Un Caballero En Negación

La premura de llegar a tiempo le hizo salir del apartamento dejando el móvil y solo fue consciente de la ausencia cuando quiso hacer una llamada. Da media vuelta en la próxima intersección y regresa al edificio.

Sonríe al recordar la noche anterior, los recuerdos están grabados en su piel y duda que pueda borrarse fácilmente. Hace mucho tiempo no pasaba una velada tan... placentera.

Cree es la palabra correcta.

No llegó a imaginar que algo de esa naturaleza se diera, menos con Alexandra como protagonista. Pero se dio y ambos descubrieron que no se sentían mal por ello.

Jamás la vio con otros ojos que no fueran los de ternura. Era una chica alegre, que solía divertirle y alejarle de sus malos pensamientos. De retroceder en el tiempo, volvería a negarse a tener algo y prohibirle hablar del tema. En esa época era lo correcto, hoy día no tenía idea que era o no lo ideal y solo reaccionaba al deseo que su cercanía le producía.

No existía sentimientos entre ambos, solo el lívido que se salía de control, lo único que habían dejado claro. Pisa el acelerador con los recuerdos de su dorso cabalgando encima de él. La piel de Alexandra y sus besos tenían la facultad de llevarlo al mismo cielo. Mackenzie es el más grande de los imbéciles y quien sería su esposo, afortunado.

En la mañana lo despertó la imagen de ella desnuda sobre su dorso y la sorpresa de un tercer tatuaje. Angelo tenía el rostro de satanás tatuado en toda la espalda, ella la de un ángel sentado con los pies detrás de sí, brazos y alas abiertas, rostro al cielo. Cabello hondeando al viento cubriendo su rostro, la similitud entre ella y ese ángel era maravillosa. La belleza del tatuaje le dejó mudo y aunque debería estar enojado por dañar su hermosa piel de esa manera, la realidad era estaba maravillado por la magnificencia de lo que veía.

Era todo lo contrario a la imagen que él llevaba, en el mismo sitio. Sin poder evitar la tentación lo dibujó con sus dedos dejando un beso en su cuello. El gesto la había despertado y llegó la incomodidad del día después, eso suele suceder luego que tienes sexo alcoholizado, pero no era su caso.

Ambos estaban embriagados, pero de una droga muy distinta. Aunque algunos digan que no, el exceso de alcohol es una droga.

Fueron conscientes de lo que hacían, eran adultos y podían manejarlo. Hablaron sobre lo sucedido, llegando a una verdad que estaban intentando ignorar, la química que existía entre los dos.

No fue un error o una debilidad, simplemente dos adultos cuyos cuerpos hablaron por ellos. El sonido de un claxon le devolvió al presente, descubriendo estaba a pocos metros del apartamento. deteniéndose segundos después frente al elegante edificio de apartamentos.

Baja del vehículo apresurado, saluda a los guardias de recepción y sube las escaleras. El apartamento de Sasha está en el tercer piso y el ascensor se encuentra arriba. Sube las escaleras de a dos y en minutos está frente al apartamento de Sasha tocando el timbre.

Dura más de lo habitual en abrir, lo que ocasiona reaccione preocupado volviendo a presionar el artefacto. Salió de allí hace cuarenta y cinco minutos, no es posible que esté dormida o saliera.

—¡Alexandra! —le llama, sin respuestas —Sasha...—insiste.

Golpea la puerta con las palmas de sus manos sin importar que la de los apartamentos vecinos se abran ante el escándalo.

—Dasha Alexandra O'hurn Ivannov. —le llama.

Odia escuchar su nombre completo y espera que esta vez eso le haga reaccionar. Sí, su primer nombre es Dasha, uno que se usó en los primeros años de vida, pero que fue cambiado. Desde pequeña se reusaba a obedecer cuando le llamaban "Dasha", siendo su abuelo el que encontró una solución, llamarla "Sasha" nombre que usan con ella desde entonces.

Varios minutos después y cuando está dispuesto a derribar la puerta, escucha los pestillos abrirse. Mira su rostro notando lo raro inmediatamente, en salida de baño, con una toalla en su cabeza, ojos y nariz roja.

—¿Todo bien? —pregunta y ella afirma —olvidé el móvil... no sé dónde. —sigue diciendo.

—Estaba en el baño, no escuchaba el timbre—se excusa.

Hace un escaneo de su cuerpo y comportamiento. Esta nerviosa evita su mirada y tiene un rojo en su mejilla. Todo su comportamiento dicen que algo malo ha sucedido, pero no va a decirlo.

