Resumen: Definitivamente Kira no puede extrañar a L, pero tal vez y solo tal vez, Light sí extraña a Ryuzaki.
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Todo había salido cómo Light lo planeó. Rem cometió un error al revelarle a Misa sobre la única forma de matar un Shinigami. ¡A Misa! ¡Justo a esa tonta a la que tenía comiendo de su mano!, una pieza que podía mover a su antojo, y para su buena suerte Rem parecía tener un interés genuino en ella. Con su plan logró matar a dos pájaros de un tiro, como dirían algunos. Al final de cuentas, tanto el detective como esa shinigami representaban un obstáculo en su objetivo.
Ahora con L fuera del camino, nadie podía negar que Kira era un verdadero justiciero, solo en los últimos meses los crímenes se habían reducido considerablemente. La gente poco a poco se sentía más segura y muchas lo expresaban a través de los medios de comunicación. Estaba creando el mundo que todos merecían, un mundo donde él sería visto como el Dios encargado de juzgar las acciones mundanas de la humanidad, a quien tendrían que alabar aclamando justicia.
Todo sería perfecto.
Sin embargo, por el momento debía continuar con la farsa de ser L ante el mundo, cosa que no le molestaba, el detective tenía conexiones que eran muy convenientes en su plan. Lo que le irritaba era tener que trabajar con el equipo de investigación, siguiendo pistas que él alteraba para llevarlos a puntos confusos, poniendo esa estúpida carita de "yo no fui" para su padre.
Chasqueó la lengua por milésima vez ese día. A veces sentía que no tenía un lugar tranquilo, en casa estaba Misa esperándolo, como si fueran una verdadera pareja cuando solo la quería para que hiciera su trabajo en las horas que él no estaba disponible. Mientras que ahí tenía que fingir revisar datos en su computadora cuando lo único que quería era que todos se callaran, estaba harto de escuchar sus tontas teorías cada vez más alejadas de la realidad. Sí, le convenía que las pruebas no apuntaran a él, aunque debía admitir que había sido electrizante encabezar la lista de sospechosos, pero ese juego del gato y el ratón dejó de ser entretenido desde el deceso de su entrañable detective.
—¿Light...?
La voz de Matsuda lo hizo dar un respingo y frunciendo el ceño apartó la mirada de la pantalla para dedicársela al joven policía.
—¿Te encuentras bien? —Continuó Matsuda con voz tímida pero mostrándose preocupado. Siempre había sido el más empático del grupo.
—¿De qué hablas? —preguntó entre dientes, alzando una ceja.
—Es... bueno... —se mordió los labios y se rascó la coronilla antes de continuar— Estás llorando, Light...
El aludido volvió a apretar las cejas y por inercia se llevó la mano al rostro, sintiendo la humedad en sus dedos.
—No está mal que llores... —agregó de prisa el policía, lo menos que quería es que Light se avergonzara por algo así— aunque ya pasaron varios meses de la muerte de Ryuzaki, debes extrañarlo mucho, ¿verdad? Yo también lo extraño.
—¿¡Cómo puedes decir semejante estupidez, Matsuda!? —espetó, dando media vuelta en la silla y pasándose las manos por la cara de forma brusca para borrar cualquier rastro de esa tontería.
—Tranquilo, hijo... —Soichiro intervino, poniéndose de pie para caminar hacía ese par, colocando una mano sobre el hombro de su primogénito— Matsuda tiene razón, no está mal que llores, después de todo Ryuzaki y tú eran muy unidos, ¿no?, y con tanto trabajo encima no hemos podido darnos un espacio para atravesar el duelo de sus muertes, tanto la de él como la de Watari. —Finalizó, dándole un leve apretón en señal de apoyo.
Sin embargo, Light apretó la mandíbula y los puños lleno de coraje.
—¡No estoy llorando por Ryuzaki, papá! —lanzó un manotazo para apartar la mano de su padre y se puso de pie— ¡Ya dejen de decir eso!
Tras ese arrebato, Light cruzó la habitación sin mirar a nadie a los ojos y se encerró en el baño. Ahí apoyó las manos en el lavamanos y apretó tanto que sus nudillos se pusieron blancos. De inmediato el recuerdo de aquella tarde llegó a su mente, L cayendo de la silla y él lanzándose en un falso acto de amistad para amortiguar la caída, todo para ver al detective morir en sus propios brazos. Había disfrutado tanto ese momento, su némesis al fin cayendo ante él, lo que tanto había esperado.
—¿Yo, extrañar a Ryuzaki? —murmuró sonriendo de lado, levantando la cabeza y encontrando su reflejo en el espejo— ¡Ja! No me hagan reír...
Se vio a sí mismo, sus ojos con destellos rojizos, una mirada afilada y brillante, sin rastros de aquellos ojos infantiles de hace años. No obstante, aunque su mirada se veía fría y calculadora, densas lágrimas continuaron bajando por sus mejillas sin que pudiera controlarlas.
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