de tomar tus pastillas, Elle?

Esa voz lo hizo dar un respingo y alzar la mirada, frente a él y sentado en otra silla estaba el médico que lo había tratado los últimos años; un hombre mayor usando una larga bata blanca, anteojos pesados y mirada cansada.

Elle no respondió, sus ojos se pasearon por los alrededores. Había dos enfermeros de pie a unos metros detrás del doctor, como si fueran guardias, la habitación era reducida y de paredes grises, sin ningún otro mueble. Por último examinó el techo, igual de gris y al medio un foco de luz amarilla parpadeando como si fuera una amenaza de dejar de funcionar en cualquier momento, pero no vio rastros de...

—¿Dónde está Light? —se relamió los labios mientras se removía con toda su fuerza como si no hubiera intentado soltarse antes de una camisa de esas para saber que era imposible.

El doctor alzó levemente una mano, pidiéndole a los otros hombres que no se acercaran a intentar controlarlo. De todas formas no había forma de que lograra zafarse y si lo lograba, en esa habitación no tenía donde correr.

—¿Light...? —murmuró el hombre de bata, alzando una ceja. Elle dejó de luchar al escuchar ese nombre— Oh... ¡Light! ¿De nuevo fue Light?

Esta vez quién alzó una ceja fue Elle.

—¿Dónde está? —Repitió apretando los dientes.

—¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto, Elle? —suspiró el contrario— Light no existe...

—Por supuesto que existo. —De pronto Light estaba ahí, de pie al lado del doctor, de brazos cruzados y semblante molesto por lo que acababa de escuchar.

Elle abrió los ojos de par en par, entre emocionado y aterrorizado. ¿Cómo su novio había logrado que no lo capturaran? Y más importante aún, ¿¡qué hacía ahí!? ¡Debía correr!

—Light... —murmuró temblando, volviendo a removerse para zafarse de las ataduras. Estaba a punto de decirle a su novio que corriera lo más rápido que pudiera, sin embargo...

—No me digas... —el hombre meneó la cabeza y se puso de pie— Light está aquí, ¿no? —volteó hacía un lado y hacía el otro con un gesto de burla en su rostro.

—Te dije que debíamos huir de aquí, Elle... —el castaño se acuclillo frente a su novio, captando su mirada— Pero no te preocupes, yo te sacaré de aquí y lo intentaremos las veces que sean necesarias. —Lo tomó del rostro con las manos y lo besó en los labios, un beso fugaz.

La piel de Light, su voz, su calor, sus caricias... todo se sentía tan real, pero ¿por qué esos hombres no hacían nada?

—¿Alguien puede traerme un televisor y las cintas de vigilancia? —Pidió el doctor, luciendo hastiado, eran casi las tres de la mañana y no era la primera vez que ocurría un incidente similar con ese paciente.

Al poco tiempo uno de los enfermeros volvió a la habitación empujando una mesa metálica con una pequeña televisión en ella.

—A ver... veamos...

El hombre de bata blanca comenzó a reproducir en la pantalla pequeños fragmentos de vídeos tomados en diferentes horas. Empezaron con lo más reciente, Elle corriendo por el patio... solo; tiempo antes, Elle caminando por los pasillos y hablando, extendiendo un brazo hacia atrás al llegar a una esquina, como si estuviera evitando que su acompañante continuara hasta no estar seguro de que pudieran hacerlo, pero ahí no había nadie.

Los ojos de Elle se abrieron de par en par, viendo las imágenes hasta que un grito desgarrador lo hizo apartar la mirada.

—¡No les creas, Elle! —Light rompió en llanto, corriendo hacía su novio para que lo viera solo a él— ¡Mírame! ¿¡Cómo van a decirte que no existo!? ¡Mirame, Elle, mirame! —pidió desesperado, tomándolo del rostro con fuerza— Ellos quieren volvernos locos, Elle... —susurró quebrantado, hundiendo el rostro en el pecho del otro— Fingen no verme para que les creas...

Eso último... tenía sentido. Sin embargo, antes de que Elle pudiera darle forma a esa idea en su cabeza, su mirada se desvió por inercia hacía el televisor y se vio a sí mismo en la habitación, la noche anterior cuando, con la escasa luz colándose por la ventana, había hecho suyo a Light. Pero Light no aparecía en la imagen, solo él moviendo las caderas de arriba a abajo sobre la cama como si alguien lo montara, cuando realmente solo estaba masturbandose como un desquiciado.

Elle soltó un gimoteo, temblando. Eso fue suficiente para que el doctor pausara el vídeo.

—¿Me crees ahora? —volvió a tomar asiento, frente a su paciente— Elle, Light no existe pero existió... —Explicó despacio, calmado pese a estar cansado.

Al escuchar esas palabras, los ojos oscuros del aludido se dirigieron hacía abajo, donde su novio aún yacía en su pecho. Light levantó la cabeza y sus miradas se encontraron, pero a diferencia de lo ruidoso que había estado el castaño, en ese momento no dijo nada. Y su piel, su calor, sus caricias... dejaron de sentirse reales. Era como si no estuviera ahí a pesar de que lo seguía viendo.

—Elle... —llamó el doctor para atraer su atención al notar que de nuevo estaba haciendo contacto visual con algo que solo él veía. El aludido alzó la cabeza, sus pupilas temblando pero le sostuvo la mirada por un momento. El hombre suspiró antes de continuar, habían pasado por lo mismo muchas veces— Tú mataste a tu novio hace tres años, Elle.

Elle abrió los ojos de par en par y asustado se empujó con los pies en un intento de alejarse, pero de repente recordó a la persona que tenía hincado junto a él, sin embargo al voltear Light ya no estaba ahí. Lo vio de pronto al lado del médico, de pie, pero esta vez su rostro... su bello rostro estaba lleno de hematomas.

—Eso no es cierto, Elle... —dijo Light, sin embargo su voz sonó ronca, casi afónica, como si le costara hablar y esos bonitos labios rosa comenzaron a perder color al igual que su piel, el hermoso color miel de sus ojos quedó vació.

Y Elle gritó. Gritó apretando los ojos. Gritó intentando hacerse un ovillo en la silla mientras se echaba a llorar, imágenes viniendo a su cabeza, revolviéndose con lo que habían vivido los dos recientemente. No, él no podía haberle hecho eso a Light... él lo amaba, todavía lo amaba.

El doctor se puso de pie despacio y le hizo un gesto con la mano a uno de los enfermeros, pidiéndole que le llevara el frasco que había dejado a un lado.

—El dolor de lo que hiciste fue lo que te trajo hasta aquí —se detuvo frente al paciente, quien abrió los ojos temblando al sentir su presencia.

Elle volvió a ver la figura de Light a través de las lágrimas que inundaban su mirada, pero ya no era el Light de hace unas horas, no era el Light al que la noche previa había besado hasta quedarse dormido. Ni siquiera podía asegurar que lo que estaba viendo realmente fuera su novio cuando la silueta era borrosa y opaca... y sobre todo, fría.

—Nosotros solo queremos ayudarte —continuó el hombre de bata, moviéndose un poco hacía la dirección en la que estaban fijos los ojos de su paciente. Quería que lo escuchara a él y no a una alucinación, acto seguido le acercó la primera tableta a la boca—. Toma tus pastillas, Elle, y por favor, no vuelvas a dejar de tomarlas. 

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