Se hace a un lado ayudándole a buscarlo, toma el suyo y timbra encontrándolo debajo de los cojines de los sillones de la sala de estar.

—¿Podemos posponer la salida de esta noche?

Sasha hace la pregunta dejando el móvil en sus manos, uno que toma envía un mensaje a Sebastián por ser el que siempre tiene el objeto en sus manos y lo guarda en el bolsillo de su pantalón segundos después.

—No soy tu papá Sasha, no tienes que aceptar lo que no deseas. —responde en calma—Si no estás interesada o te arrepientes, te aseguro un, No, me basta. Sin importar que mi miembro esté en tu interior, un No es un No. Si te arrepientes de todo lo entenderé —finaliza.

Alza el rostro hacia él y su barbilla tiembla al negar. Nota que la valija de Mackenzie ya no está en el lugar que lo dejó hace más de media hora. El golpe en su mejilla que insiste en cubrir, su cuerpo mojado y su temblor.

Hijo de mil putas...

—Es solo que he decidido volver a casa hoy mismo... ¿Podemos vernos otro día?

—Por supuesto —responde al fin, se lleva una mano en el bolsillo y fija sus ojos en ella —solo si es lo que quieres.

—Solo te pido tiempo...

—Y yo te aclaro que no es necesario excusas... Somos adultos.

La mira sin acercarse al ver que retrocede, abrazándose así misma. Las imágenes que están creando su cabeza no son buenas y tienen a Mackenzie en las puertas del infierno.

—Hasta pronto entonces—aclara al ver que está por negar y la ve bajar el rostro. —¿Necesitas que te espere?

Vuelve a negar diciendo que ha llamado a su madre. En dos zancadas elimina distancia y deja un beso fugaz en sus labios, acariciando su mejilla justo en la zona de aquel rojo mientras suspira.

—Estaré pendiente al móvil, si necesitas algo...

—Bien. —interrumpe y de nuevo ese temblor en su voz.

Al bajar esta vez por los ascensores lee un mensaje de Sebastián que ha anexado una fotografía. Están dentro de su casa y sonríen alzando ambos una taza de café.

Le ha pedido verificar la seguridad de su casa, encontrando la mejor manera al ver la espera frente a la misma. Han entrado a ella sin problemas, lo que deja mal parado a su seguridad.

"Tu seguridad es pésima". Le escriben y sonríe pese al odio que crece en su interior "Nos encargaremos de ello mientras tú acabas con ella... La que sea tiene mi admiración y respeto".

Su risa finaliza una vez termina de leer y guarda el móvil. Va directo a recepción y entra a la caja de cristal forzando la puerta, uno de los dos hombres que están en el interior se levanta llevándose una mano a su pretina al ver la posible amenaza.

—Tercer piso, apartamento 307, media hora atrás ¡Ahora! —ordena al hombre detrás del control de las cámaras. —¿Qué cojones esperas? ¡Atiende!

El chico mira a su jefe y este le ordena obedecer, sus dedos se mueven rápidamente por el teclado. Una vez acaba su búsqueda, gira la pantalla hacia él y contempla el video. Ha tenido la sagacidad de ubicarlo desde su salida, cinco minutos después del ascensor sale Andrés.

Lo siguiente es Andrés tocando la puerta del apartamento. Las manos de Angelo se aprietan con tanta fuerza que los nudillos se tornan blancos. Observa la lucha de Sasha al querer cerrar la puerta tras descubrir de quien se trata.

—Era su prometido y copropietario del apartamento —la excusa del jefe del grupo no calma su ira, pero no va dirigida a ellos.

—Retrocede —le ordena al chico que obedece con manos temblorosas.

Saca el móvil, busca el cronómetro, lo acciona al verle entrar al apartamento. Los números se mueven a toda velocidad y la sangre le hierve a medida que aumenta cada minuto.

—Hay una cámara en el interior ... —comenta el chico detrás del PC —pero necesito autorización de su padre....

—Cinco minutos —les dice apagando el cronómetro viéndolo salir con la valija en sus manos.

No hay arrugas en su ropa, su corbata en su lugar, peinado y cabello. Lo único que ha cambiado es su rostro enojado y la mano que se lleva a sus labios limpiándolo.

—¿Qué enfoca la cámara exactamente? —ellos han tenido sexo en la sala y no desea darle sorpresas a su padre.

—Solo el vestíbulo... no hay cobertura de sala, cocina o habitaciones. —comenta el chico.

—Órdenes del señor Mackenzie, dijo que violaba su privacidad...

