Capítulo 4: Nueva vida.

29 de septiembre, actualidad.

Angie

Hoy cumplo la mayoría de edad y mi deseo siempre fue disfrutar de esta fecha con mi padre y mis animales. No estaba preparada para que esos planes se rompiesen de tal forma que, en lugar del santuario, estuviese con los restos de mi padre en el cementerio. Al final sí estaba con él de alguna forma, pero me sentía sola en todos los sentidos. Una lágrima rodó por mi rostro dejándola hacer su recorrido hasta el final y sonreí tristemente.

Llorando hice mi entrada a aquel lugar, un poco frío, pero pacífico. Entre mis manos llevaba una urna, con las cenizas de mi adorado padre y en mi hombro derecho la mano cálida de mi mejor amigo Gael. No recordaba nada de él antes del accidente, pero sabía que me conocía y yo a él, por la forma inexplicable en la que estábamos conectados. Era un rayo de luz y esperanza entre tanta soledad.

Ambos caminamos hasta una pequeña cabaña donde se encontraban los columbarios para colocar la urna. Ahí descansaría mi padre y lo podría visitar cuando yo lo desee. Al entrar pude ver al tío Gabriel esperando con un rostro demacrado, su amigo más cercano y a quien quería como hermano, había muerto. Cuando sus ojos verdes cruzaron con los míos, todo lo que sentía y que no estaba exteriorizando, salió, haciendo que mi llanto se intensificara y que el agarre de Gael fuese más fuerte.

***

El tío Gabriel y Gael salieron de aquella cabañita para dejarme un momento a solas y poder despedirme de mi padre, estaba más calmada que hacía un momento y recordaba cada pequeña cosa que había vivido junto a él. Mi padre adoptó el rol de madre y de padre, siempre velando porque no notara la falta de una figura femenina en mi vida y que por lo menos no me sintiera diferente a ninguno de mis compañeros que sí tenían ambos padres vivos. Sonreí recordándolo.

-También lo voy a extrañar mi querida Angie. –Una voz densa y que me provocó un escalofrío, sonó en el fondo de aquel lugar, haciendo eco debido a que estábamos solos. Me sobresalté y mis latidos comenzaron a acelerarse. Estaba muy asustada.

- ¿Quién está ahí? –Dije mirando hacia el fondo del lugar, me había parecido que la voz salía de ahí.

-Lo siento querida, soy muy mal educado. –Su voz me era familiar y me provocaba cierto escalofrío. No vi a nadie, solo escuchaba. Miré en todas las direcciones y seguía sin ver a aquel que había hablado.

-Solo lo diré una vez más, ¿quién está ahí? –Sostuve con más fuerza la urna dónde se encontraban las cenizas de mi padre. No pensé que alguien fuera capaz de interrumpir un momento tan íntimo y triste como este pero me había equivocado.

-Eres tan pura y la vez muy fuerte. Te pareces a él. –Mientras la voz misteriosa iba diciendo aquello, de las sombras comenzó a emerger una figura alta, con unos ojos azules brillantes, pelo rubio y una sonrisa que guardaba muchos secretos. Extrañamente se parecía…. A mí.

Fruncí el ceño y el escalofrío de antes se intensificó. La presencia de ese hombre no me daba buena sensación y seguía pareciéndome tan familiar. Lo miré directamente a los ojos.

-¿Quién eres y por qué estás aquí? –dije todo lo firme que pude. Las piernas me temblaban ante su presencia pero él era un desconocido extrañamente conocido y no podía permitir que me hiciera sentir más pequeña de lo que ya era.

-Me ofendes Angie, no saber o recordar quién soy. Después de todo lo que pasamos juntos. –Su sonrisa ladina y misteriosa se hizo más grande.

-No sé quién eres ni recuerdo haber pasado por nada contigo. Te pido encarecidamente que salgas de aquí o…

-¿O qué? –me interrumpió. – ¿Vas a gritar?

Abrí mis ojos como platos. No sé si era demasiado listo para saber lo que iba a decir o por el contrario, me había leído la mente. Estaba muy asustada y yo no era tan fuerte como él decía como para poder ocultarlo.

-Afuera hay personas que me esperan y si grito, estarán aquí de inmediato. –Dije decidida.

-Nadie va a venir, tú no vas a gritar. Y sabes por qué, porque te interesa mucho más saber quién soy y por qué conozco tanto de ti. –Su firmeza mezclada con arrogancia era tan atractiva que no dije nada y esperé expectante.

