Capítulo 5: ¿Quién soy?
Angie
No sabía cómo había terminado en este lugar caótico, donde los árboles habían sido arrancados de raíz y el aire se sentía diferente. Miré a mí alrededor y estaba desolado, una opresión en mi pecho hizo que me sostuviera un poco para poder mantenerme en pie. La naturaleza estaba sufriendo y yo lo sentía, el tono verde se había vuelto gris y solo se veía muerte. Caminé un poco para buscar un indicio de dónde me encontraba pero nada me parecía familiar. No había rastro de civilización, solo un bosque destruido y en consecuencia había quedado una llanura enorme.
Un hombre con el dorso desnudo, con pantalones rasgados a nivel de los tobillos y descalzo, corrió a mi lado provocando que casi pierda mi equilibrio. Yo sentí su presencia, pero, el no sintió la mía. Fruncí el ceño al verle correr de espaldas y unas cicatrices en forma de v que se dibujaban en toda su piel desnuda. ¿Qué está pasando? La confusión se apoderó de mí y corrí hacia él, ¿quién era y por qué su piel estaba marcada de esa forma?, debía saberlo. Corrí todo lo que pude, mis pulmones ardían pero no me detuve, los pocos árboles que quedaban en pie perdían nitidez a mi paso, estaba corriendo muy rápido, más de lo normal, diría yo.
Él se detuvo y se giró hacia mí, quedé totalmente paralizada y con mi respiración irregular. Era un hombre joven y hermoso, sus rasgos faciales eran tan bellos que parecían sobrenaturales, cabello castaño y ojos oscuros muy profundos. Me miró fijamente y yo intenté articular alguna palabra que explicara cómo había llegado hasta aquí pero me detuve al darme cuenta que no me miraba a mí, miraba algo detrás de mí, acaso, ¿no me veía?
-Ho-Hola –Apenas podía hablar, entre el miedo y el desconcierto, las palabras abandonaban mis labios con muchísimo esfuerzo.
El chico no me respondió, ni siquiera me escuchó, sin embargo un cúmulo de voces emergió detrás de mí y al girarme, algo que jamás había visto, venía en mi dirección. Un grupo de jóvenes iguales de hermosos que el primero, venían corriendo a toda velocidad, y otros, venían volando. Abrí mis ojos como platos, definitivamente esto era una sueño. Aquellos que se encontraban volando, poseían un par de alas negras cada uno, hermosas e imponentes, que emergían de la espalda de sus portadores, justo donde se encontraban las cicatrices de los que corrían por no tenerlas.
Todos continuaron su trayecto dejándome de lado, no existía para ellos. El primero parecía ser el guía del resto y cuando todos se incorporaron junto a él, habló.
-Miguel ya debe estar cerca, siento su presencia en algún lugar de la llanura. Es difícil ocultar su esencia empalagosa. –Torció su boca intentando dibujar una sonrisa que se veía demasiado forzada. Su voz profunda me descolocó, el vello de mi nuca se puso de punta. Esos hombres conocían a mi padre, pero, ¿cómo?
-¿Cómo pretendes detenerlo?, seguramente no viene solo, Gabriel estará con él. –Añadió otro chico que también conocía al tío Gabriel. Al parecer en este momento todos sabían algo que yo no, y eso comenzaba a incomodarme, simplemente odiaba ser la última en enterarse de las cosas y verme tonta ante todos.
-En su momento veremos eso, ahora nuestro deber es contener a los provenientes del cielo. Nuestro Señor se encargará personalmente del resto. –Dijo el que guiaba al grupo y todos asintieron.
Estos seres tan extraños y con apariencia humana, no despertaban nada agradable en mí. Provocaban desconcierto y hasta miedo. Se podrían describir como Ángeles, pero en la biblia no son así. En frio recorrió mi estómago al desvariar tanto. Además a quien llamarían “señor” en estos días y de la forma en que lo dijo parecía más tenerle miedo que respeto. Como si ese “señor” los mandara a sus empleados para hacer de chivos expiatorios.
Los hombres salieron corriendo y los otros seguían su paso muy cerca del suelo pero sin llegar a tocarlo. ¿Quiénes eran ellos y quiénes eran los provenientes del cielo? Demasiadas preguntas y muy poco tiempo.
Corrí cuanto pude detrás de ellos y al llegar a lo profundo del bosque, donde había más vegetación, me detuve. Mi padre se encontraba totalmente solo parado en aquel lugar, como si los estuviese esperando. Quise correr en su dirección pero no pude, una especie de fuerza me detuvo, no podía avanzar más y entonces caí en la cuenta, mi padre estaba muerto pero de qué manera lo estaba viendo parado a unos metros de distancia.
No podía más, esto era demasiado, todo se volvió silencioso y las lágrimas volvieron a empañar mis ojos. Soy débil, siempre lo fui. Mi padre me protegía pero ahora que no estaba, quién iba a cuidar de mí, quien iba a protegerme de lo que venía. Todo esto estaba superándome y yo no tenía idea de cómo afrontarlo.
