10. Si estamos juntos podemos con todo

Resumen: Aunque todo iba mal, podían resurgir de entre las cenizas y recuperar lo que habían perdido. Al menos uno de ellos así lo creía.

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Light caminó de un lado a otro por la pequeña sala de su casa. Estaba ansioso y tenía las manos juntas cerca de la boca como si estuviera orando. No era una persona creyente, pero desde hace días había estado rogando por un milagro.

Él y su esposo tenían una firma de abogados de un prestigio intachable, ahora la reputación ganada en tantos años se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos.

La tarde que se enteró del desastre, Elle había vuelto a casa ebrio y llorando como si fuera un niño. Le contó entre sollozos que había confiado en las personas incorrectas, quienes lo convencieron para que invirtiera en un nuevo proyecto, el cual terminó siendo un fraude y la firma de ambos estaba impresa en esos papeles. Ellos dividían el trabajo, los archivos asignados a Elle eran leídos minuciosamente por él y Light solo firmaba, y el mismo proceso sucedía con los archivos asignados a Light. Confiaban uno en el otro, por eso no leyó lo que estaba firmando, se suponía que su esposo ya lo había hecho.

Los medios se volvieron locos, aunque ambos estaban involucrados, todos se habían ido contra su pareja, después de todo él era quien estaba al frente. Muchos tachaban como una vil mentira que también fuera una víctima, ¿querían que creyeran que con todos sus años de experiencia había sido engañado tan fácilmente?, a otros ni siquiera les interesaban las excusas, solo veían que Elle Lawliet había estafado a personas que confiaron en él.

Light, en algún punto, incluso llegó a dudar. Su esposo era el mejor, no por nada era reconocido internacionalmente, ¿cómo había ocurrido eso? Sin embargo, tuvo que sacarse cualquier duda de la cabeza y pensar en algo si es que acaso querían solucionar esa injusticia.

El problema es que desde que la bomba estalló, Elle se había venido abajo. Lo entendía, el continuo ataque en redes, la culpa, la presión, la decepción... No obstante, él lo necesitaba, no creía poder con todo solo, pero su pareja no hacía más que beber en el estudio. Y Light no pensaba darse por vencido.

Trabajó el doble, o quizá hasta el triple revisando todos los documentos, no durmió buscando algo que pudiera ayudarlos. Las demandas seguían cayendo hasta que tuvo que tomar una decisión que ya había pasado por su cabeza desde el inicio, hubiera deseado que no fuera necesario hacerlo, pero debían venderlo todo.

Tenían una bonita casa llena de lujos, demasiado grande para solo dos personas, pero eso era a lo que Light estaba acostumbrado desde que se casó. No fue fácil para él decirle a Elle que vendieran todo para saldar parte de la deuda. Tuvieron que dejar su vida cómoda para ir a vivir a una pocilga donde no había ni siquiera agua caliente y hasta los platos había que lavarlos a mano, pero hizo lo necesario por su amor.

Fue justo eso lo que los llevó a discutir hace un par de días, él estaba haciendo todo lo humanamente posible para que ambos salieran de esa, pero ¿qué caso tenía si Elle no iba a mover ni un solo dedo?

Al menos eso lo hizo reaccionar un poco y consiguió convencerlo para que presentara al juez unos documentos que él había revisado, creía que con ellos y llegando a un acuerdo con los afectados podrían evitar el destino que les esperaba: ir a prisión. Prefería vivir en ese lugar con goteras y donde la pintura estaba descascarándose que ir a la cárcel.

No obstante, Elle se había ido hace horas y no le había mandado ningún mensaje, ninguna llamada, ¿por qué tardaba tanto?

Light apretó los ojos, murmurando una pequeña súplica en el hueco que se formaba entre sus manos juntas, cuando de pronto escuchó la puerta principal abrirse. Volteó de inmediato, con lo pequeño del lugar, un par de pasos apresurados fueron suficientes para llegar hasta su pareja.

—¿Qué te dijeron? —preguntó ansioso, tomándole el maletín y ayudándolo a quitarse el saco.

Sin embargo, Lawliet no dijo nada, tan solo caminó y se dejó caer en el incómodo sofá.

—¿Elle...? —se acercó a él despacio, casi temblando— Me estás asustando...

—Perdimos el caso... —Murmuró viendo a la nada.

—¿Qué...? —Sostuvo el aliento y sus piernas flaquearon, cayendo hincado frente a su esposo— ¿Y... Y ahora qué...

—Tú sabes lo que viene. —Interrumpió, viéndolo a los ojos por solo un segundo antes de quebrarse.

—Bueno, nosotros... —balbuceó de inmediato al verlo sollozar. Él también tenía los ojos llenos de lágrimas, pero uno de los dos debía pensar en algo— ¿cuánto...? —Elle lo vio sin entender la pregunta— ¿cuánto tiempo crees que vamos a estar... estar ahí antes de poder llegar a un acuerdo más justo? —tragó saliva, sintiendo escalofríos tras esas palabras.

—¿¡Y a qué acuerdo quieres llegar, Light!? —se puso de pie de forma brusca y comenzó a caminar de un lado a otro— ¡No tenemos para pagar el resto de la deuda y ya no tenemos nada que podamos vender!