-Conocí a tu padre hace mucho tiempo. Era un hombre excepcional y yo lo admiraba muchísimo. Pero no me apoyaba y prefería defender las ideas y las creencias de otras personas antes que la mías. Por mi parte yo no iba a tolerar que él me hiciera a un lado, siendo tan cercano a mí. Así que me aparté de él; y si él no quería estar de mi lado, entonces estaba en contra. –Estaba más serio y por un momento su sonrisa burlona había desaparecido. Yo estaba sorprendida y las palabras se habían atorado en mi garganta.

Muchas preguntas comenzaron a formularse en mi cabeza y casi dejo caer la urna. De pronto aquel hombre la sostuvo y la colocó suavemente en el nicho asignado. Su rostro se tornó sombrío, casi triste.

-No sé de qué estás hablando y te ruego que dejes que me despida de él. –Mi voz era casi un ruego y quería que él se fuera. Aunque me interesaba saber cómo y cuándo él había conoció a mi padre, yo no necesitaba eso ahora. Habían pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo como para procesar cualquier otra información. Lágrimas se formaron en mis ojos y él al darse cuenta se colocó frente a mí. 

-También lo voy a extrañar y me duele tanto como a ti. Me atrevo a decir que un poco más, solo entiende una cosa, mi pequeña. Era necesario que él muriera, de lo contrario habrías muerto tú. –Su mano se acercó con cuidado hasta mi pelo rubio, que estaba suelto y enmarañado. Lo acarició con suavidad y un poco de miedo. Pero yo estaba tan rota que no me moví, solo me quedé así. Llorando y aceptando la caricia de ese desconocido.

***

Otro niño se estaba riendo de mí, mi rodilla estaba ensangrentada y yo no paraba de llorar. Me había caído en aquel parque corriendo detrás de un perro que casi atropellan, para su suerte había escapado pero yo me llevé la peor parte. Había tropezado y un golpe contra el suelo me abrió una brecha en la rodilla.

Él se acercó a mí y sonrió como siempre lo hacía, era tan bonito y tan bueno conmigo, a pesar de que ni su nombre me había dicho. Solo lo conocía porque cada vez que me sucedía algo él estaba cerca, pero nunca cuando papá me veía. No le había dicho a nadie que tenía un ángel que me cuidaba. O al menos era eso lo que él me decía.

Me tomó en brazos y con uno de sus dedos me secó una lágrima a la par que apartaba mi cabello de mi frente. En ese momento sonreí, olvidándome del golpe y del susto. Con mis manos agarré fuertemente su abrigo y me coloqué cerca de su pecho, escuchando los latidos de su corazón.

-Eres una dulzura, pequeña. Ojalá no tengas que cambiar nunca. –Acarició brevemente mi cabello y yo me sentía tan tranquila así, dejando que él me cargara.

-Te prometo que nunca más voy a llorar y que voy a ser una buena niña. Pero promete que siempre me vas a cuidar. –Dije sonriendo y mirando directamente a sus ojos. Tan azules como los míos.

Abrió su boca para decir algo pero la voz de mi papá se oyó a lo lejos, ambos nos miramos porque sabía lo que significaba, él se iría, no le gustaba que mi papá lo viera. Decía que si lo veía alguien más que no fuese yo, él se tendría que ir para siempre y yo no quería eso.

Me dejó en el suelo y me sonrió por última vez, luego de eso se fue.

-Angie, ¿estás bien? –Mi padre se agachó frente a mi sosteniéndome de los hombros y con la mirada me inspeccionaba, hasta que encontró la sangre que rodaba por mi pierna.

-Angie, ¿qué te pasó? –Yo no respondía. Solo observaba el camino que había tomado él. Sabía que esa iba a ser la última vez que mi protector se acercaría a mí.

***

¿Qué había sido eso? Estaba desorientada y miré a mi alrededor buscando al chico de antes. Para mi sorpresa ya no estaba. De nuevo la soledad se había apoderado de aquel lugar. Una opresión en mi pecho comenzó a formarse, tenía tantas cosas por saber y que todos estaban prácticamente obligándome a saberlas pero nadie se atrevía a decirlas de manera clara. Lo único claro para mí era que luego de la muerte de mi padre una nueva vida me esperaba.

El aire me faltaba y agarré mi pecho en desesperación. Demasiadas cosas juntas y todas sin explicación aparente, me estaba agobiando la idea de tener que averiguar cosas que se me escapaban de la cabeza y que para mi razón eran imposibles que existieran.

Miré por última vez la urna de mi padre y había algo junto a ella. Una pluma negra yacía junto a sus restos y que extrañamente no estaba ahí cuando el desconocido me acompañaba. Pero luego de irse, apareció la pluma de la nada. Otra cosa extraña y sin explicación aparente.

Me acerqué y la tomé. Todo se volvió negro y caí en un sueño profundo. Me había desmayado al sentir el tacto delicado de aquella pluma negra.

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