13. El fantasma de lo que hicimos

Resumen: Esto debía ser algún tipo de castigo, no había otra explicación.

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«¡No podemos tenerlo, Elle! ¡Yo no lo quiero!»

Light se empujó con los pies contra el suelo para que la mecedora en la que estaba sentado se balanceara de adelante hacía atrás. Los recuerdos de la decisión que tomaron hace años lo habían estado persiguiendo por meses. Siendo concretos, desde que él y su ahora esposo habían decidido concebir un bebé, esta vez de forma consciente y responsable.

Eran muy jóvenes cuando el primer bebé venía en camino, apenas diecisiete años y Light ni siquiera sabía que su cuerpo tenía la capacidad para acunar a una criatura, en su casa jamás se hablaba de sexo. En esa ocasión Elle se puso nervioso con la noticia, por decir lo menos, no dormía, estaba más ojeroso y pálido, claramente asustado pero dispuesto a hacerse cargo. Sin embargo, Light lo tenía claro, no se había esforzado toda su vida para ser de los mejores estudiantes del país entero, él quería ser sobresaliente, forjarse un buen futuro y no lo iba a mandar todo al tacho por un bebé, tampoco era como si tenía los medios para mantenerlo. No lo quería y no lo iba a tener. Elle lo aceptó, a decir verdad, él también lo pensaba, no se sentía listo pero fue Light quien tuvo el valor de decirlo.

En esa ocasión ambos se tomaron de la mano antes de que el castaño ingiriera las pastillas que había encontrado en internet. Y cuando luego de unos días de malestar la prueba dio negativo, salieron a comer un helado en total silencio. Fue como un acuerdo no dicho entre ellos, ninguno tocaría el tema, y les funcionó.

Luego de años siendo novios decidieron formalizar y vivir juntos, ahora ambos con varios años encima, trabajos estables y un hogar decidieron tener un hijo. Les hizo mucha ilusión desde que hablaron al respecto y la felicidad no les cabía en el pecho desde que la prueba arrojó un resultado positivo.

Sin embargo, desde entonces el fantasma de su adolescencia había vuelto, Light había lidiado con él los días posteriores a haber tomado las pastillas pero con el tiempo toda esa tristeza y sentimiento de culpa desapareció, nunca imaginó que lo reviviría de nuevo durante la espera de su... segundo bebé. Aunque ambos habían acordado de manera tácita nunca tocar el tema, parecía estar más presente ahora que nunca.

Light había decidido no comentarle a Ele sobre las pesadillas, sobre la desesperación o sobre la tristeza que a veces sentía, porque su esposo estaba demasiado emocionado, hasta había decorado con bastante anticipación el cuarto del bebé y no quería preocuparlo.

No podía decir que todo su embarazo había estado asediado por el fantasma del miedo y la culpa, estuvo lleno de momentos lindos, como la ecografía donde pudieron confirmar su sexo, una hermosa niña, o las pataditas que daba cuando tenía hambre.

Light se había propuesto de que esta vez lo haría bien, serían los mejores padres para ella. Por eso, aunque eran las dos de la mañana, había decidido ir a la habitación del bebé para cargarla un rato, amaba tenerla cerca.

Le pasó la yema del dedo por la mejilla regordeta y sonrió al verla apretar los labios y moverlos como si estuviera succionando. Continuó meciéndose en la silla mientras le cantaba una canción de cuna. A lo mejor la estaba consintiendo de más pero solo sería un ratito y luego la regresaría a la cuna.

De repente, una tenue luz viniendo de una lámpara se hizo presente de forma parcial en la habitación.

—¿Light...?

La voz de su novio lo hizo apartar la mirada de su bebé y dirigirla hacia el recién llegado.

Shhh... —se llevó un dedo a los labios de inmediato— Vas a despertarla.

Elle dejó caer la cabeza y suspiró, más que cansado parecía harto. No quería pasar por lo mismo de nuevo, ¿cuántas noches llevaban sin dormir?; tuvo la intención de apagar la lámpara y regresar por donde había llegado. Sin embargo...

—Light, volvamos a la cama... —procuró sonar condescendiente mientras caminaba hacía él para ofrecerle su mano.

—Solo déjame estar un ratito con ella. —Pidió, apachurrándola entre sus brazos y juntando su nariz con la de ella.

Elle se arrepintió en ese momento de no haber puesto bajo llave esa habitación hasta que alguno de los dos tuvieran una idea sensata de qué hacer con todo lo que habían comprado.

—Light —volvió a llamarlo por su nombre, intentando traerlo de vuelta a la realidad—, deja eso... —Estiró el brazo con intenciones de tomar la frazada, pero a cambio recibió un manotazo.

—¡Vete, Elle! ¡La estás asustando!

El aludido estaba desvelado, cansado, triste, por supuesto que esa reacción lo irritó.