Por lo menos había sido inteligente en algo, pero totalmente imbécil en todo lo demás.

—¿Trabajan con Vincent? —afirman y él acaricia la llave de su vehículo viendo el rostro congelado de Mackenzie en la pantalla, pensando en el paso a seguir. —Soy Angelo Vryzas.

Su apellido les hace cambiar de actitud, solo le piden verificar la identidad, algo que hace entregando su licencia de conducción. El jefe corrobora con una llamada a casa de los O'hurn y tuvo que explicar lo que sucedía a Vincent.

—Le entreguemos lo que necesite—ordena el hombre al colgar, el chico vuelve la mirada a la pantalla y los dedos al teclado.

—Esta es la toma que mencioné ...

Mira la pantalla sin hacer otro gesto que el de acariciar la llave. Mackenzie logra entrar al apartamento e intenta besarla, ella se lo impide golpeándolo en la entrepierna. Por lo menos es lo que le hace creer, porque se dobla fingiendo dolor, irguiéndose segundos después. La besó a la fuerza, luego de lo cual se aleja cubriendo su boca con una mano. Angelo sonríe al ver cómo ha impedido ser besada, le ha mordido y golpeado.

El malnacido la abofetea mientras le dice algo que la hace quebrar, es consciente de ello. Sus hombros caen y las manos que mantiene apretadas las suelta. "—¿Qué le dijiste?" Es una lástima que no tenga sonido.

Sin decir, una sola palabra sale de la pequeña oficina directo a su jeep, abre la cajuela y sonríe al ver los tres bates de beisbol que su hijo insistió en que le comprara. Toma los tres y se ubica con ellos frente al volante y empieza a recordar la dirección de la oficina de Mackenzie. Su móvil suena en su bolsillo y no tiene que ser adivino para saber quién es. El tío William intentando calmar su enojo y pidiéndole controlarse.

Les dejó a ellos lo sucedido con Vladímir, pero en esta ocasión le involucra. Pisa el acelerador ignorando el móvil que deja de sonar media hora más tarde cuando se detiene frente al elegante edificio. La cristalería es nueva, pero no es tan valioso como aquellos autos de lujo que ha divisado.

Es probable que acampara en la entrada del edificio o estuviera por entrar cuando lo vio a él hacerlo. Esperó a que saliera y al verle hacerlo a la mañana siguiente hizo conjeturas. Subió en búsqueda de explicación encontrándose con una Sasha que no estaba dispuesta a escucharle.

Lo ve hablando con una pareja mayor frente a un Lamborghini negro. Alguien debería decirle a la esposa que ese auto es comprado por hombres mayores para impresionar a mujeres más jóvenes que ellos. Sin dejar de ver el vehículo y al ocupante que se baja con los tres bates en sus manos, Andrés delega la venta a otro empleado mientras avanza hacia él.

Mueve la mano que sostiene uno de los bates en círculos, el movimiento de su muñeca llega a ser relajante, no tanto como el rostro aterrado del dueño.

—¿Crees que tu apellido Duncan te hace inmune? —pregunta ubicándose frente a un BMW blanco que rodea y mira como si su deseo fuera comprarlo y no destruirlo.

—Traicionaste una amistad...

—Tú y yo nunca hemos sido amigos —corrige —fui amigo de Tanned, con el que tengo una deuda que estoy dispuesto cumplir. Tú has demostrado ser una escoria capaz de venderte al mejor postor con tal de sobresalir.

Finaliza viendo todo a su alrededor, un grupo de empleados los observan aterrados. Solo tiene tres trozos de madera en sus manos, pero actúan como si fuera ametralladora.

—¿Te acostaste con ella? En nuestro apartamento—dice golpeando su pecho.

—No es nada tuyo hace siete meses ... —le recuerda moviendo el bate amenazante.

—Por favor hay clientes muy importantes... no hagas algo que pueda perjudicarme, tengo a posibles socios aquí Vryzas... —Angelo mira al segundo piso de la edificación, aquello no va a detenerlo, todo lo contrario.

Tener espectadores lo hace todo más interesante.

—Sé que ella también te rogó —advierte señalándolo con la mano que sostiene dos de los tres bates —No puedo ignorar que la golpeaste Mackenzie.

—No volveré a buscarla... te lo prometo, por favor solo...

Lleva sus manos a su cabeza al escuchar el estallido de la ventanilla lateral, luego luces, parachoques. No volverá a hacerlo, está seguro de que su padre y hermanos se van a encargar que así sea. Pero que esperara a que él saliera para dañarla, lo hacía querer desquitarse.

Estaba también lo de Brasil...

