3. Por siempre en mí
Resumen: Los recuerdos nacen en la memoria, que nos permite almacenar vivencias y emociones para retenerlos y devolverlas al presente las veces que se desee. Light Yagami vive de recuerdos.
—
Light suspiró luego de cerrar la puerta y apoyar la espalda contra ella. Después de una acalorada discusión por fin habían acordado disolver el matrimonio. Dieciocho años en los que él y Misa no hicieron más que ser infelices. La descubrió siendo infiel un sinfín de veces, pero jamás le reclamó porque nunca la amó, eso es algo que quizá ella ya sospechaba y que lo confirmó en la noche de bodas. ¿Qué los llevó a seguir juntos por tantos años? Fácil: la presión y las apariencias.
Sin embargo, del fruto de su unión habían concebido dos niños a los que amaba con toda el alma. Los niños... le partía el corazón saber que tendría que hablar con ellos una vez volvieran de la escuela, explicarles que papi ya no viviría con mami. Por el momento debía empacar mientras pensaba cómo darle la noticia a un niño de diez años y a una niña de seis.
Suspiró una vez más y caminó hacía el closet. En la parte más alta guardaban unas viejas maletas grandes que nadie usaba, las de Misa eran más pequeñas y de colores vibrantes, y siempre las dejaba en la parte de abajo, pero no iba a usar una de ella. Así que tomó un banquito para subirse, aún así tuvo que estirarse lo más que pudo y buscar a tientas con los dedos hasta que creyó tomar la manilla de una.
—Bingo... —murmuró mordiéndose la lengua mientras jalaba sin dudarlo.
Su empeño obtuvo resultados, trajo con él una maleta empolvada pero a la vez por los aires salió volando una vieja caja de zapatos. Light se quedó paralizado al verla tirada en el suelo, hace mucho no la veía. Al principio acudía a ella tras cada discusión, cuando se sentía nostálgico, cuando se ponía a imaginar cómo habrían sido las cosas de haber sido más valiente. Sin embargo, con el tiempo se convenció de que solo se hacía daño... eso no significaba que tuvo el valor de tirarla.
Bajó del banquito y tragó saliva mientras caminaba hacía la caja, la cual recogió con cuidado y se dirigió con ella hacía la cama. Luego de sentarse, tomó varios segundos solo viendo la caja, pasando los dedos por la tapa sin importarle el polvo. Era su tesoro y como tal debía tratarla.
Volvió a tragar saliva al abrirla y por inercia se mordió los labios. De todo lo que había adentro, lo que decidió darla bienvenida de vuelta era una fotografía, él salía con los ojos cerrados, lo habían tomado desprevenido y según él salía horrible, pero era una selfie que Elle había tomado cuando eran adolescentes.
***
—¡Oye, sonríe! —El pelinegro había estirado el brazo de la nada con celular en mano y poniendo su mejor sonrisa. Light no había terminado de entender cuando el repentino flash lo cegó.
—¡¿QUE!?
Acababan de salir de clases y estaban caminando juntos de vuelta a casa cuando a su amigo se le ocurrió la brillante idea de sacar una fotografía sin avisar.
—Uy, cerraste los ojos —dijo Elle tras ver en la pantalla del celular—. Pero no importa, igual la voy a imprimir y te la paso, ¿va?
—¡Por supuesto que no! ¡Salí horrible!
—Puede ser... —encogió los hombros—, pero algún día estaremos viejitos y diremos "mira, nuestra primer foto de novios"
Light se sonrojó, pero intentó disimular frunciendo el ceño. —No somos novios...
—Eso es porque no me lo has pedido —le dio un par de codazos suaves a un costado en son de complicidad—. Yo que tú me apuraba a hacerlo, eh. No sé si ya te diste cuenta que Minoru me echó el ojo.
Volvió a sonrojarse, esta vez con celos, pero de nuevo intentó disimular al poner los ojos en blanco.
—¿Te he dicho que me caes mal? —Murmuró haciendo un puchero mientras tomaba la asa de la mochila por sobre el hombro y aceleraba el paso.
—Casi todos los días. —Respondió, yendo detrás de él con una sonrisa.
*****
Hizo la fotografía a un lado con sumo cuidado, y debajo de ella lo recibieron una combinación de más fotografías y sobres amarillentos de puntas rasgadas y papel viejo.