Gritos de dolor me sacaron de mis pensamientos y divisé a mi padre con el dorso desnudo y un par de alas blancas que nacían de su espalda. Al otro lado, el chico que dirigía al grupo, estaba de rodillas y gritando de forma desgarradora. Retorciéndose mientras mi padre solo lo miraba, con un rostro impasible e inmisericorde. No lucía cómodo con el dolor que le estaba infringiendo al joven pero sí se veía decidido a actuar.
Otro de los jóvenes con alas negras en un intento rápido se le acercó pero mi padre lo detuvo alzando su mano en dirección del joven alado, haciendo que se detuviera en el aire y lazándolo unos cuantos metros a lo lejos. Cubrí mi boca al ver aquella escena. Mi padre no era violento pero esto me hacía dudar de lo que realmente conocía o no acerca de él.
Los otros ni siquiera se acercaron, en sus rostros se reflejaba el miedo que sentían de su poder. Apreciar aquella imagen me hizo sentir náuseas pero seguía observando, atónita por lo que sucedía.
Los gritos fueron reemplazados por silencio y aunque el grupo se mantenía al asecho, ninguno se atrevió a acercarse. Mi padre por fin habló.
-Ve, dile que lo estoy esperando, que no es necesario que mande a sus lacayos cuando esto es entre él y yo. –Su voz era fría y con mucha determinación, contrario a lo dulce que sonaba cuando me hablaba de sus libros de fantasía. Lo extrañaba tanto.
-Entendido. –Dijo el joven mientras se levantaba, aun con un poco de dolor que se notaba por las muecas que hacía.
-Me alegra saber que conocen su lugar. –Intervino mi padre.
-Sabemos mucho más de lo que te imaginas, Miguel Saint. –Arrastró las palabras, dándole énfasis a su nombre. -¿O debería llamarte San Miguel?
Mi padre sonrió al escuchar ese ligero cambio en su nombre. Sin embargo el otro parecía mucho más serio, como si aquel nombre develara algún secreto.
-Saben quién soy y eso es bueno, porque así conocen lo que soy capaz de hacer para mantener el equilibrio y proteger al Creador. Soy su enviado y me otorgaron la fuerza necesaria para poder lidiar con ustedes, los que se desviaron de su destino y decidieron honrar a otro que no fuese el Creador. Sepan que se equivocaron al venir aquí. –Se fue acercando poco a poco hasta el joven, colocó su mano en el hombro y continuó. –No los voy a matar, así que pueden estar tranquilos, mi naturaleza no es destruir, yo se mi lugar, solo que no voy a permitir que los ángeles caídos retornen al mundo celestial. Me voy a asegurar personalmente de que su castigo divino sea cumplido aquí en la tierra.
Todos dieron un paso atrás ante mi padre como si él fuese un ser superior a los otros.
El chico inclinó su cabeza y asintió, miró a mi padre por última vez y se giró hacia los otros.
-Vámonos, ya hemos terminado aquí.
Las caras de todos demostraban desconcierto pero ninguno dijo absolutamente nada y se marcharon dejando a mi padre solo. Entonces sí eran ángeles, pero mi padre, ¿también lo sería?
Un par de manos me tomaron de los hombros y me agitaron con cierta brusquedad.
-Angie, despierta.
Abrí mis ojos y vi a Gael frente a mí, preocupado y con el gris de sus ojos más oscuro de lo habitual. Miré alrededor y estaba en mi habitación. Me senté de golpe sobre la cama, por lo que Gael se sorprendió.
-¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí?
-Calma, estás un poco desorientada y es normal. Te desmayaste y Gabriel y yo te trajimos hasta aquí. Sabíamos que necesitabas tomar un respiro. Ha sido muy duro todo lo que te ha pasado así que entendimos que necesitabas un descanso.
-¿No había nadie más cuando me encontraron? –Pensé en el hombre misterioso y la pluma negra tan extraña.
-No, solo estabas tú tirada en el suelo. ¿Por qué preguntas?
-Pensé que había alguien más, pero al parecer me equivoqué. –No podía creer que todo había sido producto de mi imaginación. Bajé mi mirada preocupada por mi salud mental. Esos días en coma habían dejado estragos en mi mente.
-Hey, ¿qué ocurre? –Gael levantó mi barbilla para mirarme directo a los ojos y sentía cómo iba atravesando cada parte de mi hasta llegar a lo más profundo de mi mente, donde apenas yo había llegado.
-¿Prometes ser sincero conmigo?
-Prometo serte útil para que averigües lo que quieres saber.
¿Qué clase de promesa era esa? Me desconcertaba la forma en que hablaba y cómo me miraba pero no le puse atención demás puesto que tenía cosas más importantes que saber.
-¿Quién soy?
Gael se contrajo y su rostro se endureció un poco, la respuesta a esa pregunta era tan difícil como creer que lo que había soñado fuese realidad.
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