T R E I N T A Y S I E T E
Leonel:
Después del susto que pasé ayer entendí un par de cosas. De lo que más me arrepiento es de haber evitado a Luna durante todas las vacaciones, pero no sabía cómo reaccionar a la plática que tuvo con Malena, aun me cuesta bastante imaginar que Luna desea perder su virginidad con alguien que sepa lo que hace, me afecta demasiado porque yo quisiera ser el primer hombre en su vida.
Tal vez no deba pensar en esto por el momento, ahora debo concentrarme en el regaño que Luna va a recibir de mi parte, eso es más importante.
Clavo la mirada en la puerta del salón, solo quiero verla para asegurarme que nada le pasó ayer. Mi corazón brinca de la felicidad cuando aparece en la puerta, pero se esfuma en cuanto veo a sus tres guardaespaldas en la puerta, en realidad solo odio a dos de ellos, pero me sigue molestando que Lucas se preocupe tanto por ella.
—No vuelvas a hacer algo tan temerario, ¿entendiste? —le dice su querido amiguito Jamie.
Mi querida Luna solo pone los ojos en blanco y zapatea el suelo con una molestia muy visible, debe estar impaciente por perderlos igual que yo, amo más a Luna en este momento.
—Si, si, ya lo entendí —Se cruza de brazos—. Dejen de ser tan dramáticos, no es el fin del mundo.
Luna entra al salón sin mirar a nadie, una bella sonrisa aparece en sus labios cuando me ve en su lugar, yo no estaría tan feliz si fuera ella. Corre a mi lado y me da el abrazo que debió haberme dado ayer, estar así con ella hace que todo el coraje se vaya, la extrañé tanto.
La abrazo con fuerza, pero a los pocos segundos la escucho quejarse, me separo un poco de ella para evitar lastimarla, veo una pequeña mancha marrón en su uniforme, eso me hace recordar lo imprudente que fue ayer.
Toda mi ira vuelve a surgir al ver esa hermosa carita, tiene una herida en el labio y una más en la ceja, me temo que está en un gran problema.
—¿Es verdad lo que dice tu madre, Luna? —espeto molesto.
Abre sus ojos de más y su piel, de por si pálida, pierde un poco más su color.
—¿Qué dice mi mamá? —Su labio le tiembla un poco como si fuera a llorar.
—Dime que no te pusiste a patinar por el bosque, ¿te das cuenta que debajo de la nieve puede existir una fina capa de hielo? ¿En qué pensabas al hacer algo tan tonto?
Luna desvía la mirada, pero no importa a qué lado voltee la cara puedo ver una de sus dos heridas y detesto verla herida, desearía poder curar esas heridas en un segundo y olvidar que esto pasó.
—Sé que no ha sido mi mejor idea —dice en voz baja y regresa su rostro—, pero te juro que no fue intencional, lo que pasa es que vi un ratón y no quería decirte, pero le tengo fobia a los roedores —Debe tener una mejor excusa que esta—. No te enojes conmigo, Leo, lo último que quería era meterme al bosque, solo quería huir del ratón, lo juro.
Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos, muestra una sonrisa llena de remordimiento, lucho con todas mis fuerzas porque Luna sabe qué hacer para que no me enoje con ella, pero esta vez no voy a caer.
—Estoy muy decepcionado de ti, Luna, eres una inconsciente, ¿acaso pensaste en cómo nos sentiríamos si te perdíamos?
Mi Lunita baja la cabeza avergonzada, suspira como si de verdad fuera a llorar.
—Te prometo que no pasará de nuevo —Me mira con sus ojos cristalizados por las lágrimas—. Por cierto... gracias por ayudarme ayer... y por no dejarme sola, me hiciste mucha falta, Leo.
El corazón se me detiene, tenía la esperanza de que no iba a recordar que me había quedado con ella por la tarde, espero no haberla despertado cuando hui de su casa.
El calor sube por mi cara, por lo que más quieras, Leonel, no te pongas rojo, no te sonrojes, mantén la mente fría. Respiro con lentitud, espero que Luna no note mi nerviosismo, lo único que se me ocurre es esconder su cara en mi pecho, creo que le gustó que hiciera eso porque no tarda en rodear mi cintura con sus brazos, sin duda es el amor de mi vida.
—No tienes que agradecer nada, Lunita —Acaricio su hermoso cabello negro—. Siempre voy a protegerte, incluso de ti misma.
