17. Quizá en otra vida


Resumen: Ese pequeño pañuelo era su recuerdo favorito de un día lluvioso.

——

Era un pueblo pequeño, carente de edificios gigantes como en las grandes ciudades. Los comercios existentes eran negocios familiares, quienes rentaban algún lugar modesto para ir creciendo de a poquito, sin perder ese toque hogareño que todos buscaban.

Elle trabajaba como repartidor para uno de esos negocios, una familia que llevaba años preparando la mejor comida china del lugar. Al ser un pueblo pequeño, hacía la entrega de pedidos a pie, bueno, tampoco es que le alcanzaba para comprar una bicicleta, cosa que detestaba en días como ese.

Había estado lloviendo toda la tarde, los pasajes estaban llenos de charcos y sus tenis viejos terminaban empapados. No estaba en su mejor momento, económicamente hablando, rentaba una casa con otros tres amigos, que eran unos tarados pero vivir juntos era lo mejor que les podía haber pasado. El sueldo se le iba en un abrir y cerrar de ojos, no podía darse el lujo de que sus tenis se echaran a perder.

Sin embargo era viernes, los charcos no podían importarle menos. Corrió de vuelta al restaurante, no quería que el otro repartidor le ganara el pedido.

Se había vuelto costumbre de que todos los viernes una pequeña cafetería cercana pedía comida china, y Elle con gusto hacía la entrega con tal de ver un par de bonitos ojos miel.

Llegó a la parte trasera del restaurante, jadeando y mojado por la llovizna y el sudor.

—Siéntate, Elle —le indicó el encargado de la cocina—, el pedido sale en unos minutos.

El aludido acató y tomó asiento en una silla que estaba a un lado. Aprovecharía ese momento para que su ritmo cardiaco volviera a la normalidad. Se llevó una mano al bolsillo trasero y extrajo de él un pañuelo que usó para secarse un poco la frente, y el cual después procedió a oler. Todavía olía a él.

Aunque detestaba que sus viejos tenis se empaparan, no podía odiar del todo los días lluviosos cuando fue en uno de ellos que Light —como sabía que se llamaba aquel muchacho— le había regalado su pañuelo.

«Perdón, de haber sabido que habría tan mal clima no te hago venir hasta acá», le había dicho avergonzado mientras le ofrecía una toalla y luego su pañuelo para que terminara de secarse la cara. Elle podría haberle respondido que no se preocupara, que lo hacía con gusto, podría haberle respondido lo que fuera si no hubiera estado volando en las nubes con solo tener su atención.

Desde entonces siempre había llevado ese pañuelo consigo. Quizá era un tonto por hacerse ideas que jamás ocurrirían. Las veces que habían intercambiado palabras fue por mero formalismo, conocía su nombre porque debía darlo al momento de hacer un pedido, y aunque Light era amable podía asegurar que lo era con todos los que llegaban, lo mínimo que se esperaría de alguien que está al frente de un negocio.

Pensar en eso lo desanimó un poco, no le constaba pero creía que esa cafetería era un emprendimiento propio. Un lugar modesto, con maquinaría muy básica y quizá con ayuda de sus padres pero era de él, ni en sus sueños más osados Elle podría tener oportunidad con alguien como Light.

—Lawliet, tu orden —el mismo hombre de antes se plantó frente a él, haciéndolo dar un respingo—. Sabes la dirección, ¿verdad?

Luego del susto inicial, el aludido sonrió y se puso de pie asintiendo, recuperando su energía, después de todo soñar era gratis.

Tan pronto cruzó la puerta, comenzó a correr, teniendo cuidado de no estropear el contenido que iba dentro de la bolsa de papel. Tenía un tiempo estimado de entrega y un tiempo estimado para regresar, si se daba prisa podría usar esos minutos que le sobraban para intercambiar aunque sea unas cuantas palabras con Light.

Por lo general la hora de la cena no era muy concurrida en un lugar donde solo venden café y unos cuantos panes, así que siempre charlaban un poco mientras el castaño contaba el dinero para pagarle. Elle ya tenía planeado lo que le iba a decir, lo había practicado toda la tarde, le preguntaría sobre su día y si le gustaban los días lluviosos para luego decirle que lo vería el próximo viernes como si de una cita se tratara.