—Llamaré a la policía... —amenaza una voz desconocida y sonríe.

—Me parece perfecto —comenta distraído el BMW, tiene toda su atención —tengo una declaración que ha quedado pendiente de Brasil. Con pruebas —recalca esto último sin dejar de destrozar el auto.

Era mejor destruir un objeto y no asesinar a ese bastardo. Es inmune a muchas cosas, ninguna de ellas al dolor de alguien cercanos. Solo cuando el vehículo es perfecto para una chatarrería se detiene.

Mackenzie ha presenciado la escena en silencio, con las manos en sus bolsillos y rostro gris. Toma uno de los bates y lo arroja al Lamborghini que hace unos minutos la pareja veía, a quienes los vio salir despavoridos al verle dar el primer golpe. El segundo a un vehículo dorado de la misma marca, pero diferente estilo y el tercero lo mantiene en sus manos.

—No soy el tipo de hombre que recurra al diálogo Mackenzie. —habla con el bate en sus manos y viendo al segundo piso —Considérate afortunado que sea a tus autos y no a tus huesos... si hay una próxima vez no dejaré nada de ti...

El rostro de Mackenzie indica terror, Angelo ha logrado ubicar la zona en que los socios esperan y sonríe. Da media vuelta viendo como los hombros del ejecutivo se relajan, pero no ha acabado.

—Olvidé mencionar...

Se detiene al haber caminado unos metros, gira y lanza el bate al segundo piso con fuerza. Escucha las maldiciones y sonríe divertido al dar media vuelta escuchando el ruido de los vidrios romperse.

—Si necesitas un socio... búscame. Me envías la cuenta, sabes dónde.

(...)

—Sin preguntas —le dice a la pareja que le abre la puerta y se fija en la herida de sus manos.

—En realidad no me imagino otra manera de tener sexo para ti que esa —habla Sebastián. —lamento tu perdida.

—Gracias... —agradece entrando a su casa y estrechando la mano de Elvis

—También de tus hombres... —resopla mirándolo de reojo y su esposo le lanza una mirada de advertencia.

—Tienen dos horas para explicarme lo que sucede antes que Anker regrese...

Le piden entrar a la oficina y tras hacerlo señalan la laptop en su escritorio. Imaginó cualquier cosa, las más absurdas que se le pasó por la mente. Lo que sea era delicado para hacer salir a la pareja de su confortable hogar y dejando a su hija sola.

—Intentamos contactarme contigo, pero no nos fue posible —le dice Elvis —ahora sé por qué, pero en ese instante ...

—Estábamos preocupados. —sigue Sebastián —su silencio nos hizo seguir una investigación por nuestra cuenta.

—La empresa fue vendida y el dinero consignado a una cuenta nueva a nombre de Aydey Müller. Seguí el rastro tras saber su muerte, el dinero fue desviado a 24 cuentas más... lo que está viendo en este instante son los nombres de los beneficiarios.

Lee lo que tiene frente a él y escucha a Elvis explicar, lo que a todas luces no necesita explicación. Aun así y con toda lo que tiene frente a él...

—¿Qué intentas decirme Elvis? —pregunta con todos sus músculos en tensión.

—Tal cual lo ha escuchado, el dinero de su empresa fue divido —hace una pausa mirando a esposo antes de seguir —los hombres que murieron ese día están en esta lista.

Lee los nombres una vez más y niega incrédulo. El que está detrás de esto acaba de tener el primer error. El silencio es visto por la pareja como una alerta, cuando su mente estaba viajando a todo lo que hizo antes de volver a casa.

—Traje lo que me pidió —Elvis deja en el escritorio el folio y cierra los ojos un instante. —lastimosamente, no pude recuperar nada del disco duro que me envió.

Afirma en silencio, el timbre suena y una mirada a las cámaras muestran a su hijo de la mano de Christine. En un intento que ocurriera lo que sabía imposible, envío los restos calcinados del disco duro de su casa en ruinas. El sentido común, le decía, era una pérdida de tiempo, pero nada perdía con intentarlo.

—Yo iré, le daré la sorpresa —se ofrece Sebastián dejando a su esposo con Angelo.

—¿Tampoco lo crees verdad? —niega y el hombre asiente. —revisemos lo que hizo esos seis meses... Todo puede estar allí.

—Un coctel de traiciones, nada extraño en este mundo —recuerda y golpea el folio que le ha entregado —solo una cosa era atípica, nada que los llevara a esto.

—Todos quieren saber sus raíces —comenta Elvis —Si estás a punto o tienes pensado formar un hogar aún más.