Te amo, digo en mi mente.
Nos quedamos así un tiempo, en realidad hasta que la profesora entró a dar su clase. Si antes tenía dudas sobre el amor ahora se han ido, cada día que pasa somos más y más unidos, algo dentro de mí me dice que Luna está empezando a sentirse de la misma manera que yo, siento que si la ponen a elegir entre su amiguito y yo... sé que Luna me escogería a mí.
Malena:
—Son unos inútiles —Golpeo al demonio que atrapó a Luna—. Por sus estupideces volví a perder la oportunidad de asesinar a Angel, todo porque ustedes no saben revisar si alguien está cerca o no.
Golpeo su cara tan fuerte que el pobre niño termina en el suelo y llorando sin ninguna pena. Tengo tanta ira acumulada, si no fuera por este idiota habría completado mi venganza, habría obligado a Luna a llamar a su estúpido ángel y por fin enviar a Angel al lugar que pertenece, al infierno. Justo ahora deberíamos estar en un funeral consolando a Leonel y a sus padres, pero no... debo enseñarles una lección a estos torpes demonios inservibles.
—Lo siento, de verdad lo siento —solloza con temor—. Juro que no volveré a equivocarme, revisaré las cosas mil veces si hace falta.
Le doy la espalda, no sé qué información le dio a Luna, puede que ya sospeche de mí ya que la que la encontró golpeada fui yo, lo malo es que si ella empieza a dudar de mí todo mi plan se vendrá abajo, todo mi trabajo será en valde.
Aprieto los dientes, solo había sentido una frustración así de grande cuando Erthael me obligó a unirme a él. Siento mis huesos crujir por el enojo, estoy a punto de perder el control sobre mis poderes, no me creo capaz de controlarme ahora, quiero liberar todo lo que tengo dentro y crear una nueva calamidad como antes, solo puedo pensar en muerte y destrucción.
—Mi señora... —gruñe uno de mis demonios.
Me giro a ver al estúpido que se atrevió a hablarme, menos mal que alguien se ofreció de voluntario para descargar mi furia sobre él.
—¿Qué es lo que quieres? —digo apretando aún más los dientes.
El demonio baja la cabeza a la tierra, se nota que no quiere morir aún.
—Quizá debería usar ese poder para fragmentar las barreras y traer más demonios sin ser detectada, entre más seamos más oportunidades tendremos de atrapar a esa Elegida y arrancarle las alas. No hay peor castigo que convertirlos en lo que más odian, un caído.
Sé que algunos demonios no tienen cerebro, pero este es una burla. Empuño mi daga para regresarlo al lugar que pertenece.
—Vaya, vaya —Todos nos giramos a ver a nuestro invitado, esperaba no verlo nunca más, pero aquí estamos después de quinientos años—. Quién iba a decir que después de tanto tiempo continuarías haciendo de tus diabluras, querida Mal.
Mis huesos vuelven a crujir y sé que muchos terminaron rotos, si está arma no fuera celestial ya la habría roto. Levanto mi arma apuntándole, creí haber sido muy clara cuando le dije que si se aparecía frente a mí de nuevo lo enviaría con su querido hermano.
—¿Qué mierda haces aquí, Samael? —digo con todo el desprecio que puedo.
No estoy segura de a quién odio más, si a Angel o a Samael.
Algunos de los demonios bajan la cabeza y se echan para atrás cuando Samael avanza directamente hacia mí, deben pertenecer a su reino. Samael es igual que mi padre, un caído, pero el encontró otra forma de divertirse, una mucho más divertida y excitante...
—No vine a buscar nada, solo pasaba por aquí y decidí quedarme para estar en primera fila para ver como un bello y hermoso ángel termina yéndose al mismo infierno, dime que la noticia no es buena y agradable.
Una sonrisa se me escapa, siendo sincera... me alegra que haya venido, sus palabras solo me indican una cosa, voy a conseguir mi venganza y Luna va a dejar de existir. Su confesión me relaja y hace que todo mi poder se mantenga en calma, creo que vale la pena que esté aquí, pero no deseo que se quede.
—¿Y qué? ¿Solo vienes a darle el golpe de gracia? —digo un poco burlona, quiero que se vaya.
—No, querida —Camina hacia un grupo de demonios que no tardan en inclinar su cabeza ante él—. Yo solo vengo como espectador... también para asegurarme de que envíes a ese angelito con mi hermano, tienes que dejar de dudar, Mal.