El problema es que al llegar el lugar estaba lleno y Light iba de un lugar a otro como un trompo. Claro, luego de una tarde lluviosa y con el cielo aún nublado, muchos estarían interesados en una buena taza de café.

Se acercó hasta la barra, donde el castaño terminaba de acomodar una taza de café y un par de roles de canela en un charola.

—¡Elle! —Light sonrió un poco apresurado mientras jalaba la pequeña puerta de la barra. Debía entregar la orden directo en la mesa del comensal pero se hizo a un lado para darle acceso al pelinegro— ¿Te importaría pasar y dejar el pedido en la mesita del fondo, por favor?

—¡Claro! —el aludido también sonrió, era imposible mantenerse con los ánimos abajo cuando el castaño lo veía con esos bonitos ojos miel. Además el hecho de que lo haya llamado por su nombre y que lo haya invitado a pasar significaba que ya había cierta confianza entre ellos.

Acomodó la bolsa de papel donde Light se lo indicó y se aseguró de que todo estuviera en orden dentro de ella. Acto seguido inhaló aire, una idea pasando por su cabeza pero necesitaba valor. «Tú puedes hacerlo, Elle» se dijo mentalmente mientras se palpaba los bolsillos, pensaba decirle algo como: «veo que estás muy ocupado, así que no te preocupes, yo pagaré tú pedido y el otro viernes lo vemos si gustas». No eran mentiras, Light sí estaba ocupado, pero por su integridad física sería mejor que Mello no se enterara que andaba ofreciéndose a pagar la comida de alguien que solo veía una vez a la semana cuando no les había dado el pago completo de la renta de ese mes. ¿Podían juzgarlo? ¿acaso ellos no harían lo mismo por su crush?

Escuchó la voz de Light detrás de él, había vuelto a la barra y estaba tomando el pedido de otro cliente. Era ahora o nunca. Se dio media vuelta envalentonado, sin embargo en ese momento un hombre cruzó la puerta. Un hombre bien parecido, cuerpo trabajado, traje impecable y aroma varonil. A Light se le iluminaron los ojos al verlo y a Elle se le partió el corazón.

—¡Perdón! —el recién llegado se acercó apresurado y de la misma forma cruzó la barra— Te juro que intenté venir antes pero el tráfico se pone pesado cuando llueve —llegó hasta el castaño, a quien le dedicó un sútil roce a la altura de la cintura. El lugar estaba muy lleno como para plantarle el beso que realmente quería—. En fin, ya estoy aquí, ¿cómo te ayudo?

Light meneó la cabeza sonriendo. —No te preocupes, Mika, me las he arreglado bien, pero ¿podrías pagarle a Elle, por favor?

—Oh... —volteó un poco y fue hasta entonces que se percató de la presencia del muchacho larguirucho— Por supuesto.

Teru caminó hasta él mientras se buscaba en los compartimentos del saco su billetera.

—¿Cuánto es, muchacho?

Elle respondió casi sin verlo a los ojos. Tal vez rondaban las mismas edades pero es obvio que eran muy diferentes y eso le cala, sintiéndose un poco pequeño ante él.

—Aquí está —sacó un par de billetes como si nada y se los entregó—. Quédate con el cambio.

—Muchas gracias, Elle —agregó Light con una sonrisa mientras servía otra taza de café—. Cuidate mucho. —Finalizó, haciéndole un ademán.

El aludido le regresó el saludo agitando la mano, sin decir nada, no tenía nada qué decir y con el mismo silencio salió del local.

Una vez fuera, suspiró antes de buscar en su bolsillo ese pañuelo especial, el cual acercó hasta su nariz para inhalar su aroma.

—Tal vez en la siguiente vida, Elle... —murmuró y procedió a guardar ese objeto tan preciado.

Dio un paso y lamentablemente su pie pisó un charco. Ah, como odiaba que sus tenis viejos se empaparan.  

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