Capítulo 3: Sueño o realidad.
Angie
Paz y tranquilidad después del caos, así me sentía, aunque era difícil saber dónde estaba y si en realidad había soñado todo. Realmente esperaba que sí, que todo aquello que se fragmentaba en mi mente haya sido solo sólo eso, un mal sueño. Imágenes sin relación aparente venían y me golpeaban directamente en el rostro, mi padre y yo, el auto, vueltas, dolor.
A pesar de sentir todo eso, no veía absolutamente nada, todo a mi alrededor estaba oscuro y yo intentaba abrir los ojos pero no podía. Mis párpados pesaban demasiado como para poder moverlos y eso me inquietaba. A lo lejos percibí voces y yo sin poder ver quiénes eran aquellos que hablaban de forma tan extraña.
Sentía un par de manos sosteniéndome el brazo derecho, estaban algo frías pero eran delicadas, quizás pretendían levantarme o tal vez ayudarme a abrir los ojos y saber qué estaba sucediendo conmigo. Esperé unos minutos, expectante e impaciente porque alguien me ayudara a salir de esta situación confusa y rara, donde mis ojos permanecían cerrados, mi cuerpo seguía quieto pero podía sentir lo que sucedía a mi alrededor.
No pasó nada, solo sentí un leve ardor en el brazo, como si algún líquido entrara al torrente sanguíneo y la vía escogida fue la intravenosa. Fruncí el ceño, supongo que se vería así, porque internamente sentía que arrugaba las cejas. Entonces dejaron de tocarme y las voces comenzaron a ser más nítidas y audibles. Dos mujeres y un hombre, mi padre quizás, eran los que ocupaban el espacio donde yo me encontraba.
-Está reaccionando. –La voz masculina se hizo sentir y acto seguido me tomaron de la mano. Esta vez el tacto era diferente, caliente y diría que familiar aunque seguía sin saber quién era.
-Tranquilo, ya está despertando. Dale algo de tiempo, no ha sido fácil todo lo que ha pasado. –Una de las mujeres trató de calmar al hombre que aún sostenía mi mano y que al parecer estaba nervioso a la par de preocupado.
Besó uno a uno mis nudillos con unos labios húmedos y suaves. No era mi padre y lo sabía porque jamás hizo algo parecido, sus muestras de afecto eran diferentes, nada que ver con algo tan íntimo.
-Angie, despierta, por favor. –Su voz era tan suave y tan calmada que me provocaba mucha seguridad. Comencé a sentir sus manos en mi rostro, apartando mechones de cabello suelto.
Quería hablar y saber quién era él. Moví un poco mi mano y él volvió a tomarla. Luego susurró. –Si puedes oírme, por favor aprieta mi mano. –Eso hice, escuché su risa de alivio y un beso en mi frente.
Una sensación indescriptible se apoderó de mi ser, me sentía súper segura con él y en total confianza pero sabía que no le conocía de nada. Entonces, de dónde proviene este sentimiento, quién era él y por qué me era tan familiar pero seguía sin recordarlo. Debía despertar ya y como un reflejo comencé a abrir mis ojos dejando de sentirlos tan pesados dando paso a la luz que se empeñó en molestarme porque ya me había adaptado a mi oscuridad pero poco a poco dejé que mi pupila hiciera su trabajo y cada vez se hacía menos molesta la claridad.
Un par de ojos grises e intensos estaban clavados en mí y por un momento se me había olvidado cómo pestañear. Aquel joven era quizás un poco más mayor que yo pero lucía muy tierno e inocente y con un rostro casi, angelical. Su piel tan blanca como la mía y el pelo muy oscuro, resaltando entre tanta claridad, él era extremadamente hermoso. Me atrevería a decir que era la criatura más preciosa que jamás había visto y un calor subió a mis mejillas, sonrojándome, a lo que él respondió con una sonrisa de ensueño.
-Hola, hermosa. –Una mujer llamó mi atención, una señora de mediana edad y con anteojos. Supongo que era una enfermera.
-Ho-hola. –La voz resurgió en mí y por fin pude pestañear.
-¿Podrías salir un momento? Necesitamos hacerle algunas pruebas para saber cómo se encuentra después de lo sucedido. –La otra enfermera que era más joven le habló al chico y yo no entendía nada pero tampoco quería que se fuera. Antes de decir nada él solo asintió y salió, dejándome sola con las dos enfermeras.
***
Al salir las enfermeras, muchas dudas me atacaron, seguía sin saber dónde estaba mi padre, tampoco sabía qué había pasado exactamente y mucho menos quien era ese chico tan cariñoso que me estaba acompañando. No sabía nada y quería averiguarlo todo lo antes posible. Tocaron a la puerta.
-Pase. –Respondí y apareció él, con una rosa en su mano, no era cualquier rosa, era un príncipe negro, mi favorita.
-Hola, de nuevo. ¿Cómo te sientes? –Se sentó junto a mi cama, guardando su distancia.
-Lo siento, puedo ser hasta mal educada al preguntar pero es que necesito saberlo. –Hice una pausa y lo miré fijamente a los ojos. -¿Quién eres?
Pensé que se iba a ofender pero al contrario, sonrió de la forma más bonita y solo despertó mucha más curiosidad.
-Sabía que ibas a preguntar, es normal. No debes recordarme, soy tu mejor amigo, Gael.