¿Qué podía haber en esa investigación tan oscura que quisieron hacerlo a un lado? Ahora que lo pensaba...

Rasga el sobre y mira el detalle de los votos que dieron de su salida. Hay cincuenta nombres, muchos de ellos no votaron por no estar presentes, otros enviaron su decisión con emisarios.

—Necesito visitar a alguien...

—¿Tu vecina? —afirma levantándose y Elvis le imita —nosotros nos encargamos de Anker.

—No pienso demorar...

Toma de una silla un paquete que deja en su escritorio frente a Angelo y que se queda viendo intrigado.

—Una partida de ajedrez suele durar... le gustará el obsequio —sigue diciendo y Angelo duda en tomarlo.

Él pensaba llegar a un acuerdo con la mujer, quien les había dicho verdades a medias. Toma el paquete cuadrado y sale de su oficina escuchando los gritos de júbilo de su hijo por el nuevo PC y sonríe. Llega al exterior de su jardín a pasos lentos y pasa al de la señora Harris.

Antes que toque el timbre la puerta se abre, la dama mira la caja en madera y luego a él en silencio.

—Olvidé preguntarle donde había conocido a su esposo —inicia y la ve sonreír —o usted decirme que fue en el trabajo.

—Fue hace mucho tiempo hijo... la vejez te hace olvidar las cosas.

Le entrega el paquete sin disimular lo poco que le cree y la señora lo toma. Tanto ella como su esposo trabajan en lo mismo, en divisiones distintas. Por eso reconoció sus tatuajes y tenía el lugar perfecto donde borrarlos.

—Hace muchos años no encuentro un rival a mi altura —confiesa con modestia —¿Juegas Angelo?

—Hago lo que se puede...

Sus labios esbozan una sonrisa al hacerse a un lado y le indica seguir con su mano libre de manera elegante. Da algunos pasos en el interior y se detiene en mitad de la sala.

—¿Qué te trae de nuevo aquí?

No le extraña que sea directa, en realidad nada de lo que salga en delante de ella le llegaría a sorprenderle. Cuando salió de su casa la noche anterior se dijo que tenía claro lo que quería. Fue antes de hacer un resumen de lo que le dijo la señora Harris, ver la tarjeta y pedirle a Elvis detalles de sus vecinos.

La vida es un camino largo y lluvioso, vas de blanco y descalzo. De vez en cuando saldrá el sol, en algunas partes el clima enfurecerá. Debes decidir cómo hacer ese recorrido, si disfrutas del viaje mientras avanzas o te lamentas cada paso que das. Al final Llegaras, pero depende si con una sonrisa o llorando.

Él había decidido hacerlo con una sonrisa, pero antes necesitaba respuesta...

—Vengo hacer un trato—le dice sin darle el frente y viendo la imagen de los amigos de Gary —conozco a quien dañó a su hijo y tengo un sitio donde puede ayudarle...

—Nadie puede ayudar a Gary...

—Se puede si él lo desea... yo estoy dispuesto a ayudarle —insiste. —hace siete meses veinte hombres fueron abatidos en mi casa, mi hijo fue dejado malherido...

—Conozco la historia... sé todo de ti cariño —su voz es casi angelical, sin embargo, ese tono es más de advertencia —¿Qué pasa si no funciona?

—Le entregaré a Hermes...

—Ese hombre no es más que una leyenda inventada por esos hampones —su voz ha dejado el tinte suave y suena duro, Angelo se encoge de hombros mientras gira hacia ella.

—¿Qué puede perder? Su hijo ya está prácticamente muerto. Tendrá la oportunidad de vengarse y ver a quien le dañó pagar...

—¿Y tú? —pregunta arqueando una ceja —¿Qué hay de ti?

—Quiero todo lo que pueda conseguirme de Misha Vovk, sacerdote ucraniano —empieza a decir y la mujer afirma.

Sus ademanes ya le dicen que está dispuesta a aceptar. Todos quieren hacerlo y si no, él está dispuesto a que ella lo desee.

—¿Tienes algo más concreto?

—Su último lugar de trabajo fue hace veinticinco años en Pravda, Tishkovo, óblast de Moscú. Fue encontrado degollado, su victimario fue un huérfano...

—¿Jugamos? —pregunta y Angelo la observa avanzar hacia un lugar en la ventana —debes darme algo primero, no suelo actuar sobre el principio de buena fe, no ustedes —le mira por encima del hombro y le sonríe — son de fiar, no con la policía...

—En ese caso... considera este trato hecho —le dice sentándose frente a ella.

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