Se enfocó primero en las fotografías, ellas reflejaban diferentes momentos de un noviazgo que había durado más de un año y medio. Un noviazgo a escondidas, un amor del que solo ellos sabían. Su familia nunca hubiera aprobado una relación entre dos chicos y Elle aceptó ser un secreto mientras cumplían la mayoría de edad, como si las cosas fueran a mejorar con solo eso. Que ingenuos eran. Que ingenuo sé es a esa edad pero que fácil fue soñar alto.
Elle adoraba tomar fotografías, decía que no se le daban muy bien las palabras y que le era más sencillo capturar los sentimientos en papeles que duraría a través del tiempo, porque al verlas podrían volver a revivir lo que sintieron. Soñaron con llenar álbumes completos con ellas.
Y sí, con verlas Light estaba reviviendo cada emoción, sonriendo con un deje de felicidad y nostalgia al pasar una a una. Hasta que las fotografías se acabaron y solo quedaron los sobres.
Se relamió los labios, sin tomar ninguno. En algún momento esas cartas representaron una etapa diferente de su relación, ahora las veía como el inicio del fin.
Ellos comenzaron a escribirse cartas cuando su papá los descubrió besándose, luego de que le diera una paliza que lo dejó en cama por dos días y le prohibiera volver a verlo. Elle fue quien dio el primer paso dejándole un sobre en el casillero y él le respondió de la misma manera. Las cosas no cambiaron cuando cumplieron dieciocho años, los sueños no se vuelven realidad con solo desearlos, pero a través de esas cartas encontraron la manera de seguir viviendo su amor, anhelando el día que pudieran irse lejos y ser solo ellos dos.
El problema fue que de nuevo descubrieron que soñar era muy bonito pero la realidad les deparaba algo distinto. Light tenía miedo, no se sentía capaz de dejarlo todo e irse a algo incierto, de enfrentarse al qué dirán. Elle de nuevo tuvo paciencia, diciéndole en cada carta que lo esperaría el tiempo que fuera necesario. Las cartas carecían de poemas, bordes recortados o brillos, ya lo había dicho Lawliet, no era bueno con las palabras y en muchas de ellas se disculpaba por ser escueto, pero Light se aferró y vivió por cada una de las palabras escritas ahí.
Viendo ahora los sobres amarillentos por el tiempo, no sabría decir el orden cronológico en el que fueron recibidos, pero sabía de memoria palabra por palabra, punto por punto de cada uno. Había leído esas cartas una infinidad de veces durante esos años. La única que sabía reconocer era el último sobre que recibió una tarde, el papel tenía manchas de humedad por lo mucho que había llorado sobre él.
Tomó la carta en cuestión con manos temblorosas, sus ojos se humedecieron al instante, ¿de nuevo iba a llorar sobre ella? No la abrió, no hacía falta. Recordaba cada gancho de la letra desprolija de Elle y recordaba con una exactitud dolorosa cada palabra: «En tu última carta me dejaste claro que no crees ser capaz de revelarte alguna vez contra tus padres o contra el que dirán, entonces ¿qué estamos haciendo exactamente? ¿Por qué seguimos escribiéndonos? ¿Con qué finalidad? Lo siento, Light, prometí esperarte el tiempo que hiciera falta pero no puedo, no así. Conoces mi dirección, ven a verme, por favor. Una parte de mí sabe que no lo harás pero quiero creer que nuestros sueños no fueron en vano. Te amo, Light, y siempre te recordaré como mi primer amor.»
Las lágrimas salieron y de inmediato se llevó una mano al rostro, palpando la textura de su mejilla húmeda. Su piel ya no era tan firme y con los dedos delineó algunas líneas de expresión nuevas que se había descubierto días atrás. Estaba a nada de cumplir cuarenta años, y hace veinte años él le había mandado la última carta a Elle pidiéndole que le tuviera paciencia. Una carta a la cuál nunca recibió respuesta.
Nunca más volvió a ver a Elle Lawliet, lo único que supo a través de un conocido fue que años después conoció a alguien y que ya no vivían en el país. Él mientras tanto era un hombre reprimido que revivía su amor perfecto a través de sus recuerdos.
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