—¡Pero conocemos abogados que son muy buenos y... —fue tras él, siguiéndolo en cada paso mientras respiraba agitado— ¡alguien nos puede asesorar! —farfulló como si ellos mismos no fueran abogados y conocieran las leyes, pero estaba desesperado.

—¿¡Y qué piensas lograr!? —dio media vuelta de forma brusca, haciendo que su esposo diera un paso hacía atrás de la impresión. Lo vio temblando y se dio cuenta que estaba desquitando su frustración con la única persona que no lo había dejado solo en ningún momento. No obstante, cuando estaba dispuesto a calmarse Light hizo la siguiente pregunta.

—¿Y si llamo a Teru? —Sabía que Elle no lo soportaba, no podía verlo ni en pintura, ¡pero necesitaban a alguien bueno!

—Ni se te ocurra llamar a ese imbécil... —respondió tajante y luego se dio media vuelta para caminar hacia la cocina, la cual estaba cerca ya que el lugar parecía más un cuarto que una casa.

—¿¡Por qué no!? —Fue tras él apretando los puños y arrebatándole la lata de cerveza que lo vio sacar del refrigerador— ¿¡Te parece que es momento de ponerte a tomar!? ¡Debemos pensar en algo! ¿¡Por qué no podemos pedirle ayuda a Teru!?

—¡Porque es tu ex novio!

—¿¡Y eso que tiene!?

Elle suspiró, no quería seguir discutiendo, y en esos segundos de silencio Light se quebró. Había intentado mantenerse fuerte, pero ya no podía más.

—Elle... cariño —gimoteó, agachando la cabeza—... no quiero ir a la cárcel.

El aludido se regresó y sin dudarlo lo envolvió en un abrazo.

—¿Y tú crees que yo sí?

Ninguno dijo nada más. Lawliet lloró como lo había hecho a diario desde hace muchas semanas. No solo lo había perdido todo, lo peor era que le había fallado a Light, siempre había quería darle lo mejor y de un momento a otro lo tenía viviendo en un cuchitril, y como si eso no fuera poco, sería llevado a prisión por un error que él había cometido.

—Llama a Teru... —murmuró de repente, con su rostro todavía oculto en el cabello castaño del otro.

—¿Eh...? —Light levantó la cabeza, viéndolo confundido.

—Llámalo y pídele que te ayude, estoy seguro que no se va a negar si es por ti. —Le dijo, tomándolo del rostro antes de darle un beso en los labios.

Antes que Light pudiera decir algo, tocaron a la puerta y ambos sabían lo que eso significaba.

—¿Te importaría abrir? —preguntó Lawliet tras un suspiro— Me gustaría al menos tomarme una cerveza antes que me saquen de aquí como si fuera el peor criminal.

Light asintió y poniendo la frente en alto se limpió las lágrimas antes de caminar hacia la puerta.

—¿Elle...? —Lo llamó, viéndolo por sobre el hombro mientras sujetaba la manilla. El aludido se detuvo debajo del umbral que dividía la sala de la pequeña cocina y volteó a verlo— Saldremos juntos de esta, ¿verdad? ¿Me lo prometes?

Necesitaba esa seguridad. Podían encontrar alguna solución si trabajaban como el excelente equipo que siempre habían sido. Lo necesitaba, necesitaba a su compañero, a su socio, a su esposo, a su Elle. No iba a poder solo.

Lawliet no respondió de inmediato pero tras unos segundos asintió y cruzó el umbral. Light abrió la puerta, les ahorró el discurso a los oficiales y puso las manos juntas frente a su cuerpo. No quería escuchar lo que tenían para decir porque esas palabras solo agregarían más peso a lo que estaba ocurriendo.

De todas formas le explicaron lo que ya sabía antes de sacar un par de esposas. Nada más una de sus muñecas había sido esposada cuando una detonación proveniente del interior los alertó a todos.

En ese instante el mundo de Light se congeló, un pitido atravesó sus oídos y el corazón le dio un vuelco, como si de alguna forma lo supiera. Corrió rumbo a la cocina solo para encontrar a su esposo tirado en el suelo, con una pistola en una de sus manos y borbotones de sangre saliendo por sus sienes. Soltó un grito desgarrador, que nació en lo profundo de su alma destrozada, pero todo sonaba tan lejano, inclusive hasta su propio lamento.

Light apenas escuchó la voz de uno de los policías llamando a emergencias, en ese momento no sabía quiénes eran ellos, ni siquiera qué hacían en su casa y nada de eso le importaba. Su instinto lo hizo correr hacía Elle, pero antes de caer a su lado en un intento de detener el sangrado —como si no fuera en vano—, el otro policía lo alejó para terminar de ponerle las esposas.

Light forcejeó, lloró y gritó. Se estaba ahogando, su cabeza era un caos y se hundía en un mar de tristeza, dolor y...rabia. No solo era el dolor de ver a su esposo muerto sobre un charco de sangre, sino también la sensación de sentirse traicionado por su cobardía. Él no creía poder solo, lo necesitaba y juntos iban a salir de esta. Aún así Elle había roto la promesa que habían hecho apenas unos minutos atrás. 

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