Fruncí el ceño, no sabía que tenía un amigo, incluso que fuese mi mejor amigo, tampoco recordaba a nadie llamado Gael en mi vida. Pero y si el accidente hizo que mis recuerdos se trastocaran de alguna forma que no me permitían recordarlo a él. Era normal una amnesia pasajera después de un coma. Así que era posible, además nadie sabía de mi flor favorita, ni siquiera mi padre. Era lógico que él, siendo mi mejor amigo, sí lo supiera.
-Comprendo. –Mi voz sonó apagada, el hecho de no recordar me molestaba pero me entristecía muchísimo más.
-Tranquila, –tomó mi mano- no es malo no poder recordar algunas cosas y menos después de lo que has pasado. Angie, casi mueres en aquel accidente. Has estado 3 días en coma y milagrosamente despertaste sin secuelas aparentes, los doctores no saben cómo explicar tal hecho. Eres sorprendente y te preocupas por no poder recordarme. –Sonrió ampliamente. -Eso no es tan grave. Yo estoy muy feliz de que estés bien y eso es más que suficiente.
Su sonrisa genuina hizo que me sintiera mucho más aliviada, había una inexplicable conexión entre ambos y eso yo lo sentía en lo profundo de mi ser. No tenía idea de cómo pero lo sabía, sabía que él era parte de mí y más raro aún, que yo formaba parte de él.
Mi padre, lo recordé en aquel instante como si su imagen se hubiese superpuesto ante la de Gael. Cosas muy raras estaban pasando.
-¿Dónde está mi padre? ¿Por qué no vino a verme? –Me senté de golpe tirando un poco del catéter de mi brazo y dejando escapar un poco de sangre que ni siquiera noté. No me dolía pero al parecer a Gael le angustiaba un poco, no solo por la forma en que cambió su rostro, también porque yo sentía su angustia. Fruncí el ceño ante eso.
Se apresuró en ayudarme y yo solo terminé de quitarme el instrumento de mi brazo y dejando que goteara un poco del líquido transparente proveniente de una bolsa que colgaba del porta-suero. Miré al pelinegro delante de mí.
-Estoy bien. No te preocupes. Ahora responde a mi pregunta, ¿dónde está mi padre? –él no dejaba de mirarme, como si sus ojos grises quieran verme hasta el alma.
-Estás sangrando. –Fue lo único que respondió.
-Te dije que estoy bien y que no me duele en lo absoluto. –Hice una breve pausa para acomodar mi cabello en una coleta y para cerrarme un poco el pijama del hospital que estaba dejando un poco de piel expuesta; cosa que sinceramente no me gustaba.
-¿Me quieres responder? O acaso, ¿es mucho pedir? –Volví a decir pero esta vez la ironía se adueñó de mi pregunta y él solo bajó su cabeza. Su rostro se tornó sombrío y no me dejaba verlo pero en mi interior sabía que Gael tenía un nudo en la garganta y seguía sin entender por qué.
Por fin alzó la mirada y sus ojos grises se volvieron más oscuros, quizás más tristes. Ante eso mi expresión de enfado cambió por una de incredulidad. Estaba captando todas las ideas, y así, el gris oscuro cambió a negro haciendo que su mirada penetrase tan adentro que casi me dolió. A partir de ahí diferentes fragmentos del día del accidente comenzaron a llegar, como si de una película se tratase. Cada imagen iba pasando frente a mis ojos y sabía que no lo recordaba, simplemente estaban ahí como si se mostraran solas ante mí. Era él quien las estaba clocando en mi cabeza.
Fue cuando lo vi, mi padre queriendo protegerme, estando a mi lado en todo momento, su dolor al verme desplomada y sin conocimiento. Al ver la expresión de desesperación que portaba en su rostro, dejé escapar una lágrima que rodó por mi mejilla perdiéndose en mis labios. Estaba conteniendo la respiración, era demasiada información y yo estaba sufriendo al ver a mi padre destrozado ante mi pérdida. Ahogué un grito y cubrí mis labios con ambas manos, mientras las imágenes seguían reproduciéndose en mi cabeza y yo solo observaba como espectadora.
Las imágenes se fueron, quedando solo oscuridad y una nueva imagen llegó ante mis ojos. Muchos paramédicos en el lugar del accidente, varios iban alrededor de una camilla con alguien para llevarla al interior de una ambulancia, por otra parte se veía nuestro auto tan golpeado e irreconocible y por otro lado, un cuerpo sin vida envuelto en una bolsa de plástico negra.
Todo hizo click y rompí en llanto, tan desgarrador que sentía mis cuerdas vocales a instantes de romperse. Las imágenes se fueron y el muchacho frente a mí también estaba llorando, su dolor era mi dolor y el mío era suyo. Sus ojos volvieron a su color original y me abrazó con mucha fuerza, queriendo evitar que colapsara ante la noticia.
Coloqué mi rostro en su cuello permitiéndome llorar y gritar. Él sentía exactamente lo que yo sentía, estaba temblando, se estaba rompiendo, justo como yo y me sorprendió su fortaleza porque a pesar de estar así de roto y destrozado, pudo pronunciar unas palabras y en ese preciso momento me contrajo más hacia él.
-Lo siento Angie, tu padre murió para salvarte.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top