Y mi sonrisa se desvanece de golpe, ¿cómo sabe que estoy dudando?
Y aún más importante, ¿quién le dijo que necesito de su ayuda para realizar mi venganza?
—Deja ese jueguito de superioridad, sabes mejor que nadie que necesitas mi ayuda, querida Mal.
La seguridad en su voz me molesta, también ese tonito de burla, no entiendo a qué viene exactamente.
—No necesito de tu ayuda, no necesito de un caído para mi venganza, mucho menos de ti, Samael —digo molesta, pero después suelto una risita nasal—. No me digas que haces todo esto para que te perdone lo que hiciste hace más de quinientos años —Lo veo con toda la rabia que poseo—. Fui muy clara en ese momento y sabes lo mucho que odio repetir las cosas; nunca te perdonaré y no quiero volver a verte.
Samael me sonríe como lo hizo alguna vez, es un descarado de lo peor. Me parece de mal gusto que intente provocarme, sabe mejor que nadie de lo que soy capaz y es muy mala idea siquiera intentarlo.
—Es agradable que sigas viviendo del pasado, Mal. Si buscara tu perdón, cosa que no hago, no lo haría de esta manera —Se acerca peligrosamente hasta mí, busca intimidarme, pero necesita más que esto para conseguirlo—. Ya no significas nada para mí, fuiste un lindo momento en mi inmortalidad, jamás podré negarlo. Pero lo que me motiva a ayudarte es fastidiar a mis hermanitos, quiero destruir a Miguel y Angel mucho más de lo que tú lo haces —Toma un mechón de mi cabello—. Para lograrlo necesito que dejes de dudar y hagas lo mejor para nuestro fin.
Le sostengo la mirada, está completamente idiota si piensa que me interesa los problemas familiares que tenga con ellos, sus sentimientos dejaron de importarme hace mucho. Si de verdad quisiera fastidiar a sus hermanos no se metería en mi plan, buscaría su propia forma de hacerlo.
Sé que tiene otra intención para hacerlo y dejar que esté cerca de mí no es buena idea considerando que jugó con mis sentimientos. Debo mantenerme firme y evitar caer en sus redes de nuevo.
—Si es todo por lo que viniste ya puedes retirarte y hazme un favor —Le corto un poco el abdomen con mi daga, no tarda nada en irse al suelo quejándose del dolor. Mi demonio no mintió, esta arma pertenece al cielo, que maravilla—. Regresa a tu maldito infierno, idiota. Sabes que detesto seguir las indicaciones de otros, solo hago lo que a mí me place, siempre odie que me trataras como si fueras mi dueño. Busca tu venganza por otro lado, conmigo no cuentas más.
Lo lanzo por los aires de una patada, admito que eso se sintió muy bien. Un pequeño camino negro se marca por la nieve tan blanca —debe estar sangrando—. De inmediato sus manos aprietan la herida, a mis demonios parecen gustarles ver a Samael sufriendo en el suelo y muchos otros apartan la mirada, la lealtad de estas cosas me encanta, pero me gusta mucho más mancillar a su rey.
—Eres una perra traidora —habla y un hilo negro baja por la comisura de su labio—. Te aliaste con los seres que asesinaron a tu padre, eres la peor de las hipócritas, le lames el culo a esos angelitos solo por un arma.
Voy a su lado y vuelvo a patearlo, puedo sentir como su hueso se parte con el impacto. A mí nadie me habla de esa manera, mucho menos de mi padre, voy a vengar su muerte sin importar el costo.
Ne agacho y tomo su cabello para obligarlo a verme a los ojos.
—No insultes mi inteligencia, Samael. Nunca me aliaría con las cosas que me quitaron a mi padre, solo acepto los regalos que me dan sin importar de quien viene —Le muestro el ejército de demonios que tengo a mi lado—. ¿Crees que ellos aceptarían seguirme solo porque los invoqué? Conocen muy bien el pasado de los Purgadores y desean ayudarme —Lo arrojo a la nieve—. No insultes mi inteligencia.
Coloco la punta de la daga en su pecho, justo a la altura de su podrido corazón, una parte de mí desea enviarlo al infierno donde pertenece, pero sé muy bien que eso no pasará, esta arma lo matará.
—Mi señora...