—¡Nuestra hija murió, Light! —farfulló, apretando los puños para canalizar ahí su ira— ¡Tú sabes que...

—¿¡Cómo te atreves!? —se pone de pie, cubriéndole los oídos a la infante— ¿¡Cómo puedes decir eso frente a nuestra hija!?

—¿¡Frente a quién, Light!? —de nuevo estiró el brazo para tomar la frazada, esta vez forcejeando con más fuerza hasta que logró arrebatarsela— ¿¡Frente a una manta vacía!?

En ese momento, las pupilas de Light se dilataron llenas de miedo al ver la cobija danzar por el aire, sin nada en ella.

—No... —murmuró, negando con la cabeza antes que sus piernas flaquearan y cayera hincado en el suelo.

Con los ojos muy abiertos vio a su alrededor, la tierna jirafa pintada en la pared, la cuna que eligieron entre los dos, el mueble donde estaría toda su ropa, todo estaba ahí, listo para ella, pero ¿dónde estaba su bebé?

—Yo la maté, ¿verdad? —su voz apenas fue audible mientras se encorvaba hacía adelante abrazándose a sí mismo, soltándose a llorar.

Elle se relamió los labios, dejando ir su enojo previo. Lo único peor que lidiar con las alucinaciones de Light, era tener que hacerlo con la realidad

—Mi amor... —se agachó frente a él, tomándolo del rostro para que lo viera a los ojos.

—Yo la maté, ¿verdad? —Repitió, moqueando.

—Por supuesto que no... —Aunque Elle estaba cansado, le limpió las mejillas con los pulgares con todo el amor que le tenía.

—¡Claro que sí! —rechinó los dientes y apretó los puños— ¡Yo la... —se relamió los labios antes de soltar un golpe en el suelo— ¡Yo los maté, Elle! ¡Maté a nuestro primer hijo y por eso... —no pudo completar la frase, el nudo en la garganta no se lo permitió.

Elle se congeló por un segundo al escuchar la mención de... de ese primer bebé que habían decidido no traer al mundo. Había pensado en ello pero nunca ninguno había hablado de él, por lo que escucharlo le puso los pelos de punta.

—No puedo, Light... —soltó una bocanada de aire y se alejó un poco, temblando—No puedo seguir así, no puedo contigo...

—¿Vas a dejarme? —preguntó con las mejillas empapadas pero el ceño fruncido y un deje de rencor e ira en su voz.

Elle se quedó callado, aún procesando que lo ocurrido hace años hubiera sido puesto sobre la mesa. Si bien lo había pensado, ahora las dudas y los miedos se volvían más tangibles: ¿habían perdido a su pequeña como un castigo por lo que hicieron?

—Ni siquiera he podido llorar la muerte de mi hija, Light... he intentado cuidarte y...

—No es lo que pregunté.

—Solo quiero que estemos bien. —Suspiró.

Light soltó una breve carcajada. —Miranos, Elle, ¿crees que alguna vez estaremos bien?

El aludido no respondió, su mirada se quedó fija en la del castaño y pudo ver su dolor, su ira, su culpa, porque él también sentía lo mismo. Se llevó una mano al bolsillo y tras encontrar lo que buscaba, sacó la mano y la extendió frente a su novio.

—¿Qué es eso? —cuestionó alzando una ceja, viendo cuatro pastillas.

—Necesitamos dormir. —Fue lo único que Elle dijo, sus ojos luciendo vacíos.

Sin embargo, esas palabra fueron suficientes para que Light se encorvada de nuevo hacía adelante, sollozando.

—Yo no necesito dormir... —gimoteó, temblando— Solo quiero verla, Elle... abrazarla...

—Tienes razón —interrumpió de forma apacible, tomándolo del mentón para alzarle la cabeza de nuevo—. Y la verás.

—¿Eh...? —se limpió las mejillas, intentando comprender.

Aunque Elle lo veía a los ojos, su mirada seguía perdida, como si necesitara desconectarse de sí mismo para seguir.

—En tus sueños, mi amor —sonrió—. Si duermes podrás verla en tus sueños, ella te está esperando... —le acarició el trémulo labio inferior con el pulgar—... en tus sueños podrás verla y arrullarla mientras le cantas todas las canciones de cuna que quieras, ¿no te gustaría?

En ese momento cualquier rastro de juicio sensato terminó de nublarse y la sola idea hizo sonreír a Light.

—Sí... sí quiero... —asintió agitado mientras su mano temblorosa tomaba un par de pastillas.

Elle no dijo ni hizo nada. Se aseguró de que su novio se hubiera tomado las tabletas antes de él tomarse las suyas.

Una vez que las píldoras comenzaran a correr por su flujo sanguíneo, era cuestión de minutos para que ninguno de los dos despertara de nuevo, que era lo mejor que podía pasarles a este punto. Él necesitaba descansar y quería que Light también descansara de todo el dolor de una vez por todas. 

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