La voz de mi sirviente evita que mate a este desgraciado, lo veo con todo el enojo que tengo, espero escuchar algo de ayuda, de lo contrario el será el primero en irse.
—¿¡Qué!? —digo gritando.
Al parecer asuste a mis aliados, todos dan un paso atrás al oír mi voz tan fastidiada.
—Le pido no lo envíe al infierno, acepte su ayuda, esa elegida no debería ser tomada a la ligera. De seguro Samael podrá ayudarnos a ser indetectables.
Arrugo la nariz, odio tener que considerar dejar con vida a este desgraciado, necesito toda la ayuda posible, pero me niego a aceptar la de Samael.
—Deberías escuchar a tu demonio, tengo todo para poder ayudarte y lo sabes —Clavo la mirada en la cara de Samael—. Ya no podrás arriesgarte o esa niña descubrirá que todos los ataques fueron planeados por ti y solo complicarás más las cosas para todos, recuerda que el cielo te observa fuera de este punto ciego, tu ejercito mermó al enfrentarse a esos niños. Puedo traer del infierno todos los demonios que necesites sin que los elegidos se den cuenta, puedo ayudarte más de lo que imaginas, pero tu orgullo te impide hacer lo correcto, eso es lo que realmente te molesta.
Aprieto mis dientes con demasiada fuerza, detesto que tenga razón y la tiene. Necesitaré muchos más demonios para obtener mi venganza.
—¿Necesitas otra razón? —Algo en su voz me dice que disfruta hacerse el interesante— ¿Quieres saber un pequeño secreto? Mis hermanos han tratado de ocultarlo, pero un ángel de la muerte siempre sabe de esto y créeme que dejarás de dudar, confía una última vez en mí.
Aparto la daga de su cuello y me siento a su lado, admito que siento mucha curiosidad por ese secreto. Samael toma su costado apretando un poco la herida, se aprovecha para acomodar su boca cerca de mi cuello. No soporto tenerlo tan cerca así que me pongo de pie sin dudarlo, me guardo la daga para que vea que estoy dispuesta a escucharlo, pero también para que sea consciente que puedo apuñalarlo en el momento que quiera.
Mi querido amigo se limpia la comisura de sus labios, mi arma hace el daño que deseo. Estira la mano libre para que lo ayude a ponerse de pie, muy de malas termino tomando su mano y ayudándole a estar de pie, aunque no mantiene el equilibrio.
—Espero que lo que sabes sea realmente tan bueno como lo pintas, más te vale decirlo rápido y sin acertijos, sabes muy bien que no tengo paciencia y si lo que me dices no es tan bueno te regresaré al infierno sin remordimiento, ¿trato?
—Me parece justo —dice con media sonrisa.
Su cuerpo falla y termina recargándose sobre mi hombro, lo escucho respirar jadeante, espero que sea por la herida, de lo contrario le enterraré la daga en el pecho. Respiro un poco el aroma de su cabello, sigue oliendo tan bien como siempre, sé que no debería sentir nada por él, pero el amor que siento por él sigue aquí y por eso lo odio tanto, no importa cuánto lo intente, no dejo de amarlo.
Su aliento me hace cosquillas, es tan caliente que me hace pensar en cosas que no debería. Comienza a susurrar cosas sin sentido, dejo de poner atención a todo ese balbuceo y me concentro en su aliento, pero suelta el secretito de sus hermanos justo cuando menos lo esperaba.
Samael se separa y sonríe triunfante, un escalofrío me recorre de pies a cabeza, mi cuerpo tiembla ante tal confesión, eso es imposible...
—No es verdad —digo temblorosa—, no puede ser posible, dime que es mentira...
Agita la cabeza negando, mi cuerpo por fin reacciona y comienza a temblar, mil lágrimas se me acumulan en los ojos, no puede ser verdad.
—No ganaría nada al mentirte.
En un segundo Samael se va al suelo, pero lo detengo antes de que caiga por completo, sin duda está herido de gravedad, puedo sentir todo su peso en mi cuerpo. Demonios, debo curarlo de inmediato.
Odio admitirlo, pero necesito a Samael, si es verdad lo que dice voy a necesitar no solo de su ayuda, vamos a necesitar un ejército.
Paso su brazo por mi cuello y comienzo a arrastrarlo fuera del bosque. Sin duda su secreto despeja todas las dudas que tenía y con más razón puedo decir que Luna debe morir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top